Dados a conocer los resultados de la última encuesta CASEN, se reabrió el debate sobre la pobreza en el país. Supuestamente, hubo una baja de la misma, de lo cual intentan mostrarse artífices tanto la derecha como la Nueva ‘Minoría’. Pero, ¿por qué no hablar de verdad sobre pobreza y sus causas?
Por fin se supo –el pasado jueves 22- de los resultados de la más reciente encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional CASEN, correspondiente al año 2015, la cual corre por cuenta del Ministerio de Desarrollo Social (MDS).
Y si bien los datos de la presente investigación se demoraron sólo un año en ser dados a conocer, los de la anterior –respecto de 2013- lo fueron por más de un año y medio.
Toda medición es una comparación. Así, sí en 2013 la pobreza medida sólo por ingresos alcanzaba a un 14,4% de la población, en 2015 es de un 11,7%.
En tanto, las personas en pobreza extrema representaban un 4,5% en 2013, mientras que en 2015 alcanzan el 3,5%.
Es decir, sólo atendiendo al nivel del ingreso, hubo una baja moderada, cercana en promedio al 18,7%.
No obstante, esto es nada más que un resultado para la galería, puesto que, en la práctica, veremos que tal buena nueva no fue tal.
Una Media Verdad
En lo que constituye una valoración más representativa, sin llegar a ser del todo expresiva del drama que es la pobreza, las dos últimas indagaciones del MDS han empleado la categorización de “pobreza multidimensional”, agregándosele en la última “entorno y redes”.
Tal medición considera no sólo los ingresos necesarios para adquirir una canasta básica, sino también aspectos que tienen que ver con la educación, salud, trabajo y seguridad social, vivienda y entorno, redes y cohesión social.
Ese tipo de pobreza representó nada menos que un 20,4% de la población en 2013, mientras que en la última CASEN el registro fue de un 20,9%; es decir,una pobreza entendida de manera más integral, en vez de descender, se incrementó y lo hizo en un 2,5%.
Lo había dicho ya en enero de 2015 la entonces encargada del MDS, Fernanda Villegas, “La medición de la distribución de los ingresos a partir de esta nueva metodología confirma además un dato que ya sabemos: nuestro país presenta altas y persistentes tasas de desigualdad e ingresos”.
Ahora, ello fue confirmado y nuevamente consignado.
Como que el índice de Gini, que expresa la desigualdad de los ingresos dentro de una formación, se ha mantenido igual por casi una década; pasando de 0.499, en 2006, a 0,482, en 2015, con un diferencial apenas del 3% (0 es igualdad total y 1 es iniquidad total).
En suma, entre 1990 (0,554) y 2015, casi todo lo que llevamos de ésta pseudodemocracia, la desigualdad de los ingresos se atenuó solamente en un 12% (¡!) y eso sobre datos oficiales, puesto que hay expertos que aseguran que el índice de Gini, al menos en 2013, debía ser de es 0,57, ya que hay ingresos ocultos.
Por cierto que con la utilización de las categorías originales, en esta medición se puede apreciar un mejoramiento relativo en términos de ingresos, lo que alegra a todo el mundo, puesto que da la sensación que todos estamos alcanzado el desarrollo.
Mal que mal tenemos un ingreso per cápita primermundista, de US$23.564, lo que nos aproxima a Portugal y Grecia. Pero…
Debemos estar alertas ante el uso discrecional de dichos promedios y tasas, mediante los cuales se nos pretende ocultar las situaciones específicas y los efectos reales del desigual y asimétrico desarrollo que se nos ha impuesto y que, en parte, hemos ido aceptando.
Lo Más de Fondo
Uno de nuestros últimos índices de Gini más creíbles, de 0,508, nos coloca como uno de los países peor evaluados dentro de la OCDE.
A su vez, dentro de Latinoamérica, también salimos mal parados: con datos de 2009, cuando Chile exhibía un índice de 0,551, mostraban una distribución del ingreso mejor que la nuestra Nicaragua (0,34), Argentina (0,445), Perú (0,483), Ecuador (0,493), México (0,47).
