INTRODUCCIÓN
El pensamiento de Rosa Luxemburgo ha cobrado recientemente gran actualidad.
En primer lugar, la crisis económica se ha explicado a través de tesis marxistas.
La crisis ha inflado la economía financiera y la burbuja inmobiliaria y eso se puede explicar con la teoría de Luxemburgo, que defendía que en el sistema capitalista la producción no está encaminada a satisfacer necesidades; su fin es la creación de valor, no la producción de artículos de consumo, sino plusvalía de manera ilimitada.
El sistema genera gran desigualdad, hambre, predominio de la economía financiera y especuladora, paro y precariedad, militarismo, un control de la opinión pública por parte de los poderes públicos y la pérdida de capacidad de decisión y participación de los ciudadanos sobre el futuro que queremos vivir…
También los movimientos antiglobalización han usado la imagen de Luxemburgo. Algo curioso en una autora internacionalista.
Por un lado, Luxemburgo defiende que el ideal social debe llegar a todo el mundo, por otro, según Rosa Luxemburgo, llegará un momento en que la extensión del capitalismo a todo el mundo hará inviable este sistema.
Mercancías, información, capitales y personas se mueven de un extremo a otro.
El problema del capitalismo es que el nuevo capital adicional debe encontrar las condiciones materiales que hagan posible su funcionamiento y la realización de la plusvalía capitalista sólo es posible si incorporamos a consumidores externos al propio sistema capitalista: los países subdesarrollados.
Si todo el mundo es capitalista, se produce la crisis final y el sistema será sustituido por uno realmente internacional, en el buen sentido de la palabra.
Pero la globalización también es sinónimo de interdependencia entre todos los territorios, países y pueblos del mundo. La globalización ha ido más allá de un fenómeno económico, es también una realidad social, cultural y política.
Aunque ésta ha unificado a toda la clase capitalista y este proceso está siendo conducido por las grandes empresas multinacionales.
También las recientes guerras imperialistas, de Irak o Afganistán, han vuelto a traer la figura de Rosa Luxemburgo.
El antimilitarismo de Rosa Luxemburgo fue un elemento fundamental de su pensamiento: se opuso a la Primera Guerra Mundial y fue usada por los movimientos de los 60 y 70 como emblema, especialmente como crítica a la guerra de Vietnam.
Además, Rosa Luxemburgo también ha vuelto a los rotativos: según las autoridades alemanas unos restos encontrados en el Instituto Forense de Berlín han desenterrado un cadáver que podría ser el de la revolucionaria asesinada.
El cadáver está decapitado y presenta “semejanzas asombrosas” con el de la líder izquierdista. Parece que el cuerpo que se sepultó el mismo año de su muerte no era el suyo: carecía del defecto de cadera que ésta presentaba, con una pierna más larga que la otra.[2]
Michael Tsokos, el jefe de departamento del Instituto de Medicina Legal y Ciencia Forense del hospital berlinés, ha asegurado que ya dudaba de la identidad del cadáver enterrado allí. Se dieron muchas inconsistencias en el examen post mortem acometido por sus predecesores en el hospital.
Tales inconsistencias incluyen el hecho de que los patólogos no mencionan el defecto de las caderas y la diferente longitud de las piernas de la fallecida.
El cadáver, además, no presentaba los golpes de culata que se sabe que Luxemburgo recibió en el cráneo ni del tiro en la cabeza que se supone que le provocó la muerte.
Por el contrario, el cuerpo con el que Tsokos se encontró hace dos años mostraba signos claros de ahogamiento, según Der Spiegel.
Exámenes posteriores determinaron que el cadáver era el de una mujer de entre 40 y 50 años, que había padecido osteoartritis y cuyas piernas eran de diferentes longitudes.
Las extremidades que faltan se pueden explicar por pruebas secundarias como la de que se ataron pesos a las manos y los pies de Luxemburgo antes de ser arrojada al canal, según Tsokos.
El agua, al congelarse, habría separado los miembros del cuerpo.[3]
En cualquier caso, Rosa Luxemburgo se negó en vida a ir de víctima, y tampoco aquí vamos a buscar victimismo en su vida.
Tal vez fue evitar ese victimismo lo que le permitió no verse tan discriminada por el hecho de ser mujer – no tanto, por ejemplo, como por su defecto de cadera.
Sin embargo, eso no quiere decir que su sexo no fuera un freno a su actividad y a la extensión de sus ideas. Tendría que ser otra mujer, Joan Robinson, que publicó en 1951 el libro más conocido de Rosa Luxemburgo, La Acumulación del Capital, en Yale University Press la que reconociera en una introducción de 15 páginas que Rosa había explorado casi por vez primera temas tan importantes en la economía como el incentivo a la inversión y que había creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo, dando especial importancia al crecimiento de la demanda efectiva, con lo que anticiparía los modelos de crecimiento del siglo XX (ver Trincado 2001).
SUEÑOS DE UN CAMBIO REVOLUCIONARIO
Desde que nació, Rosa Luxemburgo en 1871 en la pequeña ciudad polaca de Zamosc, cerca de la frontera con Rusia (en aquella época, la parte de Polonia en la que nació Rosa pertenecía a la Rusia zarista), Rosa mostró una actitud idealista, y sueños de un cambio revolucionario:
“Mi ideal es un mundo donde fuera capaz de amar a todo el mundo en paz.
Para conseguir esto, tal vez algún día tendré que aprender a odiar” (Seidemann, 2002, p. 9).
Esta es la inscripción que a los 17 años (en 1887) escribió en la parte de atrás de una fotografía que dio a un compañero de clase cuando acabó sus estudios secundarios.
Sus estudios la hicieron conocer los escritos de Adam Smith y otros filósofos morales, y sus inclinaciones la llevaron a los escritos radicales, donde leyó a Marx y Engels.
En su periodo de estudio, ya se involucró activamente en la política.
Allí encontró también a Leo Jogiches, un organizador político que tenía 23 años, mientras ella tenía 20.
Él le enseñó la práctica revolucionaria.
Sin embargo, mantuvieron diferencias de criterios en cuanto a la organización de la revolución: Jogiches era “todo organización” y, sin embargo, Rosa era “todo desorganización”.
Su relación empezó a deteriorarse con el éxito profesional de Rosa.
Jogiches no soportaba estar en la sombra y ella se sentía culpable. Rosa se debatió entre mantener su vida profesional y su vida personal y, finalmente, ganó la profesional, dado que Leo y Rosa se separaron cuando ella acabó el libro de La Acumulación de Capital.
Aunque con el tiempo no le acompañara Leo, Rosa Luxemburgo siempre se vió acompañada de su idealismo y siempre buscó la llegada de ese mundo utópico en que “nuestros mundos no se reducirán a buscar la propiedad de nuestro hogar porque sentiremos el mundo entero como nuestro hogar” (Luxemburgo, 1914, pp. 4-5)[4].
Siguió sus principios libertarios hasta el final y, de hecho, a pesar de que defendió la revolución social, también tuvo un chispazo de genio ante el surgimiento de la primera revolución rusa e indignarse con la forma en que se estaba produciendo.
Es decir, con sus ideas socializantes, presenció el estado embrionario de una revolución que deseaba pero la criticó desde el principio.
Todo ello se debe a que Rosa Luxemburgo entrevió una nueva forma de pensamiento y defendió una forma de ser humano bien distinta de la de sus camaradas masculinos.
Decía desde la carcel “Ser humano significa arrojar alegremente toda nuestra vida en las “escalas del destino” cuando es necesario pero, al mismo tiempo, regocijarse de cada día soleado, de cada bella nube.
