Pablo Gonzalez

Stalin,1926 : El error básico del bloque de oposición



«Como consigna independiente, la de los Estados Unidos del mundo dudosamente sería justa, en primer lugar, porque se funde con el socialismo y, en segundo lugar, porque podría conducir a la falsa idea de la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y a una interpretación errónea de las relaciones de este país con los demás. 

La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que la victoria del socialismo empiece por unos cuantos países capitalistas, o incluso por un solo país capitalista.

 El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrentaría con el resto del mundo, con el mundo capitalista, atrayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados».

 Pues «la libre unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas socialistas contra los Estados atrasados». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La consigna de los Estados Unidos de Europa, 1915)

Paso, camaradas, al segundo punto, al error básico del bloque de oposición en el problema fundamental: el carácter y las perspectivas de nuestra revolución.

El problema fundamental que separa al partido y al bloque de oposición consiste en saber si es posible el triunfo del socialismo en nuestro país o, lo que es lo mismo, cuál es el carácter de nuestra revolución y cuáles son sus perspectivas.

Esta cuestión no es nueva; fue examinada, por cierto, con más o menos detalle, en la conferencia de abril de 1925, en la XIV Conferencia. Ahora, en la nueva situación ha reaparecido, y tendremos que tratarla a fondo; además, como en la reciente reunión conjunta de los plenos de Comité Central y de la Comisión Central de Control, Trotski y Kámenev nos han acusado de que en las tesis sobre el bloque de oposición se han interpretado torcidamente sus opiniones, habré de aportar en mi informe diversos documentos y citas que confirman los planteamientos fundamentales de dichas tesis. Me excuso de antemano, camaradas, pero no tengo más remedio que proceder así. Se nos plantean tres cuestiones:

1. ¿Es posible el triunfo del socialismo en nuestro país, considerando la circunstancia de que es, por ahora, el único donde existe la dictadura del proletariado, que la revolución proletaria no ha triunfado todavía en otros países, que el ritmo de la revolución mundial ha aminorado?

2. Si este triunfo es posible, ¿se le puede llamar triunfo completo, triunfo definitivo?

3. Si no se puede llamar definitivo a este triunfo, ¿cuáles son las condiciones necesarias para que este triunfo sea definitivo? Tales son las tres cuestiones, que pueden agruparse en una sola cuestión general: la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país, es decir, en nuestro país.

Observaciones previas

¿Cómo resolvían los marxistas esta cuestión antes, digamos, en los años del 40 del siglo pasado, en los años del 50 y el 60, en general, en el período en que aún no existía el capitalismo monopolista, cuando aún no había sido descubierta, ni podía haberlo sido, la ley del desarrollo desigual del capitalismo, cuando, debido a ello, la cuestión del triunfo del socialismo, en uno u otro país no se planteaba en el plano en que fue, planteada más tarde?

 Todos los marxistas, comenzando por Marx y Engels, entendíamos que el socialismo no podría triunfar en un solo país; que, para que triunfara el socialismo, sería necesaria una revolución simultánea en diversos países, por lo menos en varios de los países más desarrollados, de los países civilizados. 

Y esta opinión era acertada entonces. Para definir estas concepciones, quisiera leer una cita característica del bosquejo de Engels «Principios del comunismo», que plantea esta cuestión del modo más tajante. Este bosquejo, escrito en 1847, sirvió luego de base al «Manifiesto Comunista». He aquí lo que dice Engels en este bosquejo, publicado hace sólo unos años.

«¿Puede esta revolución –es decir, la revolución del proletariado. J. St.– producirse en un solo país?

Respuesta: No. La gran industria, por el mero hecho de haber creado el mercado mundial, ha entrelazado de tal modo a todos los pueblos del globo terrestre, en particular a los pueblos civilizados, que cada uno de ellos depende de lo que ocurre en los otros.

 Además, la gran industria ha igualado de tal modo el desarrollo social en todos los países civilizados, que en ellos la burguesía y el proletariado son hoy las dos clases decisivas en la sociedad, y la lucha entre ellas es la lucha principal de nuestros días. 

Por eso, la revolución comunista no será sólo nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países civilizados, o sea, por lo menos, en Inglaterra, en Norteamérica, en Francia y en Alemania. En cada uno de estos países se desarrollará con mayor o menor celeridad, dependiendo de cuál tenga una industria más desarrollada, más riquezas acumuladas y más fuerzas productivas. 

Por eso será en Alemania donde se realizará con mayor lentitud y dificultad, y en Inglaterra con la mayor rapidez y facilidad. Esa revolución ejercerá también considerable influencia en los demás países del mundo, modificando por entero y acelerando extraordinariamente su anterior desarrollo.

 Será una revolución mundial, y, por eso, tendrá una palestra mundial». (Friedrich Engels; «Principios de comunismo». V. «Manifiesto Comunista», pág.317, Editorial del Estado, 1923.)

Esto fue escrito en los años del 40 del siglo pasado, cuando aún no había capitalismo monopolista. Es significativo que ni siquiera se mencione a Rusia. Ni una palabra acerca de Rusia. Y nada más comprensible, ya que Rusia, con su proletariado revolucionario, Rusia, como fuerza revolucionaria, no existía ni podía existir entonces.

¿Era acertado lo dicho aquí, en esta cita, en la época del capitalismo premonopolista?, ¿era acertado en el período en que lo escribió Engels? Sí, lo era.

¿Es acertado este planteamiento ahora, en la nueva época, en la época del capitalismo monopolista y de la revolución proletaria? No, ya no lo es.

En el viejo período, en el período del capitalismo premonopolista, en el período preimperialista, cuando el globo terrestre todavía no estaba repartido entre los grupos financieros; cuando un nuevo reparto violento del mundo ya repartido no era todavía un problema de vida o muerte para el capitalismo; cuando la desigualdad del desarrollo económico no era ni podía ser tan acentuada como lo fue luego; cuando las contradicciones del capitalismo no habían llegado aún al grado de desarrollo en que convierten el capitalismo próspero en capitalismo agonizante, ofreciendo la posibilidad del triunfo del socialismo en uno u otro país, en aquel viejo período la fórmula de Engels era, indudablemente, acertada.

 En el nuevo período, en el período de desarrollo del imperialismo, cuando la desigualdad del desarrollo de los países capitalistas ha pasado a ser la fuerza decisiva del desarrollo imperialista; cuando los inevitables conflictos y guerras entre los imperialistas debilitan el frente del imperialismo y hacen posible su ruptura en uno u otro país; cuando la ley del desarrollo desigual, descubierta por Lenin, se ha convertido en el punto de partida de la teoría del triunfo del socialismo en uno u otro país, en estas condiciones la vieja fórmula de Engels ya no es acertada, en estas condiciones tiene que ser sustituida inevitablemente por otra fórmula que hable de la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país.

La grandeza de Lenin, como continuador de Marx y Engels, consiste precisamente en que jamás fue esclavo de la letra en el marxismo. En sus investigaciones siguió la indicación de Marx, quien dijera reiteradamente que el marxismo no es un dogma, sino una guía para la acción. Lenin lo sabía y, estableciendo una rigurosa diferencia entre la letra y la esencia del marxismo, jamás consideró el marxismo como un dogma, sino que se esforzó por aplicar el marxismo, como método fundamental, a la nueva situación del desarrollo capitalista. 

La grandeza de Lenin consiste precisamente en que planteó franca y honradamente, sin vacilaciones, la necesidad de una nueva fórmula, que expresara la posibilidad del triunfo de la revolución proletaria en uno u otro país; sin temer que los oportunistas de todos los países se aferrasen a la vieja fórmula, para encubrir con el nombre de Marx y Engels su labor oportunista.

De otro lado, sería peregrino exigir de Marx y Engels, por geniales pensadores que fueran, que hubiesen previsto exactamente, cincuenta o sesenta años antes del capitalismo monopolista desarrollado, todas las posibilidades de la lucha de clase del proletariado aparecidas en el período del capitalismo monopolista, del capitalismo imperialista.

Y éste no es el primer caso en que Lenin, partiendo del método de Marx, prosigue la obra de Marx y Engels, sin aferrarse a la letra del marxismo. Me refiero a otro caso análogo, relacionado con la cuestión de la dictadura del proletariado. Es sabido que, a este propósito Marx, expresó la idea de que la dictadura del proletariado, como demolición del viejo aparato del Estado y creación de un aparato nuevo, del nuevo Estado proletario, es una etapa necesaria del desarrollo hacia el socialismo en los países del continente, admitiendo una excepción para Inglaterra y Norteamérica, donde, según decía Marx, el militarismo y el burocratismo estaban débilmente desarrollados o no habían adquirido ningún desarrollo y donde, por eso, era posible otra senda, la senda del paso «pacífico» al socialismo. Eso era absolutamente cierto en los años del 70. (Riazánov: «Entonces tampoco era cierto»)

Yo creo que en los años del 70, cuando en Inglaterra y en Norteamérica el militarismo no estaba tan desarrollado como después se desarrolló, esa tesis era absolutamente cierta. De que esa tesis era cierta podían haberse convencido ustedes leyendo el conocido capítulo del folleto del camarada Lenin «Sobre el impuesto en especie» [83], donde Lenin considera que en la Inglaterra de los años del 70 no estaba descartado el desarrollo del socialismo mediante un acuerdo entre el proletariado y la burguesía, por ser un país, donde el proletariado constituye la mayoría, donde la burguesía está acostumbrada a pactar compromisos, donde el militarismo y la burocracia eran débiles. 

