Pablo Gonzalez

Los tractores de Troya en Washington DC.


Mucho se ha hablado, y escrito, sobre la declarada intención del gobierno de Estados Unidos, con su nueva política hacia Cuba, de convertir el sector privado de la economía cubana en un Caballo de Troya contra el socialismo isleño. 

La Secretaria de Comercio estadounidense en su visita a La Habana lo ratificó: “…las últimas regulaciones están diseñadas para apoyar al sector privado emergente en Cuba y colocarnos más cerca de alcanzar los históricos objetivos de la política del presidente Obama”.

Todo lo que se ha decidido por el gobierno estadounidense está constreñido a esos objetivos y aun los viajes “pueblo a pueblo” deben limitarse a categorías establecidas por el gobierno estadounidense, la más amplia de las cuales obliga a viajar en grupos para poder controlar que los ciudadanos del país que se proclama el más libre del mundo no hagan turismo en Cuba.

Pero una decisión reciente del gobierno cubano ha puesto el caballo de vientre hueco, inventado por el astuto Odiseo Laertíada y cantado por Homero, dentro del territorio amurallado de las regulaciones del bloqueo estadounidense contra la Isla. 

Con el anuncio de que ha autorizado a la empresa estadounidense CleBer LLC para establecer una fábrica de pequeños tractores en la Zona Económica Especial de Mariel, Cuba ha tomado el discurso estadounidense y lo ha enfrentado a sus propias contradicciones.

Y es que los tractores producidos por CleBer en el Mariel no estarían dirigidos al sector estatal sino a pequeños agricultores idividuales y cooperativas que hoy llevan el peso fundamental de la producción agrícola en muchos rubros en la Isla, autorizar expeditamente su instalación sería coherente con las declaraciones del gobierno estadounidense, no sólo en el sentido de ayudar a avanzar el sector privado de la economía cubana sino también con las declaraciones de Obama de que sus nueva política busca mejorar las condiciones de vida del pueblo cubano, pues pocas cosas hay más vitales que la producción de alimentos.


El peligrosísimo tractor que mantiene indeciso a Washington.

Sin embargo, el anuncio del gobierno cubano no ha sido acompañado de la correspondiente licencia de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) que debe autorizar los emprendimientos estadounidenses en Cuba, no ateniéndose a la doctrina de la libre empresa que Washington preconiza para el mundo entero, sino al control milimétrico gubernamental al que obliga a la burocracia estadounidense las regulaciones del bloqueo que el presidente de Estados Unidos puede modificar sin pedir permiso al Congreso.

Como el cuento del Gallo de Bodas -“si pico me ensucio el pico y si no pico pierdo el granico”- Washington ha sido colocado en una disyuntiva: Si autoriza a CleBer a establecerse en Mariel abre el grifo para que otras empresas estadounidenses puedan hacerlo y pisaría el acelerador para las inversiones norteamericanas en Cuba, dando un golpe demoledor al bloqueo, si no lo hace, su discurso de promover la iniciativa privada y ayudar al pueblo cubano es el que sufriría un golpe demoledor. Cada hora que pasa mientras en Washington deshojan la margarita sobre la fábrica de Cleber en Mariel, la credibilidad de la nueva política de Obama hacia Cuba se marchita como una flor sembrada en el desierto.

El Caballo de Troya parece haber parqueado frente a la Casa Blanca en Washington DC y llevar en su vientre un pergamino con palabras de Fidel Castro:

“Sueñan los teóricos y agoreros de la política imperial que la Revolución, que no pudo ser destruida con tan pérfidos y criminales procedimientos, podría serlo mediante métodos seductores como el que han dado en bautizar como “política de contactos pueblo a pueblo”. 

Pues bien: estamos dispuestos a aceptar el reto, pero jueguen limpio, cesen en sus condicionamientos, eliminen la Ley asesina de Ajuste Cubano, la Ley Torricelli, la Ley Helms-Burton, las decenas de enmiendas legales aunque inmorales, injertadas oportunistamente en su legislación; pongan fin por completo al bloqueo genocida y la guerra económica; respeten el derecho constitucional de sus estudiantes, trabajadores, intelectuales, hombres de negocio y ciudadanos en general a visitar nuestro país, hacer negocios, comerciar e invertir, si lo desean, sin limitaciones ni miedos ridículos, del mismo modo que nosotros permitimos a nuestros ciudadanos viajar libremente e incluso residir en Estados Unidos, y veremos si por esas vías pueden destruir la Revolución cubana, que es en definitiva el objetivo que se proponen.”


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