La Agencia Central de Inteligencia CIA se creó en 1947 para reunir y calibrar las informaciones sobre los "enemigos" de Estados Unidos en todo el mundo.
En la predominante atmósfera de la "Guerra Fría", estos enemigos eran invariablemente las fuerzas del comunismo y, puesto que el Sudeste asiático era una zona susceptible de expansión comunista la CIA empezó pronto a actuar profundamente en Vietnam, Laos y Camboya. Operaciones Secretas de la CIA en Laos
Cómo funcionan las Operaciones encubiertas bibliotecapleyades.net
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Con la excepción de Gerald Ford y Jimmy Carter, todos los últimos presidentes de EEUU lanzaron al menos una operación encubierta o no para derrocar a un gobierno extranjero
La CIA guarda sus archivos con ferocidad. Sabemos mucho acerca de algunas operaciones encubiertas durante la Guerra Fría. De las demás, sabemos sólo los contornos difusos. Y seguramente hay operaciones sobre las que somos totalmente inconscientes.
Hay diferentes tipos de operaciones encubiertas– propaganda, acción política, influencia económica, paramilitares. Este ensayo se centra en las operaciones paramilitares, las que incluyen el “uso no reconocido de la fuerza, o la asistencia a quienes perpetúan o resisten el uso de la fuerza.” (Godson, 158) No examina las operaciones lanzadas en Indochina porque eran ansilares a un esfuerzo mayor de la guerra en Vietnam.Algunas operaciones paramilitares buscaban el derrocamiento de un gobierno extranjero; otras trataron de aplastar las revueltas que amenazaban regímenes amigos o de hostigar a gobiernos extranjeros hostiles sin esperar derrocarlos.
Con la excepción de Gerald Ford y Jimmy Carter, durante la Guerra Fría todos los presidentes de EEUU lanzaron al menos una operación encubierta para derrocar a un gobierno extranjero. Con la excepción de Harry Truman, ninguno puso en marcha una operación paramilitar encubierta en Europa. “La Guerra Fría fue una contienda que consistió en hacer boxeo sombra en áreas de importancia marginal,” escribe la historiadora Nancy Mitchell: “porque la guerra real en lugares que realmente contaban – Berlín, Washington y Moscú – era imposible de ganar” (Mitchell, 67). Como el Presidente Dwight Eisenhower entendió cuando los altos funcionarios de la CIA le instaron a ayudar a los rebeldes húngaros que luchaban contra el régimen comunista a finales de 1956, el riesgo de desencadenar una guerra con la Unión Soviética era demasiado grande. Europa estaba fuera de los límites. Las operaciones paramilitares estadounidenses durante la Guerra Fría se pusieron en marcha en el Tercer Mundo.
Truman 1945-53
Existe un cliché sobre Truman: él se opuso a operaciones paramilitares.
“Mientras Truman permaneció como presidente”, ha escrito el historiador H.W. Brands, “los agentes encubiertos tuvieron que contentarse con actividades modestamente intrusivas como la canalización de fondos secretos a partidos políticos anti-comunistas de Europa occidental.” (Brandss, 60).
Esto es profundamente erróneo. Como el ex Director de Inteligencia Central (DCI) Richard Helms señaló, “Truman dio el visto bueno en un buen número de decisiones para las operaciones encubiertas de las que en años después dijo que no sabía nada.”
(Helms, 1989) Estas decisiones incluyeron muchas operaciones paramilitares detrás de la Cortina de Hierro con el objetivo fortalecer las fuerzas de resistencia y hostigar a la Unión Soviética, así como las operaciones para acosar a China durante la Guerra de Corea. Una tenía una meta más grandiosa: derrocar al gobierno de Albania.
- Albania 1949
La ruptura de Stalin con Tito en 1948 parecía presentar a Occidente una gran oportunidad; el régimen albanés se mantuvo leal a la Unión Soviética y lanzó una purga sangrienta contra numerosos partidarios de Tito en el Partido Comunista de Albania y en las fuerzas armadas. Albania se convirtió en un alislado puesto avanzado soviético en el Mediterráneo: sus únicas fronteras terrestres eran con Yugoslavia, repentinamente hostil, y Grecia, un cliente de EEUU.
