LEONARDO DEL GROSSO – En relación con las expectativas previas los sorprendentes resultados electorales en Argentina y Venezuela, claramente favorables al cipayaje pro-yanki, constituyen un serio y grave cambio en la situación geopolítica de América Latina.
“Parece que al mundo sucede
Lo que a la CNN le da por poner
A ver los pobres sonrían a la cámara
Que aquí les va una foto del 4to poder
Lo malo que hagan se va a amplificar
Se va a manipular lo que hagan regular
Lo bueno que hagan se va a silenciar
Bienvenidos al mundo real”
Dúo cubano Buena Fé, canción “en cueros”
Mal haríamos en menospreciar la magnitud no tanto de las derrotas electorales, sino de las consecuencias generales de las mismas, que van mucho más allá de su impacto institucional y de las proporcionalidades del consenso que representan los guarismos.
Si es por el análisis de los resultados electorales, tenemos que en Argentina Macri ganó ajustadamente el balotaje, y la victoria del kirchnerismo en la primera vuelta aseguró una proporción importante de representación parlamentaria, aunque resignó la provincia de Buenos Aires; y tenemos que en Venezuela ganó la oposición y obtuvo un impacto institucional muy fuerte en la Asamblea Nacional, pero el Partido Socialista Unido de Venzuela sigue siendo, como fuerza unitaria, la fuerza más compacta, con mayor poder de movilización y con mayor caudal electoral propio (y más aún si tenemos en cuenta que una proporción importante de la base chavista no se movilizó a votar), y sigue poseyendo el Poder Ejecutivo no sólo nacional sino de la mayoría de los Estados federales y municipios.
Pero lo realmente importante, más aún que la distribución formal del poder en el aparato del Estado (que también es muy importante, por supuesto), es la legitimidad que la reacción imperialista obtiene para desplegar su poder fáctico, y así sobrepasar con creces cualquier formalismo “institucional”, y dentro de estos formalismos, por supuesto las formalidades de la institucionalidad burguesa, yendo mucho más allá de lo que aún las mismas reglas del juego democrático burgués virtualmente permitirían.
Es decir, aprovecha al máximo la nueva correlación de fuerzas en el plano del consenso y de lo institucional para avanzar en los hechos mucho más allá.
Es lo que el Imperio hace en todos lados: violar y forzar siempre la legalidad para imponerse desde lo fáctico, con su estilo traicionero. Y el consenso obviamente que será usado no para profundizar la democracia sino en el mismo sentido opresivo que caracteriza el fenómeno imperialista: para profundizar la dominación oligárquica. Quien no vea esto ignora todo de la naturaleza del Imperialismo.
Pero aunque pueda parecer sorprendente, la mayoría de la intelectualidad de izquierda y progresista se encuentra entre los que, una y otra vez, pecan de ingenuidad cuando se trata de justipreciar el poder y las capacidades de Imperio.
Pasó en el caso de Libia y de las primaveras árabes (coyunturas en las cuales la izquierda se sumó entusiasta a estos fenómenos “democráticos” que no eran otra cosa que manipulación imperialista), pasa hoy en el caso de Siria, y pasa hoy en el caso de Argentina y Venezuela. El argentino Claudio Katz es un ejemplo de estas taras que yo llamaría -por hacerlo de alguna manera- “democratistas”, o “ultrapacifistas”, porque en la ecuación entre consenso y poder fáctico el segundo elemento no existe o casi no existe, sea tanto para evaluar el poder del enemigo como para proyectar las potencialidades del campo del pueblo.
Entonces tenemos que, por ejemplo, mientras Katz al mismo tiempo que, hoy, escribe impetuosamente contra el autoritarismo de Macri, antes del balotaje había sostenido la posición abtencionista del voto en blanco o no voto, y no lo hizo, por supuesto, desde un ejército político, revolucionario, pronto a la toma o acceso al poder, sino estrictamente desde un electoralismo inútil, o útil a lo peor, ya que el voto en blanco o la abstención fue uno de los elementos que hizo su aporte en facilitar que el Pentágono y la CIA se hiciera con el Poder Ejecutivo en Argentina de manera directa y, a la vez, acumulara autoridad política para hacer precisamente lo que hoy está haciendo, que no resulta nada sorprendente, aunque Katz no la haya visto ni cuadrada.
