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Los planes de una Norteamérica desesperada asustan al mundo

Hay que tener siempre un enemigo, no importa si es real o imaginario (Dr.James Watson, Premio Nobel en Fisiología, 1962)

Desde tiempos históricos las elites del mundo tienen la mala costumbre de encontrarse periódicamente para determinar el futuro del mundo sin tomar en cuenta la opinión pública mundial.

Actualmente son famosas las reuniones del Grupo Bilderberg, de la Comisión Trilateral, del Grupo – 8, del Fórum Económico Mundial en Davos y las Conferencias de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN).

Sin embargo, hay otros cónclaves menos publicitados, casi clandestinos y en ellas se define o se aclara la estrategia de los globalizadores para mantener su control sobre los recursos naturales y el destino de los 195 países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La reciente reunión 49 de la Conferencia de Seguridad de Múnich, que se celebra desde los años 1960, asistieron 400 políticos, ministros, generales, líderes de los servicios de inteligencia de 70 países incluyendo a los representantes de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China). 
 
Ha sido de gran importancia porque confirmó la continuidad de la tradicional política de hegemonía de los Estados Unidos para los próximos cuatro años del gobierno de Barack Obama.

Durante esta reunión el vicepresidente de los Estados Unidos Joe Biden declaró: “Norteamérica es una potencia en la zona del Océano Pacífico y su participación en la OTAN implica que es también una potencia en el Océano Atlántico. 
 
Nuestra estrategia de la defensa consistirá claramente en el mantenimiento de nuestro poder tanto en el Pacífico como el Atlántico”.

Lo que no agregó el vicepresidente es que de los cinco océanos existentes, los tres ya están bajo el dominio de las fuerzas armadas norteamericanas, incluyendo el Océano Índico donde este país tiene dos bases militares: la de Diego García y la de Las Islas Cocos. 
 
Faltaría dominar el Océano Ártico y el Antártico y así como andan las cosas, será cuestión de tiempo. Joe Biden tampoco ocultó que EE.UU. no descarta que el actual “enfoque comprensivo” de Washington de su política exterior incluiría el “uso de todo lo que tenga a su mano – incluyendo su poderío militar”.

Más claro y más cínico no puede ser, pues da a entender que la única superpotencia en el mundo no tolerará, como dice Noam Chomsky, “todo lo que es independiente y que podría reducir su poder”. 
 
En su discurso en Múnich, Joe Biden, refiriéndose al ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguey Lavrov dijo claramente: “nosotros (EE.UU.) no reconoceremos que una nación tenga su esfera de interés”. 
 
Es decir, que solamente Washington tiene el derecho exclusivo de determinar las regiones de su interés para la seguridad nacional, incluyendo Latinoamérica, Asia, África y ex países socialistas.

En realidad, la supuesta “nueva” doctrina de Barack Obama es la repetición de la de Bill Clinton quien declaraba que los Estados Unidos tiene el derecho de usar la fuerza unilateral para asegurar “su incondicional acceso a los mercados más importantes del mundo del mundo, a las vitales fuentes de energía y recursos naturales estratégicos”.

Lo único que ha cambiado es la capacidad de Washington de implementarla ya que ha sido fuertemente reducida debido a la severa crisis económica de la cual no pueden salir, tanto Estados Unidos como su satélite incondicional la Unión Europea (UE). 
 
Para proseguir con su política de hegemonía, Estados Unidos necesita mayor participación de la Unión Europea que se ha acostumbrado a confiar en el poderío norteamericano tanto militar como financiero.

Actualmente Norteamérica financia el 72 por ciento del presupuesto de la OTAN y se responsabiliza por su capacidad militar y por la dirección y ejecución de las operaciones militares, como ocurrió en Libia.
 
 Ahora le llega el turno a Europa de dejar de ser un simple seguidor de los EE.UU. y asumir el rol de un activo promotor y ejecutor de la estrategia norteamericana del control de los recursos naturales del planeta, pero todo indica que este socio en quiebra seguirá obedeciendo sin chistar.

La actual aventura militar de Francia en su ex colonia Mali, es en realidad un experimento norteamericano para evaluar la capacidad bélica de las fuerzas especiales francesas y el grado de consenso que existe entre los miembros de la OTAN para realizar una operación militar planificada por el Mando África de EE.UU. (AFRICOM) creado en 2006 para asegurar el control de los recursos naturales de África y detener la penetración e influencia financiera y económica de China en el continente.

Para crear condiciones para este experimento primero, Mali fue declarado el punto clave para el traslado de cocaína de Latinoamérica a Europa. 
 
Después que los franceses armaron a los “rebeldes” con el armamento procedente de Libia se organizó un golpe de Estado, posteriormente, apareció ¡oh sorpresa! la siempre viva al-Qaeda activa en los lugares destinados a la intervención occidental.

