La ideología dominante - se apunta en este lúcido artículo publicado en El Blog del Viejo Topo - abduce la conciencia social de múltiples maneras.
Entre ellas, impidiendo que tengamos una conciencia nítida de lo que es el capitalismo y colocando en su lugar eufemismos que ocultan su verdadera naturaleza (...).
¿Por qué, en el referéndum sobre la OTAN en el 86, el gobierno del PSOE utilizó el término "Alianza Atlántica" en lugar de los términos OTAN o NATO? (Ver "Se cumplen 30 años del referéndum sobre la OTAN").
Obviamente, si te has hecho la pregunta alguna vez, sin duda eres consciente de algo que no deja de ser una perogrullada por mucho que se ignore: el lenguaje jamás es inocente ni neutro.
Hace tiempo tuve ocasión de leer un tuit de Paco Arnau (@ciudadfutura) que venía a expresar muy bien lo que pretendo transmitir con esta entrada del blog: "El capitalismo es el amo que rige nuestra vida pero casi nadie conoce o ni siquiera nombra.
Ésta ha sido su gran victoria ideológica.", decía por entonces este veterano comunista de Madrid.
Se ha creado la ilusión social de que superando las políticas neoliberales se puede alcanzar un "capitalismo bueno".
Todo ello es terreno abonado para las alternativas políticas homeopáticas, como por ejemplo el neokeynesianismo.
El lenguaje es lo que nos permite pensar la realidad, comenzando por lo más básico que es atribuir significados a las cosas y darles un nombre.
De manera que a partir de los términos que utilizamos y del significado que les demos (los conceptos), construimos socialmente una determinada visión de la realidad, y actuamos -con más o menos contradicciones- en función de esa visión.
En efecto, como nos recordaba Paco Arnau, la ideología dominante abduce la conciencia social de múltiples maneras, entre ellas:
A) impidiendo que tengamos una conciencia nítida de lo que es el capitalismo y lo que supone;
B) convirtiendo el propio nombre en tabú ('casi nadie lo nombra') y colocando en su lugar eufemismos que ocultan su verdadera naturaleza, ofreciéndonos una falsa cara amable, de ahí que las fuerzas sistémicas hablen por ejemplo de "economía social de mercado" (¡qué bien suena!, ¿verdad?).
El término "capitalismo" arrastra tantas connotaciones negativas, que ha desaparecido de las noticias, de los análisis de las tertulias de TV, de las narrativas y discursos sobre la realidad social. Es un término tabú porque incita a que nos cuestionemos las cosas.
Relacionado con esto tenemos el abuso acrítico de algunos términos que expresan conceptos válidos y necesarios en el análisis de la realidad social, pero que van recibiendo nuevos significados que acaban tergiversando la lógica inicial del concepto, desfigurando la naturaleza de la realidad que se pretende analizar.
Por ejemplo, el término "neoliberalismo", ampliamente difundido y empleado en la narrativa social como origen y causa de todos los males, dándole un sentido
A) como si fuese algo diferente del capitalismo,
o B) presentándolo como una especie de patología o enfermedad curable y evitable del capitalismo.
Este uso social consigue que la crítica no vaya ya hacia el sistema (capitalismo), sino a un supuesto efecto (neliberalismo) que hace que el sistema funcione mal.
El mensaje implícito es que es posible un capitalismo bueno, un sistema capitalista bueno, bonito y barato siempre que lo curemos de su enfermedad neoliberal.
De esta manera, la ideología dominante desvía nuestra atención de lo más importante.
El neoliberalismo se presenta como una especie de patología o enfermedad curable y evitable del capitalismo
El modo de producción capitalista (como cualquier modo de producción) evoluciona a partir de sus contradicciones internas. Me gusta poner el ejemplo de la tectónica de placas.
Las placas continentales están en permanente movimiento (cambio), y solo lo apreciamos cuando hay reajustes violentos (un terremoto). Con el capitalismo sucede algo parecido.
Está siempre en transformación, muy lenta e imperceptible o violenta (crisis sistémicas) acompañada de terremotos sociales.
