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Mujeres huyen de maras a Nicaragua


Todas las semanas por alguno de los “puntos ciegos” que tiene la frontera de Nicaragua con Honduras pasan mujeres solas o con sus hijos huyendo de la violencia del crimen organizado en los países del “Triángulo del Norte”, como se le llama a la región conformada por Guatemala, El Salvador y Honduras.

Las mujeres que toman la decisión de buscar refugio en territorio nicaragüense lo hacen después de haber perdido a su pareja o cualquier otro miembro de su familia a manos de las terribles maras, dijo Blanca Fonseca, funcionaria del Consejo de Iglesias Evangélicas Pro Alianza Denominacional, Cepad.

“Son mujeres de escasos recursos económicos que antes de buscar refugio en Nicaragua se han desplazado de una ciudad a otra en sus países, después que sus maridos o cualquier otro familiar fue asesinado por no pagar el impuesto de guerra”, explicó Fonseca a El Nuevo Diario.

El impuesto de guerra es la extorsión que cobran las maras a quienes tienen un negocio por pequeño que sea y quienes se resisten son asesinados ellos o cualquier miembro de su parentela.

En la mayoría de los casos los pequeños núcleos familiares que emigran a Nicaragua lo hacen por la zona de El Guasaule, pero también hay quienes lo hacen por el sector de Las Manos, indicó la entrevistada.

Fonseca no brindó el número exacto de las refugiadas en Nicaragua por esta razón, pero dijo que ya son centenares.

Mientras más largo mejor

A diferencia de la creencia que todos preferían radicarse en Managua, una vez que salen de los centros de albergue, hay quienes optan por establecerse en la parte sur de Nicaragua, como una manera de sentirse más seguros.

“Es tanto, el daño causado por violencia vivida en sus países (de origen) que cuando oyen el ruido que producen las motocicletas o el andar de los gatos en el techo de las casas, creen que es alguien que anda buscándolas para matarlas”, relató la entrevistada.

Estas familias prefieren invisibilizarse entre la sociedad por el mismo temor a ser descubiertas por los criminales, llegando al extremo que no salen a la venta ni a comprar una libra de arroz.

“Cuando se les lleva alimentos tenemos que llamarlos al teléfono celular que tienen registrado para decirles que ya estamos en la puerta de la casa, para que nos dejen pasar”, explicó Fonseca.

Impunidad en sus países

La mayoría de estas mujeres al llegar a Nicaragua no solo resienten la violencia que viven en su país, sino también la impunidad de la que son víctimas, porque las autoridades no llevan ante la justicia a quienes les han quitado la vida a sus seres queridos.

Estando en Nicaragua, quienes les asisten también les explican que no deben tener temor de acercarse a un agente policial o cualquier otra autoridad en caso de presentársele alguna emergencia.

Pasada la etapa de adaptación, estas mujeres que en muchos casos son viudas, logran emplearse en las empresas de zona franca, pequeños negocios o ponen sus propias ventas de comida.

Mareros asedian

A pesar de que las autoridades gubernamentales y otros organismos no gubernamentales les albergan en lugares seguros y les legalizan su situación migratoria de la mejor manera posible, presuntos mareros han intentado ubicarlos.

Uno de los casos que más alarma causó se produjo cuando hasta la casa de una de estas familias un desconocido le pasó tirando un papelito con un funesto mensaje: “No olvides el pago que dejaste pendiente”.

El pago mencionado era en alusión al impuesto de guerra o extorsión no cancelada por la persona que llegó a Nicaragua huyendo de la violencia.

Otro mecanismo utilizado por los mareros para procurar localizar a sus víctimas es haciéndose pasar como parientes de ellos.

A las familias refugiadas, principalmente cuando tienen adolescentes o jóvenes entre sus miembros, se le recomienda evitar comunicaciones vía facebook, correos electrónicos o decir la dirección de su domicilio.

Iglesias, primer refugio

Las mujeres desplazadas por la violencia que se vive en el norte de Centroamérica, al ingresar a territorio nicaragüense lo primero que buscan es la protección de la iglesia, sea católica o evangélica, indicó Fonseca.

Una vez que logran establecer el primer contacto en territorio nicaragüense, se comunican a las oficinas del Cepad en Managua, que es la agencia social que en este país representa al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur.

Las mujeres que emigran hacia Nicaragua junto con sus pequeños hijos, procedentes del llamado “Triángulo de la Violencia” solo cargan la ropa que andan puesta y una mochila o bolso donde llevan otra mudada, relató la funcionaria del Cepad.

Policía sin datos

El vocero de la Policía Nacional, comisionado mayor Fernando Borge Aguilar, expresó que la institución policial ha hecho capturas de mareros en distintos momentos, pero que por ahora no tienen información de asedio por parte de estos grupos criminales a familias refugiadas en Nicaragua.
 
http://www.elnuevodiario.com.ni/nacionales/291066-mujeres-huyen-de-maras-a-nicaragua

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