DIEGO E. BARROS / CUARTOPODER.ES – CHICAGO.– Los estrategas del Partido Republicano lo tenían claro: el objetivo era Obama. Los datos de aprobación del presidente son tan bajos que recuerdan a los sufridos por George W. Bush, en el último cuarto de su mandato (38%).
Los republicanos lo sabían, pero lo peor es que también lo sospechaban los demócratas que no se molestaron en disimularlo tratando de alejarse lo más posible de la sombra del presidente.
Es cierto que pocos esperaban resultados como el de Maryland, un Estado lindante con la capital Washington DC y con un electorado tradicionalmente demócrata.
Y, sin embargo, el nuevo gobernador es el republicano Larry Hogan.
Las encuestas de antes de las elecciones lo situaban a más de diez puntos de Anthony Brown, el nuevo candidato demócrata para ocupar el puesto del gobernador saliente, Martin O’Malley.
El presidente se dejó caer y el resultado fue que Hogan acabó venciendo por más de cuatro puntos. Algo semejante ha ocurrido en otros tradicionales bastiones demócratas como Illinois, Massachusetts o Michigan (en este caso, la sorpresa ha sido la reelección de Scott Snyder) han escogido a gobernadores republicanos.
El caso de Illinois es el más sangrante por lo que tiene de emocional, ya que es la cuna política de Obama.
Pero la historia que ejemplifica todo es la publicada por The Washington Post. El veterano senador republicano, Pat Roberts, de 78 años, se encontraba en dificultades para renovar su escaño ante el empuje de Greg Orman, un independiente cercano al Partido Demócrata.
Un asesor viajó en septiembre de Washington a Kansas para preparar a Roberts para un debate.
Según el periódico capitalino, el asesor se encerró con Roberts en una habitación, se deshizo de sus datos y apuntes y solo le dio una hoja. En ella una estrategia tan simple como efectiva: relacione a Orman con Obama y Harry Reid, el líder demócrata del Senado.
Fin del problema.
Lo demás es geografía conocida. La derrota del Partido Demócrata en las elecciones legislativas de noviembre de 2014 ha sido de proporciones gigantescas.
Una estrella apagada desde hace tiempo
En política todo es el resultado de muchos factores. Los datos del paro de se sitúan en el 5,9%. En apariencia es un dato positivo, pero tiene su trampa.
Más de la mitad de los ciudadanos considera que la economía va mal. La realidad es que la renta media de las familias se sitúa en niveles cercanos a los registrados en la década de los ochenta.
Los americanos perciben cada vez con más dificultad el acceso a puestos de trabajo de los llamados full-time, con una media de 40 horas semanales y seguro médico, mientras que se multiplican los part-time, con salario mínimo y sin beneficios.
Está la economía y, después, las diferentes guindas que se han ido colocando en la cima del pastel. Desde la amenaza del Estado Islámico al ébola. El propio Obama ha reconocido que reaccionó tarde ante la amenaza del ISIS. También, por supuesto, la reforma sanitaria.
La Affordable Care Act, más conocida como el Obamacare, cumple un año de vida con resultados positivos pero sigue siendo muy contestada. Unos diez millones de ciudadanos han accedido a una cobertura sanitaria básica, Eso supone un 25% de los 40 millones de personas sin cobertura sanitaria hacía 12 meses, según The New York Times.
El cansancio general flotaba en el ambiente. Una estadística de Gallup señalaba el pasado mayo que el 72% de los ciudadanos consideraba que su congresista no merecía la reelección. Si algo odia el americano medio es el Congreso de EE.UU.
A la misma altura que las cucarachas o los legendarios atascos de tráfico de sus grandes ciudades. Sus luchas partidistas y su incapacidad para llegar a pactos.
Y, por último, está la participación. Aun sin cifras definitivas dado que en Estados como Alaska o Virginia todavía continuaba el recuento en el momento de escribir estas líneas, Michael P. McDonald, especialista en estadística política de la Universidad de Florida publicaba el miércoles en su página web una primera estimación que señala que la participación se situará en torno al 36,6%. Muy por debajo del 40,9% de 2010 y del 58% de las presidenciales de 2012. También se espera que ese electorado, como en otras legislativas, sea más homogéneo (blanco) y mayor, caladeros republicanos.
Los hispanos, unos 25 millones con derecho a voto (11.1% del total), son uno de los grupos que menos acuden a votar en los comicios llamados midterm, o medio tiempo. En las presidenciales de 2012, hasta 11,2 millones de hispanos ejercieron su derecho al voto. En las legislativas de 2010 cayeron a 6,6 millones.
