ELSON CONCEPCIÓN PÉREZ – Lo acaba de divulgar la televisión de Serbia (RTS) y las agencias internacionales de prensa lo definen como relato “escalofriante”, “espantoso” y hasta “increíble”.
Se trata de una entrevista con un prisionero albano-kosovar, de los tantos involucrados en crímenes como el tráfico ilegal de órganos humanos, arrancados a sangre fría a prisioneros serbios.
La denuncia ha conmovido al mundo, aunque se sabe —además— que bajo el paraguas de la intervención de fuerzas armadas de Estados Unidos y la OTAN, el llamado Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) realizó, luego de finalizada la guerra, más de 400 extracciones de órganos a prisioneros serbios y a unos 100 kosovares no albaneses.
Pero este activo comercio clandestino no terminó en 1999, cuando la provincia separatista serbia fue ocupada por tropas de la OTAN.
Al contrario, las operaciones se expandieron y se hicieron aún más rentables cuando Kosovo se convirtió en un protectorado de EE.UU., señala un despacho de prensa.
Allí el Pentágono tiene instalada la Bonsfield, una de las más importantes bases militares norteamericanas en Europa.
El prisionero en cuestión fue enfático al describir cómo él y otros dos médicos también pertenecientes al UCK, sin que mediara anestesia alguna, sacaron el corazón de un joven serbio de 20 años, para luego venderlo al mejor postor, como parte de una red internacional.
La agencia francesa AFP recoge las declaraciones del reo, quien señala: “Me dieron un bisturí y me ordenaron que comenzara, que no teníamos mucho tiempo. Entonces puse mi mano izquierda sobre su pecho y comencé a cortar. (…) La sangre brotó. Desde que empecé a cortar, el joven se puso a gritar pidiéndonos que no lo destrozáramos, que no lo matáramos, y luego perdió el conocimiento”.
El testigo precisó que “la operación se llevó a cabo en la sala de clases de una escuela y que la víctima fue inmovilizada por cuatro guerrilleros kosovares sobre tres carpetas que sirvieron de mesa de operaciones”.
Y agrega: “Me dijeron que hiciera otro corte horizontal abajo. (…)
El prisionero en cuestión fue enfático al describir cómo él y otros dos médicos también pertenecientes al UCK, sin que mediara anestesia alguna, sacaron el corazón de un joven serbio de 20 años, para luego venderlo al mejor postor, como parte de una red internacional.
La agencia francesa AFP recoge las declaraciones del reo, quien señala: “Me dieron un bisturí y me ordenaron que comenzara, que no teníamos mucho tiempo. Entonces puse mi mano izquierda sobre su pecho y comencé a cortar. (…) La sangre brotó. Desde que empecé a cortar, el joven se puso a gritar pidiéndonos que no lo destrozáramos, que no lo matáramos, y luego perdió el conocimiento”.
El testigo precisó que “la operación se llevó a cabo en la sala de clases de una escuela y que la víctima fue inmovilizada por cuatro guerrilleros kosovares sobre tres carpetas que sirvieron de mesa de operaciones”.
Y agrega: “Me dijeron que hiciera otro corte horizontal abajo. (…)
El tercer corte había que hacerlo arriba, pero tuvo que hacerlo el médico, porque vio que mi mano temblaba y que yo estaba como loco”.
Según él, “se produjo una disputa entre los médicos, pues uno había olvidado unas tijeras para cortar las costillas. Entonces propuse usar mi bayoneta y, guiado por uno de los médicos, corté las costillas de la víctima”.
Y agrega: “En ese momento, uno de los médicos metió las manos en el cuerpo, tiró y abrió la caja torácica. Cortamos las arterias y cuando tomé el corazón, latía todavía”.
Luego describió que: “El corazón fue colocado en una caja para transportar órganos y llevado en un automóvil al aeropuerto de Tirana, donde los guerrilleros fueron recibidos por militares del ejército albanés, y la caja con el corazón fue entregada a un extranjero que subió a un pequeño avión privado”.
