Tras meses de retraso, el Fondo Monetario Internacional confirmó finalmente que entregará a Kiev el siguiente tramo de asistencia financiera, mil millones de dólares, para apoyar las reformas exigidas al Gobierno ucraniano (principalmente privatizaciones, eliminación de subsidios y servicios públicos que se consideran poco rentables como escuelas rurales).
Coincidiendo con ese esperado anuncio –la dependencia ucraniana de esas líneas de créditos no ha descendido en los dos años de Gobierno de Poroshenko – los jefes de la diplomacia de Alemania y Francia, Jean-Marc Ayrault y Frank-Walter Steinmeier, llegaron a la capital ucraniana para relanzar el paralizado proceso de Minsk.
En su explicación de lo que parece ser una hoja de ruta para la implemetación de Minsk-2, Ayrault comparó el actual momento con el proceso de construcción de un edificio. “Ahora estamos poniendo los cimientos”, afirmó.
“Estamos hablando de alto el fuego y, por supuesto, de retirada de tropas en las tres zonas piloto que he mencionado para la semana que viene. A esto también hay que sumar la ley de elecciones locales en Donbass, así como el estatus especial”, explicó.
En sus declaraciones, Ayrault se refiere a las mismas tres zonas – Stanitsa Luganskaya en la región de Lugansk y Zolotoye y Petrovsky en la zona de Donetsk – sobre las que las partes llevan meses negociando en Minsk. A finales de julio, el acuerdo parecía inminente.
Como ahora repiten los jefes de la diplomacia europea, Ucrania exigía entonces un régimen de silencio completo durante siete días como requisito previo para iniciar la retirada de armamento de esas zonas.
Dos meses después, el acuerdo parece estar cerca, aunque en esta ocasión parece partir de los miembros del Cuarteto de Normandía en lugar del Grupo de Contacto de Minsk, único foro en el que Donbass cuenta con representación directa.
En Kiev, Steinmeier calificó como positiva la tregua de siete días que comenzó el 15 de septiembre y que, pese a que la RPD y la RPL anunciaron como unilateral, parece parte de este nuevo intento por relanzar el proceso de Minsk.
Este nuevo alto el fuego llega tan solo dos semanas después del que entró en vigor el 1 de septiembre.
Tras varios días de relativa calma, la violencia volvió a intensificarse hasta alcanzar el nivel más alto minutos antes del inicio de este nuevo alto el fuego.
“Después de negociar con el ministro de Exteriores ucraniano, Pavel Klimkin, y el ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, considero que actualmente es posible acordar un alto el fuego permanente en Donbass sin condiciones previas, es necesaria la disposición de todas las partes para lograr un acuerdo y cumplirlo”, afirmó Steinmeier.
Esta postura, común en la diplomacia europea y que la OSCE ha repetido sin cesar, vuelve a ignorar que el alto el fuego solo puede ser sostenible en caso de ser el inicio de un proceso político en el que se incluya no solo a Rusia sino a Donetsk y Lugansk.
En su valoración de la situación y en el planteamiento de esta nueva hoja de ruta para implementar Minsk-2 (que en sí es una hoja de ruta para implementar el primer acuerdo de Minsk de septiembre de 2014), la diplomacia europea sigue ignorando la opinión de Donbass y también la situación sobre el terreno.
Al presentar sus planes, Ayrault, Steinmeier, Klimkin e incluso Lavrov evitan recordar que, un año y medio después de la firma del acuerdo de Minsk, Ucrania no ha reanudado el pago de pensiones a los residentes en Donbass y sigue bloqueando el sistema bancario.
Las colas en los únicos cajeros operativos en Donbass, los del Banco de la República de la RPD, así lo atestiguan. Y al ver con esperanza la nueva tregua de siete días, tanto la Unión Europea como Rusia prefieren ignorar, por ejemplo, a los civiles heridos la noche del 14 al 15 de septiembre y las viviendas destruidas esa noche en las afueras de Donetsk, Makeevka o Dokouchaevsk.