Pero esta tesis, siendo acertada en los años del 70 del siglo pasado, no lo era ya después del siglo XIX, en el período del imperialismo, cuando Inglaterra pasó a ser no menos burocrática y no menos militarista, si no más, que cualquier país del continente.

Con este motivo, el camarada Lenin dice en su folleto «El Estado y la revolución» que la limitación al continente hecha por Marx ya no tiene razón de ser [84], porque han surgido nuevas condiciones qué invalidan la excepción admitida respecto a Inglaterra.

La grandeza de Lenin consiste precisamente en que no era prisionero de la letra del marxismo, en que sabía captar la esencia del marxismo, y, partiendo de ella, desarrollar la doctrina de Marx y Engels.

Esto es lo que había, camaradas, en cuanto al triunfo de la revolución socialista en uno u otro país en el período preimperialista, en el período del capitalismo premonopolista.

¿Leninismo o trotskismo?

Lenin fue el primer marxista que sometió a un análisis verdaderamente marxista el imperialismo como fase nueva y última del capitalismo, que planteó de un modo nuevo el problema de la posibilidad del triunfo del socialismo en uno u otro país capitalista y lo resolvió en un sentido afirmativo. Me refiero al folleto de Lenin «El imperialismo, fase superior del capitalismo». 

Me refiero al artículo de Lenin «La consigna de los Estados Unidos de Europa», publicado en 1915. Me refiero a la polémica entre Trotski y Lenin sobre la consigna de los Estados Unidos de Europa o de todo el mundo, cuando Lenin expuso por primera vez la tesis de que el triunfo del socialismo era posible en un solo país. He aquí lo que decía Lenin en este artículo:

«Como consigna independiente, la de los Estados Unidos del mundo dudosamente sería justa, en primer lugar, porque se funde con el socialismo y, en segundo lugar, porque podría conducir a la falsa idea de la imposibilidad de la victoria del socialismo en un solo país y a una interpretación errónea de las relaciones de este país con los demás. La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que la victoria del socialismo empiece por unos cuantos países capitalistas, o incluso por un solo país capitalista. 

El proletariado triunfante de este país, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la producción socialista dentro de sus fronteras, se enfrentaría con el resto del mundo, con el mundo capitalista, a trayendo a su lado a las clases oprimidas de los demás países, levantando en ellos la insurrección contra los capitalistas, empleando, en caso necesario, incluso la fuerza de las armas contra las clases explotadoras y sus Estados». Pues «la libre unión de las naciones en el socialismo es imposible sin una lucha tenaz, más o menos prolongada, de las repúblicas socialistas contra los Estados atrasados». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La consigna de los Estados Unidos de Europa, 1915).

Esto es lo que decía Lenin en 1915. ¿Qué leyes ésta del desarrollo desigual del capitalismo, cuya acción, en la época del imperialismo, conduce a la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país?

Al hablar de esta ley, Lenin parte del hecho de que el capitalismo viejo, premonopolista, se ha transformado ya en imperialismo; de que la economía mundial se desarrolla en medio de una furiosa lucha entre los grupos imperialistas más importantes por los territorios, por los mercados, por las materias primas, etc.; de que la división del mundo en esferas de influencia de los grupos imperialistas ha terminado ya de que el desarrollo de los países capitalistas no se produce de forma igual; de modo que un país vaya tras otro o paralelamente a otro, sino a saltos, mediante el desplazamiento de los países que marchaban en cabeza y la promoción a primer plano de otros países; de que tal modo de desarrollo de los países capitalistas provoca inevitablemente conflictos y guerras entre las potencias capitalistas por un nuevo reparto del mundo ya repartido; de que estos conflictos y estas guerras originan el debilitamiento del imperialismo; de que, por eso, el frente mundial del imperialismo se hace fácilmente vulnerable para ser roto en uno u otro país; de que, en vista de ello, es posible el triunfo del socialismo en uno u otro país.

Es sabido que, hasta hace bien poco, Inglaterra aventajaba a todos los demás Estados imperialistas. También es sabido que, más tarde, Alemania comenzó a adelantársele, exigiendo un lugar «bajo el sol» a expensas de otros Estados, y, ante todo, a expensas de Inglaterra. Es sabido que la guerra imperialista –1914 a 1918– estalló precisamente por esta circunstancia. Ahora, después de la guerra imperialista, Norteamérica se ha adelantado considerablemente, habiendo dejado a la zaga tanto a Inglaterra como a las demás potencias europeas. Apenas cabe dudar de que esta circunstancia entraña nuevos y grande conflictos y guerras.

La circunstancia de que el frente imperialista fuera roto en Rusia a raíz de la guerra imperialista, evidencia que, en las condiciones actuales de desarrollo del capitalismo, no es forzoso que la cadena del frente imperialista se rompa en el país de industria más desarrollada, sino que se romperá donde la cadena sea más débil, donde el proletariado tenga un aliado de peso –por ejemplo, el campesinado– contra el poder imperialista, como ha ocurrido en Rusia.

Es muy posible que, en el futuro, la cadena del frente imperialista se rompa en uno de estos países, como por ejemplo, la India, donde el proletariado tiene un aliado de peso en el potente movimiento revolucionario de liberación.

Al hablar de la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país, Lenin polemizaba, ante todo, como se sabe con Trotski, así como con la socialdemocracia.

¿Cuál fue la reacción de Trotski al artículo de Lenin y a la tesis de Lenin sobre la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país? He aquí lo que decía Trotski –en 1915– en respuesta al artículo de Lenin:

«La única consideración histórica más o menos concreta contra la consigna de los Estados Unidos ha sido formulada en el «Sotsial-Demokrat» de Suiza –entonces órgano central de los bolcheviques, en el que apareció el citado artículo de Lenin. J. St.–, en la siguiente frase: «La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo».

 De aquí deducía «Sotsial-Demokrat» que la victoria del socialismo en un solo país es posible y, por tanto, no hay por qué supeditar la dictadura del proletariado en cada país a la formación de los Estados Unidos de Europa. Que el desarrollo capitalista, de los distintos países es desigual, es una afirmación absolutamente indiscutible. Pero esta desigualdad es ella misma sumamente desigual. El nivel capitalista de Inglaterra, de Austria, de Alemania o de Francia no es el mismo. Pero, en comparación con África y Asia, todos estos países representan la «Europa» capitalista, madura ya para, la revolución social. 

Que ningún país debe «aguardar» a los otros en su lucha, es una idea elemental que es útil y necesario repetir, para que la idea de una acción internacional paralela no sea sustituida por la idea de una inactividad internacional expectante. 

Sin aguardar a los demás, comenzamos y continuamos la lucha en el terreno nacional, con la plena seguridad de que nuestra iniciativa impulsará la lucha en otros países; y, si eso no sucediese, no hay ningún fundamento para suponer –así lo atestiguan la experiencia histórica y las consideraciones teóricas– que la Rusia revolucionaria, por ejemplo, podría sostenerse frente a la Europa conservadora o que la Alemania socialista podría subsistir aislada en un mundo capitalista». (Lev Davídovich Bronstein, Trotski; obras, t.III, parte 1, págs.89-90)

Esto es lo que decía Trotski en 1915, en el periódico de París «Nashe Slovo» [85], siendo de notar que este, artículo fue reeditado más tarde en Rusia, en la colección de artículos de Trotski titulada «El programa de la paz», que apareció por primera vez en agosto de 1917.

Como veis, en estas dos citas –la de Lenin y la de Trotski– se enfrentan dos tesis completamente distintas. Mientras Lenin considera que el triunfo del socialismo en un solo país es posible; que el proletariado, después de adueñarse del poder, no sólo puede mantenerse en él, sino ir más allá para, después de expropiar a los capitalistas y de organizar la economía socialista, prestar un apoyo eficaz a los proletarios de los países capitalistas, Trotski, por el contrario, considera que, si la revolución triunfante en un solo país no origina en el plazo más breve el triunfo de la revolución en otros países, el proletariado del país victorioso no podrá ni siquiera mantenerse en el poder –sin hablar ya de que no podrá organizar la economía socialista–, pues, dice Trotski, es inútil pensar que el poder revolucionario en Rusia pueda sostenerse frente a la Europa conservadora.