Ah, no conozco ninguna fórmula para poder haceros humanos” (Rosa Luxemburg a Emanuel y Mathilde Wurm, 12/28/16, en Luxemburg (1993, p. 173), y en Dunayevskaya (1985, p. 7)). Las cartas desde la carcel, en la que Rosa estuvo desde 1914 a 1918, son realmente reveladoras.
En ellas, se muestra a una mujer cálida, sin resentimiento, apasionada por la vida, que encontraba placer en mirar a una flor, que describía con ternura a una bandada de pájaros en el parque o se fascinaba por la geología y poesía, por la luz y sombras.
Las experiencias de la vida podían ser crueles o alegres, pero Rosa vivió siempre sin miedo, ni siquiera a la muerte.
Tal vez finalmente pudo responder a su propia pregunta literaria sobre una historia de Tolstoy.
Era una donde Ivan Ilich logró, antes de morir, una conciencia luminosa, algo que le dejó conquistar su miedo a la muerte y todos sus dolores.
“Se podría definir eso mejor?
¿Cómo lo has interpretado?” (Carta a Konstantin Zetkin, 6-8-1909 en Luxemburg (1981, p. 175)) preguntaba. Citaremos también otro fragmento de una carta de prisión a Sophie Liechknecht que resulta muy entrañable.
A Luxemburgo le pareció una experiencia increíble encontrar una mariposa en la ventana, que había estado encerrada dos o tres días golpeándose contra el cristal. Ya sólo mostraba un pequeño movimiento de sus alas para mostrar que estaba viva.
Dice ella “en cuanto me di cuenta, me vestí, temblando con impaciencia, subí a la ventana y la tomé con cuidado en mi mano. Estaba quieta, y pensé que debía estar muerta…
Luego la llevé a mi cuarto, la puse en el alfeizar para ver si la podía revivir. Pusé unas flores frente a sus antenas para que pudiera comer.
Parecía muerta. En ese momento, oí el piar de un pájaro y le dije a la mariposa, “Escucha lo alegre que canta el pájaro; tú también debes animarte y volver a la vida de nuevo!…”
Pensé que perdía mi tiempo pero no, porque aproximadamente media hora después la pequeña criatura realmente revivió; tras moverse un momento, pudo revolotear lentamente de nuevo. ¡Estaba tan encantada con este rescate!” (Wroncke, mayo 1917, Luxemburg (1969, pp. 33-4); o Beer (1928, p. 24)).
Tal vez fue su pensamiento femenino el que le llevara a descubrir una nueva forma de alienación distinta a la de Marx. La alienación es uno de los conceptos más importantes de Marx, un concepto que tomó de Hegel y Feuberbach.
La definición de alienación consiste en que el producto de una actividad se separa de la actividad y la domina, no reconociéndose el hombre en ella.
Según Hegel la alienación se da en las ideas: el Estado, la ley, se superponen a nuestro quehacer diario … Según Feuerbach, estamos alienados por la religión: creamos a un dios y éste acaba dominando nuestras acciones.
Según Marx, sin embargo, no es la religión la que nos aliena. La religión no es más que el opio del pueblo, pero la verdadera alienación y miseria se dan en la política, en la sociedad y en la economía.
Es decir, creamos al estado, a las clases sociales y al capital, y esos subproductos de nuestra actividad acaban dominándonos.
En última instancia, ¿qué buscan estos filósofos de la alienación? Rosa Luxemburgo se empieza a dar cuenta que lo que buscan es la apertura a un yo profundo, libre, un yo desde donde surge la creatividad y que no está alienado.
Desde esta perspectiva del yo profundo comenzó una nueva forma de socialismo que durante mucho tiempo fue crítico del stalinismo, la utopía de la mediación estética, que partía de Schiller y que ha ido hacia Adorno o Marcuse.
Estos socialistas plantearon la ruptura de la alienación buscando el presente vivo de Husserl, que también explicó Heidegger como un pensamiento más allá del pensamiento representativo, que se opone al olvido del ser.
Es un presente en que se produce el desvelamiento de ser, una presencia entendida como donación. Este presente tiene mucho que ver con la poesía o el arte.
La humanidad debe dirigirse a ese lugar desde donde se abre el espacio, pero el poder se apodera de las cosas de un modo que expropia la posibilidad de que el hombre pueda encontrarse en ninguna parte consigo mismo.
El lenguaje es el acontecimiento en el que se produce la apertura a la realidad, como vuelta a una palabra arcaica en la que se exhibe el misterio. Sin embargo, en el siglo XX, el lenguaje ha sido alienante y ha sustituido a la experiencia.
La imagen y el simulacro también son fuente de alienación.
Rosa defendió una liberación de las masas con un pensamiento claro en una existencia luminosa, donde el lenguaje, la burocracia, el miedo y el poder no extinguieran la vida en todas sus formas.
HACIA LO ABIERTO
Rosa Luxemburgo buscó lo abierto tanto en la teoría como en la práctica. Por ello, luchó contra la endogamia que continuamente encontró en su vida (Trincado 2003). Por ejemplo, la encontró en el mundo feminista.
El hecho de que una joven de 27 años, sólo un años después de su llegada a Alemania, comenzara su vida intelectural con un desafiio nada menos que de enfrentarse a Eduard Bernstein, albacea del marxismo, ya nos revela mucho del tipo de activista que era.
Luxemburgo intentó colaborar con los movimientos de liberación femenina, y, aunque se menosprecia la cuestión femenina en Luxemburgo, en realidad ésta siempre defendió el papel de la mujer en la revolución.
Su amistad con Clara Zetkin, fundadora de la liberacion femenina como movimiento obrero de masas, fue fundamental, aunque Clara decidió centrarse en organizar a las mujeres, mientras Rosa abría su abanico. Luxemburgo ayudaba al movimiento feminista colaborando con el periódico Igualdad dirigido por Zetkin.
En 1907 participó en la Conferencia Internacional de Mujeres socialistas subrayando la importancia de que la mujer contara con voz propia. Pero los miembros del partido socialista intentaron limitar su labor a lo que por entonces se llamaba la cuestión de la mujer.
Pero ella se negó categóricamente a dejarse clasificar. Sus preocupaciónes no podían centrarse sólo en la mujer. En una situación de opresión general, debía abrirse al hombre en general. El hecho de ser mujer no le podía impedir involucrarse por un cambio social más profudo.
Ella buscaba lo abierto. Por eso, aunque no era extraño entre las mujeres socialistas recelar del voto femenino (como sucedió en España con Victoria Kent) en un discurso de 1919, Rosa pidió el sufragio femenino, siempre hilándolo con el tema de mayor envergadura de la liberación general.
Aunque fue la directora del periódico socialdemócrata, cuando llegó a Alemania en 1898, se enfrentó a que los miembros varones no estaban dispuestos a otorgarle las mismas facultades que a su predecesor varón. Sus quejas a Bebel no mejoraron la situación y pocos meses después renunció, aunque no hizo de este hecho parte de la “cuestión femenina”.
En las polémicas del partido, cuando comenzó a estar en desacuerdo con el núcleo de la jefatura ortodoxa de Bebel y Karl Kautsky en 1910-11, tenían un sarcasmo especial que ningún oponente varonil habría tenido que soportar.
Luxemburgo también se enfrentó a la endogamia del nacionalismo. Desde su tesis por la que se doctoró en Filosofía y Derecho por la Universidad de Zurich en 1897, El Desarrollo industrial de Polonia, criticó el reconcentramiento nacionalista (Luxemburgo 1977).
En ella analizaba el crecimiento de la industria polaca en el siglo XIX. En 1772, Polonia cayó bajo la dominación rusa, lo que trajo consigo el primer reparto de Polonia entre Austria, Prusia y Rusia. Napoleón independizó en 1807 una pequeña porción de Polonia y creó el ducado de Varsovia, pero éste volvió a formar parte de Rusia en los Tratados de 1815.