Este tipo de vandalismo con los más preciados órganos humanos fue tan escandaloso que en el año 2008 se ordenó un informe por el Parlamento Europeo, que hizo el suizo Dick Marty y fue aprobado en el 2011.
El “informe Marty”, como se le conoce, menciona los nombres de exjefes de la guerrilla kosovar, involucrados en una red que vendía riñones de prisioneros serbios, en momentos posteriores a la secesión de esa provincia.
El Consejo de Europa presentó un documento que detalla que los albaneses de Kosovo alimentaban a los cautivos serbios, para luego asesinarlos y vender sus órganos al exterior a más de 100 mil dólares cada uno.
Cuando ya no había prisioneros serbios, las víctimas eran sustituidas por gente humilde de los barrios más miserables.
Hoy Kosovo continúa en un limbo jurídico internacional y su población vive en términos de la miseria y del empobrecimiento impuestos a los ciudadanos por el saqueo de su propiedad social, particularmente por la privatización generalizada de su riqueza mineral provocada por las “reformas” económicas del FMI, señalan los despachos de prensa.
También es un verdadero puesto avanzado de la droga proveniente de Afganistán y con destino a Estados Unidos y otros países.
El propio autor del informe solicitado por el Parlamento Europeo, el suizo Dick Marty, ha declarado que “lo que confunde particularmente es que toda la comunidad internacional en Kosovo —desde los gobiernos de EE.UU. a las potencias occidentales aliadas y las autoridades de la justicia respaldada por la UE— poseen indudablemente la misma documentación abrumadora sobre la dimensión de esos crímenes, pero nadie parece dispuesto a reaccionar ante una situación semejante y llevar ante la justicia a los perpetradores”.
Según él, “se produjo una disputa entre los médicos, pues uno había olvidado unas tijeras para cortar las costillas. Entonces propuse usar mi bayoneta y, guiado por uno de los médicos, corté las costillas de la víctima”.
Y agrega: “En ese momento, uno de los médicos metió las manos en el cuerpo, tiró y abrió la caja torácica. Cortamos las arterias y cuando tomé el corazón, latía todavía”.
Luego describió que: “El corazón fue colocado en una caja para transportar órganos y llevado en un automóvil al aeropuerto de Tirana, donde los guerrilleros fueron recibidos por militares del ejército albanés, y la caja con el corazón fue entregada a un extranjero que subió a un pequeño avión privado”.
Este tipo de vandalismo con los más preciados órganos humanos fue tan escandaloso que en el año 2008 se ordenó un informe por el Parlamento Europeo, que hizo el suizo Dick Marty y fue aprobado en el 2011.
El “informe Marty”, como se le conoce, menciona los nombres de exjefes de la guerrilla kosovar, involucrados en una red que vendía riñones de prisioneros serbios, en momentos posteriores a la secesión de esa provincia.
El Consejo de Europa presentó un documento que detalla que los albaneses de Kosovo alimentaban a los cautivos serbios, para luego asesinarlos y vender sus órganos al exterior a más de 100 mil dólares cada uno.
Cuando ya no había prisioneros serbios, las víctimas eran sustituidas por gente humilde de los barrios más miserables.
Hoy Kosovo continúa en un limbo jurídico internacional y su población vive en términos de la miseria y del empobrecimiento impuestos a los ciudadanos por el saqueo de su propiedad social, particularmente por la privatización generalizada de su riqueza mineral provocada por las “reformas” económicas del FMI, señalan los despachos de prensa.
También es un verdadero puesto avanzado de la droga proveniente de Afganistán y con destino a Estados Unidos y otros países.
El propio autor del informe solicitado por el Parlamento Europeo, el suizo Dick Marty, ha declarado que “lo que confunde particularmente es que toda la comunidad internacional en Kosovo —desde los gobiernos de EE.UU. a las potencias occidentales aliadas y las autoridades de la justicia respaldada por la UE— poseen indudablemente la misma documentación abrumadora sobre la dimensión de esos crímenes, pero nadie parece dispuesto a reaccionar ante una situación semejante y llevar ante la justicia a los perpetradores”.