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La decisión de Estados Unidos de organizar una campaña para derrocar al presidente de Siria, Bashar al Assad, en gran parte se basó en la negativa de este mandatario a permitir el paso por su país de un gasoducto desde Catar hacia Europa, asegura el abogado Robert Kennedy júnior, sobrino del expresidente norteamericano John F. Kennedy, en un artículo para la revista 'Politico'.

"Nuestra guerra contra Bashar al Assad no comenzó por las protestas civiles pacíficas de la Primavera Árabe en 2011", sino en 2000, "cuando Catar ofreció construir un gasoducto por valor de 10.000 millones de dólares que atravesara Arabia Saudita, Jordania, Siria y Turquía", señala Kennedy.

Esa infraestructura hubiera garantizado que los reinos suníes del golfo Pérsico tuvieran una ventaja decisiva en los mercados mundiales de gas y hubiese fortalecido a Catar, que es el aliado más cercano que Estados Unidos posee en la región, según destaca el autor, quien hace hincapié en que allí se encuentran dos de las principales bases militares norteamericanas y la sede del Mando Central de Estados Unidos en Oriente Medio.

Este columnista indica que, para defender los intereses de Rusia, el presidente sirio se negó a firmar ese acuerdo y optó por otro gasoducto, que se hubiera extendido desde Irán a Líbano y hubiese convertido a los iraníes en los mayores proveedores de gas a Europa, lo cual iba en contra de los intereses de los árabes de mayoría sunita.

Inmediatamente después de la negativa al proyecto inicial, las agencias de inteligencia de EE.UU., Catar, Arabia Saudita e Israel comenzaron a financiar a la oposición de Siria y a preparar una revuelta para derrocar al régimen de Assad, según los datos de diversos informes secretos a los que ha tenido acceso Kennedy, quien detalla que la CIA transfirió seis millones de dólares a la cadena de televisión británica Barada para que elaborara reportajes en favor del derrocamiento del mandatario sirio.

Sin embargo, Robert Kennedy júnior subraya que las decisiones de Washington obviaron el hecho de que el Gobierno de Siria era mucho más moderado que las monarquías suníes, gracias a que el país era secular y poseía una élite pluralista. Además, Assad abogaba por la liberalización y, entre otras cosas, aportó a la CIA toda la información después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York.

El autor recuerda que la inteligencia norteamericana ha utilizado a los yihadistas para proteger los intereses relacionados con los hidrocarburos de Estados Unidos y derrocar a regímenes en Oriente Medio desde mediados del siglo XX, debido a que consideraba que las fuerzas religiosas radicales eran un contrapeso fiable a la influencia de la Unión Soviética en la zona.

Ya en 1957, EE.UU. trató en vano de provocar una revolución en Siria y derrocar al gobierno secular democráticamente elegido. Sin embargo, no se detuvo ahí, sino que la aparición de "el grupo criminal petrolero" Estado Islámico es el resultado de una larga historia de intervención de Estados Unidos en la región, finaliza el jurista.

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