Pablo Gonzalez

Las verdades que se esconden detrás de la tragedia griega


Grecia fue la civilización donde se crearon el drama y la farsa como formas de teatro. Las negociaciones con la zona euro fueron un drama para el pueblo griego y una farsa protagonizada por los líderes europeos.

De hecho, es dramático para todos, ya que esto pone un punto final al sueño más radical después de la Segunda Guerra Mundial. Veamos por qué. Será un poco largo, pero sin examinar algo de historia, es imposible entender cómo hemos llegado a esta situación.

Los medios de comunicación han estado presentando el diktat alemán impuesto a Grecia como una diferencia cultural entre el trabajador hormiga y el saltamontes irresponsable de los cuentos de Esopo, a lo que se une la ética de trabajo de los protestantes del norte contra el sur católico (los griegos son ortodoxos católicos). Estas son realidades, pero que dejan fuera importantes verdades.

En primer lugar, recordemos que el euro era un diseño político, no un proyecto económico. Salió de un acuerdo desmenuzado entre el presidente francés François Mitterrand y el canciller alemán Helmut Kohl. Fueron aquellos temores del poder de una Alemania reunificada. “Me gusta tanto Alemania que prefiero tener dos”, bromeaba el presidente francés, que pidió al canciller alemán abandonar el muy fuerte Marco y aceptar una moneda común europea, por lo que el destino de Alemania sería integrarse para siempre con otras economías europeas.

Kohl, al igual que todos los líderes de la época --excepto la premier británica Margaret Thatcher--, estaba genuinamente comprometido con la integración europea, aceptó la idea, e incluso concordó con que el primer Gobernador del Banco Central Europeo no sería un alemán, como hubiera preferido su electorado.

Para los alemanes, abandonar el Marco era un fuerte sacrificio psicológico, después de sus experiencias dolorosas de la inestabilidad financiera. Kohl actuó como un estadista europeo, con un gran costo personal ante su electorado, algo que hoy es simplemente inimaginable.

El diseño del euro era claramente incompleto sin una armonización fiscal y una mayor integración financiera. Pero en ese momento, todo el mundo pensaba que la moneda común aceleraría automáticamente la integración europea. Apenas un año antes, en 1989, el Muro de Berlín cayó, y nadie podía prever de qué manera el fin de la amenaza comunista cambiaría la política dentro del mundo capitalista.

En los años posteriores a la introducción del euro (2002), una Alemania más grande y más fuerte aumentó su potencia, también gracias a las reformas de mercado realizadas bajo Gerhard Schröder, traduciéndose en algunas dificultades para los alemanes más pobres. Esto convenció a la gente de que ellos habían hecho su parte de sacrificios, que la austeridad hizo su trabajo y que era la receta para la crisis.

Alemania se convirtió en una exportadora neta dentro de la Unión Europea, utilizando su superávit para crecer aún más internamente. Los alemanes ven este excedente como resultado de sus sacrificios y fruto de su trabajo, por lo que no miran con buenos ojos a los países con déficit. El comentario común de la calle es: ¿por qué mi dinero va a personas que no fueron capaces de dirigir su propio país?

Aquí es donde se puede ver la diferencia entre un estadista y un político. Angela Merkel, que por cierto surgió de la influencia política de Kohl, que pese a haber sido su mentor, fue fundamental en su expulsión de la política, nunca trató de educar a su electorado con una visión europea.

Pocos alemanes entienden que su riqueza proviene en gran parte de los consumidores europeos, que también son ciudadanos europeos. Su actitud con el rescate de minúscula Chipre fue de total intransigencia. Nunca existió ningún esfuerzo por parte de las autoridades alemanas para explicar a sus ciudadanos que ellos también estaban en el mismo barco.

Es justo destacar que Merkel no está cabalgando sola en la popularidad del sentimiento nacionalista. Lo mismo está ocurriendo en toda Europa. El período marcado por De Gasperi, Adenauer y Schuman ha terminado.

En la UE se ha pasado de Delors a Juncker. La visión y el idealismo han dado espacio a los intereses nacionales y a la UE ahora se le ve más como una vaca para ordeñar. La unidad tácita para la ampliación de la Unión Europea a 28 países ha sido impulsada por una sola cosa: el dinero.

Por tanto, el euro se ha convertido en una camisa de fuerza para los países en déficit, y una herramienta de poder para aquellos con superávit, como el Premio Nobel Paul Krugman escribió en el New York Times, que describe el euro como Motel Cucaracha, una trampa que una vez introducida, nunca se puede escapar.