Hubo varias insurrecciones polacas aplastadas sangrientamente, como la de 1830 y la de 1863. Sólo hasta el Tratado de Versalles, tras la Primera Guerra Mundial, se dio la independencia a Polonia.
En cualquier caso, Rosa demostró que la Polonia rusa se había hecho tan dependiente del mercado ruso que las demandas políticas de independencia eran poco realistas. Su oposición a la independencia de Polonia fue poco popular entre los socialistas nacionalistas polacos.
El hecho de que se opusiera a la autodeterminación de Polonia, incluso invirtiendo la actitud de Marx, sólo podía llevar a que el partido socialista la aislara. Algunos camaradas del partido decían, según ella, que el lugar de la mujer estaba en el hogar.
Pero en realidad, como dice Cliff (1960), no apoyando la independencia polaca Luxemburgo seguía en última instancia el espíritu de Marx y Engels. Éstos defendieron la independencia polaca, porque buscaban el internacionalismo. Rosa Luxemburgo la criticó, pero por lo mismo. Como Marx y Engels, Luxemburgo rechazaba aceptar un criterio absoluto para juzgar las luchas para la independencia nacional.
En 1848, Marx y Engels pensaron que los enemigos de las revoluciones democráticas eran la Rusia Zarista y la Austria de la dinastía Habsburgo. La independencia de Polonia podría crear una barrera entre ambas.
Pero con el paso del tiempo, la situación en Europa había cambiado. La Rusia zarista ya estaba tambaleándose, y, de hecho, en Rusia se estaba produciendo una revolución socialista. En aquel momento no había ninguna fuerza social influyente en Polonia interesada en buscar la independencia nacional.
Luxemburgo concluía que, como las fuerzas internas polacas no podían lograr la independencia, sería necesario el apoyo de un poder imperialista.
Además, ni los polacos ni los rusos podrían derrocar sólos al zar, por lo que el único camino era la unidad de trabajadores polacos y rusos.
Por consiguiente, en aquel momento histórico, para Luxemburgo la independencia polaca no tenía el valor progresivo.
Pero Rosa Luxemburgo también se enfrentó a la endogamia del sindicalismo. Su enfrentamiento al sindicalismo comenzó cuando publicó en 1900 Reforma o Revolución, un pequeño escrito condenatorio de las teorías revisionistas de los textos de Marx, teorías de autores contemporáneos suyos, como Eduard Bernstein (Luxemburgo 2009).
Los adherentes de las teorías revisionistas, aunque eran marxistas, creían que debían modificarse los argumentos planteados por Marx y que el capitalismo tenía más potencial de sobrevivir de lo que Marx supuso. Creían que el capitalismo podía modificarse para conseguir una redistribución de la renta y riqueza.
Defendían la reforma por medio de la presión continua de los sindicatos y cooperativas de productores y consumidores. Rosa Luxemburgo, sin embargo, afirmaba que un posible camino evolutivo al socialismo era una renuncia real al socialismo, dado que el sistema de trabajo asalariado se mantendría.
Por otra parte, decía Rosa Luxemburgo, afirmar que el capitalismo no colapsará es afirmar que el socialismo “no” es históricamente necesario, frustrando las esperanzas del marxismo y considerando factible una realidad permanentemente alienada, sin salvación.
Por último, y lo que es más importante, dice Rosa Luxemburgo, Marx, y los economistas clásicos antes que él, habían demostrado que las leyes redistribuidoras no logran una mejora social: los bajos salarios dependen de factores económicos ineludibles, no de las leyes humanas y éstas pueden, incluso, llegar a crear un inmovilismo que perjudique al conjunto de los trabajadores, aunque en el corto plazo beneficie a trabajadores particulares.
A continuacion, Luxemburgo tuvo que luchar contra la endogamia del partido. Después de la Revolución Rusa de 1905, que se convertiría en un ensayo de la de 1917, Rosa Luxemburgo se trasladó a Polonia, donde se le plantean los temas que serían más característicos del pensamiento luxemburguiano, como son la cuestión del espontaneismo de la clase obrera y el de la organización.
En la revolución se hizo fundamental la organización de todo, y el ejecutivo hizo signos de querer incrementar el poder de los líderes de las tradeunions en el partido, una fuerza conservadora, según Luxemburgo. Rosa Luxemburgo veía la espontaneidad como la forma revolucionaria de oponerse a esa burocracia sindical.
Según ella, la acción revolucionaria debe pasar por un auténtico movimiento de masas y no por el estrecho marco del aparato del Partido socialdemócrata y de los sindicatos.
Rosa Luxemburgo se enfrentaba a la jefatura sindical no sólo porque era conservadora, sino porque únicamente se preocupaba por los obreros organizados, no por los no organizados, desde lo que se dio en llamar ellumpen proletariado (las capas urbanas más pobres excluidas del proceso productivo directo, hoy en día trabajadores marginales y peor retribuidos) hasta el artista, tan revolucionarios, según Rosa, como el proletariado.
Es decir, los sindicatos no tendrían, según Rosa Luxemburgo, más finalidad que hacer surgir la conciencia revolucionaria de los trabajadores.
Más tarde, en 1913, Rosa rompería con Kautsky escribiendo La huelga de masas, el partido y los sindicatos, en el que empezaba a cuestionar, no sólo la jefatura de los sindicatos, sino la relación de la jefatura marxista con la espontaneidad (Luxemburgo 1974).
El proletariado de un país atrasado, Rusia, había demostrado estar “más adelantado” que los trabajadores de los países técnicamente avanzados, que debieran haber tenido una “experiencia acumulada a lo largo de lentos años”.
En una palabra, espontaneidad no sólo significaba acción instintiva contra dirección consciente, sino de una fuerza motora y una influencia moderadora.
“El elemento de espontaneidad, como hemos visto, desempeña una gran parte en todas las huelgas de las masas rusas, sin excepción, ya sea como fuerza motora, ya como influencia moderadora…
En suma, en las huelgas de masas de Rusia, el elemento de espontaneidad desempeña un papel tan predominante no por la razón de que el proletariado ruso sea “inculto” sino porque las revoluciones no permiten a nadie hacer el papel de maestro de escuela de ellas” (cit. en Dunayevskaya 1985: 50).
Rosa Luxemburgo estaba elaborando una estrategia de la revolución, pero hizo especial hincapié en el hecho de que el desarrollo intelectual del proletariado era ilimitado y que ese sedimento mental era lo más precioso, por duradero, de la revolución.
Hemos de decir que, a pesar de su teoría espontaneista, Rosa no estaba negando la las dificultades de organización a las que se enfrentaban los revolucionarios frente al régimen absolutista.
Lo que objetó fue que se hiciera una virtud de la necesidad y convertirla luego en un verdadero principio. A este concepto de organización lo llamó “ultracentralista”.
Era necesario, decía ella, replantearse el concepto de revolución permanente, uniéndola a la acción independiente y directa de las masas, sin renunciar a una organización que permita el éxito de la revolución.
La libertad sólo para los partidarios del gobierno, decía, no es libertad. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de otra manera.
Por último, Rosa Luxemburgo también buscó “lo abierto” en el mundo del conocimiento. En 1907, el Partido Social Democráta alemán (el SPD) fundó una escuela en Berlín y, después de que el gobierno rechazara que Hilferding diera clases debido a su nacionalidad austriaca, Luxemburgo se hizo profesora de economía política.
Rosa Luxemburgo disfrutó tanto del tema que comenzó a escribir un libro basado en sus lecciones, Introducción a la Economía Política y, aunque el libro no es completo, ya que muchos de sus capítulos se perdieron, se publicó póstumamente en 1925.