Recordemos algunos de los “lúcidos” párrafos del mismo Katz, escritos enseguida de la victoria de Macri en el balotaje: “con este reducido margen de favoritismo la coalición derechista tendrá poco sustento para implementar el ajuste. Necesitará mucha muñeca para concretar el atropello que sucederá a la devaluación. (…) La arremetida conservadora tampoco cuenta con cimientos políticos sólidos”.
Esto Katz lo escribió el 2 de Diciembre de 2015, unos días antes de la asunción de Macri. Creo que hoy los hechos han demostrado suficientemente, con el ametrallamiento de decretos por parte de Macri, que no necesitó de muñeca sino de un dedo índice para apretar el gatillo, y que la reacción puede avanzar con cierta efectividad si no hay nada que se le oponga con superior fuerza fáctica.
¿O acaso las protestas pacíficas e “institucionales” podrán evitar que Macri avance y siga avanzando de manera efectiva, como lo está haciendo, si toma la decisión política de atropellar sin complejos y tiene la cadena de mandos debidamente estructurada sobre las fuerzas policíaco-militares y judiciales para hacerlo, y cuenta con un blindaje mediático que distorsiona la realidad?
Indudablemente que estas acciones claramente antipopulares autoritarias de Macri, en el tiempo, provocarán un grave crisis política o aún una guerra civil, porque de la misma manera que una revolución poderosa engendra, como contracara, una contrarrevolución a su medida; a la inversa, un régimen que, más allá de haber sido ungido por elecciones, dicta medidas socioeconómicas antipopulares y es agresivo y hostil en su estilo político (una cosa tiene que ver con la otra), genera una resistencia a su medida.
Y en este punto es donde entramos en las perspectivas nada alentadoras de la eventualidad de una intervención directa de los EEUU en el escenario abierto por las victorias electorales del cipayaje (perspectiva que siempre está presente pero que ahora estará validada frente a la “comunidad internacional”):
¿Qué sucederá si Argentina se ve desbordada por conflictos sociales generalizados, con represión y piquetes por todos lados, cosa que probablemente ocurrirá -no por cuestiones ideológicas sino por el impacto de la carestía provocada por la medidas desreguladoras del cipayaje-, y la enorme crisis política emergente pudiera ir enfilando a Macri hacia la puerta del helicóptero de la terraza de la Casa Rosada, como se eyectó De la Rúa?
¿Qué sucederá si en Venezuela la oposición, agrandada con el apoyo electoral obtenido, no consigue derrocar a Maduro con sus “propias” fuerzas? (y pongo comillas en “propias” porque es archiconocida la manera primero sutil de intervención directa de los EEUU en cuanto país que intente un camino independiente: financiando hipócritas y diabólicas organizaciones no gubernamentales que tendrán la imagen angelical de “yo no fui”; organizando operaciones de bandera falsa como por ejemplo el atentado a la Embajada de Israel y a la AMIA en la Argentina, o la masacre de Curuguaty en Paraguay en junio de 2012; desplegando el dispositivo paramilitar para sembrar el terror; manejando grandes medios de comunicación y operando en las redes sociales; intervenciones sutiles y no tanto que existieron siempre pero que hoy, a partir de la sofisticación de las tecnologías de la información y de la manipulación mediática y habiendo el Imperio pulido su doctrina, son denominadas “guerras de cuarta generación”).
¿Qué sucederá?
La intervención militar de los EEUU es un hecho porque EEUU no dará ningún paso atrás en estos avances que para ellos son realmente estratégicos. EEUU no permitirá otro helicóptero despegando desde la Casa Rosada con Macri adentro. A menos que esté obligado a declinar de intervenir como resultado de una implosión y desestabilización social muy grande en su misma nación (aunque frecuentemente las guerras son decididas por los poderosos justamente para escapar de coyunturas de conflictividad interna), o como resultado de una resistencia tal que lo ponga en crisis como sucedió en Irak y Afganistán, esto es definitivamente así: no lo permitirá (y de hecho, EEUU aún no se fue ni de Irak ni de Afganistán, al contrario de lo que había prometido).
