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Imperialismo –y sus formas de dominación colonial y neocolonial

«En la cuestión de la lucha contra el imperialismo, es fundamental preservarse de cometer dos desviaciones. 

La primera desviación es la desviación reputada «derechista» que consiste en proclamar que el imperialismo puede muy bien existir sin las guerras coloniales para la apropiación y el reparto de las esferas de influencia. 

Esta era la tesis de los partidarios de la II Internacional y de Kauktsy. Es por tanto en consecuencia, la desviación que históricamente han combatido principalmente los marxista-leninistas. 

Sin embargo, lo que era cierto hasta la Segunda Guerra Mundial imperialista, lo es sólo parcialmente desde los años de la posguerra. 

Si durante las primeras décadas –que marcó el nacimiento y el desarrollo del sistema colonial del imperialismo–, el colonialismo –esclavización económica mantenida por el yugo militar– fue necesario para desarrollar las relaciones de producción burguesas en las coloniales y encadenarlas a las metrópolis imperialistas, una vez desarrolladas éstas, el colonialismo ya no es absolutamente necesario para mantener la dependencia de los países incluidos en la esfera de influencia del imperialismo. 

Evidentemente, esto no quiere decir, como los kautskistas, los jruschovistas y los defensores camuflados del imperialismo afirman, que el imperialismo ha renunciado –o quiere renunciar– definitivamente a la agresión militar y por tanto a la forma colonial.

 ¡Afirmar eso sería semejante a afirmar que la burguesía de los Estados democrático-burgueses jamás buscará en periodos de crisis el sustituir las formas democrático-burguesas de gobierno por los métodos fascistas de gobierno!

 Afirmar esto sería pues aprobar –o al menos seguir el discurso– de los servidores de la política colonial del imperialismo sobre la injerencia «humanitaria» y «democrática» de las potencias imperialistas, y dar el completo consentimiento a la política neocolonial del imperialismo.

A día de hoy, la mayoría de los comunistas que se reclaman así mismos marxista-leninistas, comprenden los fundamentos del imperialismo de manera dogmática, incompleta y superficial concentrando de manera exclusiva el fuego de su crítica en el aspecto colonial de la política imperialista –herencia del revisionismo y el socialdemocratismo–, en «olvido» de que en la política del imperialismo predomina desde hace varias décadas el dominio neocolonial. 

Esta tendencia principal no impide de ninguna manera –a imagen de lo que se observa bajo la forma de gobierno democrático-burguesa, que siempre acaba expresando las tendencias reaccionarias del imperialismo–, que la dominación del imperialismo y la lucha interimperialista para el reparto de las zonas de influencia lleve a la agresión colonial.

Lo que era verdad durante el periodo de entre guerras donde la política imperialista se expresaba esencialmente bajo su forma colonial, se volvió incompleto y hasta profundamente erróneo cuando el imperialismo decidió sustituir esto por la política de tipo neocolonialista.

 Los socialdemócratas y los revisionistas también en un momento dado denunciaban la agresión militar del imperialismo –la mayor parte potencias imperialistas competidoras–, olvidando lo esencial: la política neocolonialista del imperialismo.

No hay que malinterpretar nuestras palabras: que el neocolonialismo es desde hace décadas y hasta día de hoy, la política preferida del imperialismo no quiere decir que se abandone la política colonial o que se tienda cada vez más a abandonarla. 

Reconocer como dominante la tendencia neocolonial actual de el imperialismo significa simplemente comprender que el imperialismo usa también paralelamente al colonialismo otros medios para mantener y extender su dominio en los países dependientes: el neocolonialismo. 

La burguesía imperialista a veces opta por la forma de dominación colonial, y otras veces la forma de dominación neocolonial dependiendo de si las circunstancias sean más o menos favorables. La exacerbación de las rivalidades interimperialistas juega un papel esencial.

 En los pequeños países dependientes ricos en recursos –que presentan por tanto una perspectiva de grandes beneficios–, el imperialismo se inclina más y vacila menos para optar por la política de tipo colonial, mientras que en los países dependientes, más vastos, más poblados y más pobres generalmente es la política neocolonial la que da mejores resultados.