Fue durante la elaboración de este texto elemental Marxiano que Luxemburgo encontró dificultades con los trabajos y el modelo de Marx que no podía solucionar.
Algunos marxistas han afirmado que hay una ambigüedad en la crítica de Luxemburgo sobre la falta de realismo en los esquemas de reproducción ampliados de Marx y que los rechazó porque no le gustaban las conclusiones de Marx.
Pero, como Nye (1994, p. 228) indica, la crítica de Luxemburgo es muestra de una forma de entender el problema del conocimiento.
Para Luxemburgo, sólo debemos tener un compromiso con la realidad, no seguir un argumento de autoridad. Podemos hacer modelos, pero no hay ninguna razón para pensar que éstos representan la realidad a no ser que constantemente llevemos las fórmulas a la experiencia.
Podemos almacenar conocimiento en forma de representaciones, pero su importancia depende de su compromiso con la realidad física y social. En este sentido, el proceso está abierto, y nunca tendremos verdades inmutables. Y, según Luxemburgo, la experiencia ya no apoyaba las conclusiones de Marx.
Todo este espontaneísmo y búsqueda de lo abierto tentaba, en definitiva, la liberación de la alienación. Y, para Luxemburgo, un medio de liberación era el arte.
La literatura según Luxemburgo debe ser, y es, una expresión de la filosofía de historia y, de este modo, inspirar sentimientos revolucionarios para sacar la verdad de las profundidades de memoria, y animar la liberación del proletariado de su sensibilidad estética, destrozada por el trabajo diario.
Citando a Tolstoy, aplaude la idea que el trabajo no es virtuoso: es una necesidad. “La hormiga” no tiene que estar orgullosa de su trabajo porque en la sociedad capitalista, el trabajo es un modo de destruir la sensibilidad moral.
El arte cautivaba a Luxemburgo: trabajaba como columnista literaria y pintaba (ver Luxemburgo 1981). Con respeto a la pintura, pensaba que la profundidad y la perspectiva eran las cosas más difíciles de expresar.
En la literatura, le gustaba el arte clásico, pero también amaba a los autores populares, realistas, antiutópicos comprometidos con los problemas de la sociedad. Para Luxemburgo, éstos mostraban la realidad con simplicidad y la elegancia y causaban sentimientos de indignación, compasión o afecto que surgían en el proceso de lectura.
La escritura tiene que surgir cada día de los sentimientos presentes, encontrar las palabras apropiadas tocando el corazón de los demás. Esto se aplicaba también a los escritos políticos: como dice Nettl, para Rosa Luxemburgo era evidente que el periodismo de Partido actuaba de modo cobarde. “No me gusta el modo que se escriben los asuntos de partido… todo tan convencional, tan aburrido, tan repetitivo” (Nettl 1966, p. 147: Seidel letters, Nº 1 (15), Berlin, 23-VI-1898).
Se prometió no olvidar que, en la escritura política, es absolutamente necesario percibir la importancia y verdad de todo el texto. Toda literatura debe ser leída en una predisposición de experiencia de vida, para llegar a cada conclusión por un camino personal. Incluso muchos artistas, que ofrecen imágenes para la aclamación del público, se apoyan, como dice Luxemburgo citando a Tolstoy, en el sistema de opresión de las masas.
EL MOVIMIENTO Y EL YO
Como dice Haug (1992), el vocabulario de Luxemburgo siempre se refiere al movimiento, a masas en el cambio perpetuo, reuniéndose y avanzando, activas y esperanzadas, creadores y víctimas de su propia historia.
En sus escritos, quiso luchar contra el hábito estéril y la inercia. En este sentido, es importante acentuar el hecho que Luxemburgo no creyó en la contingencia de libertad individual. En su pensamiento, la búsqueda de libertad se relacionaba con la idea “del todo”, basada en la filosofía de Hegel.
“El verdadero sujeto de transformación es el ego colectivo de la clase obrera, que insiste en su derecho de cometer sus propios errores y aprender la dialéctica histórica por sí mismo” (Luxemburg, 1904, p. 306).
Luxemburgo luchó en su teoría y en su vida contra la idea de un ego aislado subjetivo (Luxemburg, 1971, p. 300). Los propios subjetivistas describían este ego como reactivo o pasivo, en el sentido que se opone a la realidad más allá de sí mismo en vez de actuar libremente en una unidad comunicativa o en la totalidad.
Para Luxemburgo, la busca de liberación de masas en condiciones de necesidad histórica Marxiana es una expresión de la negación de la personalización y de la adoración de héroe – como defendía en el siglo diecinueve por ejemplo Carlyle – y trata de amplificar el alcance del ego y del concepto de tiempo.
El ego mismo sólo existe en el tiempo.
Lukács (1968, pp. 27-45) decía que la teoría de Luxemburgo permitió a una apertura y mayor receptividad de las masas no organizadas y nuevos caminos de organización espontánea.
Este marxista húngaro, que explora los problemas del conocimiento y de la organización, llamó la atención hacia Luxemburgo mostrando que, para ella, la participación y la propia iniciativa de las masas son la fuente irreemplazable de lucha contra el poder y la burocratización de los movimientos políticos.
Sólo la experiencia es capaz de corregir y abrir nuevos caminos, dice Luxemburgo (1904, p. 246). En este sentido, las masas solo pueden proporcionar nuevos métodos de organización y representación, que no podían ser previstos por una oficina central entendida como un cuerpo separado distinguido de la masa no organizada.
Esta concepción no democrática de organización, considerando la sed de poder, era para Luxemburgo el mayor peligro para la Rusia social demócrata y para la teoría de Lenin (Luxemburgo, 1971, p. 302). Para ella, la llegada de comunismo debía basarse en la necesidad histórica, no en la acción voluntarista de la social democracia.
Sin embargo, la idea de organización de Lenin estaba basada en una teoría subjetivistaa donde el Partido Socialista debía jugar un papel decisivo, y surgiría el oportunismo.
“Lenin parece demostrar de nuevo que su concepción de organización socialista es bastante mecánica. La disciplina que Lenin tiene en mente se implanta en la clase obrera no sólo por la fábrica, si no también por los militares y la burocracia Estatal – por el mecanismo entero del Estado centralizado burgués.
Empleamos mal las palabras y practicamos el autoengaño cuando aplicamos el mismo término – la disciplina – a nociones tan distintas como: 1, la ausencia de pensamiento y voluntad en un cuerpo con mil manos y piernas que se mueven automáticamente, y 2, la coordinación espontánea de los actos conscientes, políticos de un cuerpo de hombres. (…)
La táctica política de la social democracia no puede “inventarse”. Es el producto de una serie de actos creativos de la lucha de clases espontánea que busca su propio camino” (Luxemburgo, 1971, p. 100-2).
Por tanto, aunque la acción de masas se asocia normalmente con la falta de control de acciones, para Luxemburgo la espontaneidad de las masas no es un estado de anarquía. Es una respuesta no dirigida, indisciplinada y, en este sentido, consciente de sí misma de las masas a la relaciones sociales tensas. La conciencia de clases es el efecto de la práctica revolucionaria.
En definitiva, la clase obrera debe aprender la dialéctica histórica por si misma. Luxemburgo lucha contra “la dictadura de un puñado de políticos, que es una dictadura en el sentido burgués”, donde “una élite invita de tiempo en tiempo a reuniones a la clase obrera, que debe aplaudir los discursos de los líderes, y aprobar sus resoluciones, propuestas unánimemente” (Luxemburg, 1904, p. 247). La libertad sólo para la élite de gobierno y sus partidarios no es libertad en absoluto, porque sólo el diálogo abre el mundo a la incertidumbre.
Así, el diálogo no es sólo un medio de hacer conocidos los deseos humanos, si no un final en sí mismo.
