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Don Mario vuelve a las andadas…



“… la Revolución Cubana es, hoy mismo, una sociedad más justa que cualquier otra sociedad latinoamericana y defenderla contra sus enemigos es para mí un deber más apremiante que honroso.” —Mario Vargas Llosa, 29 de mayo de 1971. Aclaratoria, en defensa de la Revolución Cubana.
Es de imaginárselo como en una escena de una película o de una serie en donde aldeanos jóvenes —allá por el Viejo Oeste de por donde son los Bush— salen en una camioneta pintarrajeada, bebiendo, armando gran alboroto dando gritos de yijiyujuuyiiijiiiyaaa, disparando al aire y a los pobladores no les queda sino sonreír con aparente indulgencia, que no es sino temor porque los fulanitos esos son los hijos de ricachones rancheros ultraderechistas a quienes hasta los sheriff’s les temen pues tienen el poder en el dinero y el plomo y son capaces de intimidar a cualquiera.

Así me imagino más o menos a don Mario cada vez que sale con su cháchara contra los líderes latinoamericanos, y al decir líderes incluimos a las mujeres porque no se le salva nadie. 
 
Afortunadamente la guillotina de don Mario es extemporánea, desafilada, que carraspea, escandaliza pero a nadie sorprende, mucho menos atemoriza. 
 
Mario el de la guillotina mohosa seguirá por allí rezongando, amenazando, pero su maquinilla otrora tenebrosa ya no decapita, el capitalismo está siendo decapitado no por unos lideres sino por el orgullo de unos pueblos que anestesiados a lo largo de la historia han encontrado el antídoto para curarse del aletargamiento y se levantan impetuosos no en amenaza para otros pueblos ni para nadie en especial sino para recuperar lo que por ley divina y terrenal les pertenece: sus territorios y las riquezas que en ellos se encuentran.

Hay quienes se enojan, lo maldicen, le insultan pero yo no, creo que mi amor por la literatura me hace verlo como si fueran dos: el grandioso novelista y el pésimo profeta político. 
 
Una especie de doble personaje (no agente) como el de la novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson.

Claro, me quedo con el primero, el segundo a veces hasta lo compadezco.
 
Sí, así es, Mario Vargas Llosa, no hay por qué siempre condenarlo, basta con mirar su historial como profeta político para asumir sus predicciones y maldiciones con mucho sentido del humor. 
 
Supe que como profeta no daba una desde que no pudo adivinar su propia “suerte” y se aventuró a enfrentarse en la arena electorera al entonces desconocido Alberto Fujimori, recibiendo tan humillante derrota que resentido con el pueblo peruano, frustrado, decidió poco después asumir la nacionalidad española. 
 
Agregándole a esto que en su campaña hizo cosas tan lejanas del pueblo como presentarse en televisión nacional en una larga entrevista con un personaje francés, hablando francés. 
 
Creyó que esto, tal como sucediera con los espejitos y baratijas cambiadas por oro durante la invasión española, deslumbraría a la “indiada” peruana.

Ahora ha vuelto a meterse contra el comandante presidente Hugo Chávez, llevándose de refilón al próximo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. 
 
Esto dejémoslo para después, continuemos con su historial de falso profeta.

Agredió de manera feroz, con inusitada bajeza, al presidente nicaragüense Daniel Ortega, en un iracundo artículo lleno de saña, tomando como base y desarrollo el golpe bajo creado por la oligarquía de una nunca confirmada treta que involucró a la hijastra de Ortega. 
 
El escritor, parte de un genero literario de alto nivel como lo es la novela, descendió a la telenovela, a la sub-literatura, tomando como cierto lo que hasta el sol de hoy no ha pasado de ser chismes e intrigas políticas intentando aniquilar políticamente al comandante Ortega.

No funcionó, Ortega ganó esas elecciones, y no hace mucho fue reelecto con más del 60 por ciento, se impuso el pueblo. 
 
Ese chisme equivaldría a que dijéramos que cuando Mario Vargas Llosa le dio aquel puñetazo a Gabriel García Márquez, en público, y le dijo que era “por lo que le hiciste a Patricia (su esposa) en Barcelona”, lo anunciáramos nosotros como una posible puesta de cuernos al autor de La fiesta del chivo.

No hace mucho, don Mario en sus andadas, llamó al pueblo ecuatoriano a que no apoyara el proyecto del presidente Rafael Correa sobre la banca, y, entre líneas, no votes por ese. 
 
Otra falsa profecía, Correa del Sur salió victorioso y, como suele decir él, no es su triunfo es del pueblo ecuatoriano.

Tampoco su guillotina chillona se ha olvidado de Evo Morales, a quien quizá menosprecia por sus marcados rasgos indígenas, y le ha atacado una y otra vez.
 
 Pero el indígena salió más listo que el “conquistador”. Evo no le respondió sino hasta que encontró el momento propicio, y fue cuando Vargas Llosa obtuvo el Nobel, entonces dijo el presidente Evo: “He llegado a la conclusión de que el Premio Nobel de la Paz jamás va a ser para movimientos sociales o personalidades anticapitalistas y antiimperialistas. 
 