Aunque exigen a Kiev cumplir con los compromisos adquiridos, los planes europeos, negociados también con Rusia, no prevén negociación directa entre Ucrania, Donetsk y Lugansk, uno de los puntos más importantes del acuerdo de Minsk.
Con su firma en dicho documento, Kiev no solo se comprometió a una serie de medidas que a día de hoy sigue incumpliendo sino que aceptó también coordinar la aprobación de la legislación necesaria con Donetsk y Lugansk.
Según el plan de la diplomacia europea, la segunda fase supondría la ampliación de zonas desmilitarizadas y creación de bases avanzadas de observación de la OSCE, cuyo trabajo ha sido duramente criticado desde Donetsk y Lugansk, que acusan a la organización de ocultar las infracciones ucranianas. En una tercera fase se introducirían las reformas políticas exigidas a Kiev.
“El tercer paso será la adopción, por parte del Parlamento Ucraniano, de la fecha electoral, la finalización de la reforma constitucional, la adopción de la ley de amnistía simultáneamente y en paralelo a la retirada de tropas a lo largo del frente, la creación de nuevos puestos de control, la liberación de prisioneros y la retirada de tropas y acceso completo a la frontera”, explicó Ayrault en Kiev.
La visita de los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania a Ucrania y la abierta exigencia de la necesidad de garantizar el estatus especial para Donbass en la Constitución de Ucrania se ha entendido como una forma de presión a Kiev, y por lo tanto una victoria para Donbass o incluso la rendición de Poroshenko. Así se ha entendido también en el Gobierno de la RPD tanto la visita de Ayrault y Steinmeier como la promesa de Poroshenko de aprobar la eternamente pospuesta reforma constitucional.
“Hemos empezado a escuchar declaraciones de los políticos europeos y representantes de la OSCE sobre la necesidad de avanzar en el proceso de negociación del acuerdo de Minsk y dejar atrás el bloqueo, que es culpa de Ucrania. Probablemente debido a la presión de los líderes occidentales, el presidente ucraniano ha cambiado su retórica”, afirmó Natalia Nikonorova, actual ministra de Asuntos Exteriores de la RPD.
Pero tanto la visita de Ayrault y Steinmeier a Kramatorsk, en la zona de Donbass controlada por el Ejército Ucraniano, como la total omisión de la necesidad de negociar directamente con Donetsk y Lugansk y el desinterés por la situación de la población civil dejan claro que Ucrania sigue contando con el completo apoyo de sus socios occidentales. Con sus palabras y sus actos, Francia y Alemania demuestran que únicamente buscan el cumplimiento del acuerdo de Minsk según la interpretación ucraniana, que excluye la posibilidad de pactar con los representantes de Donetsk y Lugansk cualquier medida política.
La exigencia de aprobar, en segunda lectura, la concesión de estatus especial para Donbass es un ejemplo de ello.
Aprobado en una primera votación, que se realizó entre protestas de la extrema derecha, el 31 de agosto de 2015, el Parlamento ucraniano ha retrasado en numerosas ocasiones la segunda votación, necesaria para ratificar el proceso.
Esas enmiendas que los representantes de la diplomacia europea exigen aprobar no fueron acordados con Donetsk y Lugansk tal y como exige el acuerdo de Minsk. E incluso aunque esta “presión” europea llevara a la aprobación definitiva de esa reforma, el estatus especial para Donbass no es más que una descentralización administrativa y un autogobierno local que en ningún caso pueden considerarse autonomía política.
Ni Francia ni Alemania se han parado a pensar que tal opción pueda ser difícilmente aceptable para la población de Donbass tras dos años de bombardeos, destrucción y un castigo colectivo en forma de bloqueo económico que Ucrania sigue negándose a eliminar.
Los próximos meses dirán si esta “presión” europea, que llega con más de un año de retraso, es capaz de hacer que Ucrania cumpla con los compromisos adquiridos con su firma en los acuerdos de Minsk de septiembre de 2014 y febrero de 2015.
https://slavyangrad.es/2016/09/16/la-diplomacia-europea-en-kiev/