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Nicaragua: Nidia White Reyes: Una inspiracion costeña


A la Costa Caribe de Nicaragua suelen llamarla “crisol de las razas” porque a través de la historia allí se mezclaban sangres de personas que venían de distintos continentes: América, África, Europa, Asia...

Esa mezcla generó una cultura propia, muy rica y muy vital, que forma parte integral de la cultura nicaragüense y la enriquece. 

Muchas cosas diferencian la región del Pacífico del Atlántico, pero otras tantas las unen.

Una de ellas es la lucha de las mujeres por sus derechos humanos. 

Una de las organizaciones de mujeres que trabaja en la Región Autónoma del Atlántico Norte, RAAN, es el Movimiento Nidia White, que lleva el nombre de una costeña que cayó combatiendo en Managua poco antes del triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979. 

La madre y la hermana de Nidia White Reyes, comparten con La Boletina su historia.

“Era muy alegre y popular”

Elena Reyes es la madre de Nidia, quien con orgullo dice tener en las venas sangre misquita. 

Ella nos cuenta:

Me casé joven y nos fuimos a Puerto Cabezas, que también le dicen Bilwi, ahí nacieron mis 7 hijos, 3 mujeres y 4 varones. Nidia fue la tercera, nació el 5 de julio de 1959.

Era una niña alegre, muy popular, le gustaba tener amistad con todo el mundo.

Cuando estaba más grandecita, nos fuimos para San Carlos en Río San Juan, Nidia estudió primaria allí. 

Como no había secundaria, tuvo que ir a Waspán para bachillerarse. Después viajó a Managua y en 1977 ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Nos sentíamos muy orgullosos de ella, en ese tiempo había pocas universitarias costeñas. 

Una desgracia le abrió los ojos 

Antes de que Nidia se instalara en la capital, vio de cerca algo que marcó su vida: Una amiga cercana fue drogada y violada en grupo durante una fiesta, tenía 16 años, como ella.

El principal violador, hijo de un importante somocista y supuesto enamorado de la muchacha, se aprovechó de su confianza para abusar de la joven junto con sus amigos. 

Ese hecho marcó la vida de Nidia, quien compartió con su amiga la rabia e impotencia por la impunidad ante este delito. 

Y peor aún, cuando vio cómo su amiga cayó en una profunda depresión que la llevó a intentar suicidarse. 

Si ahora no es fácil denunciar una violación, imagínense hace más de 30 años y en las circunstancias en que ocurrió el delito.

El argumento masculino que culpa a las mujeres pesaba más: “Ella aceptó acostarse conmigo por su propia voluntad y ahora está inventando cosas”... 

En aquellos tiempos una mujer no tenía dónde recurrir para recibir ayuda sicológica y asistencia jurídica. Además, como estaban implicados hijos de funcionarios de alto nivel, la joven estaba clara que las autoridades estarían en su contra. 

Aquella desgracia hizo a Nidia tomar conciencia de lo vulnerables que somos en una sociedad machista. Para ella, luchar por un cambio social significaba también luchar por las mujeres. 

Su compromiso político 

A finales de los años 70 el estudiantado era uno de los grupos más involucrados en la lucha contra el régimen somocista, y Nidia no quiso permanecer al margen.

Guillermo Zelaya, que la conoció en la universidad, la describe de la siguiente manera: 

La compañera misquita dio sus primeros pasos conscientes de participación política organizada en el Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN). Su carácter alegre le facilitó la integración a los grupos de estudiantes donde ella se destacaba por su firmeza y jovialidad. 

Su honestidad y su firmeza hicieron que asumiera el compromiso con el cambio social y participara en la insurrección de 1979. Estuvo combatiendo en los barrios orientales de la capital, en las barricadas que los comandos guerrilleros habían construido para repeler los ataques de la Guardia Nacional. 

El 20 de junio fue herida por las esquirlas de un cohete lanzado por un avión que desde el aire daba respaldo a la Guardia que intentaba ingresar por el sector del residencial El Dorado. 

En ese momento Nidia estaba en las barricadas cerca de la tienda llamada El Estilo y la Moda. 

De inmediato sus compañeros la trasladaron a un hospital de campaña ubicado en el Instituto Experimental México, y allí Nidia dio su último suspiro. 

Como un humilde homenaje a su sencillez, humildad y entrega, se bautizó con su nombre una de las calles de Managua. 


Generosa hasta el último instante 

Doña Elena Reyes no estaba al tanto de las actividades políticas de su hija: 

Aquí sabíamos poco sobre lo que estaba ocurriendo en el Pacífico. 

En sus cartas, Nidia jamás hablaba de política, sólo decía que estaba bien... 

En 1979 llegó un telegrama que decía que ella había muerto sin explicar cómo ocurrió.

Y ya después supimos...

La trajeron grave al hospital, ella se daba cuenta de su estado y dijo: “No me atiendan a mí porque de todos modos voy a morir, atiendan a otros”. 

Está enterrada en una fosa común en Bello Horizonte, en el colegio donde estuvo un hospital improvisado. 

No es la única en mi familia que murió por la revolución.

Su hermano Norman cayó en 1985 haciendo su servicio militar, tenía 25 años. 

Lloré por Nidia, lloré por Norman pero siempre respeté su decisión de participar en la lucha. 

“Ella ya traía la inquietud” 

Nubia White Reyes, hermana de Nidia y que ahora vive en Waspán, se siente muy orgullosa de su hermana menor: 

Ella era bien alegre, sincera, comunicativa, dadivosa. Se podía quedar sin nada para ayudar a la gente. Fue una excelente estudiante, la segunda mejor alumna de su promoción de bachillerato. Después estudió Administración de Empresas porque nuestra madre se dedicaba al comercio y ella quería ayudarle. 

Ella callaba lo de su participación política, para que la mamá no se preocupara. En el 78 vino a visitarnos por última vez y preguntó qué pensaríamos si ella se metiera en la lucha; mi madre dijo que tuviera mucho cuidado, porque si se enteraban podían matar a toda la familia... Entonces, Nidia no comentó nada más. 

Su seudónimo de guerrillera era Lorena. Si bien su participación organizada empezó en el Pacífico, ella ya traía la inquietud...

Los que vivíamos en la Costa también sentíamos la opresión. Los “españoles” –así solemos llamar a la gente que viene del Pacífico– nos exigían que no habláramos nuestro propio idioma, sólo el castellano... No respetaban nuestra cultura. Entonces, Nidia decía que eso era injusto, que debíamos buscar la manera de cambiar las cosas. 

El día que la mataron no le tocaba hacer posta pero ella dijo: “No voy a descansar, iré a acompañar a mis amigos”... Siempre fue así: solidaria, generosa. 

Una heroína indígena 

Nubia señaló que ni a ella ni a Nidia jamás les pasó por la cabeza que no podían estudiar una carrera o participar en política porque eran mujeres y cree que eso se debe a la educación que recibieron en su familia de origen: 

Mi mamá nos crió muy diferente. No vivíamos mal, éramos medio acomodados, pero ella nos enseñaba a hacer todo, porque es una luchadora. Nunca nos dijo que las mujeres debíamos hacer los oficios domésticos y los hombres no. Ella nos enseñó a creer en nuestras capacidades como personas y como mujeres. 

Dorothea Wilson, actual coordinadora general de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, estuvo entre aquellas compañeras que en la década de los 80 decidieron poner el nombre de Nidia al movimiento de mujeres costeñas. 

“Escogimos a ella –explicó– porque era una mujer indígena, una heroína, una luchadora, muy conocida en la región. Su valentía y su alegría siempre nos sirven de inspiración”.

Por Helena Ramos 

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