Con mayor o menor magnitud, en función de como se desenvuelva el teatro de operaciones, de manera progresiva y en escalada o a través de un desembarco masivo; la militarización creciente de los EEUU en América Latina se incrementará sensiblemente, y con cierta importante y trascendente legalidad asegurada. Si en Argentina los Kirchner habían frustrado la instalación de bases militares yankis, seguramente Macri ya les ha ofrecido que elijan qué parte del territorio nacional les gusta más para hacer una o más bases, cuando el Imperio lo estime pertinente.
Y si en Argentina el cipayaje no lograra evitar un desbordamiento dramático de la conflictividad y la crisis política, la intervención directa sería solicitada por Macri, con lo que EEUU explicaría al mundo que su presencia fue solicitada (aunque Macri no tendrá el apoyo del Congreso) por un gobierno constitucional, como hizo Siria (aquí sí con apoyo de todas las instituciones del Estado) al solicitar la presencia militar de Rusia ante el acoso de los terroristas al servicio de Occidente.
O sea que las consecuencias de estas dos victorias electorales del cipayaje más rancio y pro-yanki en dos países descollantes en América del Sur (y conste que por el momento estamos eludiendo el análisis de la situación de Brasil) tienen consecuencias que evidentemente no caben dentro de la frase boba del izquierdista Katz: “con este reducido margen de favoritismo la coalición derechista tendrá poco sustento para implementar el ajuste” (Alternativas frente a una derecha inteligente)
Está claro que la intervención militar de los EEUU se producirá de una forma o de otra si recia fuera la resistencia de los pueblos al saqueo imperialista, o si algunas naciones se escaparan del redil yanki y coquetearan con otras poderosas naciones emergentes (¿algo de esto sucedió?). Sea como sea, se hubiera producido, y Estados Unidos hubiera tenido argumentos, por supuesto artificiosos, para justificarse. Es lo que hace siempre. ¿O no explicaba Bush la necesidad moral de que EEUU interviniera en Afganistán y en Irak, con absolutas mentiras difamadoras?
Pero en su momento ¿cuántos estúpidos le creyeron al presidente de los EEUU que surgió a partir del fraude electoral en La Florida? Hoy EEUU tendrá argumentos que serán menos artificiosos y más reales. Dirá: “Macri ganó las elecciones, es el pueblo argentino el que nos pide ayuda”. Dirá: “Maduro no acepta el resultado de las elecciones; debemos hacernos presentes para garantizar la democracia”.
Tanto en Argentina como en Venezuela, los kirchneristas y los chavistas para los EEUU siempre fueron “antidemocráticos” más allá de cualquier resultado electoral. Esto es así porque estas dos expresiones políticas, independientemente de la mayor o menor radicalidad clasista de sus medidas de gobierno, se plantearon niveles de autonomía inaceptables para los EEUU. Si kirchneristas y chavistas ganaban las elecciones, EEUU habría dicho -con su coro de marionetas- que había habido fraude, como de hecho lo hicieron siempre que los resultados no fueron favorables al cipayaje.
Pero hoy los kirchneristas y los chavistas fueron derrotados. Indudablemente que esto fortalece la posición de los EEUU para hacer lo que siempre hicieron: saquear países, robarles su riqueza, explotarlos sin misericordia. Así es un Imperio. Esto lo entiendo mejor un adolescente que juega al “Age of Empires” (un juego de estrategia para PC) que un izquierdista mareado por su dogmatismo, su vanidad y su aburguesamiento.
En la Antigüedad, la caída del Imperio Romano no se produjo de una sola vez. Su agonía tuvo pulsaciones restauradoras, estrategias políticas y campañas militares sumamente exitosas que lograron reconstituir lo que parecía derrumbarse de manera inminente. Finalmente cayó, sí. Finalmente se fue derrumbando, desintegrando, canibalizando, sí. Pero ello no ocurrió de manera lineal y unidireccional. Hubo una inevitable deriva histórica decadente, pero en su transcurso hubo también estertores de resurrección, que duraron décadas, o siglos.