La idea básica de esta concepción política es el “interioridad” de una autotransformación, la apertura” del horizonte revolucionario, siempre dispuesto a aprender nuevas cosas aún de los acontecimientos simples o crueles. Como decíamos, esto no significa que Luxemburgo creyera en la contingencia de libertad individual: ella no era, sin duda, una liberal ortodoxa, si no una materialista histórica.
No protestaba desde una postura liberal contra la dictadura del proletariado. De hecho, continúa, “el inconsciente viene antes del consciente. La lógica del proceso histórico viene antes de la lógica subjetiva de los seres humanos que participan en el proceso histórico ” (Luxemburgo, 1904, p. 102). Sin embargo, también se burla de los materialistas que consideran la historia como la prisión del Panopticon de Bentham, una superestructura mecánica que nos conducirá pasivamente.
UNA ALTERNATIVA
En realidad, Rosa Luxemburgo estaba ofreciendo una alternativa a la teoría de Lenin, que en la práctica se convertiría en una dictadura sangrienta. En la cuestión de las nacionalidades, Rosa Luxemburgo divergía de Lenin: según Luxemburgo, la autodeterminación de los pueblos era una herencia de la revolución burguesa, no una reivindicación socialista.
Buscaba un mundo sin fronteras nacionales, no un mundo que insistiera en su herencia cultural. Ahondó en ello tanto en su tesis, como en El panfleto de Junius, que publicó en 1915 desde la carcel. Lenin, sin embargo, escribió un opúsculo, El Derecho de autodeterminación criticando a Rosa Luxemburgo por su defensa de la sumisión polaca a Rusia.
Luxemburgo también criticó su idea de los sindicatos, o la falta de espontaneísmo en su dirección, tanto en Reforma y Revolución 1900 como en La Revolución en Rusia en 1905 o La huelga de masas en 1906. Por último, también criticó a Lenin alegando que existe una falta de demanda efectiva no se cumple la ley de Say, en la Acumulación de capital en 1913.
De hecho, en la división entre menchevismo y bolchevismo ante la “cuestión organizativa” y la verdadera filosofía de la revolución que se produjo en el Congreso de 1907, Rosa Luxemburgo se separaría tanto de los mencheviques como de los bolcheviques (Lenin).
El congreso trató la relación entre los tres estamentos (proletariado, campesinado y burguesía) que, según Rosa, quedaba definida, no de acuerdo con deseos e intenciones aisladas de aquellas clases, sino de acuerdo con su situación objetiva (Luxemburgo 1978c).
Según Rosa, la revolución debía inscribirse dentro de una lucha de clases histórica en la que el individuo se perdiese y la propia necesidad histórica de la revolución crease en el proletariado una “confianza de clase”.
Las personas no eran personas que sufrían: eran “revolucionarios” o “proletarios”.
“No es cierto que el socialismo surgirá automáticamente de la lucha diaria de la clase obrera. El socialismo será consecuencia de (1) las crecientes contradicciones de la economía capitalista y de (2) la comprensión por parte de la clase obrera de la inevitabilidad de la supresión de dichas contradicciones a través de la transformación social./
Cuando, a la manera del revisionismo, se niega la primera premisa y se repudia la segunda, el movimiento obrero se ve reducido a un menor movimiento cooperativo y reformista./ Aquí nos desplazamos en línea recta al abandono total de la perspectiva clasista.” (Luxemburgo 1976, Tomo 1: 80).
Zarembka (2003) dice que, de hecho, la economía de Lenin parece no ser marxista y que hay una afinidad entre ésta y la de Adam Smith. Su “capitalismo estatal” admitía la posibilidad de usar métodos capitalistas en la fábrica, p.ej., adoptando el Taylorismo para promover el desarrollo soviético industrial, desatendiendo el papel activo de los trabajadores en la tecnología o las consecuencias para los trabajadores de una mayor separación entre el trabajo mental y manual o de la burocratización del trabajo.
ECONOMÍA
En 1907, el Partido Social Demócrata Alemán (SPD) fundó una escuela en Berlín y escogieron a Rosa como profesora de economía política, donde iban alumnos que eran desde trabajadores hasta personas del partido que sabían poco del marxismo teórico.
A Rosa Luxemburgo le gustó tanto la materia que impartía que empezó a escribir un libro para apoyar sus lecciones,Introducción a la Economía Política, que luego sería publicado póstumamente en 1925. Fue durante la elaboración de este texto elemental marxista que Rosa encontró dificultades en los trabajos de Marx que no pudo resolver.
Para ella, Marx no probaba satisfactoriamente que el capitalismo puro podría continuar creciendo en un mundo totalmente capitalista. En particular el problema que se encontraba era el incentivo a la inversión.
¿De dónde vendría la demanda para sostener la nueva inversión? La respuesta a estas preguntas se daría en el libro más conocido de Rosa Luxemburgo, La Acumulación de Capital: contribución a una explicación económica del imperialismo (1913).
El grueso del libro de La Acumulación de Capital consiste en debates con otros economistas sobre el tema colonial. Como Marx, Rosa critica a los clásicos afirmando que no hay una relación directa entre producción y consumo, la famosa ley de Say.
En la visión de Marx, en el capitalismo, la competencia hará que las pequeñas empresas sean expulsadas del mercado y los trabajadores del trabajo.
El resultado será una reducción de la tasa de beneficios, desempleo tecnológico, polarización de clases y crisis industriales cada vez más severas. Al final, una crisis final llevará a la revolución y, tras ella, llegará el socialismo, más benévolo.
¿Es esto falso? No, dijo Rosa; sólo es incompleto. Su Acumulación de Capital estaba diseñada para ampliar el análisis de Marx, no para negarlo, especialmente en lo que respecta al supuesto de Marx de que estamos ante una economía cerrada o con una capitalismo extendido por todo el mundo.
Además, el problema con el trabajo de Marx se centraba en la inversión – la acumulación de capital. Marx intentó demostrar cuantitativamente que la expansión económica continua podía ocurrir en una economía capitalista, aunque habría crisis.
Pero, según Rosa, en el modelo aritmético de Marx se tenían que realizar supuestos muy especiales ya que si se usasen supuestos más probables, se llegaría a conclusiones diferentes.
En el modelo marxiano, se produce una cantidad masiva de bienes que no tendrán compradores porque los trabajadores ganarán bajos salarios y vivirán en condiciones paupérrimas, siendo desplazados por las máquinas.
Los capitalistas no consumen, sino que reinvierten el excedente para incrementar sus beneficios y mantener la acumulación de capital. Los valores producidos en la sociedad capitalista no son los utilizados por los trabajadores ni aún por los capitalistas, sino por “El Capital”. No son “personas” quienes realizan la mayor parte de la plusvalía, sino que se realiza por medio de la constante ampliación del capital.
Pero en una sociedad con acumulación continua de capital, la inversión sólo se garantizará si hay un mercado en continua expansión para los bienes producidos: los capitalistas no continuarán produciendo e invirtiendo si no pueden vender su output con beneficio.
Para lograr una acumulación de capital continua debe haber “un estrato de compradores fuera de la sociedad capitalista”, algo que se logra a través del imperialismo y explotación de países no capitalistas, o mejor dicho, precapitalistas (colonias o partes independientes), dado que en el largo plazo llegarían a ser capitalistas.
Por tanto, el capitalismo puede sobrevivir gracias a que invade las economías primitivas, a través del imperialismo. Los países capitalistas exportan sus crisis económicas y los países no capitalistas proveen mercados para el excedente de bienes producidos en los países desarrollados, mientras la propia producción de los subdesarrollados es desplazada.
Esto incrementa los beneficios y provee empleo en casa, dado que la explotación se exporta al resto del mundo.