Al otro lado del mar Adriático estaba otro cliente de EEUU, Italia.
Los británicos inventaron el plan, y convencieron a los estadounidenses de unirse: juntos entrenarían exiliados de Albania y los infiltrarían dentro de ese país, donde podrían impulsar el fuerte movimiento anticomunista e inspirar a una población con ganas de rebelarse.
La operación, que se inició en 1949, se basó en una inteligencia defectuosa e ilusiones: las fuerzas de resistencia eran débiles y la población pasiva.
El desastre era inevitable. Uno tras otro los equipos enviados por los estadounidenses y los británicos fueron eliminados, pero más fueron enviados. Cientos de albaneses murieron. “Pocas veces una operación de inteligencia ha ido tan resueltamente de un desastre a otro”, señaló un estudioso. (Winks, 399) En 1953 el gobierno de Eisenhower puso fin al empeño temerario.
Eisenhower 1953-61
Los años de Eisenhower fueron una edad de oro para la CIA. Eisenhower compartía la afición de Truman por las operaciones paramilitares, vertió recursos en la agencia, y nombró a Allen Dulles como DCI.
Allen era el hermano menor de John Foster Dulles, Secretario de Estado de Eisenhower y asesor de política exterior de la mayor confianza. Los dos hermanos estaban en constante y fácil comunicación; a menudo, después de un día de trabajo, Allen pasaba por casa de Foster para repasar asuntos pendientes.
Nunca un Secretario de Estado y un Director de la CIA disfrutaron una relación tan cerrada. Esto molestó a algunas personas:
“Es una relación que sería mejor no tuviera que existir”, comentó el presidente de un comité nombrado por Eisenhower para investigar la agencia. Eisenhower no estuvo de acuerdo: “Parte del trabajo de la CIA es extensión del trabajo del Departamento de Estado.” (Doolittle, 1954)
Mientras bajo Truman las operaciones paramilitares encubiertas fallaron persistentemente, bajo Eisenhower dos de las tres operaciones para derrocar gobiernos tuvieron éxito: en Irán en 1953 y Guatemala en 1954.
Estos dos éxitos realzaron el prestigio de la CIA entre los que los conocieron.
El fracaso de la agencia para derrocar al gobierno de Indonesia en 1957-1958 no atenuó su brillo.
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- Irán 1953. Operación Ajax
La estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) fue responsable directa del golpe de Estado que derrocó al primer ministro de Irán, Mohammad Mossadeg, el 19 de agosto de 1953.
La información la hizo pública la propia CIA, el 18 de agosto de 2012, en documentos desclasificados.
Hace tiempo que en Estados Unidos admiten la participación de la CIA en el golpe de Estado que enemistó por 60 años a Washington y Teherán.
"El golpe militar que derrocó a Mossadeg y su gabinete del Frente Nacional fue realizado bajo la dirección de la CIA, como una acción de política exterior", señala el documento.
La CIA decidió intervenir en la política interna de Irán por presión de Gran Bretaña. El asunto es bien sencillo: el Parlamento del gobierno del primer ministro Mossadeg decidió nacionalizar la explotación de petróleo y con ello perjudicó inversiones de Londres (en particular, de la firma Anglo-Iranian Oil Company) .
Así que en 1951, el mismísimo primer ministro Winston Churchill insinuó a su reticente colega Harry Truman de EEUU la siguiente situación: o nos ayudan a derrocar al nacionalista Mossadeg o los británicos nos retiramos de la contienda en Corea.
En los hechos, mientras la Casa Blanca apoyaba al primer ministro iraní, la CIA pergeñaba un plan para derrocarlo.
No solo por las pérdidas inglesas en los negocios petroleros sino porque desde Allen Dulles, la cabeza de la CIA, hacia abajo había mucho temor por una supuesta “toma soviética” en Irán y y por ello presagiaban graves consecuencias económicas y políticas para Washington.