 Pero una vez más no hay una receta general válida para todos los tiempos: a medida que se endurece la competencia entre los países imperialistas, la crisis económica se profundiza y que la demanda en materias primas aumenta, los países dependientes que ayer formaban parte de un objetivo estratégico «secundario» de repente pueden convertirse en objetivos importantes, y en cuestión esencial de las rivalidades interimperialistas.

Evidentemente estas tentativas de transformar una dominación de tipo colonial muy costosa para el imperialismo y difícilmente defendible a largo plazo y a amplia escala –visto los medios militares necesarios para mantener la ocupación– en una dominación de tipo neocolonialista –para ensamblar a este país en la democracia burguesa encadenada en la división internacional del trabajo– son muy peligrosas y aleatorias para el imperialismo, en primer lugar porque dicha potencia imperialista no puede asegurarse el control exclusivo en el país. 

Es por eso que vemos agregarse, hasta en el caso de las agresiones coloniales, elementos de dominación de tipo neocolonialista. 

Por lo tanto, el imperialismo estadounidense que decidió la agresión militar de Irak, ha estado tratando a través de la introducción de una «democracia» que le sea fiel, estableciendo una dominación neocolonial.

 El éxito de este juego que pretende mistificar a los pueblos de los países dependientes –Yugoslavia, Afganistán, e Irak recientemente–, depende ante todo del grado de sumisión de la burguesía indígena a la imperialista de las metrópolis imperialistas a las cuales las cadenas de comercio y de IDE encadenan a ella, de su capacidad de hacer pasar la dependencia económica por una perspectiva de «desarrollo» y de «progresos» económicos positivos a medio-largo plazo.

Si a echamos una ojeada sobre el movimiento que se reclama marxista-leninista, es evidente que en las cuestiones de política exterior –como en las de política interior–, en la mayoría de camaradas el componente donde echan todas sus fuerzas es el colonialismo, no consiguiendo sobrepasar el «nivel burgués» y revisionista: es decir no pasando la realización de una esencia pequeño burguesa del derecho de libre autodeterminación.

Los revisionistas «marxista-leninistas» actuales innegablemente han reducido el antiimperialismo a los conceptos kautskistas que Lenin denunció en su obra:

 «El imperialismo, fase superior del capitalismo» de 1916, nos referimos a que se quedaron encadenamos al concepto de imperialismo puramente colonial. 

En efecto, en «bonos kautskistas», los revisionistas continúan pretendiendo lo contrario a lo que muestra la realidad: cuando son los métodos coloniales los que tienen la primicia, los kautskistas se obstinan en buscar el embrión de una explotación imperialista concertada pacíficamente a nivel internacional; ¡por el contrario cuando son los métodos neocolonialistas los que tienen la primicia, sólo ven las agresiones coloniales!

El colonialismo en la más espectacular de sus manifestaciones exteriores, es sinónimo de matanzas y destrucciones, mientras que el neocolonialismo, diezma a los pueblos de los países dependientes poco a poco, a través del desempleo y la miseria. 

¿Pero es que acaso Marx y Lenin redujeron el capitalismo a la violencia del aparato del Estado militar-policiaco burgués, o bien demostraron que este aparato del Estado militar-policiaco servía a la burguesía para garantizar la continuidad a su sistema de explotación durante los periodos de crisis? 

¿No debemos bajo nuestro título, de marxista-leninistas, denunciar los métodos coloniales como métodos que son completamente complementarios a los métodos semicoloniales tan pronto como éstos se vuelven insuficientes para mantener el yugo «pacífico» de la explotación?

¿No estamos en derecho de afirmar que el colonialismo está en el neocolonialismo, lo que el fascismo está en la democracia-burguesa? ¡Sin duda alguna estamos en nuestro derecho!