Hoy la Historia tiene una velocidad mucho mayor y entonces es más probable que estos estertores no duren siglos, pero la decadencia yanki también tiene pulsaciones restauradoras. Hoy estamos en presencia de una de ellas. Obama ha demostrado ser un estratega sagaz al punto de, hasta el momento, haber sido capaz de conducir un reordenamiento mundial de la dominación imperial yanki, aceptando finalmente, a diferencia de los fanáticos neocons y de los frívolos halcones liberales, la coexistencia, tensa, pero coexistencia al fin, con Rusia y China, pero al mismo tiempo conducir la recuperación y reintegración de los espacios que están más a su alcance, concentrando sus fuerzas.
Los “acuerdo de paz” tienen que ver, sin dudas, con la fuerza de Cuba, de Irán, de las FARC. Las concesiones no se hacen a los débiles. Pero nos confundiríamos fatalmente si creyéramos que el Imperialismo ha mutado su naturaleza y ha dejado de ser tal. De hecho, con Cuba el bloqueo sigue, con Irán se renuevan las sanciones, y en Colombia sigue la guerra atizada por el Establecimiento.
Son concesiones a los núcleos fuertes para inhibir sus ímpetus de resistencia y evitar su articulación con los demás escenarios de confrontación del Imperio o sus Estados vasallos, que hacen una guerra periférica, atacando lo que entienden es más débil (débil en relación a lo que se puede obtener en contrapartida) en su configuración de poder integral. Cuba, Irán, las FARC y el ELN son núcleos duros porque son centros compactos en lo político-militar, con capacidades fácticas muy concretas y poderosas, que van mucho más allá de lo estrictamente consensual o democrático-formal. Venezuela tiene un ejército de consideración y deseo y espero que se mantenga unido como un solo hombre en torno de la conducción de Maduro.
Hasta el momento (y hasta donde se sabe), por suerte, el Imperio no ha logrado reclutar muchos traidores o traidores de significación en las filas de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y las fuerzas bolivarianas están en plena redisposición para la lucha. En Argentina, desgraciadamente, las Fuerzas Armadas son sumamente débiles, tanto en moralización de combate (concentración sicológica y emocional sobre el verdadero enemigo: la OTAN) como en avituallamiento de armamento en cantidad y poder.
Tampoco se ha avanzado en milicias populares, como sí lo han hecho en Venezuela. Es el precio del democratismo burgués, del acento excesivo en una astucia legalista que, a veces, paradojalmente, aparece ingenua. De todas maneras, la forma en que CFK se despidió del gobierno fue muy positiva, ya que concentró fuerza moral y política para enfrentar esta dura etapa de restauración reaccionaria que hoy atravesamos.
Respecto de la estrategia imperial, el “viraje al Pacífico” es más que el fortalecimiento de las fuerzas de Occidente destacadas en ese Océano: es el viraje a la concentración sobre sí mismos, en donde se ubica América Latina. No por nada se la puede llamar “patio trasero” a América Latina y no a Israel o Arabia Saudita. Recordemos que Colón, yendo hacia el Oeste, sin saberlo, “descubrió” América. Un “pequeño detalle” en su viaje hacia Asia. Hoy los anglozionistas han decidido viajar hacia Asia por la ruta Oeste. América Latina está en ese camino.
Frente a este nuevo escenario, las fuerzas patrióticas deberemos superarnos en la lucha independentista, saber unirnos y saber actuar. Pero eso ya resulta fútil decirlo. Nuestras acciones y las acciones del enemigo imperialista serán las que determinarán, al fin de cuentas, como sigue esta Historia, más allá de que, por sobre todo, nos de cierta suficiencia el hecho de saber que el destino final del Imperio es su derrumbe, y que este derrumbe está quizá mucho más cerca de lo que parece.