Son dos puntos de vista completamente distintos, dos orientaciones completamente distintas. Para Lenin, el proletariado, después de tomar el poder, es una fuerza dotada de la máxima actividad e iniciativa, que organiza la economía socialista y que sigue adelante, en apoyo de los proletarios de otros países. Para Trotski, por el contrario, el proletariado, después de tomar el poder, se convierte en una fuerza semipasiva, que requiere la ayuda inmediata de un triunfo inmediato del socialismo en otros países y se siente como en un campamento provisional, con el temor de la pérdida inmediata del poder.

 ¿Y si no sobreviene la victoria inmediata de la revolución en otros países? ¿Qué se hace entonces? Pues dar el cerrojazo. (Una voz: «y desaparecer por el foro»). Sí, y desaparecer por el foro. Muy bien dicho. (Risas)

Puede apuntarse que esta divergencia entre Lenin y Trotski pertenece al pasado, que después esta divergencia pudo reducirse al mínimo en el transcurso del trabajo e incluso borrarse por completo. Sí, pudo reducirse al mínimo e incluso borrarse. Pero, desgraciadamente, no ocurrió ni lo uno ni lo otro. Al contrario, esta divergencia subsistió con toda agudeza hasta la misma muerte del camarada Lenin.

 Y, como veis, continúa hoy en pie. Al contrario, yo afirmo que esta divergencia entre Lenin y Trotski y la polémica que suscitara no cesaron un instante; los artículos de Lenin y Trotski al respecto se sucedían unos a otros, y continuó una polémica latente, bien es verdad que sin alusiones personales. He aquí algunos hechos a este propósito.

En 1921, cuando implantamos la NEP, Lenin volvió a plantear el problema de la posibilidad del triunfo del socialismo, esta vez de un modo más concreto: como la posibilidad de echar los cimientos socialistas de nuestra economía por los cauces de la NEP. Como recordaréis, en 1921, al implantar la NEP, un sector de nuestro partido, en especial la «oposición obrera», acusaba a Lenin de que, al implantar la NEP, se apartaba de la senda del socialismo.

 Lenin, por lo visto en respuesta a ello, señaló varias veces en sus discursos y artículos de entonces que, al implantar la NEP, no nos proponíamos apartarnos de nuestra senda, sino seguirla en nuevas condiciones, a fin de echar «los cimientos socialistas de nuestra economía», «del brazo del campesinado», «bajo la dirección de la clase obrera» –v. «El impuesto en especie» y otros artículos de Lenin sobre la NEP–.

Como en respuesta a ello, Trotski publicó en enero de 1922 el «Prefacio» a su libro «1905». En él dice que en nuestro país es cosa irrealizable la edificación del socialismo del brazo del campesinado, puesto que la vida de nuestro país transcurrirá en medio de choques hostiles entre la clase obrera y el campesinado, mientras el proletariado no triunfe en el Occidente. He aquí lo que dice Trotski en este «Prefacio»:

«La toma del poder por el proletariado le llevará a choques hostiles, no sólo con todos los grupos burgueses que le apoyaron en los primeros momentos de su lucha revolucionaria, sino también con las vastas masas campesinas, con ayuda de las cuales ha llegado al poder», que «las contradicciones en la situación del gobierno obrero en un país atrasado, en el que la mayoría aplastante de la población está compuesta de campesinos, podrán ser solucionadas sólo en el plano internacional, en la palestra de la revolución mundial del proletariado». (Lev Davídovich Bronstein, Trotski; «Prefacio» al libro «1905», 1922)

También aquí, como veis, se enfrentan dos tesis distintas. Mientras Lenin admite la posibilidad de echar los cimientos socialistas de nuestra economía del brazo del campesinado y bajo, la dirección, de la clase obrera, según Trotski, por el contrario, resulta cosa irrealizable que el proletariado dirija al campesinado y que, mancomunadamente echen los cimientos socialistas de nuestra economía, ya que la vida política del país transcurrirá en medio de choques hostiles entre el poder obrero y la mayoría del campesinado, y estos choques sólo podrán ser resueltos en la palestra de la revolución mundial.

Prosigamos. Tenemos el discurso de Lenin en el pleno del Soviet de Moscú, un año después de esto, en 1922, discurso en el que vuelve una vez más al problema de la edificación completa del socialismo en nuestro país. Lenin dice:

«Hoy el socialismo no es ya un problema de un futuro remoto, ni una visión abstracta o un icono. De los iconos seguimos teniendo la opinión de antes, una opinión muy mala. Hemos hecho penetrar el socialismo en la vida diaria, y de eso es de lo que debemos ocupamos.

 Esa es la tarea de nuestros días, ésa es la tarea de nuestra época. Permitidme que termine expresando la seguridad de que, por más difícil que sea esa tarea por más nueva que sea, en comparación con nuestra tarea anterior, y por más dificultades que nos origine, todos nosotros, juntos, y no mañana, sino en el transcurso de unos cuantos años, todos nosotros, juntos, la resolveremos a toda costa, de modo que de la Rusia de la NEP salga la Rusia socialista». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Discurso pronunciado en el pleno del Soviet de Moscú, 1922)

Como en respuesta a esto o, quizá, para explicar lo que había dicho en la cita indicada, Trotski publicó en 1922 el, «Epílogo» a su folleto «El programa de la paz», en el que dice:

«La afirmación, varias veces repetida en «El programa de la paz», de que la revolución proletaria no puede terminar victoriosamente dentro de un marco nacional, parecerá quizá a algunos lectores desmentida por la experiencia de casi cinco años de vida de nuestra República Soviética. Pero semejante conclusión sería infundada.

 El hecho de que el Estado obrero haya resistido contra el mundo entero en un solo país, y además en un país atrasado, atestigua la potencia colosal del proletariado, que en otros países más adelantados y más civilizados será capaz de hacer verdaderos milagros. 

Pero, habiendo logrado mantenernos como Estado en el sentido político y militar: no hemos llegado todavía, ni siquiera nos hemos acercado a la creación de la sociedad socialista. Mientras en los demás Estados europeos se mantenga en el poder la burguesía, nos veremos obligados, en la lucha contra el aislamiento económico, a buscar acuerdos con el mundo capitalista; al mismo tiempo, puede afirmarse con toda certidumbre que estos acuerdos pueden, en el mejor de los casos, ayudarnos a cicatrizar una u otra herida económica, a dar uno u otro paso adelante, pero el verdadero auge de la economía socialista en Rusia no será posible más que después de la victoria del proletariado en los países más importantes de Europa». (Lev Davídovich Bronstein, Trotski; Obras, t.III, parte 1, págs. 92-93)

También aquí, como veis, se enfrentan dos tesis opuestas: la de Lenin y la de Trotski. Mientras Lenin considera que hemos hecho penetrar ya el socialismo en la vida diaria y que, a pesar de las dificultades, tenemos todas las posibilidades para hacer de la Rusia de la NEP una Rusia socialista, Trotski, por el contrario, supone que, lejos de poder hacer de la Rusia actual una Rusia socialista, ni siquiera podemos conseguir un verdadero auge de la economía socialista hasta que no se produzca el triunfo del proletariado en otros países.

 En fin, tenemos las notas del camarada Lenin –los artículos «Sobre la cooperación» y «Nuestra revolución», contra Sujanov– trazadas por Lenin poco antes de morir y que son para nosotros su legado político. Lo notable de estas notas es que, en ellas, Lenin plantea de nuevo el problema de la posibilidad del triunfo del socialismo en nuestro país, y lo expone de tal modo, que no deja lugar a dudas. Veamos lo que dice en las notas «Nuestra revolución»:

«No puede ser más vulgar la argumentación empleada por ellos –por los héroes de la II Internacional. J. St.–, aprendida de memoria en la época del desarrollo de la socialdemocracia de la Europa Occidental, de que nosotros no hemos madurado para el socialismo, de que no hay en nuestro país, según la expresión de distintos «eruditos» señores que militan en sus filas, las premisas económicas objetivas para el socialismo.

 Y a ninguno de ellos se le ocurre preguntarse: ¿pero no podía un pueblo que se encontró con una situación revolucionaria como la que se creó durante la primera guerra imperialista, no podía, bajo la influencia de su situación desesperada, lanzarse a una lucha que le brindara siquiera algunas probabilidades de conquistar condiciones no del todo habituales para el desarrollo sucesivo de la civilización?».

«Si para crear el socialismo se exige un determinado nivel cultural, aunque nadie puede decir cuál es ese determinado «nivel cultural», ¿por qué, entonces, no podemos comenzar primero conquistando por vía revolucionaria las premisas para este determinado nivel, y luego, sobre la base del poder obrero y campesino y del régimen soviético, ponemos en marcha para alcanzar a los otros pueblos?».