¿Qué han hecho objetivamente los revisionistas desde hace medio siglo, y que todavía hoy siguen haciendo muchos camaradas que se reclaman así mismo marxista-leninistas, sino exhortar a la lucha contra el colonialismo con el fin de dar camino a la perspectiva de la sumisión «democrática» y «pacífica» de los pueblos de los países dependientes a la explotación? 

Podríamos citar, en la prensa de los revisionistas de ayer, como en la prensa de muchos de los que hoy apelan al marxismo-leninismo, una infinidad de ejemplos de esta lucha truncada contra el «imperialismo», ¡y veríamos que tanto hoy como ayer presentaban y siguen presentado a cualquier régimen nacionalista-burgués –siempre que se muestre como un poco nacionalista–, como un país «antiimperialista» e incluso «socialista»!

 Pero nos contentaremos con dar unos pocos ejemplos.

«El antiimperialismo» de los marxistas no debe reducir a la lucha contra la política imperialista de tipo colonialista –presiones y agresiones militares así como embargos económicos–, sino que también debe insistir en la política neocolonialista del imperialismo –es decir la integración en la división internacional del trabajo y la exportación de capitales–, que marcha a la par con la política colonialista.

 Como remarcaban Lenin, las potencias imperialistas recurren a tal o cual forma de dominación según las circunstancias más o menos favorables, según son potencias imperialistas antiguas y en decadencia –a ejemplo de los Estados Unidos que se apoya en su potencial militar– o potencias imperialistas jóvenes y dinámicas –a ejemplo de China– que debe primero optar por la forma semicolonial con el fin de conquistar los mercados detentados por los competidores más fuertes.

En efecto, tal «antiimperialismo» se mantiene circunscrito al de los demócratas burgueses que separan la política imperialista de tipo colonial de la existencia del comercio y de las inversiones internacionales, estas políticas son pues la cara de la misma moneda y retoman concepciones kautskistas y reformistas sobre el imperialismo.

 Tal «antiimperialismo» refleja una concepción sentimental de un democratismo pequeño burgués, no se apoya en las enseñanzas del marxismo-leninismo e ignora las mismas bases de la economía política marxista-leninista, y en consecuencia acaba haciendo piña con la causa del imperialismo. 

Por lo tanto, la limitación de la lucha contra el imperialismo a las luchas contra las anexiones coloniales, significa truncar la lucha contra el imperialismo, es reducirla a algo deseable para la burguesía imperialista. 

¿No es este «antiimperialismo» pequeño burgués el que defienden la inmensa mayoría de los que se reclaman comunistas en un frente que va desde el Partido Comunista Francés (PCF), algunos denominados marxista-leninistas, pasando por los trotskistas, el Partido del Trabajo de Bélgica (PTB) y la Liga Antiimperialista (LA)?

 El tercermundismo a fin de cuentas, es la voz piadosa de los demócratas burgueses, que como Lenin tenían razón de subrayar, solo se sublevan contra un único aspecto de la dominación imperialista –su dominación militar–, mientras se oscurece el otro aspecto igualmente importante –el dominio económico–, factor primero de toda verdadera dominación.

¡Continuar enfocando a día de hoy únicamente sobre la política colonial del imperialismo es una actitud irresponsable en caso de ignorar esto y criminal para los que se reclaman marxistas, porque es olvidar la tendencia fundamentalmente neocolonial del imperialismo contemporáneo, y es esconder a los pueblos, a los trabajadores y comunistas de los países dependientes, el hecho de que su país porque no sea agredido por el imperialismo no es por ello «libre» e «independiente» de él!

Algunos dirán posiblemente: «Camarada, usted caricaturiza nuestras posiciones, desde luego tratamos con mayor frecuencia en nuestra prensa la política colonial del imperialismo, pero también se puede ver como apoyamos la abolición de la deuda de los países coloniales».

¿Acaso la supresión de la deuda exterior sería la panacea en la lucha contra la política neocolonial del imperialismo? 

Si es así, entonces, ¿por qué la socialdemocracia –todos los partidos «socialistas»–, los altermundistas y la «extrema izquierda» mantienen sin reservas estas reivindicaciones?

 ¿No es acaso esto luchar contra los resultados de las relaciones económicas para desviar la atención de sus causas objetivas?