Es cierto que el presidente Dwight Eisenhower, un militar del Partido Republicano, que asumió en 1953, se alejó de la posición de su antecesor y estuvo más cerca de la estrategia de la CIA.
Y el complot contra Irán fue más aceitado.
La tesis de la Inteligencia angloestadounidense era que “cuanto más tiempo permaneciera” Mossadeg en el poder, mayor era el peligro de que “los soviéticos invadieran Irán”, según una investigación de Weiner. Es que a Mossadeg no podían acusarlo directamente de ser comunista (es que no lo era).
Pero la CIA hizo más que apoyar a sus colegas británicos.
Puso en marcha la Operación Áyax bajo la batuta de Kim Roosevelt, un oficial de alto rango en Oriente Medio de la CIA, que curiosamente había nacido en Argentina.
A fuerza de dólares, la CIA reclutó a enemigos de Mossadeg en Irán y lanzó una campaña en la que se acusaba al primer ministro iraní de favorecer a los soviéticos, de destruir la moral del Ejército, de ser un corrupto y de llevar al país al colapso económico.
“Al amanecer del 19 de agosto –dice Weiner- las turbas contratadas por la agencia se reunieron en Teherán dispuestas a iniciar una revuelta”. Ómnibus y camiones se desplegaron en Teherán para provocar –según la CIA- una “revolución casi espontánea” (sic).
Antes y después, el plan incluyó diversas chambonadas. Pero el 20 de agosto el primer ministro fue apresado y estuvo tres años en la cárcel y su lugar fue ocupado por Fazlollah Zahedi, un general retirado enemigo de Mossadeg que recibió un millón de dólares para figurar como el jefe del levantamiento.
Lo más grave fue que, en parte, por la intervención angloamericana de los 50, Irán inició en 1979 una revolución islámica muy hostil a Washington.
Es más el norte de la política exterior fue considerar a Estados Unidos el líder del eje del mal (si utilizáramos la terminología de George W. Bush). Las nefastas consecuencias de la intervención de la CIA en Irán [artículo editado]
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- Guatemala 1954El derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala es una de las pocas operaciones paramilitares encubiertas sobre la que el gobierno de EEUU ha desclasificado un rico tesoro de documentos.
Estos documentos demuestran que la inteligencia estadounidense en Guatemala durante los años de Eisenhower era muy buena.
La CIA informó de que Arbenz era o un comunista o un compañero de viaje; que sus asesores más cercanos eran los comunistas, y que eran el motor detrás del programa de reforma agraria exitosa de Arbenz. (100.000 familias – un sexto de la población de Guatemala – recibieron la tierra que necesitaban desesperadamente.)
La Inteligencia de EEUU también informó que no había infiltración comunista en las fuerzas armadas de Guatemala. Esto, también estaba en lo cierto.
La CIA no afirmó que existía el peligro de un golpe comunista en Guatemala – y no hay ninguna indicación de que los políticos estadounidenses incluso plantearan la pregunta.
Dado el desequilibrio de poder entre los EEUU y Guatemala, el costo de destruir el gobierno de Arbenz era tan bajo que no se molestaron en contemplar cualquier alternativa – como aprender a convivir con un gobierno pro-comunista que respetaba las libertades políticas en un grado inusual en América Latina.
Una fuerza de unos 250 exiliados patrocinados por la CIA invadió Guatemala en junio de 1954.
El ejército de Guatemala podría haberlos aplastado con facilidad, pero no se atrevió: los exiliados eran los apoderados de los EEUU, y si el ejército de Guatemala los derrotaba, ¿qué haría Eisenhower a continuación? Él enviaría tropas estadounidenses – esto es lo que la estación de la CIA en Guatemala, la embajada de EEUU y la misión militar estadounidense dijo a los guatemaltecos.