Las crisis económicas se reducirán en la madre patria y el capitalismo parecerá beneficioso para los empleadores y trabajadores de los países desarrollados – pero no para los países subdesarrollados. Además, la búsqueda de mercados rentables llevaría a conflictos entre los países capitalistas.
La guerra es especialmente rentable si se produce entre las potencias coloniales: absorbe mucha producción, lo que elimina el excedente de bienes de los países capitalistas, pero no destruye su capital acumulado.
El capitalismo usa cada vez más el militarismo y encuentra la fuerza de trabajo en países no-capitalistas. Luxemburgo concluiría, contra Marx, que podemos esperar sentados a que el capitalismo se desplome por un decrecimiento de la tasa de ganancia.
Sin embargo, el aplazamiento de las crisis económicas no duraría siempre. A no ser que los mercados y guerras rentables se expandan indefinidamente, volverá la sobreproducción global.
El capitalismo necesita de otros sistemas económicos y la tendencia es a que se haga universal, con lo que lleva en sí el germen de la destrucción por sus contradicciones internas, como después de todo decía Marx (Trincado 2010).
Tras la Primera Guerra Mundial, en la cárcel, y ya con la certeza de haber tenido alguna razón en el tema del reparto y subordinación de unos países a otros, Rosa Luxemburgo escribiría el Segundo volumen, en este caso titulado La Acumulación del capital, o lo que los epígonos han hecho de ella. Una anti-crítica, que respondería a las críticas a su primer volumen.
Una conclusión que podíamos sacar es que Rosa Luxemburgo, simplemente, había introducido una etapa más, la imperialista, en la necesaria llegada del socialismo marxiana. Pero para ella la acumulación ya no es sólo una relación interna entre el capital y el trabajo, sino entre el ambiente capitalista y no capitalista.
Por otra parte, contra Marx, es el mercado el que determina la producción, lo que hace perder el sentido de lucha de clases.
El modelo de Rosa se basa en una idea más afín a la economía “burguesa”: en la demanda efectiva, necesaria para que se dé la producción.
Este parecido con la economía oficial, que podría verse como una alabanza, es criticado y aborrecido por los marxistas. Ellos se defienden de esta “afrenta” diciendo que lo que Marx quería decir con su “producción por producción” era que, aunque el capital constante no se consuma personalmente, se consume productivamente, es decir, produciendo medios de producción o máquinas.
Lo que Marx describe es lo que él llamaba la gran contradicción del capitalismo, en que se produce la degradación del trabajador hasta no ser más que un apéndice de una máquina, a pesar de que el trabajo es el único que produce plusvalía.
Como la fuerza de trabajo es la mercancía suprema, la única fuente de plusvalía, la incapacidad del capitalismo para reproducirla condena al propio capitalismo. Para Rosa Luxemburgo, sin embargo, son las sociedades capitalistas las que constituyen la “reserva de la fuerza de trabajo”.
Esto puede echar por tierra la necesidad histórica de la revolución proletaria: especialmente porque la negativa de su teoría – las masas coloniales – no aparecen en ella como revolucionarias, y la metodología dialéctica, desaparece.
Rosa Luxemburgo no renuncia al desplome del capitalismo por sus contradicciones internas o externas, pero no logra demostrar la necesidad de ese derrumbe porque el “enterrador” del capitalismo, que para Marx era el proletariado, única sustancia valorizadora del sistema, en el caso de Rosa no está localizado dentro del capitalismo, sino fuera, en los estratos no capitalistas (Trincado 2007).
Por otra parte, el concepto de plusvalía tiene una importancia crucial en la teoría del valor de Rosa Luxemburgo (Luxemburgo 1978a: 18). Aunque, en realidad, la plusvalía no es más que el beneficio de los clásicos. Los clásicos decían que el beneficio retribuye al capital y puede dividirse en un salario de dirección, un premio por el riesgo y una remuneración por la abstinencia, que coincide con el tipo de interés.
El concepto de compensación por la abstinencia se encuentra en la teoría de Rosa Luxemburgo. Y es cierto que es posible organizar trabajo sin ahorro a través, por ejemplo, del crédito.
El tipo de interés retribuye ese ahorro, un riesgo de impago del principal de un crédito, y el coste de oportunidad de prestar. Con el beneficio, sin embargo, se está retribuyendo también el hecho de que el empresario crea unas deudas con la sociedad sometido, no sólo al riesgo, sino también a la incertidumbre.
De lo que realmente carece la teoría es del concepto de incertidumbre. Y Luxemburgo no valora la incertidumbre porque el tiempo determinista del materialismo dialéctico no ka concibe. Al menos, no como la planteaba Knight (1921), que diferenciaba entre riesgo (una aleatoriedad cuya probabilidad puede calcularse) e “incertidumbre” (una aleatoriedad cuya probabilidad no puede calcularse).
Para Luxemburgo la plusvalía – el beneficio – se puede resolver en trabajo previsible: “El robo de la plusvalía, trabajo no pagado, es lo que en la sociedad capitalista hace de la reproducción en general un perpetuum mobile “(Luxemburgo 1978a: 20) Pero la economía capitalista está pletórica de incertidumbres. Especialmente porque no sólo se basa en costes objetivos, sino en elementos intersubjetivos y, como dice Soros (2009), en valores reflexivos.
Los precios no sólo dependen de lo que yo deseo o quiero, si no de lo que tú piensas sobre ese desear o querer. El enunciado “yo soy tu enemigo” sólo tiene sentido a nivel
Precisamente pensando en este riesgo, Luxemburgo habla, como otros marxistas, de la “anarquía de la producción”. Según ella, la producción se basa en los deseos de los empresarios individuales, no en una decisión colectiva racional y eso debe evitarse con una decisión colectiva racional. Como diría Hayek (1990), esto es una fatal arrogancia.[5]
En cualquier caso, lo que realmente diferencia a Luxemburgo de los clásicos es el concepto de Capital, que da nombre tanto a la gran obra de Marx como a la suya.
Porque, según Luxemburgo, la verdadera finalidad e impulso motriz de la producción capitalista no es conseguir plusvalía en general, en cualquier cantidad, en una sola apreciación, sino plusvalía ilimitada, en cantidad creciente cada vez mayor (Luxemburgo 1978a: 19).
Es decir, acumular capital. La diferencia entre la reproducción ampliada y la simple estriba en que en ésta la clase capitalista consume toda la plusvalía, mientras que en aquélla una parte de la plusvalía se resta al consumo personal de sus propietarios, pero no para ser atesorada, sino para convertirse en capital activo, para ser capitalizada.
Para ello, el nuevo capital adicional debe encontrar las condiciones materiales que hagan posible su funcionamiento; y debe crearse un ejército industrial de reserva.
Desde el punto de vista de esta creación de plusvalía, el capital adelantado por el capitalista se divide en dos partes: una que representa sus gastos en medios de producción, otra que se invierte en salarios. A la primera parte, que traspasa su valor al producto mediante el proceso de trabajo, lo llama Marx parte constante del capital; a la segunda, que por apropiación del trabajo no pagado se incrementa creando plusvalía, parte variable del capital.
Desde este punto de vista, la composición del valor de toda mercancía elaborada en el sistema capitalista responde normalmente a la fórmula c + v + m, donde c es el capital constante; v, capital variable o capital invertido en salarios; y m la plusvalía, aumento de valor por un parte no pagada del trabajo asalariado (Luxemburgo 1978a: 18).
Según Luxemburgo, la reproducción ampliada (el aumento de la producción más allá de unas necesidades inmediatas) es la regla en toda formación social histórica en que se quiere crear un progreso económico y cultural. El problema del capitalismo es que es exigencia para el capitalista individual.
