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“Hillary Clinton personifica el consenso neoliberal”


El periodista Andy Robinson acaba de publicar ‘un viaje por el miedo, el asco y la esperanza en Estados Unidos’.


Entrevista por Jose Durán Rodríguez

Una réplica de la Muralla China, una reserva de osos panda y un hotel con 3.500 habitaciones den­tro de unmegacasino en Las Vegas.

 Cactus de plástico que ocultan cámaras infrarrojas a la venta en una feria de tecnología militar para el control fronterizo en Phoenix. José Sánchez, un repartidor de pizza en Manhattan al que la cadena para la que trabaja no le paga ni la bicicleta con la que se juega la vida en la calle.

Tres postales del paseo por el lado más salvaje de la autoproclamada tierra de las oportunidades que dio el periodista Andy Robinson, corresponsal de La Vanguardia en Nueva York entre 2001 y 2009, y que ha ordenado en el libro Off the road. Miedo, asco y esperanza en Amé­rica (Ariel, 2016).

La desregulación y sus consecuencias, el poderoso influjo de losgrupos de presión y la guerra contra los pobres son pinceladas que dan la bienvenida al sueño americano en versión siglo XXI desde unas páginas que arrancan en la misma ciudad del pecado.

El ministro de In­te­rior en fun­ciones, Jorge Fer­nán­dez Díaz, encontró la luz en un viaje a Las Vegas, donde asegura que vio a Dios. ¿Qué viste tú allí?

Más bien he visto el infierno. Las Vegas es una manifestación de las peores tendencias que ya estamos viendo en ciernes aquí en Madrid o Bar­celona: ciudades temáticas que casi se imitan a sí mismas.

Trato de explicar la locura de Euro­vegas y el hecho de que Madrid o Barcelona casi importaron un modelo cultural que crea no sólo una representación del capitalismo de casino, sino también un entorno social con una serie de patologías: allí se dan el índice de suicidios más alto de Estados Unidos y graves problemas de enfermedades mentales sin que haya un servicio público de sanidad para tratarlos.

Las Vegas es la expresión de ese sueño libertariano del oeste de EE UU, que atrae mucho a individuos que piensan que pueden ir a ganar dinero y desocuparse de sus propias comunidades. Acaban aislados, desconectados de cualquier red y enfermando.

 El hecho de que Esperanza Aguirre y Artur Mas estuvieran a punto de importar ese modelo debe hacernos reflexionar sobre la filosofía política y económica de esta gente.

Aunque nos hayamos librado de Las Vegas, en cierta medida se está colando en nuestras ciudades. Cada vez se ve más esta ciudad postmoderna, temática, de imitación. 

Estás en un sitio que en realidad pertenece a una multinacional que ha financiado su compra mediante un fondo de inversión desde la City de Lon­dres. Me resulta muy inquietante todo esto.

La estación de metro de la plaza más conocida de Madrid ha llevado tres años el nombre de una compañía telefónica.

Yo paso mucho tiempo fuera y cuando volví y vi esto la primera vez… Vodafone es una empresa que en Reino Unido ha sido objeto de investigación periodística. 

También por parte del grupo Tax Justice Network contra la evasión fiscal por intentar evitar el pago de 6.000 millones de libras a la hacienda británica. Me parece espantoso.

¿Por qué empezar el viaje en Las Vegas?

No deja de ser un símbolo de lo peor. Sheldon Adelson, el magnate impulsor del proyecto Eurovegas, es uno de los principalesdolarócratas de EE UU. Paga a los políticos para imponer su agenda.

¿La dolarocracia es una nueva forma de capitalismo o es el mismo de siempre?

Es la manifestación más extrema de este modelo de corrupción legal que ha ido emergiendo en EE UU a través de grupos de presión y partidos políticos cuya financiación se hace abiertamente gracias a los donativos de millonarios.

Pero hay dos tendencias nuevas que han convertido este modelo muy discutible en una cosa grotesca: la concentración de la riqueza en ese 0,5% de la población y la decisión del Tribunal Su­premo de permitir financiar con cantidades ilimitadas de dinero campañas no explícitamente relacionadas con un candidato presidencial pero que obviamente hacen propaganda a favor de determinados partidos. 

Dio carta blanca a individuos como Adel­son o los hermanos Koch para desembolsar cantidades astronómicas.

También retratas cómo esa dinámica se reproduce a otras escalas.

La nueva derecha estadounidense es, en cierta medida, una creación de los hermanos Koch, pero hay que tener materia prima. 

Y ésta, en parte, son blancos empobrecidos o en vías de empobrecimiento, que legítimamente sienten una rabia que se expresa de maneras preocupantes: xenofobia, supremacismo, chovinismo.