El mismo mensaje fue pregonado día tras día por los medios de la oposición guatemalteca. “¿Cómo podrían los líderes de Guatemala imaginar que EEUU toleraría un nido de enemigos en su propia puerta?”, preguntó un destacado periodista guatemalteco que trabajó en estrecha colaboración con la CIA. “Alemania … sigue ocupada, y también lo está Japón – y nosotros lo estaremos también, pobres tontos que ni siquiera producimos fuegos artificiales, mucho menos la munición para una resistencia simbólica.” (Marroquín Rojas, 1954)
En los EEUU ningún órgano de la gran prensa y ningún miembro del Congreso – Demócrata o Republicano- abogagó por tratar de convivir con la Guatemala de Arbenz.
Cuando comenzó la invasión de exiliados, el ejército guatemalteco se negó a luchar; en lugar de ello se volvió contra Arbenz y lo obligó a renunciar.
El líder de los invasores, que habían sido elegidos a dedo por la CIA, se convirtió en el nuevo presidente de Guatemala.
- Cuba 1959
El derrocamiento de Arbenz aseguró a la administración de Eisenhower que el hemisferio era seguro – hasta 1959, cuando Fidel Castro tomó el poder en Cuba.
Los EEUU respondieron al desafío de Castro en la forma en que siempre trató con molestias en su patio trasero: con violencia.
Por órdenes de Eisenhower, la CIA comenzó a tramar el derrocamiento de Castro. En abril de 1961, tres meses después de la inauguración de John Kennedy, 1.300 insurgentes entrenados por la CIA irrumpieron en una playa de Cuba, en Bahía de Cochinos. Sólo para rendirse en masa.
La derrota en Bahía de Cochinos añadió un elemento de veneno personal a la cruzada de Kennedy contra Cuba.
Al rechazar la oferta de Castro de conversar acerca de un modus vivendi entre los dos países, “regañó” al Subdirector de Planes de la CIA Bissell por estar “sentado en su culo y no hacer nada acerca de deshacerse de Castro y el régimen de Castro.” (EEUU, Senado, 141). Las peraciones paramilitares de la CIA contra Cuba no disminuyeron hasta 1965.
Kennedy 1961-63
Atormentados por el temor a una segunda Cuba, los gobiernos de Kennedy y Johnson participaron en operaciones encubiertas en varios otros países de América Latina para socavar grupos o gobiernos que consideraban suevemente comunistas.
Johnson 1963-69
Desde finales de 1950 hasta principios de 1970, el foco de las operaciones paramilitares de la CIA estaba en Indochina contra los vietnamitas del Norte y en el hemisferio occidental en contra de Castro. Pero cuando dieciséis países africanos obtuvieron su independencia en 1960, un nuevo frente se abrió. África se convirtió, en palabras de la Secretaria de Estado, Christian Herter, en “un campo de batalla de primer orden.” (Gleijeses, 2002, 6)
- Congo 1964
Durante las próximas dos décadas, EEUU participó en dos importantes operaciones paramilitares en África. En 1964-65 el presidente Lyndon Johnson trató de derrotar una revuelta en el antiguo Congo Belga contra el régimen corrupto y represivo que Eisenhower y Kennedy habían impuesto al país.
La CIA reclutó un ejército de 1.000 mercenarios blancos, los armó, les proporcionó el apoyo logístico indispensable e incluso organizó una fuerza aérea mercenaria para bombardear y ametrallar a los rebeldes. Los mercenarios perpetraron atrocidades masivas y aplastaron la revuelta.
Nixon 1969-74
- Chile 1973. Operación Condor
Para el final de la administración de Johnson, el espectro de una segunda Cuba en el hemisferio se había desvanecido, pero luego, en 1970, Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales de Chile. Allende fue un demócrata sincero, pero él era un socialista, encabezó una coalición que incluyó al Partido Comunista, y era amigo de Fidel Castro.
Para el presidente Richard Nixon y para Henry Kissinger su ascenso a la presidencia fue una bofetada a los EEUU y un terrible ejemplo para América Latina.
Se comprometieron a acabar con él. Técnicamente, los militares chilenos actuaron por su cuenta cuando se derrocó a Allende el 11 de septiembre de 1973, pero, como dijo Kissinger, mediante la realización de una campaña de desestabilización y la ayuda a los grupos antigubernamentales, la CIA había “creado las condiciones tan grandes como fuera posible [para un golpe de estado ].” (Kissinger, 1973).