«Para crear el socialismo –decís–, se requiere civilización. Perfectamente. Pero, entonces, ¿por qué no habíamos de crear primero en nuestro país tales premisas de la civilización como la expulsión de los terratenientes y de los capitalistas de Rusia e iniciar, después de hecho esto, el movimiento hacia el socialismo? ¿En qué libros habéis leído que semejantes modificaciones del orden histórico habitual sean inadmisibles o imposibles?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Nuestra revolución, 1917)

Y he aquí lo que dice Lenin en los artículos «Sobre la cooperación»:

«En efecto, todos los grandes medios de producción en poder del Estado y el poder del Estado en manos del proletariado; la alianza de este proletariado con millones y millones de pequeños y muy pequeños campesinos; asegura la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no es esto todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa partiendo de la cooperación, y nada más que de la cooperación, a la que antes tratábamos de mercantilista y que ahora, bajo la NEP, merece también, en cierto modo, el mismo trato; acaso no es esto todo lo imprescindible para edificar la sociedad socialista completa? Eso no es todavía la edificación de la sociedad socialista, pero sí todo lo imprescindible y lo suficiente para esta edificación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la cooperación, 1923)

Así, pues, tenemos, en consecuencia, dos líneas en el fundamental problema de la posibilidad de la edificación victoriosa del socialismo en nuestro país, de la posibilidad del triunfo de los elementos socialistas de nuestra economía sobre los elementos capitalistas, ya que, camaradas, la posibilidad del triunfo del socialismo en nuestro país no es sino la posibilidad del triunfo de los elementos socialistas de nuestra economía sobre los elementos capitalistas: la línea de Lenin y del leninismo, en primer lugar, y la línea de Trotski y del trotskismo, en segundo lugar. El leninismo resuelve positivamente este problema.

El trotskismo, por el contrario, niega la posibilidad del triunfo del socialismo en nuestro país sobre la base de las fuerzas interiores de nuestra revolución. Mientras la primera línea es la línea de nuestro partido, la segunda línea es una aproximación a las opiniones de la socialdemocracia.

Por eso se dice precisamente en el proyecto de las tesis sobre el bloque de oposición que el trotskismo es una desviación socialdemócrata en nuestro partido.

De aquí se deduce asimismo el hecho indudable de que nuestra revolución es una revolución socialista, de que es no sólo la señal, el impulso y el punto de partida para la revolución mundial, sino también la base, una base necesaria y suficiente para la edificación de la sociedad socialista completa en nuestro país.

Así, pues, podemos y debemos vencer a los elementos capitalistas de nuestra economía, podemos y debemos llevar a cabo la edificación de la sociedad socialista en nuestro país. Pero ¿se puede llamar total, definitiva, esta victoria? No, no se puede. Podemos vencer a nuestros capitalistas, estamos en condiciones de ir edificando y de llevar a cabo la edificación del socialismo, pero eso no significa aún que estemos en condiciones, por ello, de garantizar al país de la dictadura del proletariado contra los peligros exteriores, contra los peligros de intervención y, por consiguiente, contra la restauración del viejo régimen. 

No vivimos en una isla. Vivimos en el cerco capitalista. La circunstancia de que estemos edificando el socialismo y de que, por tanto, revolucionemos a los obreros de los países capitalistas, no puede por menos de provocar el odio y la hostilidad de todo el mundo capitalista. Creer que el mundo capitalista puede contemplar impasible nuestros éxitos en el frente económico, que revolucionan a la clase obrera del mundo entero, significa forjarse ilusiones. 

Por eso, mientras permanezcamos en el cerco capitalista, mientras el proletariado no haya vencido, por lo menos, en una serie de países, no podemos considerar definitiva nuestra victoria; en consecuencia, cualesquiera que sean los éxitos, que alcancemos en nuestra edificación, no podemos considerar al país de la dictadura del proletariado garantizado contra los peligros exteriores. Por eso, para vencer definitivamente, hay que conseguir que al actual cerco capitalista suceda un cerco socialista, hay que conseguir que el proletariado triunfe, por lo menos, en varios países más. Sólo entonces podremos considerar definitiva nuestra victoria.

Por eso, no juzgamos el triunfo del socialismo en nuestro país como un objetivo en sí, como algo que se baste a sí mismo, sino como un punto de apoyo, como un medio, como el camino de la victoria de la revolución proletaria en otros países. He aquí lo que decía el camarada Lenin a este respecto:

«No vivimos solamente –dice Lenin– dentro de un Estado, sino dentro de un sistema de Estados, y no se concibe que la República Soviética pueda existir mucho tiempo al lado de los Estados imperialistas. En fin de cuentas, acabará triunfando lo uno o lo otro. Pero antes de que se llegue a esto, es inevitable una serie de choques terribles entre la República Soviética y los Estados burgueses. Esto significa que si la clase dominante, el proletariado, quiere dominar y ha de dominar, tiene que demostrarlo también por medio de su organización militar». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; v. t. XXIV, pág.122)

De esto se infiere que el peligro de una intervención militar existe y seguirá existiendo durante largo tiempo.

Otra cosa es si los capitalistas pueden acometer ahora una intervención seria contra la República de los Soviets. Eso aún está por ver. Mucho depende en ello de la conducta de los obreros de los países capitalistas, de su simpatía por el país de la dictadura del proletariado, de su adhesión a la causa del socialismo. Por ahora, es un hecho que los obreros de los países capitalistas no pueden en este momento apoyar nuestra revolución con una revolución contra sus capitalistas. Pero también es un hecho que los capitalistas no están en condiciones de levantar a «sus» obreros a una guerra contra nuestra república.

 Y combatir contra el país de la dictadura del proletariado sin contar con los obreros es cosa que, en los tiempos que corren, no se puede hacer sin peligro de poner al capitalismo en riesgo de muerte. Lo evidencian así las infinitas delegaciones obreras que visitan nuestro país para comprobar nuestro trabajo de edificación del socialismo. Lo evidencia así la inmensa simpatía que abriga la clase obrera del mundo entero por la República de los Soviets. En esta simpatía se basa ahora, precisamente, la situación internacional de nuestra república. Si no fuera así, nos veríamos ahora ante nuevos intentos de intervención, se interrumpiría nuestro trabajo de edificación y no tendríamos el período de «tregua».

Pero si ahora el mundo capitalista no está en condiciones de emprender una intervención militar contra nuestro país, eso no quiere decir que jamás esté en condiciones de hacerlo. En todo caso, los capitalistas no se duermen, y adoptan todas las medidas para debilitar las posiciones internacionales de nuestra república y crear las premisas para la intervención. Por eso no pueden considerarse descartados ni los intentos de intervención ni, por consiguiente, la posibilidad de una restauración del viejo régimen en nuestro país.

Por eso tenía razón Lenin al decir:

«Mientras nuestra República Soviética siga siendo una solitaria región periférica de todo el mundo capitalista, pensar en la desaparición de unos u otros peligros sería una fantasía completamente ridícula y una utopía. Naturalmente, mientras existan tan profundos contrarios, continuarán los peligros, y no habrá forma de evitarlos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; v. t.XXVI, pág.29)

Por eso Lenin dice:

«La victoria definitiva sólo es posible en escala mundial y únicamente con los esfuerzos mancomunados de los obreros de todos los países». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; v. t.XXIII, pág.9)

Así, pues, ¿qué es el triunfo del socialismo en nuestro país?

Es conquistar la dictadura del proletariado y llevar a cabo la edificación del socialismo, venciendo así a los elementos capitalistas de nuestra economía sobre la base de las fuerzas interiores de nuestra revolución.

¿Qué es el triunfo definitivo del socialismo en nuestro país?

Es la creación de la garantía completa contra la intervención y los intentos de restauración, sobre la base del triunfo de la revolución socialista, por lo menos, en varios países.

Mientras la posibilidad del triunfo del socialismo en un solo país significa la posibilidad de solucionar las contradicciones interiores, plenamente superables para un solo país –nos referimos claro está, a nuestro país–, la posibilidad del triunfo definitivo del socialismo significa la posibilidad de solucionar las contradicciones exteriores entre el país del socialismo y los países del capitalismo, contradicciones superables sólo mediante la revolución proletaria en varios países.

Quien confunde estas dos series de contradicciones, es un confusionista rematado o un oportunista impenitente.

Tal es la línea fundamental de nuestro partido.

La resolución de la XIV Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia

Esta línea de nuestro partido adquirió por primera vez expresión oficial en la conocida resolución de la XIV Conferencia relativa a la situación internacional, a la estabilización del capitalismo y a la edificación del socialismo en un solo país. Yo creo que esta resolución es uno de los documentos más importantes de nuestro partido en toda su historia, no sólo porque constituye una grandiosa manifestación en favor de la línea leninista en el problema de la edificación del socialismo en nuestro país, sino también porque es, al propio tiempo, una reprobación explícita del trotskismo. Yo creo que no estaría de sobra señalar los puntos más importantes de esta resolución, adoptada, por extraño que parezca, de acuerdo con el informe de Zinóviev. (Animación en la sala)


He aquí lo que esta resolución dice del triunfo del socialismo en un solo país: «En general, el triunfo del socialismo –no en el sentido del triunfo definitivo– es absolutamente posible en un solo país» [86].

