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Resumen Latinoamericano/Eleuterio Gabón/Rebelión - Nos conocemos en el Foro Social de Madrid en el edificio de la Tabacalera. 

Son un grupo de tres mujeres palestinas y dos compañeros de IEPALA (Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África) tunecina y sirio respectivamente, que hacen las veces de traductores.

 Ellas han venido a dar una charla sobre la situación de las mujeres refugiadas palestinas a partir de un estudio que IEPALA ha realizado después de cuatro años de trabajo en países como Siria, Egipto, Líbano y Jordania, además de Palestina. 
En Iraq el estudio no pudo realizarse dada la difícil situación que vive el país.

Después de comer nos sentamos juntos para preparar la entrevista. A pesar de la modesta radio de la que formamos parte, Radio Malva, se muestran muy interesadas, agradecidas y convencidas de que nuestro trabajo servirá para dar difusión a su causa.

 Estas mujeres son activistas de la causa palestina y luchadoras por los derechos de las mujeres; ninguna de ellas lleva velo y transmiten la fuerza de sus convencimientos y de la lucha que llevan a sus espaldas. Para nosotros, mediterráneos, sus rostros son muy familiares, podían pasar por nuestras primas, tías o madres. Amal, Lamis y Sabah nos hablarán de la situación en Egipto, Siria y Palestina respectivamente.

Antes de empezar, Lubna, nuestra traductora tunecina que ha llevado a cabo este proceso de investigación, explica brevemente la situación de las palestinas refugiadas en Líbano y Jordania. “Las jordanas y libanesas conocen de primera mano la situación de las palestinas en sus países ya que conviven con ellas.”

 Estas mujeres sufren una doble discrminación; “por un lado la de ser extranjeras sin derechos y tener prohibido trabajar en más de 70 empleos diferentes.” Por otro la represión del propio sistema patriarcal. “Viven en campamentos militarizados donde toda la presión la pagan las mujeres; existe mucha violencia de género. Son luchadoras y quieren volver a Palestina para vivir con dignidad.”

La entrevista comienza con Amal, quien afirma sentirse en familia con la sociedad civil, convencida de que “llegará el día en que será la sociedad civil la que producirá el cambio que nunca harán los gobiernos.”

Durante la llegada de los primeros palestinos a Egipto en 1948, el gobierno del país no los reconoció según el estatuto internacional como refugiados, sino que los consideró como extranjeros residentes. Fue durante la época de Nasser cuando se les otorgó los mismos derechos que a cualquier ciudadano egipcio, con la excepción del derecho a voto y a la participación política.

 “Sin embargo a partir de entonces, los sucesivos gobiernos egipcios afectados por presiones internacionales, han contribuido con sus reformas legales al empeoramiento de la situación de los palestinos.” Los acuerdos de Camp David firmados por el presidente Anuar Al Sadat supusieron la retirada de cualquier tipo de derecho o privilegio para los refugiados palestinos en el país.

Dada esta situación, actualmente el gobierno egipcio ha paralizado cualquier tipo de actuación de ACNUR y la UNRWA con los palestinos. Y decimos con los palestinos ya que refugiados de otros países en conflicto como Sudán, Siria o Etiopía si son reconocidos como refugiados y reciben las correspondientes ayudas.

 “De los palestinos no hay estadísticas, ni datos oficiales, ni campos para refugiados donde se pueda llevar una contabilidad. Se estima que existen en Egipto entre 80 y 100 mil refugiados palestinos repartidos por todo el país, de los cuales más de la mitad son mujeres.”

Estas mujeres sufren una doble discriminación por el mismo hecho de ser mujer, que se manifiesta en varios sentidos. “Mientras que las mujeres extranjeras pueden dar la nacionalidad egipcia a sus hijos nacidos en el país las palestinas no pueden.

 Recientemente se consiguió que los hijos de los palestinos pudieran tener nacionalidad egipcia pero si un egipcio tiene un hijo con una palestina este no recibirá los derechos de ciudadano egipcio. Esto provoca que la soltería de mujeres palestinas vaya en aumento.”

La sanidad y la educación también están vetadas para ellas. De las mayores de 35 años muchas sufren enfermedades crónicas, como reumatismo o diabetes, que necesitan un tratamiento continuado. “Pero los palestinos no tienen acceso a la sanidad pública y deben pagar incluso para recibir asistencia durante el parto y acudir a hospitales privados. Muchas familias no pueden permitírselo. Sólo hay un hospital palestino en Egipto y no es suficiente para atender a todos.”

