El presidente Barack Obama recomendó a Cuba que multiplique pequeñas empresas privadas, ya que supuestamente dan poder al pueblo.
Es un consejo extraño, pues cualquiera sabe que no son las pequeñas, sino las de alta tecnología las que pueden producir la masa principal de valor.
Parece recomendar que los países pobres se inhiban del desarrollo tecnológico. Así las industrias norteamericanas seguirían monopolizando.
El sector estatal de la economía cubana dedicado a ciencia y tecnología avanzada (biotecnología, farmacéutica, salud, etc.) generará eventualmente una porción de valor decisiva para una nueva calidad en la vida social de la antilla.
Economía del conocimiento
La economía del conocimiento –cuya prioridad fue propuesta por Fidel Castro en los años 90– en las empresas socialistas del estado se dirige al comercio internacional, así como a las necesidades en Cuba. Rendirá más beneficios si accede a Estados Unidos. Las empresas estatales de tecnología de punta coexisten con empresas estatales industriales y agrícolas, cooperativas y pequeños negocios de servicios, agricultura organopónica, etc.
Los cubanos podrán elevar su poder adquisitivo gracias al valor que producen empresas socialistas del estado. El aumento de la renta podrá hacer que crezcan los salarios y el consumo popular.
Toma nota Puerto Rico. La Universidad de Puerto Rico (UPR) podría ser una gran empresa social cuyas producciones de ciencia y tecnología el gobierno intercambie en el mercado mundial. No lo hace, a pesar de los grandes recursos e intensa actividad con que cuenta la UPR, por falta de estrategia y una mezcla de miedo colonial, inseguridad conservadora, poco criterio, control del gobierno por dos partidos sin visión, y marginación burocrática y politiquera del intelecto y de visiones de largo plazo.
En Cuba el espacio de la individualidad de la persona gracias al consumo podrá crecer entre masas de la población mayores que en el resto de Latinoamérica, mientras se regulen el mercado y la empresa privada. En una normalización de relaciones con Estados Unidos, el socialismo cubano se fortalecería en tanto el poder popular se trasladara progresivamente del aparato de gobierno a la sociedad civil.
Un relajamiento de tensiones con Estados Unidos contribuiría a que el estado cubano descanse en progreso individual y colectivo, medios de comunicación, discusión crítica y educación. Una vez los cubanos adquieran la gran cantidad de mercancías que no producen ni pueden consumir hoy, y que comprarían a empresas norteamericanas, podrá flexibilizarse la política de vigilancia y seguridad del estado.
El énfasis en la seguridad y la defensa militar es resultado de una inaudita agresividad norteamericana durante más de medio siglo que incluyó invasiones, sabotajes, atentados y repetidas acciones de terrorismo con gran pérdida de vidas, casi siempre de civiles cubanos. Por nada de lo cual, por cierto, Obama pidió disculpas cuando visitó Cuba. Contra las normas de diplomacia lanzó exigencias y críticas al país anfitrión.
Aunque Obama dijera lo contrario, Washington seguirá tratando de disminuir la independencia y el sentido socialista de Cuba, y de destruir el estado cubano. Cuba significa la posibilidad de rutas independientes de desarrollo para los países del Caribe y América Latina, y de alianzas alternativas –fuera de la hegemonía estadounidense– entre gobiernos y movimientos que promuevan mayor poder para las clases populares.
El sistema americano busca que el sistema cubano sea como él y en parte lo consigue, pero lo hostiga exigiéndole cada vez más. Persigue que olvide los ideales comunistas e imite la competencia y el egoísmo del mercado, hasta que quede poco de revolución y el estado caiga. Aquí la guerra mediática sustituye la violencia, pero podrían combinarse.
Los procesos sociales son potencialmente reversibles. No es imposible que, promovido por Washington, un sector destruya el orden que se ha construido en Cuba, aprovechando sus limitaciones, que se reiteran al estar bajo acoso. Pero luce que el comunismo está más arraigado en las bases populares cubanas de lo que los americanos creen. No es el “comunismo” alguna religión o metafísica, sino el movimiento real de la gente para autodeterminarse.