En las formas sociales de economía natural, la reproducción ampliada se refiere a la masa de artículos de consumo: el consumo es el fin de la producción. Pero en el sistema capitalista la producción no está encaminada a satisfacer necesidades; su fin es la creación de valor, no la producción de artículos de consumo, sino plusvalía, que se separan de la productividad del trabajo.
La elaboración de mercancías no constituye un fin para el productor capitalista, si no un medio para apropiarse de la plusvalía.
Adam Smith, por ejemplo, no incluye el capital constante en el valor. El capital fijo, según Smith, es una renta bruta, pero la renta neta se extrae eliminando los gastos de sostenimiento de las máquinas y medios de producción, es decir, el capital fijo; y el capital circulante.
La verdadera riqueza está en la renta neta, no en la bruta (Smith 2001: libro II). Precisamente, éste es el problema del capital que adelantó Ricardo (1817), que acabó definiendo el capital como “tiempo de espera” para obtener rendimientos de la inversión.
Desglosando la ecuación marxista, la v expresa que en el capitalismo los obreros son “libres” en un doble sentido: libres personalmente y libres de todos los medios de producción; y también que la producción de mercancías es la forma general de la producción.
Pero, en el capitalismo, dice Luxemburgo, v tiende a ser rebajada al mínimo fisiológico y social necesario para la existencia de los trabajadores, y m propende a crecer a costa de v y en proporción a ella.
No es que el trabajador asalariado cree en la primera parte de su jornada objetos que necesita para producir luego cosas para el empresario. Produce un objeto que pertenece al empresario.
Sólo tiene que hacer lo que el empresario le indique. El capitalista intentará incrementar su plusvalía con la prolongación del tiempo de trabajo así como con la reducción de los salarios. Dependerá de la relación de fuerzas entre capitalistas- trabajadores.
“Después de cerrar el trato se descubre que él no era “un agente libre”; que el tiempo por el cual es libre de vender su fuerza de trabajo es el tiempo por el cual está obligado a venderla…
Para “protegerse” de la serpiente de sus males, los obreros tienen que apiñar sus cabeza y arrancar como clase una ley estatal, un prepotente obstáculo social que les impida a ellos mismos venderse a sí mismos y a los suyos, por contrato voluntario con el capital, para la muerte y la esclavitud” (Luxemburgo, 1978a: 196).
Lo que incorpora Rosa Luxemburgo, y los marxistas, es el concepto de capital como fuerza productiva, descriptiva de la forma de organización económico-social distinta en distintos periodos históricos.
También aclara la diferencia de la mercancía fuerza de trabajo con las demás mercancías. La fuerza de trabajo es inseparable de su vendedor, el trabajador, y, “en virtud de ello no admite esperar largamente un comprador, porque entonces perece junto con su portador, el trabajador, por falta de medios de vida, mientras que la mayoría de las otras mercancías puede aguantar sin menoscabo una espera más o menos larga hasta la venta” (Luxemburgo 1978a: 184).
Por tanto, la fuerza de trabajo no se diferencia en su valor de cambio, si no en su valor de uso. Todas las mercancías se intercambian unas por otras según su valor, es decir según el trabajo socialmente necesario en ellas contenido.
Así, la fuerza de trabajo del hombre vale tanto cuanto trabajo es necesario para mantenerlo apto para trabajar.
“Y reinaría también plena igualdad entre los vendedores de mercancías si entre los millones de tipos distintos de mercancías que llegan de todas partes al mercado para ser intercambiadas, no se encontrase una única mercancías de condición absolutamente especial: la fuerza de trabajo.
Traen al mercado esta mercancía aquellos que no poseen medios de producción para producir otras mercancías” (Luxemburgo, 1978a: 182) El hombre se hace parte de la tecnología.[6]
Pero, además, dice Luxuemburgo “la reproducción capitalista sólo puede ser representada – para emplear una conocida expresión de Sismondi – como una serie continuada de espirales distintas, cuyas curvas, pequeñas al principio, son cada vez mayores, y muy grandes al final, a lo que sigue una contracción, y la próxima espiral comienza de nuevo con curvas pequeñas para recorrer el mismo cíclico, hasta que éste se interrumpe.
Es decir, se trata de un proceso continuamente repetido.
La periodicidad con que ocurre la mayor extensión de la reproducción, y su contracción e interrupción parcial, es decir, lo que se designa como el ciclo periódico del restablecimiento o coyuntura baja, prosperidad o coyuntura alta y crisis, es la peculiaridad más saliente de la reproducción capitalista” (Luxemburgo 1978a: 16-17).
LEGADO A LA ECONOMÍA
En realidad, Rosa legó dos ideas fundamentales a sus seguidores marxistas:
1. Mostró el error de Marx en su modelo de acumulación de capital. Las conclusiones de Marx dependían de hacer unos supuestos especiales en sus ejemplos aritméticos, y no había razón para pensar que seguirían en las actuales circunstancias.
2. Descubrió la relación entre la expansión colonial y el capitalismo y que el imperialismo puede sostener el capitalismo a costa de la desintegración de las naciones precapitalistas.
Pero a los autores ortodoxos también les legó algunas cosas. Como dijimos, en 1951, el libro La Acumulación del Capital fue publicado en Yale University Press, con una introducción de Joan Robinson. Tras analizar los modelos marxistas sucesivos que Rosa Luxemburgo había desarrollado, Robinson tradujo el problema de la acumulación de capital en términos modernos.
El problema que Luxemburgo exploró, dijo Robinson, fue el incentivo a invertir: sólo se producirá inversión en un stock de capital continuamente acumulativo si a los capitalistas se les asegura un mercado siempre creciente de bienes que produzca el capital. Incluso Robinson reconoció que Rosa había creado una teoría del desarrollo dinámico del capitalismo y, haciéndolo, estaba en el umbral de una teoría más completa de la inversión.
Sin embargo, en este libro que había esperado 38 años para ser traducido al inglés, se eliminó el subtítulo y la nota introductoria de Rosa Luxemburgo, que lo vinculaba al tema del imperialismo, a pesar de que Rosa había elaborado el libro para resolver este tema tan crítico.
Con lo cual, a los autores no marxistas, Rosa Luxemburgo les legó:
1. Proveyó una explicación excelente del boom secular del último siglo atribuido a la expansión del capitalismo en todo el mundo.
2. Señaló el tema del crecimiento efectivo de la demanda y anticipó los modelos de crecimiento del siglo XX.
3. También señaló el tema de la adecuación de la demanda efectiva, algo que, sin duda, ya había sido analizado en el pensamiento económico, desde el mismo Malthus. Sin embargo, Rosa dio especial importancia a un tema que luego sería céntrico en la economía ortodoxa, como es el del defecto de incentivo a la inversión.
El estancamiento o ausencia de la demanda secular ha recibido mucha atención por los economistas del siglo XX y Rosa señaló que ese estancamiento lleva al colapso económico. Sin embargo, no llegó a señalar la necesidad de que se igualen la inversión y el ahorro, algo que haría Keynes en la Teoría General.
EL PESO DEL MUNDO
¿Fracasó Rosa Luxemburgo? Desde luego, su época se conjuró para su fracaso. Por un lado, el éxito de la Revolución de 1917 tipo leninista fue un fracaso para Rosa Luxemburgo, dado que la forma de la revolución que deseaba realmente dinamitó contra cualquier deseo posterior de la clase obrera de un verdadero socialismo.
La revolución fue un “aprendizaje negativo”.
Encima, y como suele suceder con las doctrinas económicas, a Luxemburgo se la identifica con ese leninismo que ella criticó hasta la saciedad.
Ella no entienda un socialismo sin democracia, ni una dictadura como un medio de liberación; pero al final su nombre se vincula a esa visión autocrática.