 Con respecto a la educación, desprovistas del servicio público, la alternativa a pagar una enseñanza privada es acudir a las mezquitas que resultan más económicas pero son también más restrictivas, allí no se puede entrar sin velo. “Son muy pocas las que consiguen llegar a la universidad, además muchas familias, sobre todo las más pobres prefieren que se eduquen los hijos.”

Con respecto a la situación laboral, las palestinas tienen prohibido por ley el acceso a multitud de oficios, sobre todo de carácter público. Se ven así obligadas a trabajar en negro, en oficios que no se corresponden con sus niveles de estudios y donde ganan muy poco. Generalmente quedan relegadas al cuidado de la familia ya que los hombres son los que suelen migrar para buscar trabajo.

 “Estas mujeres de casa son las encargadas de preservar la identidad y la cultura palestina para no olvidar de donde vienen, saber por qué están en esta situación y no quedar diluidos en la sociedad egipcia.” Cuando se dan los pasos para crear asociaciones propiamente palestinas la vigilancia, el control y las restricciones a las que se les somete por parte de las fuerzas policiales egipcias resulta feroz.

 “La Unión de Mujeres Palestina sólo existe en Líbano, en Egipto tratan de sacar cabeza pese a las dificultades de todo tipo.”

La mujer palestina se encuentra de este modo en una precariedad total; “acomplejada por ser extranjera, estar desprovista de derechos, sentirse inferior por no poder acceder a una educación ni sentirse capaz de participar en la vida política.” Sabe que si vuelve a Palestina será vista como extranjera y vive en Egipto como una extranjera sin derechos. “No podemos volver ni estamos reconocidos allí donde vamos, nos mantienen en el no lugar”.

Lamis, la más joven de nuestras tres compañeras palestinas, viene de Siria. Es médica y vivía en el campo de refugiados de Yarmouk hasta que salió de allí para ir a trabajar a Damasco. En 2012, en pleno conflicto armado, fue amenazada por parte del Ejército de Liberación Sirio por no llevar el velo. La amenazaron de muerte y tuvo que cambiar de centro de trabajo. Hoy sigue trabajando y sigue sin llevar el velo para defender los derechos de las mujeres, palestinas y sirias.

Siria era un buen destino para las refugiadas palestinas en comparación con otros países. “Desde 1956, antes de que la dinastía alauita de Al- Asad llegara al poder, los palestinos disfrutaban de los mismos derechos que los ciudadanos sirios con la excepción del derecho a voto.”

 A pesar de que la cultura del patriarcado ha estado siempre presente en la sociedad, considerando al hombre como amo de la mujer, no permitiéndoles a las madres la custodia legal de los hijos o necesitando dos mujeres para igualar el testimonio de un solo hombre, las mujeres han luchado de manera constante para conquistar su lugar en la sociedad.

 “Se consiguió disminuir el número de matrimonios a edad temprana y la mujer mejoró su situación económica y logró entrar en el mercado laboral. Pudo tener acceso a la educación universitaria por ser gratuita y esto facilitó también su militancia en las asociaciones de base.”

Sin embargo desde hace año y medio dentro del contexto de la guerra, Yarmouk ha sido asediado de manera constante por el régimen. “Yarmouk no es un campo de refugiados al uso, de esos que vemos en grandes planicies llenos de tiendas de campaña. 

Los palestinos llevan allí desde hace mucho tiempo y se trata más bien de un barrio de la periferia de Damasco.”

 La guerra ha traído desplazamientos masivos y el empeoramiento de la situación económica. La situación sanitaria hasta entonces mantenida por ACNUR y el gobierno sirio ha ido desapareciendo provocando la proliferación de enfermedades sobre todo en los niños.

 “El régimen ha restringido las entradas y salidas del campamento, limitando de manera alarmante la llegada de alimentos y medicinas. Por el momento han muerto 95 civiles, 24 mujeres y 19 niños, estos últimos siguen sufriendo de hambre cada día.”

 A pesar de las llamadas internacionales para abrir corredores de ayuda humanitaria los controles de acceso son muy severos. “Son las mujeres las que se hacen fuertes en los Check-points ya que a los hombres se les detiene con facilidad, se les tortura y hasta llegan a desaparecer.”

 Se contabilizan hasta un total de 1750 mártires hasta la fecha. Lamis denuncia que la población civil, tanto siria como palestina, ha sufrido la violación de derechos humanos tanto por parte del régimen como de los rebeldes.

Sabah es refugiada palestina en Egipto y desde allí trabaja para la Unión Palestina. Agradece que IEPALA fuera hasta allí a buscarlas y llevara a cabo su trabajo de investigación sobre la situación de las mujeres, ya que hasta la fecha no había ningún estudio sobre su caso. Ella nos habla sobre la situación de las mujeres palestinas dentro de los Territorios ocupados por Israel desde 1948.

