Por ironía de la historia, este 10 de diciembre los chilenos conmemoraron dos fechas absolutamente contradictorias.
Mientras un centenar de nostálgicos de su régimen celebró el sexto aniversario del fallecimiento del ex dictador, Augusto Pinochet, el 10 de diciembre de 2006., el estatal Instituto Nacional de Derechos Humanos conmemoró el Día Internacional de los Derechos Humanos y organizaciones de familiares de las victimas recordaron a sus muertos bajo Pinochet.
La paradoja, sin embargo no constata un país dividido, entre admiradores a ultranza del ex dictador que gobernó con mano de hierro el país de 1973 a 1990 y sus detractores.
Lo que mostró la fecha fue un escenario donde solo una absoluta minoría persiste en reivindicar lo que proclaman como “la obra” del general, donde además de la implantación de un modelo económico que en sus líneas básicas persiste, se asesinó y torturó cruelmente a centenares de chilenos, se aprisionó a centenares de miles, y se exilio a otros tantos.
Lo cierto es que no se puede hablar de un país dividido, sino reconocer la existencia de pinochetistas recalcitrantes, que añoran los "buenos viejos tiempos” del orden cuartelero, de un régimen de ordeno y mando, en fin, de un país donde la violación de los Derechos Humanos, el imperio de la muerte, del terror, era el pan de cada día.
La mayoría de los chilenos tiene un mal recuerdo una mala opinión de la dictadura, e incluso, como lo destaca el semanario Cambio 21, esta vez, hasta La derecha reniega de Pinochet. No se trata de olvido, sino de rechazo, en algunos casos de vergüenza, y en otros de cálculos políticos. Pinochet ya no es presentable.
Imposible olvidar, además, cuando los tribunales en estos mismos días condenaron otra vez a la plana mayor de la policía secreta de Pinochet, y a otros agentes del Estado, por asesinatos, secuestros, “desapariciones” de chilenos desde las cárceles y centros de exterminio de la dictadura, y un juez de la Corte Suprema, Alejandro Solís, denuncia que Pinochet “tenía un conocimiento exacto” de lo que hacían sus subordinados.
Solo un pequeño grupo de incondicionales y ancianos pinochetistas, concurrió a las dos misas oficiadas en memoria del ex dictador, una el domingo en la Capilla General Castrense y la otra el lunes, en el Club Militar de Lo Curro, donde por otro lado se proclamó una vez más la creación del partido Avanzada Nacional, de exmilitares en retiro, ex agentes de la policía secreta de Pinochet y exaltados pinochetistas.
El Ejército comprometió el honor de la institución, al facilitar a la Fundación Pinochet dos recintos militares, para el homenaje a Pinochet. Debiendo tener la venia del ministro de Defensa, Rodrigo Hinzpeter, y del Gobierno, encabezado por el presidente Sebastián Piñera.
Sin embargo es justo constatar que de parte del Gobierno o de la coalición gobernante hubo silencio ante la fecha, posiblemente atentos a los efectos que sobre la opinión pública, es decir los ciudadanos electores, podría tener un pronunciamiento a favor de la dictadura de 1973 a 1990.
Lo que constata por otro lado, que el “pinochetismo” como fuerza política, va quedando fuera del escenario, lo que implica un fortalecimiento del compromiso con la democracia, que aunque incompleta en lo social, e inequitativa en lo económico, permite construir esperanzas, avanzar, proponer nuevas metas, mantener el paso firme hacia la ampliación, y profundización de los derechos democráticos.
Los actos de homenaje al exdictador seguirán siendo cada vez mas reducidos, imponiéndose la lógica biológica. Sin embargo, no todo está dicho, y los viejos odios, los antiguos prejuicios, la descalificación ideológica “del Otro”, persiste como una pésima mala costumbre en determinados círculos políticos.
rc/mo
La paradoja, sin embargo no constata un país dividido, entre admiradores a ultranza del ex dictador que gobernó con mano de hierro el país de 1973 a 1990 y sus detractores.
Lo que mostró la fecha fue un escenario donde solo una absoluta minoría persiste en reivindicar lo que proclaman como “la obra” del general, donde además de la implantación de un modelo económico que en sus líneas básicas persiste, se asesinó y torturó cruelmente a centenares de chilenos, se aprisionó a centenares de miles, y se exilio a otros tantos.
Lo cierto es que no se puede hablar de un país dividido, sino reconocer la existencia de pinochetistas recalcitrantes, que añoran los "buenos viejos tiempos” del orden cuartelero, de un régimen de ordeno y mando, en fin, de un país donde la violación de los Derechos Humanos, el imperio de la muerte, del terror, era el pan de cada día.
La mayoría de los chilenos tiene un mal recuerdo una mala opinión de la dictadura, e incluso, como lo destaca el semanario Cambio 21, esta vez, hasta La derecha reniega de Pinochet. No se trata de olvido, sino de rechazo, en algunos casos de vergüenza, y en otros de cálculos políticos. Pinochet ya no es presentable.
Imposible olvidar, además, cuando los tribunales en estos mismos días condenaron otra vez a la plana mayor de la policía secreta de Pinochet, y a otros agentes del Estado, por asesinatos, secuestros, “desapariciones” de chilenos desde las cárceles y centros de exterminio de la dictadura, y un juez de la Corte Suprema, Alejandro Solís, denuncia que Pinochet “tenía un conocimiento exacto” de lo que hacían sus subordinados.
Solo un pequeño grupo de incondicionales y ancianos pinochetistas, concurrió a las dos misas oficiadas en memoria del ex dictador, una el domingo en la Capilla General Castrense y la otra el lunes, en el Club Militar de Lo Curro, donde por otro lado se proclamó una vez más la creación del partido Avanzada Nacional, de exmilitares en retiro, ex agentes de la policía secreta de Pinochet y exaltados pinochetistas.
El Ejército comprometió el honor de la institución, al facilitar a la Fundación Pinochet dos recintos militares, para el homenaje a Pinochet. Debiendo tener la venia del ministro de Defensa, Rodrigo Hinzpeter, y del Gobierno, encabezado por el presidente Sebastián Piñera.
Sin embargo es justo constatar que de parte del Gobierno o de la coalición gobernante hubo silencio ante la fecha, posiblemente atentos a los efectos que sobre la opinión pública, es decir los ciudadanos electores, podría tener un pronunciamiento a favor de la dictadura de 1973 a 1990.
Lo que constata por otro lado, que el “pinochetismo” como fuerza política, va quedando fuera del escenario, lo que implica un fortalecimiento del compromiso con la democracia, que aunque incompleta en lo social, e inequitativa en lo económico, permite construir esperanzas, avanzar, proponer nuevas metas, mantener el paso firme hacia la ampliación, y profundización de los derechos democráticos.
Los actos de homenaje al exdictador seguirán siendo cada vez mas reducidos, imponiéndose la lógica biológica. Sin embargo, no todo está dicho, y los viejos odios, los antiguos prejuicios, la descalificación ideológica “del Otro”, persiste como una pésima mala costumbre en determinados círculos políticos.
rc/mo