Grecia significa tan solo 2% del PIB europeo. Pero funciona el mismo mecanismo, la falta de unión y solidaridad, el motivo por lo que hasta ahora ha sido imposible para una región de 450 millones de personas, llegar a un acuerdo sobre la forma de recibir 40.000 refugiados, muchos de ellos de países como Siria y Libia, en cuya destrucción Europa tiene responsabilidad directa. Este mecanismo ha estado jugando estragos con Grecia.

Los países acreedores insisten en que Grecia ya ha recibido dos rescates: uno en 2010 por € 110 mil millones, con la condición de que eliminaría el déficit, y otro en 2012, por 220 mil millones. Lo que en gran medida no ha sido informado, es que esos préstamos fueron desembolsados bajo un estricto control del BCE, el FMI y la UE, que se aseguraron de que 80% iría directamente a los bancos europeos que habían invertido previamente en los bonos griegos, porque eran los más rentables de la zona euro.

Los bancos alemanes y franceses eran los más expuestos. Sólo 20% se destinó a la economía griega. La austeridad que aparece con los préstamos, ha traído consigo devastación social y económica.

Los otros países que también recibieron un rescate con el programa de austeridad adjunto (España, Portugal e Irlanda) han perdido 7% de su PIB en la crisis. Grecia ha perdido 26% del PIB. Los salarios se han reducido en 14%. Grecia es el único país de la UE donde el salario mínimo ha disminuido. El desempleo se sitúa en 26%, con un desempleo juvenil de 50 por ciento. Más de 75% de los desempleados lo ha sido durante más de un año. 

De acuerdo con la OCDE, uno de cada cinco personas no se puede permitir una comida. La falta de vivienda se ha triplicado en los últimos dos años. 40,5% de los menores de edad se encuentran ahora en condición de pobreza.

No es necesario ser un premio Nobel como Krugman y Stiglitz para deducir que es necesario un ajuste progresivo y complejo en un país poco industrializado, con una burocracia exagerada y baja productividad, donde años de mala gestión y corrupción tienen que ser corregidos, donde la evasión fiscal es pan de cada día y el bienestar inflado. La receta de austeridad impuesta indicaba que entre 2010 a 2012, el presupuesto debe estar en paridad. En los últimos cinco años, Grecia redujo costos y aumentó los impuestos llegando al 30% del PNB.

Ningún otro país de Europa ha sido capaz de hacer esto. Pero ya en el primer año de estudios en cualquier Facultad de Economía, se aprende que el PNB es formado por cuatro elementos: las inversiones públicas, que han desaparecido; el excedente comercial, que nunca fue una condición griega; inversiones en los sectores de investigación, de educación y de salud, que han retrocedido varias décadas y, finalmente, por el gasto local, que ha parado.

¿Cómo puede pretender que un presupuesto esté equilibrado por simplemente reducir los gastos y salarios? ¿Cómo se puede resolver la evasión fiscal en unos meses? No es una coincidencia que en cinco años seis partidos han estado en el gobierno y el país ha sido dirigido por cuatro primeros ministros (cinco, si se incluye un provisional). ¿Cómo se suponía que Syriza debía resolver todo en un par de meses?

Cuando Grecia ingresó al euro, todo el mundo sabía que sus estadísticas eran dudosas. El gobernador del BCE, el holandés Wim Duisenberg, incluso hizo sonar una alarma oficial. Pero eran los tiempos de las vacas gordas.

Grecia fue la cuna de Europa, una economía pequeña, por lo que a nadie le importaba. Luego, en 2004, el centro-derecha de Kostas Karamanlis llegó al poder, y descubrió que el déficit presupuestario no era de 1,5%, sino de 8,3%. Decidió mantener esto en secreto en ese agosto en que los Juegos Olímpicos regresaban a Grecia, donde nacieron.

Por supuesto que en ese momento el presupuesto se había convertido en insostenible. En 2008, la recaudación tributaria del país, entraba en colapso. El cobro de impuestos ya era un desastre, porque dejaba fuera a los ricos, sólo tributando a aquellos con un salario fijo. El agujero en el presupuesto se volvió demasiado grande como para ocultarlo. 

En 2009 la calificación crediticia del país fue rebajada, primero por Fitch y luego por Moody. El costo de los préstamos disparó, y los bancos europeos descubrieron que los bonos griegos estaban perdiendo valor día a día.

