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El Manual del Espía Militar: Vietnam, Argentina, Ucrania


El 3 de octubre de 2011, el portal de noticias argentino Página/12 publicaba un artículo de Gustavo Veiga, El Manual del Espía Militar, en el que analizaba el caso Héctor Ratto. Secuestrado durante la dictadura de la Junta argentina, este antiguo trabajador de Mercedes Benz, denunció que la compañía, como otras muchas como Ford o Techint, financiaron a ciertos servicios del régimen militar a través de “la publicación de avisos comerciales destinados a dicho estamento militar”.

Para fundamentar su denuncia, en el marco de la causa 4102, Ratto presentó ejemplares del ‘Manual de Informaciones’, una revista de la inteligencia militar argentina en cuyas ediciones “nunca faltaron” artículos de militares estadounidenses y en la que publicó el nazi Otto Skorzeny durante la dictadura. En ese periodo, la revista se editó en la sede de Viamonte y Callao en la que funcionaba el temido Batallón 601, entonces la principal unidad de inteligencia del Ejército. Según Ratto, “se trata de la revista editada por la Jefatura de Inteligencia del Estado Mayor del Ejército, es decir por la comandancia de los grupos de tareas (secuestradores, torturadores y homicidas) que participaban del terrorismo de Estado desatado en nuestro país y que se investiga en esta causa. Dicha revista contenía material destinado a instruir a los agentes de Inteligencia y grupos de tareas en espionaje, secuestros y otros delitos, contra militantes políticos, sindicales, sociales o de derechos humanos”.

El staff de la revista incluía a varios integrantes del personal civil de inteligencia que figuran en la lista de más de 4.000 agentes de colaboradores con la Junta Militar. Esta lista fue dada a conocer el 5 de febrero de 2010 por el Gobierno de Argentina, a través del general de división César Gerardo Milani. Pero Veiga recoge un dato de gran importancia: en la lista presentada no aparece el único periodista que formaba parte del equipo del ‘Manual de Informaciones’ durante el periodo de la Dictadura argentina. Este periodista, que seguiría siendo miembro de la redacción de la revista tras la vuelta de la democracia, es Enrique Martínez Codó.

Veiga presenta a Martínez Codó como un veterano periodista versado en temas de espionaje, un estudioso de la CIA y sus técnicas de recolección de información. Redactor omnipresente de la publicación militar, “siempre se ha ocupado de temas castrenses vinculados con la inteligencia, aunque a menudo con una mirada cruzada por la Guerra Fría”, dice. Veiga cita en este contexto una obra suya, “Guerrillas tras la cortina de Hierro”, un trabajo sobre el Ejército Insurgente Ucraniano (más conocido como UPA, por sus siglas en ucraniano) en el que Martínez Codó pretende recoger, en sus propias palabras, la “gesta de los guerrilleros anticomunistas de UPA”.

Publicada en 1966, prologa esta obra un ex profesor de la Escuela Superior del Ejército de España: el General español Luis García Rollán. Entre las numerosas condecoraciones que recibió este militar, que participó en la Guerra Civil española, está la de la Legión del Mérito estadounidense, concedida el 13 de marzo de 1952 “por conducta excepcionalmente meritoria en la realización de servicios extraordinarios al Gobierno de los Estados Unidos desde marzo de 1949 a noviembre de 1951”.

No se sabe en qué consistieron estos servicios ni si tienen algo que ver, por su coincidencia temporal, con la Guerra de Corea. Lo que sí se sabe es que García Rollán trabajó en el ámbito de los servicios de inteligencia. Un artículo publicado en 1964 en la revista The Redstone Rocket hacía referencia a la visita de una delegación española a distintas instalaciones militares de Estados Unidos. El Teniente General Rafael María Cavanillas era acompañado por el entonces General de Brigada García Rollán al que se presentaba como Jefe de Información (Inteligencia) del Ejército español.



En su prólogo a la obra de Martínez Codó, García Rollán escribe: “La resistencia ucraniana constituye una fuerza potencial a disposición del Mundo Libre, pero necesita una comprensión y el apoyo moral y material de éste, para llevar a cabo con éxito su tarea”. Al considerar la acción guerrillera, el militar español señala la necesidad de una estructura orgánica doble, una orientada al exterior pero otra al interior.

