La rapidez eyaculatoria es la principal causa de consulta sexológica entre los varones de nuestra cultura, sin embargo ¿sabías que eyacular rápido es una respuesta biológica natural?
Los machos de casi todas las especies eyaculan muy rápido.
En el reino animal un coito prolongado no sería adaptativo e incluso podría poner en peligro la vida del animal.
Veamos algunos ejemplos: Una pareja de conejitos estaría mayormente expuesta a un ataque de un posible depredador; la hembra del elefante acabaría exhausta al tener que soportar el peso del macho; el león podría ser atacado por la propia hembra si se demora mucho ya que esta podría considerarlo un enemigo; y como último ejemplo, en época de celo lo que les interesa a los machos es copular cuanto más mejor para poder tener más chiquillos y perpetuar así su estirpe, eso es lo que le ocurre por ejemplo al señor bonobo.
Y esta es la herencia filogenética que hemos recibido los machos humanos, para nosotros eyacular rápido no es ni adaptativo ni desadaptativo para la procreación o para la supervivencia, pero, nos guste o no, se nos ha quedado grabado en los genes.
De modo que la eyaculación del macho humano a partir del inicio de la penetración, oscila entre los 30 segundos y los 2 minutos.
¡Todos somos eyaculadores precoces, toma ya!
Sin embargo durante miles de años la “eyaculación precoz” no fue un problema. Hasta mediados del siglo XX no solo no era un problema, sino que era valorada positivamente. Todo esto tiene su explicación.
Conforme van pasando los años también va cambiando la concepción que se tiene sobre la sexualidad. Hasta mediados del siglo XX no empezó a tenerse en cuenta la sexualidad de la mujer, y si se reconocía, era asumiendo que la sexualidad masculina dominaba a la femenina. Si no se tenía en cuenta a la mujer, eyacular rápido no tenía por qué ser considerado problemático, porque lo único importante era el placer del hombre y el hecho de eyacular antes o después no suponía un problema para este. De hecho ni existía el concepto de “eyaculador precoz”.
Veamos un poco de historia:
Durante el Siglo XIX y parte del Siglo XX, la sexualidad solo se justificaba a efectos de la reproducción dentro del matrimonio oficial (debito conyugal). Fuera de estos parámetros se consideraba un instinto pernicioso del que había que defenderse, incluso mirar a la esposa con deseo era pecado, hasta se podía pecar de pensamiento.
Era una época en la que la moral sexual estaba totalmente dominada por las órdenes religiosas que promovían el miedo, la oscuridad, el silencio y el morbo.
El varón era víctima de impulsos carnales irrefrenables de los que debía defenderse mediante la disciplina para mantener su espíritu limpio. La mujer simplemente no tenía sexualidad, su función en el mundo era ser portadora del vientre y receptáculo para el esperma del padre de su prole. Pura y casta, boba y sin deseo sexual o por el contrario mala, puta y pecadora.
Vamos entrando en el SXX y la cosa empieza a cambiar un poco, sobre todo para el hombre. El sexo sigue viéndose como algo negativo pero a la vez es muy deseado.
De manera que el discurso oficial era del tipo “el sexo es malo, perverso y sucio” pero entre amigotes tomaba un tono grosero, jocoso y deseable. La mujer sigue sin ser sexual y espera que se le respete y se las ame por su pureza.
Ahora la sexualidad del hombre ya es positiva, tiene derecho a desear, pero si la mujer lo hace sigue siendo una puta. En esta época cobra mucha protagonismo el pene insaciable, siempre erecto y dispuesto, con cualquiera y a cualquier hora. El sexo en el matrimonio es exigido por el varón y sufrido por la mujer
. El hombre es depredador innato y todas las mujeres presas seductoras.
Hasta ahora eyacular rápido se considera una ventaja, un indicador de virilidad y hombría. De hecho en 1948 en el famoso “Informe Kinsey” donde se estudia la conducta sexual de hombres y mujeres, se califica de “superhombres” a los que hoy día se consideran eyaculadores precoces, curioso ¿verdad?
Tras la II Guerra Mundial, se producen una serie de cambios importantes, entre ellos grupos feministas comienzan a reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres y la aceptación de la sexualidad femenina como normal, valorable y positiva. Es justo aquí cuando aparece por primera vez el concepto de “eyaculación precoz”, y es aquí donde nos encontramos hoy día.
