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Diego Camacho acusa al rey Juan Carlos de dirigir en la sombra el 23-F


Aprovechamos la efeméride de hoy para ajustar cuentas con una de las mentiras más recurrentes de la propaganda nacional: la de que un joven rey sorprendido por un golpe de Estado pudo reconducirlo con mano firme hasta restaurar el orden constitucional.

 La operación fue tan limpia que por quedar no quedó ni documento alguno que confirmara la hagiográfica versión de los hechos que nos han vendido como dogma de fe. 

Sí queda la memoria de quienes vivieron los acontecimientos en primera persona, solo que su testimonio dista de coincidir con el cuento chino del salvapatrias de sangre azul. 

Durante el 23-F Diego Camacho estuvo destinado en la unidad del CESID que participó más directamente en la asonada golpista. A los pocos minutos de entrar Tejero en el Congreso, pudo comprobar que durante el día en el centro se había realizado acopio de víveres y bebidas para toda la noche y que varios agentes habían sido encapsulados informativamente y puenteados en su función por el jefe de la unidad. 

Pasada la media noche, el capitán Camacho se introdujo con otro agente en el Congreso, unos 10 o 15 minutos después de la llegada de Pardo Zancada, y fueron testigos directos del clima existente y de las razones que habían motivado el enfrentamiento entre Armada y Tejero. 

A las 05:00h del 24-F, ambos agentes se trasladaron a la sede central del CESID para comunicar a Javier Calderón la autoría intelectual del golpe. Ese mismo día también le informaron de la participación de la unidad y de varios agentes dirigidos por Cortina en la asonada. Más adelante, los cuatro agentes que habían descubierto la implicación del CESID, impulsaron una investigación interna que no se materializó hasta un mes después, una vez que fracasaron los intentos de la Dirección para que lo descubierto fuera silenciado. 

Dicho informe sería ocultado a las defensas de los implicados y mutilado parte de su contenido. 



El intento de golpe de Estado en España es “un asunto interno”, sentenció el general Alexander Haig en París, al ser preguntado por una periodista. 

La aseveración del Secretario de Estado norteamericano, en un ejercicio de aplicación estricta de la “doctrina Estrada”, era sólo una verdad a medias, puesto que no se trataba de un mero desajuste político generado por el cambio de régimen, además existía un factor que interesaba mantener oculto a la opinión pública y que consistía en la salvaguarda de los intereses estratégicos en el Mediterráneo occidental de nuestro principal aliado, los Estados Unidos. 

Algunos meses antes, durante la segunda mitad de 1980, tuvo lugar la campaña electoral para elegir Presidente en los EEUU. 

El candidato republicano Ronald Reagan supo captar de inmediato la gran preocupación existente en la opinión pública norteamericana por dos hechos acaecidos en 1979: la caída del Sha de Persia, que significaba la perdida del principal aliado estratégico en Oriente Medio y la invasión de Afganistán por la URSS, que permitía en caso de triunfar establecer el control soviético sobre la meseta de Pamir y el golfo Pérsico. 

Para resolver la situación creada, Reagan preconizaba en su programa electoral, dar un giro radical a la política exterior de los EEUU, caso de llegar a ser elegido. 

La distensión y la coexistencia entre las dos superpotencias, llevada a cabo durante la administración de Carter, debía terminar para dejar paso a una política firme que defendiera los intereses norteamericanos allí donde se encontraran amenazados. 



El triunfo electoral de Reagan, en Noviembre de 1980, supuso la puesta en práctica de lo que había prometido en la que sería la última década de la guerra fría. Su política de Seguridad Nacional fue un éxito completo al lograr su objetivo, impensable al inicio de su mandato, y que fue la desaparición de la URSS como amenaza estratégica. 

La nueva política tuvo tres pilares esenciales: 

1) El incremento del presupuesto de Defensa. Para 1981 se contemplaba doblarlo con relación al existente durante el último año de la administración de Carter y triplicarlo para 1985. El objetivo declarado de este notable aumento era el poder implementar un nuevo sistema de armas que sería conocido como “la Guerra de las Galaxias” y que a medio plazo sería una de las causas principales en el derrumbe de la URSS, al no poder soportar la nueva carrera de armamentos que planteaba la Casa Blanca.

2) Respaldo a dictaduras del hemisferio occidental, con tal que tuvieran gobiernos incondicionales a los EEUU, como Chile, Argentina y Uruguay.

3) Respaldo a movimientos guerrilleros, contrarios a la Unión Soviética: la UNITA (Angola), la CONTRA (Nicaragua) y la guerrilla afgana de los talibanes.

En definitiva, Reagan y su equipo habían decidido dar un giro de 180 grados a la política desarrollada por la anterior administración y plantean su apuesta tanto en el plano militar global como en el marco de la guerra asimétrica, tradicionalmente dejada a la iniciativa de los movimientos revolucionarios controlados por el Kremlin.



Este diseño estratégico llevaría a la Casa Blanca a considerar como hipótesis probable la utilización de armamento nuclear táctico en Europa, en un eventual enfrentamiento entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, y sin que esa circunstancia llevara forzosamente a la confrontación nuclear total o a la extensión del conflicto hacia otros teatros de operaciones.