Por lo tanto, en 2010 fue dado un primer préstamo, bajo la condición absurda de lograr un presupuesto equilibrado en dos años. Los recortes en todos los sectores del país provocaron grandes manifestaciones y tan solo en 2011, se sucedieron tres gobiernos. En 2012 el socialista Georgios Papandreou aceptó un segundo préstamo, con las mismas condiciones de austeridad, lo que por supuesto hizo que la situación fuese aún más insostenible, agravándose el desastre social.

Es interesante leer ahora "Prueba de Estrés, Reflexiones sobre la crisis financiera", las memorias de Tim Geithner, Secretario del Tesoro (ministro de finanzas) en el primer gobierno de Obama, publicado en 2014. Geithner sostiene que la recuperación de Estados Unidos de la crisis se debe al hecho de que en lugar de tomar el camino de la austeridad, pese a hacerlo parcialmente, adoptó la senda del crecimiento

El gobierno estadounidense ha estado siempre tratando de convencer a los europeos a abandonar su fijación con la austeridad. Por ello, Geithner, en el momento del segundo plan de rescate, fue a visitar el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, el campeón de la teoría económica de austeridad.

Solo que, Schäuble no es un economista, sino un abogado, que por cierto sabe más acerca de las reglas que sobre la economía. Geithner descubrió que Schäuble estaba convencido de que Grecia se tenía que ir, como un mensaje para el resto de los países deudores, especialmente dirigido a Francia e Italia.

En su óptica, era necesario redefinir el diseño europeo, haciéndolo más homogéneo y bajo estrictas normas comunes. En otras palabras, en lugar de una Alemania europea, como era la visión de Adenauer, Kohl y Schmidt, Schäuble quería una Europa alemana. Se opuso tenazmente al segundo rescate, ya que no confiaba en los griegos como capaces de llevar su presupuesto a la paridad. Fue contrariando por Merkel con gran dificultad.

En septiembre de 2014, el entonces primer ministro conservador helénico, Antonis Samaras, viajó a Bonn para explicar a Merkel que las medidas económicas impopulares que Grecia estaba obligada a promulgar, estaban alimentando el surgimiento de Syriza, un partido de izquierda radical.

Merkel lo ignoró por completo, y le aconsejó que seguir adelante de inmediato con las reformas. En enero de Alexis Tsipras fue elegido por un electorado exasperado.

Mucho se ha escrito sobre cómo el entonces ministro de Finanzas de Syriza, Yanis Varoufakis, un economista marxista, debatiría con todos sus colegas europeos. Cómo el referéndum convocado por Tsipras sobre el euro fue considerado un error por Merkel y los demás acreedores. Cómo el referéndum se celebró en medio de una campaña del miedo llevada a cabo por conservadores y socialdemócratas, con un llamamiento a los votantes griegos desde el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker (conservador), el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem (laborista), el vice primer ministro de Alemania, Sigmar Gabriel (socialdemócrata) y así sucesivamente.

El BCE llegó a clausurar el flujo de dinero a Grecia, en contra de sus reglas agravando el clima de miedo. Lo que pasó desapercibido fue el análisis político del referéndum y la ascensión del propio Tsipras, que era más relevante que la propia Grecia.

Existe el consenso general de que el Wall Street Journal es el portavoz mundial en los círculos económicos. Mientras que el New York Times escribió un editorial para criticar la obsesión por la austeridad en Europa y el papel egoísta de Alemania, el Wall Street Journal del 6 de julio escribió un editorial comentando el referéndum, recomendando que sería mejor una salida del euro que el riesgo de contagio político con una anti-reforma. 

El editorial dice que a menos que se detenga el contagio político, los partidos de izquierda en Italia, Portugal y España tendrán un nuevo argumento para hacer frente a las reformas que han comenzado a mostrar algunos avances [...]

“Esto podría condenar al centroderechista gobierno español de Mariano Rajoy, ya que va a las urnas finales de año”. Otro editorial indicó que la victoria de Tsipras fortalecía Podemos en España, y que el ala izquierda del partido irlandés Sinn Fein, también ha comenzado a utilizar Tsipras para su campaña interna. El 8 de julio, Holman Jenkins J. dijo abiertamente: "Portugal, Italia y España, los Estados de bienestar europeos fundamentales, ya han hecho la misma transición de dinero externo a la dependencia de otras personas" para mantener sus sistemas debienestar ".

Por lo tanto, la defensa de Grecia desde una Francia generalmente subyugada, es obvia: es Estado social defendiendo el sistema de bienestar europeo contra las reformas que el sistema neoliberal requiere.