Lo que llamamos neoliberalismo, cuyo legitimación tecnocrática tiene su origen en las teorías de Milton Friedman y de sus discípulos (los llamados Chicago Boys), apenas es una fase en la evolución y desarrollo del modo de producción capitalista.
En otras palabras, eso que criticamos cuando hablamos de políticas neoliberales, debemos verlo en el contexto histórico del capitalismo, como una fase originada por la necesidad de acumulación permanente de capital.
Si la acumulación se frena, se colapsa el sistema; la "acumulación por desposesión" (Harvey) garantiza que la burguesía continúe incrementando sus beneficios.
Si vemos todo esto como proceso (y la realidad hay que verla como proceso, algo que la mayoría de la gente no es capaz de hacer), entonces podremos ver cuál es la lógica del capital en las políticas neoliberales.
La parálisis del sistema público de pensiones acompañada del impulso de alternativas privadas vinculadas al capital financiero, o la privatización progresiva de la Sanidad, son excelentes ejemplos de la lógica del capital que subyace en las políticas neoliberales.
Quiero decir con todo esto, que la mal llamada fase neoliberal no es una perversión, accidente o enfermedad del capitalismo, sino que es el capitalismo en sí mismo, en su devenir y desarrollo.
Lamentablemente, la imagen más extendida (a la que hemos contribuido desde la izquierda sin darnos cuenta) es la contraria a esto, de manera que se ha creado la ilusión social de que superando las políticas neoliberales se puede alcanzar ese"capitalismo bueno". Todo ello es terreno abonado para las alternativas políticas homeopáticas, como por ejemplo el neokeynesianismo.
No estoy diciendo que debamos de abandonar el uso del término, pero sí debemos tener mucho cuidado en cómo lo utilizamos y, por supuesto, dejar de hacer un uso abusivo y de utilizarlo como muletilla para todo. La crítica al neoliberalismo si no transcurre en el contexto de la crítica al capitalismo en el cual tiene sentido, acaba siendo un boomerang que se vuelve en contra y termina por generar retroceso ideológico.
"La doctrina del shock, de Naomi Klein, termina generando esa falsa disociación entre neoliberalismo y capitalismo, a la vez que la autora evita escrupulosamente entrar en las causas nucleares que originan las políticas neoliberales"
Realizo esta reflexión después de llevar mucho tiempo escuchando a muchas personas criticar el neoliberalismo sin que se cuestionen el capitalismo.
Hemos caído en una brutal trampa ideológica, a partir del uso abusivo y acrítico de un término que hemos contribuido decisivamente a popularizar. Mientras que las personas no se cuestionen el capitalismo, hay razones más que fundadas para ser pesimistas.
Apostilla
Me planteo el daño indirecto que han podido hacer algunos materiales muy populares. Un ejemplo: La doctrina del shock, de Naomi Klein.
Es un documental bueno para enseñar algunas realidades de la Historia reciente, pero a la vez muy tramposo porque termina generando esa falsa disociación entre neoliberalismo y capitalismo, a la vez que la autora evita escrupulosamente no ya cuestionar el capitalismo (no lo cuestiona) sino entrar en las causas nucleares que originan las políticas neoliberales (desvía la atención al mundo de los unicornios voladores).
El mensaje implícito en La doctrina del shock es que evitando el neoliberalismo podremos tener un capitalismo feliz.
De hecho el subtítulo es muy significativo: "El auge del capitalismo del desastre", es decir, dando por supuesto que existe un capitalismo que no es desastre.
Conozco a fondo el efecto del visionado del documental, porque todos los años lo utilizo como material docente en las aulas. Año tras año observo la misma reacción entre los alumnos: acaban muy sensibilizados de lo malo que es el neoliberalismo, pero prácticamente ninguno se cuestiona el capitalismo después de rasgarse las vestiduras con lo que han visto en el documental.
En la misma línea cuando se habla de "capitalismo desregularizado" y cosas por el estilo.
http://canarias-semanal.org/not/18144/cuando-la-critica-del-neoliberalismo-se-vuelve-reaccionaria/
Publicado por Revista Libre Pensamiento