Por último, el asesinato de Luxemburgo a manos de sus propios camaradas pudo ser su máximo fracaso. Efectivamente, el 14 de enero 1919, cuando estaba escondida en el apartamento de un amigo, el 15 de enero de 1919, fue arrestada junto con Karl Liebknecht por un grupo local paramilitar. Fueron interrogados en un Hotel Edén que hacía de centro de operaciones, y mientras los llevaban al coche, parece ser que a las órdenes de Noske, ministro de defensa del Gobierno socialdemócrata, eliminaron primero a Liebknecht y, tras golpear su cabeza con la culata de su rifle, mataron a Rosa Luxemburgo de un disparo en cabeza.
Tiraron su cadáver al canal. La versión oficial, sin embargo, fue que Liebknecht había sido disparado en un “intento de fuga” y Rosa linchada por la muchedumbre enloquecida.
Leo Jogiches, su compañero sentimental, logró mostrar una fotografía de los asesinos, unos soldados que se decía que estaban celebrándolo en el hotel donde fueron interrogados.
Tres semanas después, Jogiches sería también asesinado, el 10 de marzo.
Pero seguimos preguntando ¿fue su vida un fracaso? La mayor demostración de que no lo fue es que estemos hablando de ella, que se reconozca ahora su verdad, y que no haya dejado de ser de actualidad.
Rosa Luxemburgo, simplemente, fue una adelantada de su época.
Bibliografía
Beer, Max, 1928, prólogo de Letters from Prison, de Rosa Luxemburg, New York: R.M. Mc Bride and Co.
Cliff, Tony, (1960), Rosa Luxemburg: A Study, International Socialism, Harrow Weald, Middlesex.
Dunayevskaya, Raya (1985), Rosa Luxemburgo, la liberación femenina y la filosofía marxista de la Revolución, México: Fondo de Cultura Económica.
Frölich, Paul, (1972), Rosa Luxemburg: Her Life and Work, Nueva York: Monthly Review Press.
Haug Frigga, (1992), Beyond female masochism, Verso, London.
Hayek, Friedrich A. (1990). The Fatal Conceit: The Errors of Socialism. London: Routledge.
Knight, Frank H., (1921), Risk, Uncertainty, and Profit, Boston, MA: Hart, Schaffner & Marx; Houghton Mifflin Co.
Lukács, Georg, (1968), “ The Marxism of Rosa Luxemburg“, History and Class Consciousness, traducido por R. Livingstone, Merlin, London 27-45.
Luxemburgo, Rosa, (1904) Rosa Luxemburg. Selected Political Writings, The Chaucer Press, London, 1972.
— (1914), “The proletarian woman”, Sozialdemokratische Korrespondenz, 5 Marzo, Nº 27, 4-5.
—, (1937) Reform or Revolution, United States, Three Arrow Press.
— (1969), Lettres de Prison, Bélibaste: Paris; translation from German by Eden and Cedar Paul in Beer, Max, 1928, Letters from Prison, by Rosa Luxemburg, R.M. Mc Bride and Co., New York.
— (1971), Selected political writings. Rosa Luxemburg, edited and introduced by Dick Howard, Monthly Review Press, New York and London.
— (1974), Huelga de masas, partido y sindicatos, siglo XXI editores, Madrid.
– (1975a), La Revolución Rusa, editorial Anagrama, Barcelona.
– (1975b), Huelga de masas, partido y sindicatos, Ediciones Grijalbo, Barcelona.
–, (1976), Obras Escogidas, Editorial pluma Ltda Luxe, Bogotá.
– (1977), The Industrial Development of Poland, trans. Tessa DeCarlo, Campaigner Publications, New York.
— (1978a) La Acumulación de Capital, Ediciones Grijalbo, Barcelona.
— (1978b), Introducción a la Economía Política, siglo veintiuno de españa editores, Madrid
—- (1978c), “Ni Socialdemocracia, ni bolchevismo”, Autogestión y Socialismo, Castellote editor, Madrid.
— (1981), Escritos sobre arte y literatura, Editorial Arte y Literatura, Ciudad de la Habana.
— (1993), The Letters of Rosa Luxemburg, edited with an Introduction by Stephen Eric Bronner, New Paperback Edition, Humanities Press, New York.
— (2009), Reforma o Revolución, Barcelona, Editorial Sol 90.
Nettl, Peter, (1966), Rosa Luxembug, 2 vols., Londres: Oxford University Press.
Nye, Andrea, (1994), Philosophia: The Thought of Rosa Luxemburg, Simone Weil, and Hannah Arendt, Routledge, London.
Ricardo, David (1817), On the Principles of Political Economy and Taxation, London: John Murray.
Seidemann, Maria, (2002), Rosa Luxemburgo y Leo Jogiches, Muchnik Editores: Barcelona.
Soros, George, (2009), El nuevo paradigma de los mercados financieros para entender la crisis económica actual, Madrid: Taurus.
Trincado, Estrella, (2001), “Rosa Luxemburgo”, Documento de Trabajo 9418, Facultad de Ciencias Económicas y empresariales, UCM, Madrid, nº 19.
—- (2004), “The Coherence in Luxemburg’s theories and Life”, Research in Political Economy,vol. 21, Elshevier, New York, pp. 241-277
—- (2007), “Rosa Luxemburgo y el pensamiento marxista”, en Luis Perdices y Elena Gallego (coords), Mujeres economistas. Las aportaciones de las mujeres a la ciencia económica y a su divulgación, Ecobook e Instituto de la Mujer, Madrid, pp.231-258.
– (2008), “Autogestión y universidad: la historia de un sistema corporativo”, Revista Empresa y Humanismo, vol. XI, nº 1, pp. 273-312.
—- (2010), “Debate con Rosa Luxemburgo sobre la crisis actual… y el valor”, Información Comercial Española, nº 852, especial Mujer y Economía.
Zarembka, Paul (2003), “Lenin as Economist of Production, A Ricardian Step Backwards”,Science & Society, otoño, Vol. 67, No. 3, pp. 276-302.
[1] Universidad Complutense de Madrid, estrinaz@ccee.ucm.es.
[2] A los dos años Rosa cayó enferma y los médicos le diagnosticaron una tuberculosis, que resultó ser una inflamación de la cadera que no fue tratada correctamente. Como resultado, la articulación no se encajó bien y Rosa anduvo con una pequeña cojera el resto de su vida. Con el tiempo, esa cojera facilitaría a la policía su identificación en esa continua huida en la que se convirtió su vida.
[3] Ver El País de 29 de mayo de 2009; La Vanguardia de 15 de junio de 2009; El mostrador.clde 4 de junio de 2009…
[4] Extraído de “La mujer proletaria”.
[5] Es curioso que Rosa Luxemburgo defienda esto, a pesar de sus teorías espontaneistas, y a que decía “Esto corresponde al carácter de la revolución proletaria actual, a saber que debemos hacer la conquista del poder político no desde arriba, sino desde abajo”. Y es verdad que probablemente cuando hablaba de decisión colectiva se refería más a las decisiones democráticas que al centralismo (ultracentralismo) de Lenin. Pero el sistema de autogestión también genera muchos problemas (Trincado 2008), algunos de los cuales ella misma apuntó.
[6] “Es obvio que en la técnica de producción, el interés del capitalista está de acuerdo, hasta cierto punto, con el progreso y desarrollo de la economía capitalista. Es su propio interés el que le lleva a realizar mejoras tecnológicas. Pero el trabajador aislado se encuentra en una posición absolutamente diferente. Cada transformación técnica contradice sus intereses. Agrava su situación desamparada al depreciar el valor de su fuerza laboral haciendo su trabajo más intenso, más monótono y más difícil” (Luxemburgo, 1937: 17).