 Pero otra parte son individuos como Glenn Spen­cer, que tienen estrategias ideológicas y recursos.

Él viene de una familia adinerada, ha trabajado para el Pentágono y lanza una campaña desquiciada para fomentar la psicosis contra los mexicanos, un delirio acerca de una presunta invasión mexicana de EE UU contra la que lucha mediante la invención de sensores sísmicos para detectar movimientos en la superficie.

En la entrevista que le hice en la Feria Comercial de Tecnología de Se­guridad Fronteriza en Phoe­nix me dijo que recibió muchos millones de un individuo de Silicon Valley a quien no quiso identificar, de esa supuesta clase emprendedora progresista que lleva vaqueros y zapatillas New Balance, como Mark Zu­cker­berg, creador de Facebook, que se supone son la parte progresista de la plutocracia estadounidense.

 Pues resulta que no son tan progresistas.

Andy Robinso, autor de ‘Off the road. Miedo, asco y esperanza en América’. /Álvaro Minguito
¿Qué expectativas de cambio puede haber tras la decepción de los ocho años de Obama?

Fight for 15 es una campaña muy interesante que ha funcionado mediática y políticamente. 

Bill de Blasio, alcalde de Nueva York desde 2013, la apoyó y finalmente se aprobó en NY la subida del salario mínimo a 15 dólares la hora en las cadenas de comida rápida, donde quienes trabajan no ganan ni para poder comprar comida.

La actual política estadounidense es una realidad cambiante: hay momentos desesperanzadores, apocalípticos, y otros en los que ves una puerta abriéndose hacia un nuevo escenario que permite cambios inconcebibles durante los últimos cuarenta años de hegemonía neoliberal.

 Quiero pensar que este consenso neoliberal, personificado por Hillary Clinton, está en su última fase.

Clinton es el tipo de político que pertenece al pasado, representa un pensamiento único y ha hecho apología de un sistema que tiene los niveles de desigualdad económica más elevados desde los años 20. 

Si esto está terminando, descorchemos el champán.

 Pero, por otra parte, lo que puede entrar es Donald Trump.

De Blasio y Bernie Sanders personifican una nueva política de clase. Quizás es sorprendente desde España pensar que jóvenes estadounidenses de clase media están entusiasmados y movilizados en torno a una serie de reivindicaciones socialistas, que pertenecen a la izquierda, no como una identidad, sino por políticas como el refuerzo de los sindicatos, la defensa de los convenios colectivos, impuestos sobre Wall Street o la defensa de una sanidad pública.

 Por eso siguen a un tipo como Sanders, que lleva más de cuarenta años dando ese discurso “aburrido” de que la huelga es la herramienta para la defensa de los derechos de la clase obrera.

En cuanto a Obama, siempre ha sido un político ultrapragmático.

 Pero el ejercicio del poder es difícil. Ha hecho cosas indefendibles éticamente, como convertir el uso de drones en el principal instrumento de guerra, o las deportaciones masivas de inmigrantes. Son cosas que te hacen pensar cómo pudiste entusiasmarte en 2008 con este presidente.

 Se puede decir que ha decepcionado, sí, aunque tampoco prometía mucho.

¿Por qué no surge algo como Podemos en EE UU?

El tercer partido, algo más allá del Partido Demócrata… Es una buena pregunta. Hay una parte de la izquierda que lo reivindica desde hace cincuenta años. Sanders era parte de eso. En Vermont se presentó y ganó como independiente.

Pero aunque hayan vuelto el deseo y el entusiasmo en la izquierda, EE UU no deja de ser un país que ha destruido todas las instituciones que lo permitirían. Es la tierra quemada por el neoliberalismo.

Los sindicatos no tienen capacidad para parar el país y cerrar la economía –la victoria de la campaña de Fight for 15 tiene que ver con el daño a la imagen de esas empresas y las críticas que han recibido, no con su capacidad de paralizar un sector clave–, no es como la industria del motor en los años sesenta en Detroit.

Lo más preocupante en EE UU es que quien ha canalizado una parte de ese hastío y ha creado el fenómeno mediático con una estrategia inteligente, como ha podido hacer aquí Podemos, es Donald Trump. Aho­ra le está asesorando Paul Manafort, un experto que trabajó entre otros con Ronald Reagan, cuya especialidad es reciclar a políticos percibidos como oligarcas o déspotas.

 Cuan­­do el político ha hecho el trabajo sucio y ha creado el fenómeno, con un discurso extremo e inaceptable, éste viene y lo convierte en algo digerible para el mainstream.

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