Ford 1974-76
- Angola 1975
La otra operación paramilitar importante fue en 1975 en Angola, donde Pretoria y Washington trabajaron juntos para aplastar un movimiento de izquierda.
Con la connivencia de Washington, las tropas sudafricanas invadieron el país y casi tuvieron éxito en la instalación de los líderes amistosos en Luanda – pero luego36.000 soldados cubanos inundaron Angola y empujaron a las tropas sudafricanas fuera.
Carter 1977-80
- Afganistán 1979
Jimmy Carter no lanzó grandes operaciones paramilitares hasta la invasión soviética de Afganistán en diciembre de 1979.
A continuación, él expandió el programa de ayuda no letal a la muyahidines afganos, que había aprobado en julio de 1979, a un gran total de 60 millones de dólares que incluía “todo tipo de armas y apoyo militar. “(Gates, 251)
Reagan 1980-88
Para la CIA la presidencia de Reagan fue otra edad de oro, una vuelta a los años de Eisenhower. El dinero y la mano de obra fluyeron a la agencia. Además, por primera vez desde Eisenhower, el ICD, William Casey, fue miembro del círculo íntimo del presidente.
Hubo, sin embargo, dos diferencias significativas entre las épocas de Eisenhower y Reagan. El Congreso, cuya supervisión de la agencia había sido laxa, ahora quería estar en el bucle; y la prensa de EEUU ya no estaba en silencio.
No hay leyes que hayan impedido a la prensa estadounidense informar sobre las operaciones encubiertas, pero su silencio en las tres primeras décadas de existencia de la CIA es sorprendente. Tomemos, por ejemplo, el derrocamiento de Arbenz en Guatemala. La mano de los EEUU era evidente.
La propia CIA informó que la prensa europea occidental era prácticamente unánime en la conclusión de que la agencia había diseñado la caída de Arbenz. En las palabras del Inspector General de la CIA,
“La hoja de parra era muy transparente, raída.” (Kirkpatrick, 1989) insuficientemente raída, sin embargo, para la prensa estadounidense. Cuando se trataba de explorar el papel de EEUU en el otoño de Arbenz, los periódicos de EEUU, o ignoraron el asunto o rechazaron de plano cualquier insinuación de que el gobierno de EEUU había ayudado a los rebeldes.
Ese fue el patrón, la misma “disciplina” fue evidente en 1957-1958 durante la operación contra Indonesia, en las semanas previas a la Bahía de Cochinos, en 1964-1965, durante la operación en el antiguo Congo Belga, y en 1975 en Angola.
Aún más sorprendente que el silencio de la prensa de EEUU es el fracaso de los historiadores al tomar nota de ello. Con la excepción de los análisis de Bahía de Cochinos y de un libro acerca de la operación de Indonesia, ningún historiador jamás menciona la complicidad de la prensa. Por lo tanto, no hay una explicación de esta autocensura.
Para la década de 1980 la prensa había cambiado. Había tres grandes operaciones paramilitares en los años de Reagan – en Afganistán, Angola y Nicaragua – y la prensa informó de las tres.
- Nicaragua 1982
La más polémica fue contra Nicaragua. La guerra de los contras contra el gobierno sandinista nunca fue popular entre la opinión pública estadounidense o el Congreso, pero Reagan la persiguió, sin inmutarse.
Él creía que los sandinistas eran marxistas-leninistas y que EEUU no podía tolerar un régimen marxista-leninista en Centroamérica. Mientras la administración emprendió una guerra económica en Nicaragua, la CIA nutrió un ejército anti-sandinista – los Contras.
Los armó, les pagó y les proporcionó santuarios en la vecina Honduras. Miles acudieron a unirse a los Contras creyendo que la victoria era inevitable porque Ronald Reagan estaba detrás de ellos y, si era necesario, enviaría tropas estadounidenses. Esta confianza – en que EEUU iba a ganar la guerra para ellos – hinchó las filas de la contra pero evisceró su voluntad de luchar.