En cuanto al problema del triunfo definitivo del socialismo, la resolución dice: «La existencia de dos sistemas sociales diametralmente opuestos provoca la amenaza constante de un bloqueo capitalista, de otras formas de presión económica, de la intervención armada y de la restauración. La única garantía para el triunfo definitivo del socialismo, es decir, la garantía contra la restauración, es, por tanto, la revolución socialista victoriosa en varios países» [87].

Y he aquí lo que dice la resolución respecto a la edificación de la sociedad socialista completa y respecto al trotskismo:

«De aquí no se desprende, en modo alguno que sea imposible la edificación de la sociedad socialista completa en un país tan atrasado como Rusia sin la «ayuda estatal» –Trotski– de los países, más desarrollados en el aspecto técnico y económico. 

Parte integrante de la teoría trotskista de la revolución permanente es la afirmación de que «el verdadero auge de la economía socialista en Rusia no será posible más que después de la victoria del proletariado en los países más importantes de Europa» –Trotski, 1922–, afirmación que condena al proletariado de la Unión Soviética, en el período actual, a una pasividad fatalista. Contra semejantes «teorías», el camarada Lenin escribió: ¡No puede ser más vulgar la argumentación empleada por ellos, aprendida de memoria en la época del desarrollo de la socialdemocracia de la Europa Occidental, de que nosotros no hemos madurado para el socialismo, de que no hay en nuestro país, según la expresión de distintos «eruditos» señores que militan en sus filas, las premisas económicas objetivas para el socialismo» –Notas sobre Sujanov–». (Resolución de la XIV Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia; «Sobre las tareas de la Komintern y del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, en relación con el Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Komintern») [88]

Yo creo que estos puntos fundamentales de la resolución de la XIV Conferencia no necesitan explicaciones. Es imposible expresarse con mayor claridad y precisión. Ofrece un interés particular el lugar de la resolución donde se coloca un signo de igualdad entre el trotskismo y el sujanovismo. ¿Y qué es el sujanovismo? Por los conocidos artículos de Lenin contra: Sujanov, sabemos que el sujanovismo es una variedad del socialdemocratismo, del menchevismo. Es necesario subrayarlo especialmente para comprender por qué Zinóviev, que en la XIV Conferencia defendió esta resolución, se ha apartado luego de ella, adhiriéndose al punto de vista de Trotski, con el que ahora forma bloque.

La resolución señala después, con motivo de la situación internacional, dos desviaciones respecto de la línea fundamental del partido, susceptibles de crear peligros para éste.

He aquí lo que dice la resolución sobre estos peligros:

«Con motivo de la situación existente en el terreno internacional, nuestro Partido puede verse amenazado, en este período, por dos peligros: 

1. la desviación hacia la pasividad, derivada de una interpretación excesivamente generalizadora de la estabilización del capitalismo, que se perfila en algunos lugares, y del aminoramiento del ritmo de la revolución internacional; la ausencia de un impulso suficiente para el trabajo enérgico y sistemático en la edificación de la sociedad socialista en la Unión Soviética, a pesar del aminoramiento del ritmo de la revolución internacional, y 

2. la desviación hacia la estrechez nacional, el olvido de las obligaciones de los revolucionarios proletarios internacionales, el desdén inconsciente por la estrechísima dependencia de los destinos de la Unión Soviética respecto de la revolución proletaria internacional que, si bien lentamente, se desarrolla; la incomprensión de que no es sólo el movimiento internacional el que necesita la existencia, la consolidación y el fortalecimiento de la potencia del primer Estado proletario del mundo, sino que también la dictadura del proletariado en la Unión Soviética necesita la ayuda del proletariado internacional». (Resolución de la XIV Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia; «Sobre las tareas de la Komintern y del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, en relación con el Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Komintern»)

De esta cita se desprende que la XIV Conferencia, al hablar de la primera desviación, aludía a la falta de fe en el triunfo de la edificación socialista en nuestro país, desviación muy extendida entre los trotskistas. Al hablar de la segunda desviación, aludía al olvido de las perspectivas internacionales de nuestra revolución, desviación algo difundida entre ciertos funcionarios dedicados a cuestiones de política internacional, quienes, a veces, tienden a adoptar el punto de vista del establecimiento de «esferas de influencia» en los países dependientes.

Al condenar estas dos desviaciones, el partido, en su totalidad, y su Comité Central declararon la guerra a los peligros que de ellas derivan. Tales son los hechos.

¿Cómo ha podido ocurrir que Zinóviev, que defendió la resolución de la XIV Conferencia en un informe especial, se haya apartado luego de la línea de esta resolución, que es, al mismo tiempo, la línea del leninismo? ¿Cómo ha podido ocurrir que, apartándose del leninismo, haya lanzado contra el partido la risible acusación de estrechez nacional, encubriendo con ella su alejamiento del leninismo? Ahora, camaradas, trataré de explicaros este truco.

El paso de la «nueva oposición» al trotskismo

La disparidad de Kámenev y Zinóviev –líderes actuales de la «nueva oposición»– con el Comité Central de nuestro partido, en lo que atañe a la edificación del socialismo en nuestro país, se manifestó abiertamente por primera vez en vísperas de la XIV Conferencia. Me refiero a una reunión del Buró Político del Comité Central en vísperas de la conferencia, en la cual Kámenev y Zinóviev intentaron defender en este problema un punto de vista peculiar, que no tiene nada que ver con la línea del partido y que coincide, en lo fundamental, con la actitud de Sujanov.

He aquí lo que dijo a este propósito el Comité de Moscú del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia en respuesta a la conocida declaración del antiguo grupo dirigente de Leningrado en diciembre de 1925, es decir, siete meses después: «No hace mucho tiempo, Kámenev y Zinóviev mantuvieron en el Buró Político el punto de vista de que, a causa de nuestro atraso técnico y económico, no podremos vencer las dificultades interiores, a menos de que venga a salvarnos la revolución internacional.

 Pero nosotros, con la mayoría del Comité Central, entendemos que podemos edificar el socialismo, que lo estamos edificando y que terminaremos de edificarlo, no obstante nuestro atraso técnico y a pesar de él. Entendemos que esta edificación irá, naturalmente, mucho más despacio de lo que iría bajo las condiciones de un triunfo mundial, pero, sin embargo, avanzamos y seguiremos avanzando.

 Entendemos asimismo que el punto de vista de Kámenev y Zinóviev expresa la falta de fe en las fuerzas internas de nuestra clase obrera y de las masas campesinas que la siguen. Creemos que sustentar ese punto de vista es desviarse de la posición mantenida por Lenin». (v. la «Respuesta»)

Debo señalar, camaradas, que Kámenev y Zinóviev ni siquiera intentaron refutar esta declaración del Comité de Moscú, publicada en «Pravda» durante las primeras sesiones del XIV Congreso, reconociendo así, tácitamente, que las acusaciones formuladas por el Comité de Moscú correspondían a la realidad.

En la misma XIV Conferencia, Kámenev y Zinóviev reconocieron formalmente que la línea del partido respecto a la edificación del socialismo en nuestro país era acertada. A ello les forzó, por lo visto, la circunstancia de que el punto de vista de Kámenev y Zinóviev no encontrara adeptos entre los miembros del Comité Central. Hay más: Zinóviev, como he dicho ya, incluso defendió en un informe especial, pronunciado en la XIV Conferencia, la conocida resolución aprobada en ella y que es, según habéis tenido ocasión de convenceros, expresión de la línea de nuestro partido.

 Pero lo ocurrido luego ha demostrado que Zinóviev y Kámenev defendían la línea del partido en la XIV Conferencia sólo formalmente, en lo exterior, y que, en realidad, permanecían en sus anteriores posiciones. La aparición del libro de Zinóviev «El leninismo», en septiembre de 1925, es, en este aspecto; un «acontecimiento» que traza una divisoria entre el Zinóviev que defiende en la XIV Conferencia la línea del partido y el Zinóviev que abandona la línea del partido, que abandona el leninismo, para abrazar las posiciones ideológicas del trotskismo.