En efecto esto es pretender que los resultados de las relaciones económicas de tipo neocolonial –el endeudamiento de los países dependientes enfrente de sus acreedores imperialistas– es debido a una causa de las relaciones económicas no equitativas, y entonces significa sobre todo ignorar cual es la causa real, el mecanismo económico objetivo que crea, mantiene y refuerza la dependencia de las fuerzas de influencia frente a las metrópolis imperialistas.

 Cierto es, que la deuda es un instrumento suplementario del imperialismo que refuerza la dependencia y que utiliza para imponer sus políticas económicas y sociales neocoloniales, tal es el papel jugado por los programas de ajuste estructural (PAE) del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).

 ¿Los demócratas burgueses ven la deuda exterior como una «trampa» que no supieron evitar los países emancipados del colonialismo, pero, ¿acaso esta «trampa» no fue más bien una consecuencia natural e inevitable de la «cooperación económica» y la incorporación a la «división internacional del trabajo»? 

¡Así lo fue indiscutiblemente!

Los marxista-leninistas albaneses subrayaban que el neocolonialismo no podía ser separado del endeudamiento exterior que había aumentado en proporciones gigantescas en el curso de los años de las décadas de los 70 y 80, citando como ejemplo la deuda de América Latina que ascendió de 33 a 360 mil millones de dólares durante el periodo de 1973-1984. Subrayaban que este endeudamiento desequilibraba todo su sistema económico e invadía su independencia política:

«La burguesía ha utilizado las exportaciones de capitales como un medio eficaz para amarrar a los pueblos, limitar su independencia económica y preparar las condiciones de su avasallamiento político». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

Al contrario de los altermundistalistas y otros pequeño burgueses para los cuales el endeudamiento no es una fatalidad ineluctable, sino el resultado de decisiones deliberadas resultado de políticas «neoliberales», los marxista-leninistas veían en cambio en la crisis del endeudamiento el resultado de los mecanismos objetivos de la producción mercantil internacional:

«La crisis del endeudamiento no es un fenómeno fortuito, sino que empuja sus raíces más profundamente en la estructura económica de estos países». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

Remarcaban que:

«La irrupción de capitales de los neocolonialistas en los antiguos países coloniales y dependientes está atado estrechamente al desarrollo y a la acción cada vez más extensa de las multinacionales». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

Por lo que:

«Desempeñan un papel importante en la orientación de la economía de los antiguos países coloniales y dependientes sometiéndoles cada vez más a la dependencia de las metrópolis». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

Insistían luego en el hecho de que esta neocolonización no era accidental, que había sido facilitada por el hecho de que:

«Hay que recordar que muchos países que proclamaron su independencia política no atentaron contra las posiciones del capital extranjero en su economía. Conservándose en muchos casos, el antiguo sistema financiero». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

Como materialistas consecuentes, los marxista-leninistas mostraron que esta dominación del capital extranjero en los países dependientes les llevó a la «división internacional del trabajo» y a:

«Mantener su especialización en la producción de materias y productos agrícolas, cuyos precios experimentaban subidas y bajadas, así como una entera dependencia de los productos acabados importados de las metrópolis, cuyos precios tienden a aumentar». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

Entonces era evidente que esta especialización contribuía:

«A mantener el retraso de las fuerzas productivas en estos países, a acentuar las desproporciones estructurales en su economía y a aumentar el precio del comercio internacional, es decir a intensificar el pillaje de las riquezas, el trabajo y el sudor de los pueblos de los antiguos países coloniales y dependientes de las potencias imperialistas». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)

También se demostró que los países revisionistas de Europa del Este no eran excepciones, Yugoslavia, pero también Rumanía, Hungría y Polonia estaban endeudadas frente al Fondo Monetario Internacional (FMI) y de ella seguían órdenes, realizando múltiples devaluaciones de sus respectivas monedas. 