Muy pronto, en 1982, la prensa estadounidense comenzó a informar sobre el papel de EEUU en la guerra de los contras.
Por primera vez en la historia de los EEUU hubo un debate -un vigoroso debate – sobre una operación paramilitar mientras se desarrollaba (no después de que había fracasado, como había sido el caso de Bahía de Cochinos).
El debate tuvo lugar en los medios de comunicación, entre amplios sectores de la opinión pública, y en el Congreso de EEUU. Había amargos enfrentamientos entre los Comités de Inteligencia del Congreso y la CIA. El DCI Casey y sus colaboradores más cercanos disimularon y se ofuscaron cuando informaron al Congreso de lo que la CIA estaba haciendo por los Contras.
Después de la aplastante reelección de Reagan en noviembre de 1984, muchos estadounidenses temían que podría aprobar una invasión de Nicaragua, y tal vez lo habría hecho, tuvo el escándalo Irán-Contras que no lo debilitó. Cuando Reagan dejó la Casa Blanca, los sandinistas estaban todavía en el poder.
Sobre las Operaciones paramilitares de la CIA
Las operaciones paramilitares de la CIA durante la Guerra Fría no tensaron a la tesorería de EEUU; Afganistán, con mucho, la más cara, costó alrededor de dos mil millones de dólares repartidos en más de una década – una pequeña suma para un país tan rico como los EEUU.
Tampoco fueron costosas en vidas estadounidenses. La CIA mantuvo el personal estadounidense lejos de las zonas de combate.
No más de una docena de estadounidenses murieron en las operaciones examinadas en este ensayo.
Varias de estas operaciones fracasaron, pero el fracaso implicó un bajo costo para los EEUU, incluso en términos diplomáticos. Las relaciones con Albania, por ejemplo, habrían sido execrables incluso sin la operación paramilitar de Truman. El ser una superpotencia ayudó a amortiguar el precio de la derrota.
El asalto de la CIA sobre Cuba en la década de 1960 envenenó las relaciones entre los dos países, pero Cuba siguió reclamando un modus vivendi con los gobiernos de Kennedy y Johnson – sólo para ser rechazada.
Desde la perspectiva del gobierno de EEUU el fracaso más costoso puede haber sido la operación de 1975 en Angola, ya que atrajo 36.000 soldados cubanos a ese país.
Y, sin embargo, en retrospectiva, las tropas cubanas, que permanecieron quince años, no hirieron significamente el interés importante de los EEUU; protegieron a Angola de la Sudáfrica del apartheid y forzaron a Pretoria a conceder la independencia a Namibia.
El éxito – la consecución de los objetivos fijados por los políticos estadounidenses – fue a menudo más caro que el fracaso.
El hecho de que la CIA podría resolver un problema a bajo costo hace que sea fácil para los políticos estadounidenses evitar la reflexión. Muchos estadounidenses fechan el comienzo de la enemistad entre EE.UU. e Irán por el triunfo de la revolución iraní de 1979 y la captura de los rehenes. Sería más exacto, sin embargo, citar 1953 – el derrocamiento de Mohammad Mossadegh.
Él no representaba una amenaza para los EEUU. Un modus vivendi con él podría haber servido mejor a los intereses a largo plazo de Washington. Pero ¿por qué molestarse cuando era tan fácil acabar con él?
Las operaciones paramilitares encubiertas de la CIA eran rara vez un secreto fuera de los EEUU. En el Tercer Mundo, reforzaron la imagen de EEUU como un matón machista. Pero ellas hicieron más.
Al hacer el pedido a la agencia para lanzar operaciones paramilitares, las autoridades estadounidenses no tenían la intención de hacer daño a la gente de los países a los que se dirigían – creían que estaban actuando en el interés nacional de EEUU, y cualquier daño colateral era desafortunado. Con demasiada frecuencia, sin embargo, estas operaciones no sirvieron al interés nacional de los EEUU e infligieron un efecto devastador en la población de los países que fueron blanco.
