PJ O’ROURKE – Para los de afuera, la competencia por las elecciones presidenciales estadounidenses debe verse como algo grosero, vulgar, saturado, rabioso, estúpido y peligroso – como un autobús lleno de violentos hinchas de fútbol.
Pero los estadounidenses no lo ven así. Para nosotros las barra bravas están en la cancha, recibiendo dinero por jugar.
Y en los buses, lo que tenemos son candidatos presidenciales.
Y cuando esos autobuses llegan a nuestros pueblos, nosotros los estadounidenses –si la ley nos permitiera hacerlo, con eso de la primera enmienda, el derecho a la libertad de expresión y demás- trabaríamos las puertas y mandaríamos a los candidatos al próximo pueblo, o a algún lugar más calentito.
¿Quiénes son estos improvisados, embusteros, maquiavélicos, charlatanes, petulantes, falsos, coimeros, mentirosos y asquerosos que se consideran dignos del máximo cargo de nuestra nación?
¿Nos toman a los votantes por idiotas? Sí, por supuesto. ¿Pero están también locos? ¿Son delirantes? ¿Creen que tienen los atributos necesarios para ser un buen –o aunque sea un adecuado- presidente de los Estados Unidos?
¿Creen poseer aunque sea uno de estos atributos?
¿La dignidad de Washington? ¿El intelecto de Jefferson? ¿La estatura moral de Lincoln? ¿La audacia de Roosevelt? ¿El encanto de Kennedy? ¿La elocuencia de Reagan? ¿O la caballerosidad de George Herbert Walker Bush?
¿Acaso el cargo presidencial cayó tanto que solo atrae a los duendes de la vida pública?
¿O son los políticos los que perdieron estatura, al punto de que ninguno puede pasar las reglas del parque de atracciones: “debes ser más alto que el payaso para poder subirte a la montaña rusa de la Casa Blanca”?
Los dos candidatos con más probabilidades de ser nominados son “Clinton” y “Bush”. De modo que los electores irán a los centros de votación, verán los nombres y pensarán: “caramba, estoy perdiendo la memoria, esto ya lo hice antes”. Y se irán sin votar. La participación electoral será del 6%.
En este momento, el candidato más prominente es Donald Trump. Lo cual trae a mi mente una broma del satirista político HL Mencken.
“La democracia”, dijo Mencken, “es la teoría de que la gente común sabe lo que quiere y merece que se lo den bien duro”.
Trump asegura valer miles de millones. Los expertos de Wall Street se muestran escépticos. El propio Trump dice que su valor de mercado varía día a día, según de qué humor esté.
Muchos políticos han dicho mentiritas sobre sus presuntos orígenes humildes. El noveno presidente de EE.UU., William Henry Harrison –un rico terrateniente y exgobernador del territorio de Indiana – hizo gran alarde de haber “nacido en una cabaña de madera”.
Y la actual postulante a la presidencia Hillary Clinton aseguró que ella y su marido –quien cobra un cuarto de millón de dólares por cada discurso que da- estaban “totalmente quebrados” cuando dejaron la Casa Blanca.
Pero Trump es el primer aspirante a la presidencia que cuenta un verdadero relato fantástico sobre todo el dinero que tiene. Según su versión, es un Davey Crockett, Pecos Bill, Paul Bunyan y Babe el Buey Azul de las finanzas, todo en uno.
(Trump ciertamente tiene los modales y el gusto –y el pelo- de un buey)
Es famoso por su mal gusto. Nosotros los estadounidenses apreciamos el mal gusto. Nos han visto todos los veranos, en nuestras hordas turísticas, usando enormes shorts deportivos naranjas y camisetas con consignas groseras. Si no apreciáramos el mal gusto, ¿cómo nos vestiríamos cada mañana?
¿Y la política exterior de Trump? Tiene la ilusión de que es 10 veces más rico de lo que es en realidad, cree que el presidente Obama nació en Brobdingnag y fue parido por la Reina de Saba y piensa que las vacunas infantiles causaron la película Rain Man. Rusia, China, Irán, Estado Islámico, los talibanes y Hamas estarán paralizados del terror. ¿Quién sabe lo que hará este lunático?
Lo que hará es construir cientos de casinos Trump, hoteles Trump y complejos Trump en Moscú, Pekín, Teherán, Al Raqa, Kandahar y la Franja de Gaza. Luego todos quebrarán como lo hicieron el Taj Mahal Trump, el Plaza Hotel Trump y el Complejo de Entretenimientos Trump.
Putin quedará tratando de encajarles Ucrania Oriental a los enojados accionistas y China tendrá que subastar propiedades con orden de secuestro en las Islas Spratly. De hecho, esto podría funcionar.
Hasta ahora, Trump es lo mejorcito que tiene EE.UU. para ofrecer.