Jochen Büttner, el editor de política del semanario conservador Die Zeit, repite los mismos argumentos de una opinión publicada por el New York Times: ¿Por qué Grecia tiene que irse?, señalando que "el desempleo en Italia, Portugal y España sigue siendo alto, y la unión de antieuropeos y populistas está en aumento en los tres países”. “La conclusión de que la gente que piensa que no se puede obtener nada de un tercer rescate para Grecia, es casi seguro que votarán por partidos radicales y la conducta obstructiva será finalmente recompensada ".

Por tanto, existe un abierto llamamiento para un cambio de gobierno en Grecia y un castigo para sus ciudadanos, que han ignorado todos los exhortos de los líderes europeos para evitar un contagio político. Esto está muy lejos de la idea de la solidaridad europea y de "una unión cada vez más estrecha", como señala la Carta de la UE.

Se trata de una definición precisa de que Europa es la que el sistema en el poder quiere. Y el sistema no tiene ningún problema con la doble moral.

Examinemos a Ucrania, que ha solicitado un rescate, que el FMI estima del orden de 60 mil millones de dólares. Si bien el déficit griego es el resultado de la mala administración, el de Ucrania, como es ampliamente reconocido, es el resultado de malversaciones y corrupción.

El gobierno, con el apoyo del FMI, está pidiendo un “corte de cabello” (o una cancelación parcial) de su deuda. Según Andrew Kramer, del New York Times, las negociaciones han sido abiertas en este punto. Merkel ha sido muy firme: no al corte de pelo a Grecia, aunque el FMI ha dicho claramente que no hay posibilidad de que Grecia pague su deuda, que se sitúa ahora en 200% de su PNB, lo que no es de extrañar, teniendo en cuenta que deben pagar 240.000 millones de dólares de los dos rescates precedentes.

El FMI incluso ha amenazado con no participar en la implementación del tercer rescate, si no se acepta una reducción del déficit. El tercer rescate se expresa en los términos más humillantes, incluso por lo que sugiere la liquidación de € 50.000 millones de activos nacionales griegos en un fondo administrado bajo el control del acreedor. Alemania quiere lavarse las manos de esa ejecución y prefiere que el FMI haga el trabajo sucio.

La saga griega no ha terminado, durará por muchos años, ya que el proyecto de austeridad está fuera de la realidad, y tal como están las cosas, la situación sólo podrá empeorar. Los egocentrismos nacionales claramente han salido a la luz.

Sin embargo algo ya está claro. El proyecto europeo ha cambiado radicalmente: ya no se basa en la solidaridad y la unión, sino en el dinero y los mercados. El euro, que se suponía iba a ser el punto de partida para una mayor integración, como dice Krugman, es ahora un mecanismo que va incrementar la brecha entre los países fuertes y los débiles.

Además, ahora Europa tiene que enfrentarse a la posibilidad de un Brexit, con el referéndum británico sobre su permanencia en Europa. Merkel ya ha emitido algunas señales positivas sobre las reivindicaciones de Cameron, incluyendo el cambio de la constitución de Europa.

La nueva Europa, liderada por Alemania, se basará sólo en la economía, con una reducción del Estado de bienestar, poca preocupación por las cuestiones sociales y una creciente desigualdad social.

Un año después del primer rescate griego, en 2011, en la convención anual de su partido en Leipzig, Volker Kauder, líder de la CDU en el parlamento alemán, provocó un gran aplauso cuando señaló que "de repente, Europa habla alemán. No en el idioma, sino en la aceptación de los instrumentos por los que Angela Merkel luchó tanto tiempo y con tanto éxito ".

Una Alemania enérgica ha seguido creciendo desde entonces. En marzo Herfried Münker, un prominente politólogo de Berlín, publicó un libro que fue un gran éxito "El poder en el medio", donde enfatiza que Alemania tiene el deber de guiar a Europa, porque ni Bruselas ni otro país de la UE son lo suficientemente fuertes como para hacerlo.

Las lecciones de la historia han sido relegadas. Alemania estaba profundamente humillada por el tratado de Versalles después del final de la Primera Guerra Mundial, lo que llevó a Hitler al poder.

Grecia, por supuesto, es un país pequeño, por lo que su humillación no es una amenaza. Sin embargo, al final de la Segunda Guerra Mundial, Grecia votó a favor de reducir la deuda alemana en 40 por ciento.

Por lo tanto, surge la inevitable pregunta: ¿es una lectura correcta de la historia pensar que para liderar Europa se debe imponer a todos su propio modelo interno como la única realidad o esto conduce a tensiones y tensiones? Ya es hora de que los alemanes comiencen a reflexionar sobre esta cuestión.

Roberto Savio, Alainet

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