De eso estoy convencido (…) Si ese es el supuesto premio de la Paz, cómo serán otros premios, (como) el de Literatura. Vargas Llosa, que trimestralmente me ataca a mí personalmente, pero nunca hemos respondido”.

La presidenta argentina no ha escapado, y Vargas Llosa, luego que su gobierno expropiara el 51% de la petrolera YPF, propiedad de la española Repsol, la comparó con Hugo Chávez.
 
 Esto no amerita comentario: ha de sentirse orgullosa Cristina Fernández.

Cuando el golpe de Estado asestado en Honduras el 28 de junio del 2009, contra el presidente Manuel Zelaya Rosales y el pueblo hondureño, creí que Mario Vargas Llosa nos caería con todo, pero no, culpó al presidente Chávez (bueno, lo culpaba casi de todo en la faz de la tierra) y, por el contrario, dijo algo que yo cito con frecuencia contra los golpistas:
 
 “En Honduras se dio un golpe de Estado militar de una gran torpeza”.

Entrevisté a Vargas Llosa en Nueva York días antes de que le dieran un Honoris Causa, en mi país, Honduras, para un noticiero local, ahora identificado col golpe Abriendo Brecha. 
 
Hablamos de literatura y evitamos la política, así ha sido en nuestros pocos encuentros. 
 
Cuando estuvimos en la premier de La fiesta del chivo, lo más que llegó a preguntarme es cómo se miraba al entonces presidente de Perú Alejandro Toledo, en las Naciones Unidas, respuesta que no quería mucha ciencia, como uno más, nadie le daba bola.

La vez más reciente que lo vi fue en septiembre del año pasado, en el Instituto Cervantes, con motivo de una bella edición del 25 aniversario de su libro Los cachorros.
 
El hombre andaba amargado, enojado, vociferando con fiereza en contra de los indignados españoles, por estarle haciendo la vida a cuadros a su protegido Rajoy, con quien, por cierto, junto a José María Aznar (si no lo recuerdan es aquel ex presidente español que se le fue a poner a la orden a su patrón Bush para invadir Irak), han armado un trío para insistir en darle la razón a los recortes de Rajoy, y atacar las protestas del pueblo español.

El 10 de marzo Vargas Llosa ha escrito en El País, de España, sí, ese mismo periódico que tuvo que disculparse por publicar una foto falsa del presidente Chávez entubado, en su columna Piedra de toque (¿piedra en los dientes?) 
 
La muerte del caudillo, naturalmente dedicado al presidente Hugo Chávez. 
 
La misma cantaleta de siempre contra Fidel Castro y todo aquello que huela a pueblo, a poder popular. Pero lo noto más prudente como profeta: “la revolución bolivariana o el socialismo del siglo XXI comenzó ya a descomponerse y desaparecerá más pronto o más tarde”.
 
Esto es como una profecía que podría hacer cualquiera: “El planeta tierra está podrido por la avaricia de unos pocos y va a desaparecer si no hoy en un millón de años”.

Quizá lo más “duro” que dice en su artículo es: “…dudo que ni el más fanático de los chavistas crea ahora que Nicolás Maduro pueda llegar a ser el próximo Simón Bolívar”. 
 
Esto sí que es gracioso, puesto que Nicolás no se cree ni siquiera Chávez, mucho menos para que se crea Bolívar, al igual que Chávez nunca se creyó Bolívar. 
 
Esto es como que uno le dijera a Mario Vargas Llosa: “Por mucho Nobel que te hayan dado, no eres el autor de Cien años de soledad”.

Lucy, mi esposa, indignada por lo que Mario Vargas Llosa escribió contra el presidente Chávez, me dijo esta mañana que quitaría de la sala su foto con Vargas Llosa.
 
 Espero que luego de leer este artículo no lo haga, pues nosotros, los que estamos del lado del pueblo, no profesamos el odio sino el amor, no apostamos al aniquilamiento de la humanidad sino a la convivencia pacífica basada en la equitativa distribución de la riqueza, America Latina no odia a los Estados Unidos, a su pueblo, sino que se defiende del imperialismo, de donde quiera que este proceda. 
 
Ojala Lucy deje la foto de ella y Vargas Llosa allí, se me ocurre una solución negociada, que haga otra copia, deje la que está en la sala y la otra la lleve al sótano, al lugar de las cosas olvidadas, después de todo don Mario nos recuerda esa dualidad de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson, quien era bondadoso de día y una especie de satanás por la noche.

Y, de todas maneras, sus profecías solo es cuestión de saber leerlas, con un aderezo de humor, como ya le dio el no a Nicolás Maduro, me atrevo a contraprofetizar que Nicolás no solo será presidente sino con amplia ventaja. 
 
Cada vez es más difícil engañar a los pueblos latinoamericanos, ni de día ni de noche.

Roberto Quesada escritor y periodista hondureño.

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