He aquí lo que dice Zinóviev en su libro:

«Por triunfo definitivo del socialismo se debe entender, por lo menos: 1. la supresión de las clases y, por tanto, 2. la abolición de la dictadura de una sola clase, en este caso, de la dictadura del proletariado»... «Para percatarse con mayor exactitud –dice más adelante Zinóviev– de cómo se plantea este problema en nuestro país, en la Unión Soviética, en 1925, hay que distinguir dos cosas: 

1. la posibilidad garantizada de edificar el socialismo, posibilidad que también puede concebirse plenamente, claro está, en el marco de un solo país, y 

2. la edificación definitiva y la consolidación del socialismo, es decir, la creación del régimen socialista, de la sociedad socialista». (Grigori Yevséievich Zinóviev; El leninismo, págs. 291 y 293)

Como veis, aquí todo está trastrocado y vuelto del revés. Según Zinóviev, vencer, en el sentido del triunfo del socialismo en un solo país, significa tener la posibilidad de ir edificando el socialismo, pero no de llevar a cabo su edificación. Edificar con la seguridad de que no se llevará a cabo la obra. Y a eso se llama, según Zinóviev, el triunfo del socialismo en un solo país. (Risas)

En cuanto a la edificación completa de la sociedad socialista, Zinóviev la confunde con el problema del triunfo definitivo, demostrando así su absoluta incomprensión del problema general del triunfo del socialismo en nuestro país. Ir edificando la economía socialista a sabiendas de que no se llevará a cabo la obra: he ahí hasta dónde llega Zinóviev.

Huelga decir que semejante actitud no tiene nada que ver con la línea fundamental del leninismo en el problema de la edificación del socialismo. Huelga decir que semejante actitud, al debilitar la voluntad del proletariado de edificar el socialismo en nuestro país y al frenar así el desencadenamiento de la revolución en otros países, echa por tierra las bases mismas del internacionalismo.

 Es una actitud que se acerca directamente y tiende la mano a la posición ideológica del trotskismo.

Lo mismo cabe decir de las intervenciones de Zinóviev en el XIV Congreso, en diciembre de 1925. En él, criticando a Yákovlev, decía:

«Ved, por ejemplo, a dónde ha ido a parar el camarada Yákovlev en la última Conferencia del partido de la provincia de Kursk. Estando rodeados de enemigos capitalistas por todas partes, ¿acaso podemos, en estas condiciones –pregunta–, llevar a cabo la edificación del socialismo en un solo país?»

Y contesta:

«Basándonos en todo lo expuesto, tenemos derecho a decir que no sólo estamos edificando el socialismo, sino que, a pesar de ser por el momento los únicos, a pesar de ser el único país soviético, el único Estado soviético del mundo, llevaremos a cabo la edificación del socialismo» (Kúrskaia Pravda, núm.279, 8 de diciembre de 1925) ¿Acaso es ésta una manera leninista de plantear el problema? –pregunta Zinóviev–, ¿acaso no huele esto a estrechez nacional?» (Grigori Yevséievich Zinóviev; Palabras de resumen en el XIV Congreso del partido)

Resulta que Yákovlev, que defendía, en lo fundamental, la línea del partido y del leninismo, merece que se le acuse de estrechez nacional. Resulta que defender la línea del partido, refrendada en la conocida resolución de la XIV Conferencia, significa incurrir en estrechez nacional. En tales casos solemos decir: ¡más bajo no se puede caer! En esto reside, en rigor, todo el truco de Zinóviev, consistente en que trata de encubrir su alejamiento del leninismo con risibles acusaciones de estrechez nacional lanzadas contra los leninistas.

Por eso, las tesis sobre el bloque de oposición dicen la pura verdad al afirmar que la «nueva oposición» se ha pasado al lado del trotskismo en el problema fundamental: la posibilidad del triunfo del socialismo en nuestro país, o, lo que es lo mismo, en el problema del carácter y de las perspectivas de nuestra revolución.

Formalmente, Kámenev adopta en este problema una actitud un tanto particular, cosa que debe señalarse aquí. Es cierto que Kámenev, a diferencia de Zinóviev, declaró públicamente, tanto en la XIV Conferencia como en el XIV Congreso del partido, su solidaridad con la línea del partido en el problema de la edificación del socialismo en nuestro país. Sin embargo, el XIV Congreso no tomó en serio la declaración de Kámenev, no dio crédito a sus palabras, colocándole, en su resolución sobre el informe del Comité Central en el grupo de los elementos que se han apartado del leninismo.

 ¿Por qué? Porque Kámenev no quiso ni estimó necesario respaldar con hechos su declaración de solidaridad con la línea del partido. ¿Y qué significa respaldar con hechos su declaración? Significa romper con los que combaten la línea del partido. El partido conoce no pocos casos de gentes que expresaron de palabra su solidaridad con el partido y que, pese a ello, continuaron otra amistad política con elementos que lo combatían. En tales casos, Lenin solía decir que semejantes «partidarios» de la tarea del partido eran peores que sus enemigos. 

Es sabido, por ejemplo, que Trotski, en la época de la guerra imperialista, hizo reiteradas declaraciones de solidaridad, con los principios del internacionalismo y de fidelidad a ellos. Sin embargo, Lenin le llamaba entonces «cómplice de los socialchovinistas». ¿Por qué? Porque, al mismo tiempo que hacía protestas de internacionalismo, Trotski no quería romper con Kautsky ni con Mártov, ni con Potresov, ni con Chjeidze. Y Lenin, naturalmente, tenía razón. Si se quiere que una declaración sea tomada en serio, hay que respaldarla con hechos y poner punto final a la amistad política con gentes que combaten la línea del partido.

Por eso, yo creo que las declaraciones de Kámenev acerca de su solidaridad con la línea del partido en cuanto a la edificación del socialismo no pueden ser tomadas en serio, por cuanto no quiere respaldar sus palabras con hechos y sigue formando bloque con los trotskistas.

La evasiva de Trotski, Smilga, Rádek

Se puede decir que todo eso está bien y que es verdad. Pero ¿no habrá alguna razón o algún documento acreditativos de que los líderes del bloque de oposición no están en contra de virar de la desviación socialdemócrata al leninismo?

Tenemos, por ejemplo, el libro de Trotski «¿Hacia el socialismo o hacia el capitalismo?». ¿No será este libro un indicio de que Trotski no está en contra de renunciar a sus errores de principio? Algunos incluso creen que Trotski, en efecto, ha renunciado o procura renunciar en este libro a sus errores de principio. Yo, pobre pecador, adolezco en este caso de cierta desconfianza (Risas) y debo decir que, por desgracia, tales suposiciones no corresponden en absoluto a la realidad.

Tomemos, por ejemplo, el lugar más expresivo del libro de Trotski «¿Hacia el socialismo o hacia el capitalismo?»:

«La Comisión Estatal de Planificación –Gosplan– ha hecho público un cuadro general de cifras «control» de la economía nacional de la Unión Soviética correspondientes a 1925-1926. Todo esto parece muy árido y, digámoslo así, burocrático. Pero en estas áridas columnas de la estadística y en las aclaraciones a ellas, casi tan secas y escuetas, suena la espléndida música histórica del socialismo en crecimiento». (Lev Davídovich Bronstein, Trotski; ¿Hacia el socialismo o hacia el capitalismo?. Ed. Plánovoe Joziaistvo, 1925, pág.1)

¿Qué es eso de «la espléndida música histórica del socialismo en crecimiento»? ¿Qué sentido tiene esa «espléndida» frase, si es que, en general, tiene algún sentido? ¿Hay en ella una respuesta, o, por lo menos, un asomo de respuesta, a la pregunta de si es posible el triunfo del socialismo en nuestro país? 

De la música histórica del socialismo en crecimiento también podía hablarse en 1917, cuando derrocamos a la burguesía, y en 1920, cuando echamos de nuestro país a los intervencionistas: en efecto, aquello era la espléndida música histórica del socialismo en crecimiento, pues al derrocar a la burguesía en 1917 y al expulsar a los intervencionistas, dimos al mundo entero espléndidos ejemplos de la fuerza y del poderío del socialismo en crecimiento en nuestro país.

 Ahora bien, ¿tiene o puede tener esto relación alguna con la posibilidad de la edificación victoriosa del socialismo en nuestro país? «Podemos» –dice Trotski– «ir hacia el socialismo. Pero la cuestión consiste en saber si podemos llegar al socialismo».

 ¿No es una tontería ir hacia el socialismo a sabiendas de que no se puede llegar? Sí, camaradas, la «espléndida» frase de Trotski sobre la música y todo lo demás, no es una contestación, sino un efugio leguleyesco y una evasiva «musical» a la pregunta. (Voces: «¡Muy bien!»)

Yo creo que esta espléndida y musical evasiva de Trotski se podría equiparar a la evasiva a la definición del leninismo que en tiempos dio él mismo en su folleto «Un nuevo rumbo». ¿Queréis oírla?

«El leninismo, como sistema de acción revolucionaria, presupone un instinto revolucionario desarrollado mediante la reflexión y la experiencia, instinto que es en la esfera social lo que la sensibilidad muscular es en el trabajo físico». (Lev Davídovich Bronstein, Trotski; Un nuevo rumbo. Ed. Krásnaia Nov, 1924, pág.47)

El leninismo como «sensibilidad muscular en el trabajo físico». Nuevo, original y profundo. ¿No es cierto? ¿Habéis comprendido algo? (Risas.)

Todo eso es muy pintoresco, muy musical y, si queréis, hasta espléndido. Sólo falta una «pequeñez»: una definición sencilla y comprensible del leninismo.