En ese contexto y dentro del espacio europeo, el Mediterráneo adquirió una importancia decisiva y prioritaria en los planes de operaciones del Pentágono, del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad. Su control era esencial para garantizar el apoyo a Israel, pieza vital en el desarrollo estratégico de Oriente Próximo; para lo cual era preciso contar con el dominio de las dos orillas, o lo que es lo mismo, con la estabilidad y fiabilidad de aquellos países que tenían importancia estratégica en este mar interior o que albergaban bases utilizadas por las USAF.

Se trataba, en definitiva, de poder garantizar la acción de la VI Flota para que su apoyo operativo y logístico se realizara sin sobresaltos.

En Septiembre de 1980 Reagan no ha ganado todavía, aunque todas las encuestas le dan como claro favorito. Es a partir de entonces, en poco más de un año, cuando se producen en el Mediterráneo una serie de acontecimientos políticos que van a proporcionar a EEUU el control absoluto sobre el Mare Nostrum. Son los siguientes:

Ese mes es derrocado el gobierno liberal turco, que encabeza Süleyman Demirel, y toma el poder el ejército a cuyo frente está el general Evren. Este golpe fue al principio incruento, aunque vista la tranquila reacción internacional, sobre todo la referida a los socios de la OTAN, sería seguido por una cruenta represión que laminó a los principales opositores al gobierno golpista.

En Noviembre de ese mismo año Grecia reintegra sus FFAA al Mando Militar de la OTAN, del que había salido en 1974.



En Diciembre de 1980 muere en un accidente de aviación, todavía no esclarecido, el fundador del partido socialdemócrata y Primer Ministro de Portugal Sa Carneiro.

En Enero de 1981 EEUU suscribe, por primera vez con Marruecos, un tratado de venta de armamento pesado (carros de combate y aviones) y tranquiliza al sultán sobre la continuidad del apoyo norteamericano a la anexión marroquí del Sahara Occidental.

Dos meses más tarde la promesa de los EEUU se materializará. Hassan II, respaldado por París y con el visto bueno de Washington, apoyará un golpe militar en Mauritania, que irá en detrimento del precario equilibrio mantenido en el Magreb entre Marruecos y Argelia y, lo que es más importante para los planes del sultán, Mauritania abandonará el tercio del Sahara que le había correspondido según los acuerdos de Madrid, con excepción de La Güera, y que Rabat podrá ocupar pocos días después. En España, con la resaca del 23-F, este acontecimiento recibió muy poca atención.

En el mes de Agosto de ese año Marruecos iniciará la construcción del muro que divide la zona ocupada de la liberada.

El 23 de Febrero se produce en España un intento de golpe de Estado que fracasa.

Inspirado, planeado y ejecutado por el acuerdo de las principales fuerzas políticas e institucionales del sistema, que se ponen de acuerdo en derribar al primer Presidente elegido democráticamente en la Transición, Adolfo Suárez, para variar el rumbo que esta había tomado, y que utilizan al Ejército como herramienta de la operación.

También en Marzo tuvo lugar en Portugal una alianza entre socialdemócratas, demócratas cristianos y Mario Soares, quien actúa en contra de lo decidido por el PSP, con objeto de provocar la caída del Presidente Ramalho Eanes, último vestigio de la revolución de los claveles.



En Mayo se descubrirá en Italia la trama golpista de la Logia P-2 de Lucio Gelli y sus conexiones con la mafia, la democracia cristiana, el Vaticano y la red “Gladio”.

En Noviembre de 1981 los EEUU logran, con el permiso de Anwar el Sadat, estacionar por primera vez tropas norteamericanas en Egipto. Militares integristas egipcios asesinaran al Rais durante la celebración de un desfile militar en el mes de Diciembre. El sucesor de Sadat, Hosni Mubarak, conseguirá acabar con la conspiración integrista y garantizar los acuerdos de paz que habían sido firmados con Israel en Camp David.

Es en esta sucesión de acontecimientos políticos, que tienen lugar durante la segunda mitad de 1980 y todo el año 1981, donde hay que enmarcar el fallido golpe de Estado en España.

El “golpe de timón” no era solo un simple asunto interno, sino que además buscaba asegurar una Mayor estabilidad política y militar en la Península Ibérica.

En ese contexto internacional, la entrada de España en la OTAN revestía para los EEUU una importancia capital al ser la pieza que faltaba en el planeamiento estratégico para el sur de Europa.

Suárez constituía un estorbo, se le reprochaba que actuara de forma tercermundista en la articulación de la política exterior y mostrara gran preocupación por temas estratégicamente menores o que estaban fuera de su campo de influencia, como la búsqueda de una solución para el pueblo palestino, la nueva formulación para una cooperación económico–política de Europa con los países del África subsahariana, la apertura de nuevas vías de participación en la problemática política de Iberoamérica o el acercamiento a líderes como Castro y Arafat vinculados a los intereses soviéticos.

En resumen: el Presidente español, con la previsible llegada de Reagan a la Presidencia y la puesta en marcha de sus nuevos objetivos estratégicos, era un obstáculo importante. Es aquí donde se encuentra una de las claves del 23-F y el principal motivo de la pérdida del favor real, en la segunda mitad de 1980, por parte del Presidente del Gobierno.

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