De los conocidos, sólo nos gana Brasil, que presentaba un Gini de 0,527 (2012).
Chile, su economía, crece. Sin embargo, el director ejecutivo de la Fundación Para la Superación de la Pobreza, Leonardo Moreno, nos aclara: “(…) efectivamente la gente tiene un mejor bienestar relativo respecto de algunos aspectos y que la mala redistribución no es más que la punta del iceberg de una serie de otras desigualdades que Chile tiene, y para las cuales requerimos políticas públicas.”
Un trabajo ya antiguo (2007), pero muy ilustrativo sobre la problemática en discusión, establecía fehacientemente que el “gran generador de desigualdad en Chile no son los sectores más pobres, sino que el 10% o incluso el 5% más rico”.
Y claro, si bien el gobierno y el bloque político de Estado puede alardear que, teóricamente, “redujeron los pobres” (un 24% entre 2009-2013, según la novedosa medición multidimensional), resulta que la misma Casen anota que entre 2011 y 2015 no varió casi en nada la distribución del ingreso monetario entre los hogares chilenos según decil* de ingreso autónomo per cápita del hogar.
Es más, el ingreso de los hogares del decil 1, el más pobre, se mantuvo idéntico (con apenas un 2% del total) y los del decil 10, el más rico, varió apenas en un -1% (embolsándose el 35% del ingreso total).
Es decir, más bien los pobres pasaron a un nivel ‘superior’ de pobreza, mientras que los ricos siguen ganando como siempre.
La misma Casen 2015, nos reitera una de las expresiones más claras de la desigual distribución de los ingresos. Allí, se puede constatar que el decil más rico de la población (10%) tiene un ingreso superior a la suma de los ingresos de los 6 primeros deciles (60% de la población).
Ahora, si picáramos más fino y consideramos las ganancias de los más ricos del país, los cuales no son considerados en estas Casen pues tendríamos una curva desigualmente monstruosa, nos podemos encontrar con que hasta hace poco -en 2013- casi un tercio (31,1%) del ingreso de Chile llegaba al 1% más acaudalado de la población, mientras que sólo algo más de los dos tercios (68,9%) restantes se distribuyó entre el 99% de los demás chilenos.
Pero, si nos ponemos más incisivos, veremos que la participación del 0,1% más acaudalado fue en promedio de casi 20% para el período 2005-2010. Es decir, el 0,1% más rico capturó en promedio más de la mitad del ingreso que capturó el 1% más rico. A su vez, la participación del 0,01% más rico, fue 11,5%, en promedio más de la mitad de la participación del 0,1% (19,9%).
Finalmente, aportemos que luego de 25 años (hasta 2014), en que Chile ha presentado una tasa de crecimiento económico promedio anual por sobre el 5%, el 70% de los trabajadores chilenos gana menos de $400.000, monto que bajo los estándares del Chile actual, donde el costo de la vida se parece cada vez más a un país europeo, no sólo resulta insuficiente, sino que también prohibitivo hasta para participar en la vida política nacional (si no se es cercano a Penta u otras empresas rateras).
Pero, en lo principal, si consideramos que un trabajador lleva a su casa esos $400 mil, los 4 habitantes promedio de ese hogar tendrán un ingreso promedio de $100 mil.
O sea, en palabras de los tecnócratas del MDS y de la ‘Nueva Minoría’, en el 70% de los hogares chilenos existe una moderna pobreza “multidimensional”; ¿hasta cuándo aguantaremos tanta injusticia económica, política y social?
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
*El decil se utiliza principalmente para definir sectores socioeconómicos según ingreso per cápita familiar; es decir, según el total de dinero que aporta el o los integrantes de un hogar, dividido por el número de miembros de éste.
Luego, se agrupa a la población según cortes de sus ingresos promedios en 10 partes o deciles o en 5 partes o quintiles