Si cedieran las tensiones y aumentara el consumo podría permitirse –dentro de la constitucionalidad socialista– que grupos opuestos al estado se expresen públicamente. Su irrelevancia política crecerá a pesar de sus vínculos con la inteligencia norteamericana, en tanto el socialismo se fortalezca en la sociedad civil con la calidad de vida popular. Se manifestarán tendencias mayores a favor del socialismo y de mejorarlo, y aumentará la cantidad y calidad de los medios de cultura y conversación pública.
Cierto culto estalinista al estado –el cual apareció en la Unión Soviética desde 1928 y se extendió a otros estados socialistas– podrá quedar atrás como ideología de estrechez y autoritarismo. También las nuevas jerarquías sociales y capas gerenciales y privilegiadas que surjan en adelante podrán someterse a la crítica de la discusión popular.
Debate de la democracia
Irónicamente, a la luz del atraso e ineptitud de tantos gobiernos capitalistas y del actual empobrecimiento de los países, no se ve tan mal la institución del partido único. Permite una discusión a fondo y planificación de estrategias, en tanto el “partido” es una organización de intercambio intelectual e investigación y se acompaña de discusión amplia e informada en el parlamento nacional y asambleas regionales; periódicos y revistas de información y educación sobre la sociedad y otros países; y discusión en comunidades, gremios, centros de trabajo, universidades, etc. El Partido Comunista de Cuba ha explicado este concepto durante décadas, pero en Puerto Rico ningún medio noticioso dominante lo reseñó.
En Puerto Rico y otros países la competencia sectaria entre partidos –o más bien el bipartidismo– imita el mercado, propicia la corrupción y hace que cuando gana un partido destruya lo que había empezado el anterior. La llamada democracia se inunda de oportunismo, pobreza intelectual, intereses económicos privados, egocentrismo y escasa dirección del país en el azar y desorden del mercado.
En Estados Unidos la falacia democrática es mayor que en otros sitios, pues aunque en teoría cualquier ciudadano puede organizar un grupo político, el estado está fusionado con dos grandes partidos que son casi idénticos, responden a grupos de multimillonarios y billonarios, son inmensas maquinarias financieras y publicitarias, y están integrados con la banca y otros grandes intereses.
Nada de lo cual elimina los problemas del concepto de partido único. Fusionar el partido comunista con el estado coarta el carácter revolucionario del comunismo y, por otro lado, limita la función “burguesa” del estado socialista de insertar al país en el mundo de mercado que se vive. Necesidades estatales de seguridad, diplomacia y administración informan el ambiente y las noticias. Sin embargo, es imposible separar la forma del estado socialista de la agresividad imperialista. La participación política y la sociedad civil, aún constreñidas en Cuba por el clima de guerra y la escasez del bloqueo, se han expandido por vía de las instituciones promovidas por el partido-estado.
En todo caso, la democracia cubana sin duda tiene limitaciones –si por democracia se entiende participación popular en la elaboración de línea política del estado y discusión informada y masiva de los temas públicos–, pero es superior a la norteamericana y de la generalidad de los gobiernos del hemisferio.
Las invocaciones democráticas estadounidenses contradicen el control que tiene el gobierno americano de la prensa y los medios de comunicación, ahora globales, junto a las corporaciones propietarias de los medios. La ausencia y tergiversación de información desde 1959 condenaron a la sociedad estadounidense, y aún más la puertorriqueña, a la ignorancia sobre Cuba.
Los medios norteamericanos predominantes evaden que Cuba –como las otras Antillas– es una nación pobre por su situación en el mercado mundial desde el siglo 16, y a causa del fenómeno del imperialismo. Rara vez, si alguna, discuten a fondo los procesos sociales de los países, no digamos ya de Cuba. No existe para ellos la historia (menos aún en su dominio en Internet): sólo imágenes, estereotipos y caricaturas de las sociedades. Así, difícilmente los americanos pueden ver objetivamente los méritos y defectos de la experiencia cubana y muchas otras.
