A la clase obrera y a los pobres del campo y la ciudad
A los presos políticos internacionalistas en Chile y el Perú
A los presos políticos mapuche
A la izquierda revolucionaria chilena
A nuestros militantes y al pueblo mirista
No es un secreto ni una sorpresa para nadie que existen distintas expresiones del mirismo en Chile. Cada expresión y fuerza política en particular posee sus peculiaridades y énfasis específicos, los cuales por supuesto se reconocen en diferentes aspectos de lo que el MIR desarrolló en determinados momentos de su vida orgánica.
Frente a ello siempre hemos pensando y sostenido públicamente que todas y cada una de estas expresiones organizativas son respetables, valiosas y positivas en la medida que se asumen consecuentemente en la lucha revolucionaria.
También hemos comprendido siempre que el proceso de unidad entre estas fuerzas (cuestión que se ha venido dado en varios casos los últimos años) es un problema que debemos abordar con seriedad y buena disposición por parte de todos quienes componemos la franja mirista.
Siempre hemos estado dispuesto a conversar y acercar posiciones sobre la base de un principio elemental: la honestidad.
La diáspora mirista a la cual nos arrastraron un puñado de militantes con ideas reformistas y socialdemócratas ya quedo en el pasado.
Los traidores y los mentirosos de todo orden se han mostrado frente a nuestro pueblo tal cual son. Salvo algunos…
Medianamente distinta es la situación del MIR conducido por la dinastía de Demetrio Hernández y su esposa Mónica Quilodrán. Ambos sujetos han hecho toda una carrera política (es en 1993 cuando se conforman realmente producto de la unidad entre sectores dispersos del mirismo renovado y reformista) usufructuando de la imagen del MIR, su historia y su trayectoria.
Levantando la bandera, los colores y la mística mirista han logrado instalarse como el “MIR oficial” (como les gusta señalar en sus patéticas actividades públicas, por ejemplo) entre las conciencias de algunos sectores de nuestro pueblo y de la izquierda chilena, introduciendo la confusión y la desesperanza entre quienes depositan sus ilusiones en el proyecto revolucionario mirista.
La verdad que siempre nos importó poco su existencia, de hecho sus ridículas “puestas en escena” siempre nos parecieron graciosas (el patetismo del reformismo y sus pantomimas siempre -irónicamente- han tenido mucho de cómico).
Es claro que su proyecto y el nuestro tienen distancias enormes.
Es claro también que no hay unos “cuantos” matices sino verdaderos abismos infranqueables que separan y enfrentan nuestras concepciones y prácticas políticas.
Mientras ellos desarrollan la típica estrategia reformista (lucha electoral, gradualismo y etapismo; partido público, abierto y legal) nosotros asumimos la lucha armada y la constitución de un partido revolucionario de combate para enfrentarnos al enemigo por todos los medios posibles y necesarios; mientras ellos levantan una concepción programática “progresista” cercana a la socialdemocracia y al populismo de “izquierda”, nosotros levamos la lucha revolucionaria por el socialismo y la unidad de todas las fuerzas revolucionarias e insurgentes del continente contra la bestia imperialista.
No puede haber similitud entre dos proyectos tan opuestos…
Hoy el MIR-Renovación no siente pudor alguno en marchar al lado de los partidos que los dueños del poder y la riqueza financian directamente, poniendo al servicio del enemigo a su base militante honesta (que sabemos poseen, especialmente entre sus jóvenes). El PRO no es otra cosa que una fracción política más del bloque en el poder, de la burguesía más recalcitrante que hoy controla, dirige y financia al conjunto de los partidos políticos que representan los intereses del capital y del imperialismo.
El MIR-Renovación, en el marco de una obtusa política reformista, se subordina a cambio de algunos cupos parlamentarios (o quizás muchos menos) a un partido miserable, que no merece ni perdón ni respeto alguno.
Los renovados tienen además el descaro de presentar su “unidad” (subordinación) con el capitalismo como una “alianza táctica” que fortalece el camino hacia una “nueva” Constitución Política más “democrática” e “inclusiva”, como si ese fuese el camino de la lucha revolucionaria que los trabajadores y el pueblo deben verdaderamente asumir. ¿Ilusos?, ¿Traidores?, poco importa…
Con la misma retórica que un partido de la Concertación (tal como el PC) levantan su subordinación como un logro del pueblo y la clase, como un camino “necesario” hacia un hipotético triunfo que -obviamente- solo vive en sus torpes e inocuas cabezas.
La movilización revolucionaria de masas, las formas radicales de enfrentamiento y protesta, la acción directa y la autodefensa popular, pasan completamente al olvido frente a un oportunismo electoralista desenfrenado. No hay respeto por nuestra bandera, no hay respeto por nuestra historia, no hay respeto alguno frente a la memoria de nuestros mártires.
Ante esta vergonzosa situación, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, declara:
1. Repudiamos de forma tajante la alianza establecida del MIR-Renovación, liderada por Demetrio Hernández y Mónica Quilodrán, quienes estrechan lazos con el Partido Progresista, representado por Marco Enriquez-Ominami, partido financiado y potenciado por los ricos y poderosos que controlan y explotan este país. Todos aquellos que se ubican de la mano de los partidos de la clase dominante deben ser reconocidos como enemigos del pueblo y los trabajadores. No hay puntos intermedios en la lucha de clases.
2. Creemos que esta situación refleja una vez más la incompatibilidad del proyecto de esta organización, con los intereses y objetivos de la clase revolucionaria de nuestro país y del pueblo latinoamericano.
Sin embargo, esto no debe sorprendernos, ya que antes se habían envuelto en alianzas materializadas en el “Juntos Podemos Más”, liderado y conducido por el Partido Comunista de Chile, hoy parte integrante de la administración del capital (y de los aparatos represivos) en Chile. Es el camino “consecuente” de la renovación, que se “guardó” para siempre la lucha revolucionaria en el bolsillo.
3. Quilodrán y Hernández estuvieron vinculados a la fragmentación del partido, impulsando una política marcadamente vacilante, intentando por todos los medios canalizar las luchas e historia del Partido en la legalidad burguesa. Hoy, trabajando de la mano con uno de los partidos que busca darle gobernabilidad desde la izquierda al capitalismo, demuestran el abandono evidente de la lucha por el socialismo, en franca oposición a los principios fundamentales de la izquierda revolucionaria latinoamericana.
Ellos han convertido al MIR en una sigla vacía, haciendo uso de su historia y sus colores como moneda de cambio para impulsar la conciliación en vez de la confrontación entre clases antagónicas, convirtiendo al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, la Juventud Rebelde Miguel Enríquez (JRME) y el Movimiento Universitario de izquierda (MUI), en caricaturas de organizaciones de revolucionarias, que voy vemos se avergüenza de la política impulsada por sus propios dirigentes. Una cosa es ser reformistas, como lo han sido desde su fundación en 1993, y otra muy distinta es ponerse al servicio directo de la clase dominante.
4. A los militantes honestos que están en dicha organización con el objetivo de luchar contra la explotación, les decimos que se opongan rotundamente a las directrices que hoy emanan desde el oportunismo de sus dirigentes. A los militantes de la izquierda revolucionaria los invitamos a rechazar a los traidores, hoy más que nunca debemos saber separar aguas, impulsar con fuerza nuestras propuestas y métodos, y dar golpes certeros a quienes dan vida al capitalismo en Chile y el mundo.
POR LA LIBERACIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA
¡LA LUCHA CONTINÚA!
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR de Chile