 “Las mujeres en Gaza y Cisjordania sufren el asedio racista y la planificación genocida que llevan a cabo de manera sistemática el ejército y el gobierno israelí.” En Cisjordania se sufre por la división que se impone a todos los niveles, tanto físicos como los check-points y el muro de 176 km que separa familias y dificulta la movilidad entre los territorios, como las barreras burocráticas impuestas por las políticas coloniales y discriminatorias. “En Gaza un solo check-point controla todas las entradas y salidas.”

 También se acuerda de los palestinos que desde el 48 obtuvieron pasaporte israelí y que viven dentro de Israel como ciudadanos de segunda, dentro de un estado de aparheid que sólo considera a los judíos como ciudadanos de pleno derecho.

Nos habla del papel de las mujeres en su sociedad dentro de esta situación de acoso permanente. “Sufren por ser madres de mártires, son esposas y madres de presos, hacen de enfermeras domésticas para los heridos y se convierten en administradoras de todas las necesidades familiares en una situación de emergencia constante.”

 El paro femenino es del 70%, la mayoría trabajan en negro y padecen la discriminación de oportunidades en el sector público aunque existan leyes que garantizan los derechos de pensión y protección social. “Las que consiguen un trabajo lo hacen en malas condiciones y con salarios muy bajos. Como ejemplo las 14 trabajadoras que ardieron en una fábrica en Al Jalil, trabajando por 60 euros al mes.”

Pero Sabah va más allá de la cuestión israelí y quiere destacar la lucha de las mujeres palestinas contra la cultura del patriarcado. “Los testimonios orales transmitidos dese los años 30 y 60, muestran como las mujeres han participado en la lucha armada, en operaciones militares y han sido presas y mártires.

 A pesar de que de cara a la opinión internacional suele mostrarse a las palestinas como guardianas de la revolución y compañeras de vida, estas mujeres viven en un sistema de relaciones sociales tradicional y conservador que no es permeable a los cambios.” 

Así, viven controladas por el poder patriarcal que aumenta en su sociedad a medida que aumenta la represión por la ocupación israelí. De este modo las mujeres sufren una doble represión tanto por parte del invasor como por su propio pueblo.

Esta tradición conservadora de la sociedad palestina fomenta la sumisión de la mujer que sufre la violencia doméstica, no recibe herencia alguna, se le restringe su participación en la vida pública o es obligada a casarse a temprana edad. Así mismo, “los llamados crímenes de honor son aprovechados por Israel para chantajear a las mujeres prometiéndoles protección a cambio de colaboracionismo y espionaje.”

 Esta situación las condena a una muerte segura; bien por la falta de la infidelidad, bien por colaborar con el enemigo.

“Las características de nuestra sociedad y nuestro patrimonio cultural es lo que nos mantiene unidos frente al invasor y las mujeres son un elemento clave de cualquier proyecto de liberación. La liberación no podrá darse sin la conquista de los derechos de las mujeres.”

De su experiencia como refugiada en Egipto dice no esperar nada de las agencias internacionales de ayuda. “ACNUR y UNRWA dependen de los organismos internacionales y los países más poderosos, que son quienes marcan la agenda política según sus intereses. En muchos casos se hace la vista gorda en situaciones de conflicto y en otros casos ayudan un poco para decir que ayudan mucho.”

 A veces incluso esa ayuda del gota a gota sólo sirve para perpetuar la situación de asedio y miseria en muchos campos de refugiados.

“Nosotras no queremos ningún tipo de ayuda, ni que se nos reconozcan derechos de refugiadas, no estamos pidiendo eso. Nosotras queremos que se acabe la ocupación de nuestro pueblo, que podamos volver a Palestina, a vivir en nuestras casas con nuestras familias y vecinos y ya nos encargaremos nosotras de sacar nuestra vida adelante.”

Por todo esto entre sus reivindicaciones recoge: “el fin de la ocupación israelí y el castigo según la legislación internacional por sus crímenes contra el pueblo palestino; la necesidad de educar a las mujeres política y socialmente y la creación de una red feminista de mujeres árabes y occidentales para alcanzar los derechos de las mujeres en todo el mundo.”

También muestra sus dudas y su voluntad por intercambiar ideas; “me gustaría saber vuestra opinión, si pensáis que la creación de dos estados es una buena solución…”

 Y concluye agradeciéndonos la difusión y la defensa que hacemos de su causa; “esto que hacéis es una resistencia y por pequeña que pueda parecer, no lo es.”

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