Lenin se refería precisamente a esta pasión de Trotski por la frase musical cuando escribió, por ejemplo, estas palabras –amargas, pero verdaderas– acerca de Trotski:

«No es oro todo lo que reluce. En las frases de Trotski hay mucho oropel y mucho estruendo, pero ningún contenido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; t.XVII, pág.383)

Así están las cosas por lo que toca al libro de Trotski «¿Hacia el socialismo o hacia el capitalismo?», publicado en 1925.

En cuanto a tiempos más recientes, por ejemplo, a 1926, tenemos un documento de septiembre de este año, firmado por Trotski, que no deja lugar a dudas acerca de que Trotski se mantiene en su punto de vista, rechazado por el partido. Me refiero a la carta de Trotski a los miembros de la oposición. He aquí lo que dice este documento:

«La oposición de Leningrado ha tocado oportunamente a rebato respecto al ocultamiento de la diferenciación en el campo, respecto al desarrollo de los kulaks y de su influencia no sólo sobre los procesos espontáneos de la economía, sino también sobe la política del Poder Soviético; respecto a que en nuestro propio partido se ha formado, bajo los auspicios de Bujarin, una escuela teórica, que refleja nítidamente la presión del elemento pequeñoburgués de nuestra economía; la oposición de Leningrado se ha pronunciado enérgicamente contra la teoría del socialismo en un solo país, como justificación teórica de la estrechez nacional». 

(De los anexos a las actas taquigráficas de las reuniones del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética del 8 y del 11 de octubre de 1926 sobre la situación interna del partido)

En este documento suscrito por Trotski está dicho todo: que los líderes de la «nueva oposición» se han pasado del leninismo al trotskismo y que Trotski se mantiene total e íntegramente en sus anteriores posiciones de desviación socialdemócrata en nuestro Partido.

Ahora bien, ¿y los demás líderes del bloque de oposición, por ejemplo, Smilga o Rádek? Yo creo que estas personas son también líderes del bloque de oposición. ¿Por qué no van a ser líderes Smilga y Rádek? ¿Qué opinan del punto de vista del partido, del punto de vista del leninismo en el problema de la edificación del socialismo en nuestro país?

He aquí lo que decía Smilga, por ejemplo, en septiembre de 1926 en la Academia Comunista:

«Yo afirmo –dice– que él (Bujarin. J. St.) se encuentra totalmente prisionero de la ideología del período de restablecimiento; considera demostrado que el atraso económico de nuestro país no puede ser obstáculo para la edificación completa del régimen socialista en Rusia. Yo considero que, sin duda, dedicándonos a la edificación socialista, estamos edificando el socialismo. 

Pero el periodo de restablecimiento ¿nos da motivos para comprobar, para revisar el punto central del marxismo y del leninismo, que dice que es imposible llevar a cabo la edificación del socialismo en un país técnicamente atrasado?» (Ivar Smilga; Intervención en la Academia Comunista, el 26 de septiembre de 1926, sobre las cifras control)

Es también, como veis, una «posición» que coincide plenamente con la posición del señor Sujanov en el problema fundamental: el carácter y las perspectivas de nuestra revolución. ¿Acaso no es cierto que la actitud de Smilga responde por entero a la actitud de Trotski, calificada por mí –y calificada con todo derecho– de desviación socialdemócrata? (Voces: «¡Cierto!»)

¿Se puede considerar que el bloque de oposición responde de semejantes intervenciones de Smilga? Se puede y se debe. ¿Ha intentado alguna vez el bloque de oposición desentenderse de Smilga? No, no lo ha intentado. Al contrario, ha estimulado por todos los medios a Smilga en sus intervenciones en la Academia Comunista.

Ocupémonos ahora del otro líder, de Rádek, que ha intervenido con Smilga en la Academia Comunista y que nos «ha hecho trizas» (Risas). Obra en nuestro poder un documento demostrativo de que Rádek se ha reído de la teoría de la edificación completa del socialismo en nuestro país, ridiculizándola y llamándola teoría de la edificación del socialismo «en un distrito» o incluso «en una calle», con la agravante de que, cuando los camaradas le han replicado que esta teoría es una «idea leninista», Rádek ha contestado:

«Habéis leído mal a Lenin; si Vladímir Ilich estuviera vivo, diría que eso es una idea de Schedrín. En «Los pompadour» de Schedrín hay un «pompadour» estupendo que construye el liberalismo en un distrito». (Discurso de Rádek en la Academia Comunista)

¿Merece esa burla chabacana y liberal de Rádek, a propósito de la idea de la edificación del socialismo en un solo país, otro calificativo que el de ruptura completa con el leninismo? ¿Responde el bloque de oposición de esa chabacanería de Rádek? Sí, sin duda alguna.

 ¿Por qué no la repudia? Porque el bloque de oposición no piensa abandonar su actitud de apartamiento del leninismo.

Importancia decisiva del problema de las perspectivas de nuestra edificación

Cabe preguntar: ¿a qué vienen todas estas discusiones sobre el carácter y las perspectivas de nuestra revolución?, ¿a qué viene discutir de lo que ocurrirá en el futuro o de lo que podrá ocurrir?, ¿no valdría más dejar a un lado todas esas disputas y dedicarse al trabajo práctico?

Yo entiendo, camaradas, que tal planteamiento es profundamente erróneo.

No podemos avanzar sin saber hacia dónde hay que avanzar, sin conocer el objetivo de nuestro avance. No podemos construir sin perspectivas, sin la seguridad de que, puestos a edificar la economía socialista, podemos llevar a cabo esta obra. El partido no puede dirigir la edificación si carece de perspectivas claras, si carece de objetivos claros. No podemos vivir con arreglo a la prescripción de Bernstein: «El movimiento lo es todo; el objetivo final, nada». 

Nosotros, por el contrario, debemos, como revolucionarios, subordinar nuestro movimiento progresivo, nuestro trabajo práctico al objetivo fundamental de clase de la edificación proletaria. De otro modo, caeremos indefectible e irremisiblemente en el pantano del oportunismo.

Además, si las perspectivas de nuestra labor de edificación no están claras, si no se tiene la seguridad de llevar a cabo la edificación del socialismo, las masas obreras no pueden participar conscientemente en esta obra, no pueden dirigir conscientemente al campesinado. Sin tener la seguridad de llevar a cabo la edificación del socialismo, no puede existir la voluntad de edificarlo.

 ¿Quién puede tener ganas de edificar a sabiendas, de que no verá terminada la obra? Por eso, la falta de perspectivas socialistas en nuestra labor de edificación debilita indefectible e irremisiblemente la voluntad del proletariado de edificar el socialismo.

Además, el debilitamiento de la voluntad del proletariado de edificar el socialismo no puede por menos de fortalecer a los elementos capitalistas de nuestra economía. Pues, ¿qué significa edificar el socialismo si no vencer a los elementos capitalistas de nuestra economía? El abatimiento y el derrotismo en la clase obrera necesariamente han de alentar las esperanzas de los elementos capitalistas de restauración del viejo régimen. Quien menosprecia el significado decisivo de las perspectivas socialistas de nuestra labor de edificación, ayuda a los elementos capitalistas de nuestra economía, cultiva el espíritu de capitulación.

En fin, el debilitamiento de la voluntad del proletariado de vencer a los elementos capitalistas, de nuestra economía, al frenar nuestra edificación socialista, no puede por menos de retardar el desencadenamiento de la revolución internacional en todos los países. 

No debe olvidarse que el proletariado mundial mira con esperanza nuestra edificación económica y nuestros éxitos en este frente, confiando en que saldremos vencedores de esta lucha, en que llevaremos a cabo la edificación del socialismo. El sinnúmero de delegaciones obreras que vienen del Occidente a nuestro país y que escudriñan cada rincón de nuestra edificación, revela que nuestra lucha en este frente tiene una enorme trascendencia internacional por su significado revolucionador para los proletarios de todos los países.

Quien intenta menguar las perspectivas socialistas de nuestra edificación, intenta extinguir las esperanzas del proletariado internacional en nuestra victoria, y quien disipa estas esperanzas, atenta contra las exigencias elementales del internacionalismo proletario. Tenía mil veces razón Lenin al decir:

«Ahora, nuestra principal influencia sobre la revolución internacional la ejercemos mediante nuestra política económica. Todo el mundo, todos los trabajadores de todos los países del globo, sin excepción ni exageración de ninguna clase, tienen fijas sus miradas en la República Soviética de Rusia. La lucha se ha trasladado a este terreno en escala mundial. Si llegamos a cumplir esta tarea, ganaremos la partida en escala internacional segura y definitivamente. 