Tratando el creciente endeudamiento de los países neocoloniales, que a menudo conducía a que estos países a no ser capaces de pagar el servicio de la deuda, se observó como los acreedores como los deudores lograban a veces una anulación de la parte de las deudas y una modificación de los términos de rembolso de los préstamos, tanto a causa de la obtención de nuevas concesiones de la burguesía compradora, como a causa de su temor común a atizar la cólera del proletariado indígena.

[Ejemplo de las deudas contraídas de los países capitalistas-revisionistas con los países y organismos imperialistas:

«La participación en el Fondo Monetario Internacional (FMI) en algunos países de Europa del Este, como Yugoslavia, que ha sido miembro desde su fundación, Rumanía, que lo es desde principios de los años 70, Hungría desde 1982 y Polonia desde 1985, y la necesidad de nuevos préstamos para cubrir los antiguos, fue aprovechada por esta organización para lograr sus intereses.

 En primer lugar, le pidió a estos países a que tomaran nota de la situación actual de la economía y definieran el camino a seguir para transformarlo, hacerle modificaciones estructurales, limitaciones de las importaciones e inversiones, etc. 

Es en este contexto que encaja las medidas adoptadas en estos países para elevar los precios de los bienes de consumo y devaluar su moneda frente al dólar. 

En los años 1981, 1983 y 1984, Rumanía ha devaluado tres veces el leu y el dólar subió 4,5 a 21,5 frente al leu. Polonia, con su entrada en el FMI, operaba con una devaluación del zloty en un 30 por ciento, mientras que Hungría ha pasado el dólar 41,3 a 51 forint. 

De modo general, la política del FMI con respecto a los países que piden préstamos, independientemente de los matices y los rasgos específicos que revistan según los diferentes Estados y los grupos de Estados, parece estar destinado a aumentar la explotación y la expoliación de las amplias masas trabajadoras y acentuar todavía la dependencia de su economía hacia sus exportaciones en las metrópolis. 

Además, el FMI pregunta y pide informes detallados sobre la situación de la economía de los países prestatarios, sobre sus perspectivas de desarrollo, sobre la política económica que aplicarían según las medidas propuestas por él, y se le ha sido reconocido también el derecho a proceder periódicamente a la comprobación de la aplicación de esta política. 

Su no aplicación puede conducir hasta el cese de los créditos». (Lulzim Hana; Las deudas exteriores y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclavizan a los pueblos, 1988)- Anotación de Bitácora (M-L)]

Tanto un trabajador «libre» como un trabajador endeudado con el banco son dos explotados. 

El ideal que los marxistas quieren lograr no es el de hacer a todos los trabajadores y trabajadores «libres», explotados de la burguesía, que tengan lo suficiente para vivir, el ideal marxista, es la abolición del trabajo asalariado tanto en su forma «libre» –la libre esclavitud bajo cadenas doradas–, como en sus formas restringidas –con la cuchilla del banquero que espera un rembolso de una deuda y que acude al alguacil y la gendarmería en caso de rebelión, así como al fascismo–.

 ¡Pero esta deuda no ha sido creada sola! Que diría un marxista-leninista si se le dice: «Hay que imponer a la patronal un aumento de los salarios». 

Él diría: ¿es esto una lucha anticapitalista? ¿O más bien es una lucha reformista circunscrita en el marco de la sociedad burguesa?

 ¿No es «olvidar» que el propio proletario obtiene en general sólo lo estrictamente necesario para vivir?

 ¿No es realmente la burguesía la única que puede acumular?

 ¿Y no es este acaso el mecanismo que se reproduce en las relaciones entre los países dependientes y los países imperialistas?

Es evidente que el «no alineamiento» de los años 50 y 70 condujo a un fracaso agudo, ya que no sólo jamás impidió que los países imperialistas lanzasen agresiones coloniales, sino que además condujo a la neocolonización de los países supuestamente «no alineados».

 ¿Qué es lo que permite desde décadas al imperialismo perpetuar su dominación económica y militar sobre los países dependientes, si no las ilusiones propagadas por el «no alineamiento»? 

La responsabilidad aquí de los revisionistas soviéticos –y de sus seguidores– es inmensa». 


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