Se espera que la cifra registrada el martes sea aún menor. El Pew Hispanic Center señala que en 2014 el apoyo de los hispanos al Partido Demócrata sigue siendo mayoritario, sin embargo ha caído desde 2012. La culpa, la incumplida promesa de Obama de aprobar la tan ansiada reforma migratoria antes de las legislativas.
Lo que se avecina
Conocido el resultado, muchos se han apresurado en colgarle al todavía inquilino de la Casa Blanca el cartel de lame duck(pato cojo, en su traducción al español), un presidente que encara el último cuarto de su mandato, especialmente con el legislativo en contra lo que le deja poco margen de acción política.
Durante los últimos cuatro años, Obama ha visto cómo muchas de sus iniciativas se quedaban en el tintero. Ahora, con la Cámara de Representantes y el Senado en manos republicanas, el GOP (Great Old Party) se convierte en un partido de gobierno de facto.
Se espera que el Gobierno plantee una continua batería de leyes que reciban un frontal rechazo por parte de los republicanos con la esperanza de que estos queden delante de la opinión pública como “el partido del no” y principal culpable del bloqueo del país.
Sin embargo, esto puede darse también en sentido contrario: bombardear a Obama con leyes salidas de ambas cámaras que difícilmente pueda aceptar el presidente, con lo que tendría que hacer uso de su poder de veto, lo que no es del agrado de ningún presidente.
Es cierto que Obama tiene pinta de pato cojo. Pero, a decir verdad, la excepción sería que un presidente en ejercicio aumentara representación.
Desde 1898 el partido del presidente sólo ha ganado escaños en la Cámara en cuatromidterms: 1902, 1934, 1998 y 2002.
Ronald Reagan tuvo que negociar con una Cámara en contra, también Clinton, y son dos de los dos presidentes mejores considerados.
La próxima batalla que se cierne sobre Washington será la reforma migratoria. «Habrá que ver si los republicanos quieren una ley, estoy ansioso por ver qué hacen, pero no voy a esperar más, ya he mostrado mucha paciencia buscando una solución bipartidista», señaló Obama, aludiendo a la posibilidad de usar un decreto si no hay acuerdo.
Un editorial de The New York Times publicado el viernes se mostraba tajante: “Ahora que han concluido las elecciones, lo único que se le puede decir al presidente es: Hágalo. Lance una orden ejecutiva. A lo grande”.
Donde no habrá problemas es en lo relativo a la política exterior así como en ciertos pasos para mejorar la desastrosa red de infraestructuras del país. También en materia fiscal, los republicanos acogerán toda iniciativa que pretenda una rebaja del gasto. Tampoco en el acuerdo de libre comercio con la región Asia-Pacífico.
Con las presidenciales de 2016 en mente
Ahora se abre ya la carrera hacia las elecciones presidenciales de 2016. Por el momento la senadora Hillary R. Clinton(67) sondea sus posibilidades.
En las filas demócratas suenan otros nombres como el de Martin O’Malley (51), ex gobernador de Maryland, pero el resultado en su Estado ha supuesto un serio zarpazo a su aspiración.
En el otro lado de la barrera todo está mucho más en el aire. El que parecía hace unos meses contar con muchas de las papeletas, el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie (52), se ha ido desinflando. Jeb Bush (61) ex gobernador de Florida, hermano e hijo de presidente sigue deshojando la margarita. Reúne pros y contras. Está a favor de la reforma migratoria pero no ha visto su nombre impreso en una papeleta desde 2002.
En el ala más dura del partido, esto es, el Tea Party, se sitúan el senador por Texas, Ted Cruz, y Marco Rubio, senador por Florida.
Ambos con 43 años, jóvenes y mediáticos, supondrían una oportunidad para atraer votantes latinos hacia el GOP.
Una suerte de verso libre es Rand Paul (51). Sin gran carisma ni especialmente brillante, pero famoso por su credo libertario (heredado de su padre, Ron Paul, congresista y precandidato) y su capacidad para decir exactamente lo que piensa sin importarle las consecuencias.
Presume de ser una «persona normal» que viaja sin escolta ni asesores y en clase turista. La portada de la revista Time lo acaba de calificar como “El hombre más interesante en la política americana”.
En 2015 se verá quién se lanza finalmente a la carrera presidencial y en enero de 2016 echarán a andar las primarias. Como siempre, con el mundo de espectador, incluyendo al propio Barack Obama.
(*) Diego E. Barros es periodista.