Por eso, los problemas de la edificación económica adquieren para nosotros una importancia absolutamente excepcional. En este frente debemos obtener el triunfo mediante un ascenso y un avance lentos y graduales, –pues no es posible hacerlo en forma rápida–, pero continuos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; v. t.XXVI, págs.410-411)

Por eso creo que nuestras discusiones en torno a la posibilidad del triunfo del socialismo en nuestro país son de enorme trascendencia, pues en ellas se forja y determina la solución del problema de las perspectivas de nuestro trabajo, de los objetivos de clase de este trabajo, de la orientación fundamental de este trabajo para el período inmediato.

Por eso creo que el problema de las perspectivas socialistas de nuestra edificación tiene para nosotros una importancia de primer orden.

Las perspectivas políticas del bloque de oposición

Las perspectivas políticas del bloque de oposición dimanan de su error fundamental en cuanto al carácter y las perspectivas de nuestra revolución. 

Como la revolución internacional se demora y la oposición carece de fe en las fuerzas interiores de nuestra revolución, ante ella se alzan dos perspectivas: o bien degeneración del partido y del aparato del Estado, abandono práctico del poder por los «mejores elementos» del comunismo –es decir, la oposición– y formación, con ellos, de un partido nuevo «netamente proletario» en oposición al partido oficial no «netamente» proletario, –perspectiva de Ossowski–; o bien intentos de hacer pasar la impaciencia propia por realidad, negación de la estabilización parcial del capitalismo y saltos e incursiones «sobrehumanos» y «heroicos», tanto en la esfera de la política interior –superindustrialización– como en la esfera de la política exterior –frases y gestos «ultra izquierdistas»–.

Yo creo que Ossowski es el oposicionista más audaz y valiente de todos los oposicionistas. Si el bloque de oposición tuviera suficiente valor y fuera consecuente, debería ir por el camino de Ossowski. Pero como al bloque de oposición le falta lo uno y lo otro, rueda hacia la segunda perspectiva, hacia los saltos «sobrehumanos» y las incursiones «heroicas» en la esfera de la marcha objetiva de las cosas.

De ahí el negar la estabilización parcial del capitalismo, de ahí la consigna de apartarse de los sindicatos en el Occidente o incluso de abandonarlos, la exigencia de hacer saltar el Comité Anglo-Ruso, la demanda de industrializar nuestro país poco menos que en seis meses, etc.

De ahí el aventurerismo político del bloque de oposición.

En relación con esto, adquiere particular importancia la teoría del bloque de oposición –a la par, teoría del trotskismo– de saltarse al campesinado en nuestro país al llevar a cabo la industrialización, de saltarse el reaccionarismo de los sindicatos en el Occidente, en especial con motivo de la huelga de Inglaterra. El bloque de oposición cree que si el partido ha trazado una línea acertada, basta por entero para que, inmediata e instantáneamente, se convierta en un partido de masas, para que, inmediata e instantáneamente, pueda conducir a las masas a las batallas decisivas. 

El bloque de oposición no comprende que tal idea de la dirección de las masas no tiene nada que ver con el punto de vista del leninismo.

¿Eran acertadas las Tesis de Abril sobre la revolución soviética, expuestas por Lenin en la primavera de 1917? [89]. Sí, lo eran. ¿Por qué, pues, Lenin no llamó entonces a derrocar en el acto al gobierno Kérenski?, ¿por qué combatió a los grupos «ultra izquierdistas» en nuestro partido, que habían lanzado la consigna del derrocamiento inmediato del Gobierno Provisional? Porque Lenin sabía que, para hacer la revolución; no basta con que el partido tenga una línea acertada.

 Porque Lenin sabía que, para hacer la revolución, es necesaria, además, otra circunstancia, a saber: que las masas, las amplias masas obreras, se hayan convencido por propia experiencia de que la línea del partido es acertada, y para esto, a su vez, se requiere tiempo; es necesario un trabajo infatigable del partido entre las masas, un trabajo infatigable para persuadir a las masas de que la línea del partido es acertada. Precisamente por eso, Lenin, al exponer sus revolucionarias Tesis de Abril, formuló, al mismo tiempo, la consigna de llevar a cabo una propaganda «paciente» entre las masas para convencerlas de que las tesis eran acertadas.

 Ocho meses se invirtieron entonces en esta paciente labor. Pero fueron meses revolucionarios, que equivalen, por lo menos, a años de una época corriente «constitucional». Ganamos la Revolución de Octubre porque supimos ver la diferencia que existe entre la línea acertada del partido y el reconocimiento por las masas de lo acertado de esta línea. Es lo que no comprenden ni quieren comprender los héroes oposicionistas de los saltos «sobrehumanos».

¿Fue acertada la actitud del Partido Comunista Inglés durante la huelga de Inglaterra? Sí, en lo fundamental fue acertada. ¿Por qué, pues, no logró llevar tras sí, en el acto, a las masas de millones de obreros ingleses? Porque en tan breve tiempo no pudo ni podía convencer a las masas de que su línea política era acertada. Porque entre la elaboración de una línea acertada del partido y el momento en que el partido lleva tras sí a las grandes masas existe un lapso, un lapso más o menos prolongado, durante el cual el partido debe realizar un trabajo infatigable para persuadir a las masas de que su política es acertada.

 No se puede saltar ese lapso. Es necio creer que se le puede saltar. Sólo es posible agotarlo y superarlo mediante una paciente labor de educación política de las masas.

El bloque de oposición no comprende estas verdades elementales del método leninista de dirección de las masas, y en esa incomprensión hay que ver una de las fuentes de sus errores políticos.

He aquí una de las múltiples muestras de la política de saltos «sobrehumanos» y de gestos desesperados de Trotski:

«El proletariado de Rusia –decía en su tiempo Trotski–, una vez en el poder, aunque sólo sea a consecuencia de una coyuntura transitoria de nuestra revolución burguesa, encontrará la hostilidad organizada de la reacción mundial, y en el proletariado mundial, la disposición a prestarle su apoyo organizado. 

Abandonada a sus propias fuerzas, la clase obrera de Rusia será aplastada inevitablemente por la contrarrevolución en el momento en que el campesinado le vuelva la espalda, y no le quedará otro recurso que asociar los destinos de su dominio político y, en consecuencia, los destinos de toda la revolución en Rusia a los destinos de la revolución socialista en Europa. Tendrá que arrojar a la balanza de la lucha de clases de todo el mundo capitalista la formidable fuerza política estatal que le proporcionará la transitoria coyuntura de la revolución burguesa en Rusia. 

Con el poder del Estado en las manos, la contrarrevolución a la espalda y la reacción europea ante él, lanzará a sus hermanos en el mundo entero el viejo llamamiento, que en esta ocasión será el llamamiento para el último ataque. «¡Proletarios de todos los países, uníos¡». (Lev Davídovich Bronstein, Trotski; Balance y perspectivas, pág.80)

¿Qué os parece? Resulta que el proletariado debe tomar el poder en Rusia, pero, una vez en el poder, es forzoso que se pelee con el campesinado, y luego de que se haya peleado con él, debe lanzarse a un pugilato a muerte con la burguesía mundial, teniendo la «contrarrevolución a la espalda» y la «reacción europea» enfrente.

Que en este «esquema» de Trotski no es poco lo que hay de «musical», de «sobrehumano» y de «temerariamente espléndido», es cosa en la que muy bien puede convenirse.

 Pero que en él no hay ni marxismo ni espíritu revolucionario, que nos encontramos, ante un vacuo juego a la revolución y ante un aventurerismo político, es cosa de la que tampoco se puede dudar.

Sin embargo, no cabe duda de que este «esquema» de Trotski es la expresión directa de las actuales perspectivas políticas del bloque de oposición, el resultado y el fruto de la teoría trotskista del «salto» por encima de formas de movimiento no agotadas.

Notas

[83] Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; «Sobre el impuesto en especie», capítulo «La economía actual de Rusia» (v. Obras, t.32, págs.308-319, 4a ed. en ruso).

[84] Véase: Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Obras, t.25, pág.387, 4a ed. en ruso.

[85] «Nashe Slovo» –«Nuestra Palabra»–: periódico menchevique trotskista, que se publicó en París de enero de 1915 a septiembre de 1916.

[86] Véase: «El Partido Comunista de la Unión Soviética en las resoluciones y acuerdos de los congresos y conferencias y de los plenos del Comité Central», parte I, pág.48, ed. en ruso, 1953.

[87] Véase: «El Partido Comunista de la Unión Soviética en las resoluciones y acuerdos de los congresos y conferencias y de los plenos del Comité Central», parte II, pág.49, ed. en ruso, 1953.

[88] Véase: «El Partido Comunista de la Unión Soviética en las resoluciones y acuerdos de los congresos y conferencias y de los Plenos del Comité Central», parte II, pág.49, ed. en ruso, 1953.

[89] Véase: Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Obras, t.24, págs.1-7, 4a ed. en ruso.

La desviación socialdemócrata en nuestro partido, 1926

http://bitacoradeunnicaraguense.blogspot.com/2014/03/el-error-basico-del-bloque-de-oposicion.html

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