Pablo Gonzalez

Las piedras en el camino entre Butros Gali, la ONU y EE.UU.


El egipcio Butros Butros Gali, que murió el martes 16 a los 93 años, fue el único secretario general de la ONU (1992-1996) a quien se le negó un segundo mandato en el cargo debido al veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad del foro mundial.

Washington, que hacia el resto del mundo defiende el concepto del gobierno de la mayoría, ejerció su derecho al veto a pesar de que Butros Gali tenía 14 de los 15 votos en el Consejo de Seguridad, incluidos los de China, Francia, Gran Bretaña y Rusia, los demás miembros permanentes del órgano.

En estas circunstancias, la tradición exigía que Estados Unidos se abstuviera y respetara los deseos de la abrumadora mayoría. Pero Washington se negó a reconocer el enérgico apoyo político que Butros Gali había obtenido.

A diferencia de la mayoría de sus antecesores y sucesores, Butros Gali se negó a seguirle ciegamente el juego a Estados Unidos, aunque ocasionalmente cedió a la presión de Washington en una época en que este pretendía manipular a la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para proteger sus intereses nacionales.

En un comunicado publicado el martes 16, el actual secretario general, Ban Ki-moon, declaró que Butros Gali lideró un fuerte incremento de las fuerzas de paz de la ONU, mientras los Estados recurrían cada vez más al foro mundial para hallar soluciones a sus problemas en el período inmediatamente posterior a la guerra fría.

“Butros Gali hizo mucho para darle forma a la respuesta (de la ONU) a esta nueva era, en particular mediante su histórico informe Un programa de paz y los programas posteriores para el desarrollo y la democratización”, señaló Ban.

En su libro titulado “Unvanquished: A US-UN Saga” (Invicto: Una saga de Estados Unidos y la ONU), publicado en 1999, Butros Gali señala que aunque el gobierno norteamericano lo acusó de ser “demasiado independiente” de Washington, él finalmente hizo todo en su poder para complacerlo.

Aun así, Estados Unidos fue el único país en vetar el segundo mandato de cinco años para Butros Gali, aunque el diplomático egipcio tenía el apoyo de los demás 184 países miembros de la Asamblea General en ese momento.

Butros Ghali recuerda una reunión en la que le dijo al entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Warren Christopher, que demasiados estadounidenses habían sido designados en cargos de la ONU, “a solicitud de Washington ante las objeciones de otros Estados miembros”.

“Lo había hecho, le dije, porque quería el apoyo estadounidense para tener éxito en mi trabajo (como secretario general)”, contó Butros Gali. Pero Christopher se negó a responder.

Cuando fue elegido secretario general en enero de 1992, 50 por ciento de los funcionarios asignados a la administración y la gestión de la ONU eran estadounidenses, pese a que Washington solo pagaba por 25 por ciento del presupuesto regular del foro mundial.

Cuando Bill Clinton asumió la presidencia de Estados Unidos en enero de 1993 se le indicó a Butros Gali que debía despedir a dos de los más altos funcionarios de la ONU designados por recomendación del gobierno saliente de George Bush – los subsecretarios generales Richard Thornburgh y Joseph Verner Reed -, aunque en teoría ambos eran “funcionarios públicos internacionales” que respondían solamente ante el foro mundial.

Los dos fueron reemplazados por dos estadounidenses que contaban con el beneplácito de la administración de Clinton.

Poco antes de su elección en noviembre de 1991, Butros Gali recuerda que alguien le dijo que John Bolton, el subsecretario de Estado de Estados Unidos para las organizaciones internacionales, estaba “en desacuerdo” con el anterior secretario general de la ONU, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, porque había “sido insuficientemente atento a los intereses estadounidenses”.

“Le aseguré a Bolton de mi seria consideración por la política de Estados Unidos. Sin el apoyo estadounidense la ONU se paralizaría”, le dijo Butros Gali a Bolton.

Butros Gali también relata cómo Christopher procuró convencerlo de declarar públicamente que no se presentaría a un segundo mandato como secretario general, a lo cual el diplomático se negó.

“Seguramente no se puede despedir al secretario general de la ONU por un dictado unilateral de Estados Unidos. ¿Qué pasa con los derechos de los demás miembros del Consejo de Seguridad?”, le preguntó a Christopher.

Pero Christopher “masculló algo inaudible y colgó, profundamente disgustado”, comenta en su libro Butros Gali.

Añade que a finales de 1996, la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Madeleine Albright, por instrucciones del Departamento de Estado estaba obsesionada con la “eliminación” de Butros Gali.

Y cita al subsecretario general Joseph Verner Reed, otro estadounidense, que habría escuchado cuando Albright confió “voy a hacerle creer a Butros que soy su amiga. Entonces le romperé las piernas”.

Albright “llevó a cabo su campaña con determinación, sin dejar pasar oportunidad alguna para demoler mi autoridad y empañar mi imagen, mientras exhibía un rostro sereno, con una sonrisa amable, y repetía expresiones de amistad y admiración”, escribió Butros Gali.

“Recordé lo que un erudito hindú me dijo una vez: no hay diferencia entre la diplomacia y el engaño”, subrayó.

Una de sus “acaloradas disputas” con Albright – que luego fuera la secretaria de Estado de su país – fue por el nombramiento del director ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en 1995. Fue un conflicto “que pareció irritar a Albright más que cualquier problema anterior entre nosotros”, aseguró.

El presidente Clinton quería que William Foege fuera nombrado al frente de Unicef como sucesor del también estadounidense James Grant.

“Le respondí (a Albright) como le había respondido a… Clinton. Si bien el Dr. Foege era sin duda una persona distinguida, lamentablemente, no podía acceder”, escribió Butros Gali.

Le explicó a Clinton que estaba comprometido con aumentar el número de mujeres en los puestos más encumbrados de la ONU.

Como Bélgica y Finlandia ya habían presentado candidatas “sobresalientes”, y Estados Unidos se había negado a pagar su cuota a la ONU y también hacía comentarios “despectivos” sobre el organismo mundial, “otros países ya no aceptaban automáticamente que el director de Unicef debía ser inevitablemente un hombre o una mujer estadounidense”, según Butros Gali.

Cuando la administración de Clinton continuó su presión por la candidatura de Foege, Butros Gali recordó que “muchos países en el Consejo de UNICEF estaban enojados y (me dijeron) que mandara a Estados Unidos al demonio”.

El gobierno de Estados Unidos finalmente presentó la candidatura de Carol Bellamy, la exdirectora del Cuerpo de Paz de ese país.

Aunque Elizabeth Rehn, de Finlandia, recibió 15 votos y Bellamy solo 12, Butros Gali solicitó al presidente del Consejo de Unicef que convenciera a los demás miembros para aceptar a Bellamy y que Estados Unidos continuara el monopolio que tiene al frente de la agencia que vela por la infancia desde su creación en 1947.

Y así Butros Ghali se aseguró que el puesto de director ejecutivo de Unicef siguiera siendo un derecho de los estadounidenses, algo que continúa hasta la fecha actual.


Traducido por Álvaro Queiruga

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