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Donde hubo guerra, solo queda alcohol


IPS

Cuando los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE, en inglés) instituyeron un Estado, de hecho, en la provincia Norte de Sri Lanka, el consumo de alcohol estuvo bajo fuerte supervisión y muy mal visto. 

Pero todo cambió con el fin de la guerra civil en 2009.

Después de que las fuerzas gubernamentales derrotaron al insurgente LTTE tras casi tres décadas de guerra civil, las estrictas normas aplicadas a la venta de bebidas alcohólicas perdieron fuerza.
Atormentada por la pobreza, el trauma y la falta de oportunidades laborales, muchas personas en las zonas donde se desarrolló el conflicto se han volcado a la bebida para ahogar las penas.

“Hay un elevado consumo de alcohol casual y habitual en la región, que resulta preocupante. Se ha vuelto norma beber un licor fuerte al final del día”, relató a IPS el funcionario Vedanayagam Thabendran, oficial de servicios sociales del distrito de Kilinochchi, en la provincia Norte, cuya capital del mismo nombre se ubica a unos 240 kilómetros de Colombo.

Una encuesta realizada en diciembre de 2013 por el no gubernamental Centro de Información sobre Drogas y Alcohol, señala que el norteño distrito de Mullaitivu se ubica en el segundo lugar con mayor consumo, con 34,4 por ciento de los entrevistados que dijeron ser “consumidores habituales de alcohol”.

El estudio se realizó en 10 de los 25 distritos del país, entre los que hay dos de la provincia Norte.

“La frecuencia del consumo fue mayor en Mullaitivu, entre los 10 distritos investigados. Tanto en Jaffna como en Mullaitivu, la ingesta de cerveza fue mayor que la de ‘arrack’ (licor fuerte)”, indicó Muttukrishna Sarvananthan, quien dirige el Instituto de Desarrollo Point Pedro.

El investigador también le dijo a IPS que la “evidencia empírica y las cifras de venta de alcohol”, indican un vínculo entre el final de la guerra civil y el incremento del consumo.

Thabendran dijo que el alcoholismo era más pronunciado en los pueblos que estuvieron bajo control del LTTE. Uno de ellos, citó como ejemplo, es Dharmapuram, a unos 17 kilómetros al noreste de Kilinochchi.

“Seguimos recibiendo denuncias de disputas domésticas por el alcohol y sabemos que hay muchos lugares allí donde hay bebidas ilegales”, indicó.

Los trabajadores humanitarios en la región dijeron que a Dharmapuram le habían puesto el sobrenombre de “centro de borracheras” por la disponibilidad de bebidas ilegales.

“Una de las tendencias perturbadoras es la prevalencia de hogares encabezados por mujeres donde se vende licor como forma fácil de generar ingresos”, contó un trabajador humanitario que prefirió mantener reserva de su identidad porque trabaja con las familias involucradas.

Las cervezas caseras, de coco o caña de azúcar, son baratas y fáciles de conseguir. Las mujeres del norte que las fabrican dicen que ganan 100 rupias (equivalente a 0,7 centavos de dólar) por litro de “mooshine” (una bebida destilada).

Los consumidores dicen que el alcohol ilegal vale por menos de una quinta parte del licor legal de menor graduación.

“No había visto tanto alcohol aquí desde hace casi 50 años”, coincidió Arumygam Sadagopan, un residente de Dharmapuram, de 60 años.

Este funcionario retirado contó a IPS que el consumo habitual de alcohol, en especial entre hombres jóvenes, exacerbaba la pobreza y la violencia doméstica. 

Además contó que la familia vecina estaba en una situación crítica por las borracheras diarias del marido.

“Tiene dos hijos en edad escolar que ven a su padre la mayor parte de las veces borracho, apestando a alcohol y discutiendo o peleando con su madre”, relató.

Con el final de la guerra se eliminaron tanto las restricciones sobre el fácil acceso a las bebidas alcohólicas como las barreras sociales que mantenía el consumo bajo control.

“Hay un cambio visible en los patrones de consumo en las zonas afectadas por la guerra con respecto a la época del LTTE. 

No dejaban a los ciudadanos del norte beber moonshine libremente”, indicó G D Dayaratna, director de la unidad de política económica y salud del Instituto de Estudios Políticos de Sri Lanka.

También dijo que el LTTE mantenía una fuerte vigilancia sobre la producción en las zonas bajo su control.

Pero la situación no es específica de las áreas donde se escenificó el conflicto. En todo este país insular, la producción y el consumo registraron un fuerte incremento desde el final de la guerra.

El Departamento de Impuestos obtuvo 66 millones de rupias (equivalente a 500.000 dólares) en 2013 de la venta de alcohol, un aumento de 10 por ciento respecto del año anterior.

En 2009, Sri Lanka produjo 41 millones de litros de licor de alta graduación y 55 millones de cerveza, pero el año pasado, la producción del primer rubro aumentó a 44 millones, mientras que del segundo se disparó a 120 millones.

Según un informe de la Organización Mundial de la Salud, el consumo total de alcohol por habitante en mayores de 15 años fue de 20,1 litros entre 2008 y 2010.

No hay cifras disponibles sobre la cantidad de alcohol casero ilegal, pero un estudio de 2002 concluyó que 77 por ciento del consumo en Sri Lanka se elaboraba de esta forma. 

En 2013, las multas por esta causa ascendieron a 127 millones de rupias (unos 975.000 dólares).

En los dos distritos norteños de donde se tienen cifras oficiales, el desempleo es más del doble del promedio nacional de cuatro por ciento, 9,3 por ciento en Kilinochchi y 8,1 por ciento en Mannar.

Saravananthan estima que el desempleo podría aquejar a más de 20 por ciento de la población económicamente activa en Dharmapuram, mientras que alrededor de 30 por ciento se ubica en el sector informal de la agricultura, la silvicultura, la pesca y el trabajo de jornalero.

La pobreza también es importante en esta provincia. Cuatro de los cinco distritos registraron niveles superiores al promedio nacional de 6,7 por ciento.

En los tres distritos donde la guerra fue más intensa (Kilinochchi, Mannar y Mullaittivu), la pobreza afecta a 12,7 por ciento, 20,1 por ciento y 28,8 por ciento, respectivamente, según las últimas cifras oficiales divulgadas en abril.

Editado por Kanya D’Almeida / Traducido por Verónica Firme


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