¿Quiénes son los competidores secundarios?
Hillary Clinton se mantiene firmemente en el segundo puesto de la carrera demócrata –porque quien esté en el primer puesto está tanto más adelante que no sabemos quién es.
Quiero decir, a esta altura de la carrera presidencial de 2008, Barack Hussein Obama tenía tantas chances de obtener la nominación demócrata como un ignoto senador de Illinois con un nombre que parece un mal chiste sobre un sitio yihadista.
Hillary acarrea más bagaje que el Boeing que usó cuando era secretaria de Estado, visitando cada país que luego estalló en su cara en su búsqueda por cumplir con la misión de un secretario de Estado, que es acumular millas de pasajero frecuente.
Del lado positivo, conoce bien la Casa Blanca y sabe dónde se guarda el papel higiénico extra y donde está escondida la llave de repuesto del portafolio lanza misiles (el balcón Truman, la segunda columna desde la derecha).
El candidato que está tan por delante de Hillary que no sabemos quién es, es el senador Bernie Sanders.
¡Es un socialista! ¡Un socialista al estilo europeo! ¡Lo dice él mismo!
Claro que para mucha gente –en especial los europeos- un socialista europeo no tiene nada de inusual. Pero en EE.UU. un socialista europeo parece completamente fuera de lugar.
Es como si un estadounidense apareciera en la Abadía de Westminster usando gigantes shorts deportivos naranjas y una camiseta con consignas…
Oh.
Bueno, ya saben lo que quiero decir.
De todas formas, Bernie Sanders quiere que EE.UU. sea más como Europa o, al menos, más como Canadá.
Jamás será elegido. Los estadounidenses no quieren el clima de Canadá.
Una mejor opción para los demócratas sería el vicepresidente Joe Biden.
Pero los analistas políticos dicen que Biden tiene una “tendencia a meter la pata”.
Estas son algunos de sus traspiés.
Les dijo a los demócratas en el Congreso: “Si hacemos todo bien, todavía hay un 30% de posibilidades de que nos salga mal”.
Y cuando competía contra Obama en las primarias de 2008, lo describió como “un afroamericano normal que es elocuente y brillante y limpio y se ve bien”.
Estas son “metidas de pata” en idioma de analista político. A veces es difícil traducir este idioma. El significado de “metida de pata” es oscuro. La mejor explicación que puedo dar es que en este idioma no existe una palabra para “verdad”.
De lado republicano, están, además de Trump…
Permítanme hacer una pausa aquí. Los que somos republicanos natos nos sentimos sobre Donald Trump como los nativos escoceses se sienten sobre el personaje de Fat Bastard en las películas de Austin Powers…
Como venía diciendo, del lado republicano está el enorme gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie. Capaz lo hayan visto usando enormes shorts deportivos naranjas y camisetas con consignas groseras en la Abadía de Westminster.
El gobernador Christie es grosero. Una vez lo cuestionó un votante en un encuentro partidario y Christie le respondió: “SIÉNTESE Y CÁLLESE”.a
Esa es una consigna electoral más animada que la de los otros candidatos.
Los estadounidenses aplauden ese tipo de declaraciones concisas sobre metas de políticas domésticas y extranjeras.
Chris Christie es muy estadounidense. Pero los analistas políticos temen que Christie sea demasiado estadounidense, incluso para EE.UU.
El senador libertario Rand Paul es el favorito entre los republicanos que se consideran “fiscalmente conservadores pero liberales en lo social”. Esto significa que quieren drogarse y tener sexo mientras ahorran dinero. ¿Y quién no?
Luego está Jeb Bush. Lo tiene todo. Es joven (para un republicano). Fue gobernador de Florida, un estado en el que la incompetencia electoral y la corrupción son vitales para el Partido Republicano.
Y está rodando como un perro en aportes de campaña.
El único problema de Jeb Bush es que ya son demasiados Bush.
No hay que preocuparse, Jeb cambiará su nombre legal a George Herbert Walker Bush.
Todo el mundo lo quiere a él. Y solo fue presidente durante un período así que constitucionalmente puede volver a postularse.
Esto volvería a poner a Barbara Bush en la Casa Blanca. EE.UU. la necesita.
El mal gusto grosero y vulgar estadounidense pareciera casi estar protegido por un sindicato. Si ese es el caso, Barbara Bush es nuestra Margaret Thatcher.
Sí, para los de afuera, la carrera electoral estadounidense puede verse como grosera, vulgar, saturada, rabiosa, estúpida y peligrosa – es porque lo es.
* PJ O’Rourke es periodista y escritor, y ha sido reportero de Rolling Stone y The Atlantic Monthly. También ha escrito 16 libros sobre temas tan diversos como política, autos, etiqueta y economia.
BBC