Por supuesto, al Occidente no le quedaba “otra alternativa” que hacer retornar la “democracia” a Mali usando a los comandos franceses, pero lo triste es que a nadie le importó que este experimento convirtiera a 500.000 habitantes de este país en refugiados. 
 
Tampoco se indignó el “mundo civilizado” por el saqueo de la biblioteca Timbukiu guardiana de 20,000 manuscritos relacionados con la historia del país comenzando con el siglo XIV.

Como los franceses, según Washington, cumplieron “bien” su misión, ahora los EE.UU. tiene luz verde para aplicar su nueva doctrina de “Lean Back” (Reclinarse o la del Sillón Reclinable) que en la descripción de uno de los famosos teóricos militares norteamericanos, John Arquilla significa que frente a los problemas externos el presidente se reclina, esperando un momento oportuno para golpear al enemigo utilizando sus fuerzas especiales o las de sus aliados de la OTAN.

La doctrina de Obama, según John Arquilla, en las condiciones de la crisis “asegura una activa participación de Estados Unidos en la política mundial pero se realiza de un forma teniendo especialmente consideraciones económicas”.

Las actuales condiciones económicas, de profunda crisis si somos claros, están obligando a Washington a recortar sus fuerzas militares convencionales y organizar su retorno de Irak y Afganistán, es decir “reclinarse” pero esto no significa como dice Arquilla que Norteamérica abandonar los lugares de interés para su seguridad nacional, “la presencia militar estadounidense inclusive aumentará a nivel mundial debido al uso de comandos de elite especialmente entrenados y equipados con los últimos inventos tecnológicos de uso militar, un apoyo sofisticado de los 16 servicios de inteligencia y el uso activo de los drones (aviones no tripulados)”.

Esta estrategia ha dado resultados en Libia y en Mali y se espera que se use en Siria e Irán.
 
 Lo interesante es que uno de los principales creadores de doctrinas militares norteamericanas desde el presidente Richard Nixon hasta esta última doctrina de Barack Obama sigue siendo el actual jefe de la Office of Net Assessment del Pentágono (Oficina de Evaluación Neta), Andrew Marshall que recientemente cumplió 91 años y 40 de ser el mayor estratega del Pentágono.

En la reciente reunión de Múnich, América Latina prácticamente no ha sido tomada en cuenta siendo Irán, Siria, países del norte de África y China países de mayor interés de momento para Norteamérica y la Unión Europea.

Sin embargo, los enormes recursos naturales latinoamericanos siempre seguirán siendo presa anhelada de los globalizadores iluminados, todo es cuestión de tiempo y condiciones adecuadas para preparar y ejecutar un golpe de Estado o llevar a cabo una letal operación “humanitaria”. 
 
Las 63 bases norteamericanas en América Latina confirman esta posibilidad igual que los últimos dos intentos de golpe de Estado fracasados y dos llevados a cabo en los últimos cuatro años.

Gran escándalo se produjo hace poco, en torno de un equipo de 50 “científicos” procedentes de Estados Unidos que llegaron a Bolivia en junio de 2012 en grupos separados desde Perú y Chile con el pretexto de estudiar los efectos adversos de las grandes altitudes en el ser humano y su aptitud para la rápida recuperación de su capacidad de combate.

Después de varios meses recién las autoridades bolivianas se dieron cuenta que no todos eran científicos y que la gran mayoría eran oficiales de la inteligencia militar (DIA) y que la “expedición científica” le costó al Pentágono cuatro millones de dólares.

El vicepresidente de Bolivia Álvaro García denunció que se trata de “un ataque contra la soberanía del país y de preparativos para un ataque militar contra Bolivia”.

En otro país latinoamericano, Ecuador el presidente Rafael Correa denunció que la CIA quiere evitar su reelección y posiblemente matarlo. 
 
En Venezuela están tratando de vincular a Hugo Chávez con Hezbolá y con Irán. 
 
No extraña por eso que en la Tiple Frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil los medios de comunicación globalizados declaran la existencia de al-Qaeda.

La misma historia sigue repitiéndose y repitiéndose, a pesar del tiempo y el espacio. 
 
Todo esto nos hace recordar el libro “Sociología del Imperialismo” que escribió hace 94 años el economista y científico político austríaco-norteamericano Joseph Alois Shumpeter.

En la parte dedicada al imperio romano recalca que “no hubo ningún lugar del mundo donde los intereses del imperio no fueran considerados en peligro o bajo ataque directo. 
 
Si no era contra sus intereses, lo era contra sus aliados. 
 
Si no tenía aliados se los inventaba.

Si fallaba lo del peligro, acudía al orgullo nacional, entonces así creaba intereses. 
 
El mundo estaba infestado por las mentes diabólicas y era “deber” del imperio proteger el mundo contra ellos”.
 
 Pero un día cayó.
 

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