No explican los medios el sistema cubano, pero lo suponen dictatorial. Hacen sinónimos “democracia” y sistema electoral estadounidense. Obama lo repitió en La Habana y dejó ver intención calculada, pero también candidez; acaso un infantil narcisismo estadounidense que desconoce y es indiferente a las múltiples formas que pueden tomar la democracia y el poder político alrededor del mundo.
Dichos medios invocan “derechos humanos” sacando de proporción la represión que un estado aplica a quienes lo desafíen e ignorando el clima de guerra. Al omitir la persistente agresividad norteamericana, el encarcelamiento de activistas contra el estado cubano parece caprichoso y absurdo. Para colmo, nada dicen del preso político quizá más antiguo del planeta, que está en Estados Unidos, el puertorriqueño independentista Oscar López Rivera.
Guerra mediática
Edificada la desinformación sobre Cuba durante 57 años, los medios de difusión norteamericanos han aumentado su propia ignorancia y expectativa respecto a la Isla.
A veces asumen que en Cuba habría una total “igualdad”, sin tomarse la molestia de leer la teoría comunista. El socialismo es una lucha laboriosa, nada veloz, para dejar atrás tradiciones de largos siglos de jerarquía, desigualdad y alienación, y terminar la dictadura del capital. Desafortunadamente, durante toda una fase histórica conservará rasgos capitalistas como clases sociales, mercancías, mercado, salario y dinero, y tendrá que dedicar recursos a ejército, seguridad, burocracia, etc. Su calidad moral y material estará determinada por la formación intelectual de la gente, y por su extensión internacional.
La propaganda estadounidense reclama más afrocubanos en posiciones prominentes. Soslaya que Cuba ha tomado más medidas legales y sociales contra el discrimen que el resto del hemisferio, incluyendo igual acceso a educación, salud y otros derechos. La subordinación afrocaribeña es parte de una cultura formada por siglos de esclavitud (un fundamento del mercado mundial y la modernidad capitalista). Se podrá superar mediante el debate popular crítico de la política y la cultura, y la socialización del poder. En cambio, en Estados Unidos un presidente negro coexiste con el recrudecimiento del racismo y la violencia racial.
El gobierno norteamericano ha ampliado sus destrezas y argucias en los medios de difusión, combinándolas con otras operaciones de inteligencia. La guerra mediática es terreno crucial en las luchas de clases e internacionales del mundo actual.
Washington persigue desestabilizar Mercosur y la Alianza Bolivariana de cooperación, empezando por Venezuela y Brasil, países con petróleo y grandes recursos. Domina a México, España y otros estados de importancia geopolítica. En Puerto Rico, una pequeña isla aparentemente insignificante, tiene un bastión ideológico, mediático y potencialmente militar.
La visita de Obama a Cuba y Argentina fue parte del interés estadounidense en revertir la ola izquierdista que se ha producido en años recientes en varios gobiernos latinoamericanos.
Pero sería ingenuo creer el optimismo norteamericano. Estados Unidos es una potencia imperialista en retirada histórica, y su crisis como potencia parece estar llevándolo a una crisis como nación. Exhibe las penurias de la sociedad para sobrevivir el desorden destructivo del capital. Sus estallidos violentos y conflictos raciales son frecuentes, exacerbados por el neoliberalismo, la concentración de riqueza en cada vez menos manos a costa de las mayorías, y la dominación del capital-dinero (banca, mercado financiero) sobre el capital productivo, el cual requiere oportunidades salariales, educativas y sanitarias para las nuevas generaciones.
La magnitud de la crisis social norteamericana podría apreciarse en que mientras Estados Unidos hostiga a Cuba, parte del pueblo americano desea acercarse a valores socialistas. Contra la poderosa maquinaria del establishment emerge Bernie Sanders, provocando grandes esperanzas: el primer socialista en la historia estadounidense con probabilidad de ganar la candidatura y la presidencia.
El presidente Obama representa una enorme maquinaria de poder, la cual en realidad lo controla a él. Tal vez calladamente piense que la relación con Cuba, con su socialismo, su humanismo y su cultura popular y afroantillana, sería saludable para la desgarrada sociedad norteamericana.
(Por: Héctor Meléndez, dialogoupr.com)