Se trata de un planteamiento para el ejército “de Defensa del Territorio nacional, con armamento clásico, entrenado para la guerra irregular, y haciendo de la guerrilla y de la contraguerrilla su táctica predilecta”. Rollán precisa: “el país que tenga una buena orgánica en sus fuerzas armadas, apta para la guerra de guerrillas, haya asimilado esta Doctrina y comprenda la amplitud y profundidad de una guerra irregular, podrá limitar la libertad de acción del enemigo invasor, haciéndole sentirse vencido y obligándole a claudicar”. Con ello, podrá conseguir terminar una guerra interna.

En esta perspectiva, García Rollán considera que el trabajo de Martínez Codó sobre UPA “es un verdadero tratado de guerra irregular; constituye un cuerpo de Doctrina, que bien pudiera figurar en los Reglamentos de cualquier Ejército para este tipo de guerra”.

Como reflejan las preocupaciones de García Rollán, la cuestión clave que aporta la experiencia de la UPA es el papel de estas guerrillas en un plan para la retaguardia, como fuerza sobre todo defensiva por tanto, vinculado al plan de acción militar occidental, es decir, estadounidense. Esta cuestión resultaba entonces fundamental, tanto en Vietnam del Sur como en los países más anticomunistas de América Latina, ámbito en el que el concepto de libertad e independencia nacional parecía decisivo en la guerra operativa e ideológica contra la Unión Soviética y cualquier país o movimiento considerado aliado de ella. Quizás el propio franquismo pudiera por entonces pensar en esa posibilidad ante la posible reconstrucción de un movimiento guerrillero en España.

Escrito en pleno apogeo de la dictadura, el prólogo comentado es el reflejo de las ideas de una persona por completo comprometida con el régimen franquista. En junio de 1958, por ejemplo, en el día de la despedida del Soldado en el Regimiento Inmemorial nº 1, en Madrid, García Rollán terminó su discurso dirigiéndose de esta forma a los soldados: “proclamad, dijo, la verdad de lo que habéis vivido, la de nuestro compañerismo y unión y la de nuestra fe inquebrantable en el Caudillo”, el Generalísimo Francisco Franco.

El trabajo de Martínez Codó sobre UPA también aparece mencionado en un artículo publicado el 24 de marzo de 2015. Lo firma Peter Sodol, uno de los ex militares ucraniano-estadounidenses que, tras su paso por Vietnam, tomaron el relevo de Yuriy Lopatinsky en la operación Prolog de la CIA. En este artículo, que habla de la implicación de la comunidad ucraniana en las acciones anticomunistas en Corea o en Vietnam, Petro Sodol menciona los trabajos del redactor de Manual de Informaciones.

Según Sodol, todos los oficiales, candidatos a consejeros en las unidades militares de combate (batallones y regimientos) en Vietnam, tenían que participar, antes de salir hacia aquel país en un curso de formación preparatoria de seis semanas. Sodol y Bogdan Barylak, otro recluta de origen ucraniano, participaron en uno de esos cursos, en 1964, en los que se estudiaban libros sobre Vietnam y la guerra de guerrillas. Uno de esos libros era una colección de artículos de diferentes revistas sobre lucha guerrillera en el que se encontraba un texto sobre UPA. El artículo presentaba a la organización ucraniana como ejemplo de movimiento rebelde. Y su autor era precisamente Enrique Martínez Codó. Sodol también menciona el libro que, con posterioridad, éste publicaría en español sobre UPA, con prólogo de Luis García Rollán.

Enrique Martínez Codó

Algunas fuentes señalan que Martínez Codó escribió el que probablemente sería su primer artículo sobre la UPA, Guerrilla warfare in the Ukraine para la revista mensual de la Escuela de Mando del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, “Military Review”. Este artículo fue publicado en la edición de noviembre de 1960. Su objetivo era demostrar la existencia de un movimiento guerrillero en Ucrania que había operado durante la Segunda Guerra Mundial al margen del control de la Unión Soviética.

Con posterioridad, y antes de la obra prologada por García Rollán, Martínez Codó publicó en 1963 “La Resistencia en Ucrania”, editado por el Instituto Informativo-Editorial Ucranio. Esta editorial, que también se responsabilizó en 1966 de la publicación de Guerrillas tras la cortina de hierro, se estableció en 1952 en Buenos Aires.

En su aproximación al estudio de la UPA, y en general de Ucrania, su principal asesor fue Yuriy Krojmaluk (conocido como Tys), responsable durante la Segunda Guerra Mundial del departamento de Historia Militar de la Division Galizia de las SS. Emigró en 1947 a Argentina y, a partir de 1961 o 1962, a Estados Unidos.