La sexualidad ya es positiva para todos y para todas, necesaria en la pareja, se promueve y se promulga, hay cientos de libros sobre sexualidad y hasta una disciplina llamada sexología.
El modelo sexual actual tiene un tipo de estructura concreta con unas ideas y unos valores inherentes que no están exentos de prejuicios e ideas erróneas: La mujer ya es portadora de deseo, pero no es dueña de él, ya que todo depende de la destreza del varón, de lo hábil y buen amante que sea.
Él es el conductor del encuentro sexual, el responsable del placer de la mujer, de él depende que ella disfrute. Además se piensa que ella es “más lenta”, que tarda más en excitarse y en alcanzar el orgasmo.
Lo importante es el coito, el pene erecto y el orgasmo mediante la penetración. ¡Casi nada!: se espera que el hombre lleve al orgasmo a la mujer mediante la penetración, para que esto ocurra no solo debe haber una buena erección sino que debe durar lo suficiente como para que a la mujer le “de tiempo” a llegar . ¡Aquí tenemos entonces las condiciones necesarias para que aparezca el “problema” de la “eyaculación precoz!”
Algo es rápido con referencia a algo, la eyaculación empieza a considerarse precoz en referencia al orgasmo de la mujer, como además hay una serie de ideas erróneas con respecto al funcionamiento de la respuesta sexual femenina, tenemos una serie de factores que se contradicen y que hacen que eyacular rápido se convierta en un problema.
En resumen, antes no se tenía en cuenta la sexualidad de la mujer, algo que obviamente es muy negativo, ahora se tiene en cuenta a la mujer, pero el modo de plantear la sexualidad en general sigue sin ser totalmente adecuado.
Veámoslo más detenidamente:
Hoy día existe la idea de que la técnica principal es el coito, que hay que llegar al orgasmo mediante la penetración y que lo demás es secundario, sin embargo, esto es un modo muy reduccionista de pensar el sexo.
Se piensa que el verdadero orgasmo femenino tiene que conseguirse mediante el coito. Pero esto no es así, de hecho suele ser bastante difícil y es normal que la mujer requiera de estimulación directa del clítoris.
Se piensa que la mujer es “más lenta” que el hombre, sin embargo, solo es más lenta en alcanzar el orgasmo si no recibe la estimulación adecuada, se trata más bien de un problema de técnica.
Estimulando la zona adecuada y del modo adecuado la mujer es igual de rápida que el hombre y puede alcanzar el orgasmo en menos de un minuto.
También se piensa que la mujer tiene que llegar al orgasmo antes de que él eyacule, que después de la eyaculación se acabó el juego. ¿Cuantas veces hemos visto escenas trágicas en películas en las que él se corre y es una verdadera catástrofe donde ambos acaban frustrados y dándose la espalda? A ver a ver a ver, tranquilidad, ¿quién ha dicho que todo tiene que acabarse?
Solo hay que quitarle un poco de protagonismo al pene y tirar de otros recursos, hay que echarle imaginación y ponerle ganas.
Hay tantas posibilidades como encuentros sexuales tengamos, puede que en ese momento no se pueda continuar con la penetración, pero ambos pueden continuar con masturbación (ella puede tocarse y no pasa nada), sexo oral, vibradores o dildos, besos, masajes… quién sabe, puede que incluso pasado un rato él tenga otra erección y se pueda practicar el coito otro ratito.
Querelle – Rodrigo Luxon
Y ahora tú pensarás, sí sí, muy bonito todo esto de la invención de la eyaculación precoz pero yo quiero “aguantar más”. Bueno, otra buena noticia es que existen técnicas para aprender a reconocer las distintas fases de nuestra respuesta sexual y aprender así a controlar y retrasar la eyaculación, pero esa es otra historia…
Como reflexión final: Tanto hombres como mujeres deberíamos alejarnos de esta “obsesión falocrática y coitocéntrica” y ser más creativos y menos reduccionistas en nuestros encuentros sexuales, nos evitaríamos muchos malestares, “disfunciones” y dolores de cabeza.
Por Eva Nogales - www. sexualidadcreativa.com