Esta es la más grave responsabilidad de las operaciones paramilitares que la CIA lanzó durante la Guerra Fría, y es una mancha en el expediente de los EEUU, aunque la mayoría de los estadounidenses sean felizmente inconscientes de ello.
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Fuentes:
[1] Roy Godson, Dirty Tricks or Trump Cards: U.S. Covert Action and Counterintelligence, New Brunswick, 2008, p. 158.
[2] Nancy Mitchell, “The Cold War and Jimmy Carter,” in Melvyn Leffler and Odd Arne Westad, eds.,Cambridge History of the Cold War, New York, 2010, 3:67.
[3] H.W. Brands, The Devil We Knew: Americans and the Cold War, New York, 1993, p.60.
[4] Interview with Richard Helms, Washington DC, Sept. 7, 1989.
[5] See Michael Dravis, “Storming Fortress Albania: American Covert Operations in Microcosm, 1949-54,” Intelligence and National Security, 7: 4 (1992), pp. 425-42; Stephen Dorril, MI6: Inside the Covert World of Her Majesty’s Secret Intelligence Service, New York, 2000, pp. 355-403; Michael Burke, Outrageous Good Fortune: A Memoir, Boston, 1984.
[6] Robin Winks, Cloak and Gown: Scholars in the Secret War, 1939-1961, New York, 1987, p. 399.
[7] Memcon (Gen. Doolittle and President Eisenhower), Oct. 19, 1954, Whitman File, Adm. Series, Box 13, Dwight D. Eisenhower Library, Abilene, KS (hereafter DDEL).
[8] See Nick Cullather, Secret History: The CIA’s Classified Account of Its Operations in Guatemala 1952-1954, Stanford, 1999; US Department of State. Foreign Relations of the United States, 1952-1954: Guatemala, Washington DC, 2003.
[9] The analysis that follows is based on my book, Shattered Hope: The Guatemalan Revolution and the United States, 1944-1954, Princeton, 1991.
[10] Clemente Marroquín Rojas, “Y usted: ?Qué deduce, señor ministro?” La Hora (Guatemala City), Jan. 14, 1954, p. 1.
[11] Assistant to the head of the CIA unit working on Cuban operations quoted in US Senate, Select Committee, Alleged Assassination Plots Involving Foreign Leaders, Washington DC, 1975, p. 141.
[12] Memo TelCon, Nixon and Kissinger, Sept. 16, 1973, The Declassified Record, National Security Archive, Washington DC.
[13] Herter quoted in National Security Council meeting, Mar. 24, 1960, p. 9, WF, NSC Ser., box 12, DDEL
[14] See Piero Gleijeses, Conflicting Missions: Havana, Washington, and Africa, 1959-1976. Chapel Hill, NC, 2002, pp. 57-184
[15] Ibid., pp. 230-396.
[16] Robert Gates, From the Shadows: The Ultimate Insider’s Story of Five Presidents and How They Won the Cold War, New York, 1996. p. 251.
[17] Interview with Lyman Kirkpatrick, who in 1954 was the Inspector General of the CIA, Middleburg, VA, June 2, 1989.
[18] See Gleijeses, Shattered Hope, pp. 258-62, 367-70; Gleijeses, Conflicting Missions, pp. 128-32, 362-65; interview with Sam Halpern, a CIA officer who participated in the 1957-58 operation against Indonesia (St. Simons Island, GA, June 1, 1996).
[19] The best book on Reagan and Nicaragua is William Leogrande, Our Own Backyard: The United States in Central America, 1977-1992, Chapel Hill, 1998.
[20] See Piero Gleijeses, Visions of Freedom: Havana, Washington and Pretoria and the Struggle for Southern Africa, 1976-1991, Chapel Hill, NC, 2013.
CALPU
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El artículo ha sido editado para mejor entendimiento incluyendo fechas y enlaces. Se ha añadido la Operación Ajax llevada a cavo en Irán por su importancia y repercusiones en la geopolítica de los siguientes años.