La posición de Martínez Codó en la primera mitad de los años 60 presagiaba lo que iba a ocurrir con posterioridad en el conjunto de América Latina, tal y como puede observarse en un artículo del 19 de agosto de 1963 del San Bernardino County Sur, llamado “Presagia Victoria la Estrategia Roja”. En aquel artículo, William Glaxdom recogía las tesis del periodista argentino sobre el avance del comunismo en América Latina, difundidas a través de Military Review. Martínez Codó pedía entonces aplicar “medidas eficaces para desarrollar un apropiado plan para acabar con la amenaza comunista” en el continente americano con el objetivo de evitar un escenario similar al que, por entonces, existía en Vietnam del Sur. Y señalaba que los comunistas, los Rojos en su jerga, ya estaban atareados en “una guerra en la America Latina“.

La preocupación de Martínez Codó se centraba en cuatro aspectos: la extensión de la lucha guerrillera en América, el posible avance de las “naciones socialistas”, los ataques a la rama militar de la OEA, la Directiva de Defensa Interamericana, y el peligro de la separación política y económica entre Estados Unidos y el resto de América.

Según Martinez Codó, las fuerzas armadas en la América Latina suponían entonces los únicos bastiones de resistencia anti-comunista en aquellos países. Y defendía que, en el terreno religioso, los principios del cristianismo debían prevalecer y guiar las medidas públicas y privadas de las naciones latinoamericanas desde el principio de que es imposible reconciliar los objetivos materialistas y ateístas del comunismo con los fines espirituales y humanistas de la doctrina cristiana. Según Martínez Codó, “Solamente por medio de un esfuerzo unido … la América Latina podrá impedir que el comunismo . . . gane una sólida base en su suelo“. Un programa al que se orientaron los gobiernos argentinos tanto en los años 60 como en los 70, en especial durante el periodo de la Junta Militar.

En un artículo en 1965, ante el temor de que las mal preparadas fuerzas armadas de los países latinoamericanos fueran incapaces de enfrentarse con las fuerzas guerrilleras, Martínez Codó justificó en el artículo “Los problemas de América Latina”, en la Revista de la Fuerza Aérea, la existencia de un comando central para operaciones conjuntas en el continente. Se trata de una clara teorización de lo que acabaría conformándose en la Operación Cóndor.

La vinculación de Martínez Codó a la ultraderecha anticomunista se consolidó entre 1972 y 1975, periodo en el que el periodista actuó como editor de la revista “Resistencia y Liberación”, vinculada a la ABN, las siglas inglesas del Bloque Antibolchevique de Naciones, el organismo dirigido por Yaroslav Stetsko, que proclamó la independencia de Ucrania en 1941 tras la entrada de las tropas de la Alemania Nazi en Lviv.

En el artículo de Veiga en Página/12, éste señala que “Cuando Ratto presentó su querella no sabía que el Manual de Informaciones, ya en democracia, siguió publicándose de manera ininterrumpida”. Quizás no fuera consciente de que pocas cosas han cambiado en exceso respecto al papel que se espera de los responsables de la lucha de inteligencia al servicio de Occidente, en especial en su dimensión ideológica. Como ocurre hoy en Ucrania, el enemigo sigue siendo comunista, antifascista, o una versión que todos consideran de la misma especie, llamada popularmente Moskali en los medios pro-UPA/OUN.

Ya lo decía Roman Kupchinsky, el co-líder de Prolog, en la operación financiada por la CIA para impulsar la guerra ideológica contra la URSS en el país de la UPA. También veterano de Vietnam, en conversación con uno de sus contactos políticos de alto nivel en Ucrania, lo resumía así al responder sobre su traumática experiencia en el sudeste asiático: “La misma guerra de mierda que en Afganistán. ¿Qué hos… hacían los soviéticos allí? Si esos cretinos en el Kremlin…me hubiesen preguntado, les habría dicho: ¡Quedaos en casa, bastardos, y estaos quietos!”. El buen espía-ideólogo en Occidente sabe que su labor consiste en defender, hasta que él mismo acaba convencido de ello, que nadie más que el país, o los países, para los que trabaja tienen derecho a intervenir para imponer su destino a los demás. Ya sea en Vietnam, en Afganistán o en el Donbass.


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Publicado por Odio de Clase

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