La dirección del Centro de Salud Mental Santa Margarida de la Cabeza ha decidido expulsar esta mañana a uno de sus internos, Adrián De Estagira, a quien se acusa de “gritar cosas sin sentido y no atener a razones”.
Los responsables del sanatorio argumentan que su actitud perjudicaba a los otros enfermos porque “les daba ideas de cosas raras que se podían hacer con el rollo este de que están mal de la cabeza”.
De hecho, el expulsado hacia gala de una notable capacidad de liderazgo y, aprovechando sus aptitudes musicales, organizó un coro con las voces que oyen los esquizofrénicos en sus cabezas.
El resultado fue nefasto, según los terapeutas, porque “las voces no cantaban todas a una y varios neuróticos se provocaron lesiones”.
Cuando el agitador era reprendido por los facultativos, se limitaba a esconderse detrás de una papelera a la que llamaba “el hecho diferencial”.
“Vivimos en una democracia de bufandita y cocotero.
“Vivimos en una democracia de bufandita y cocotero.
No es mi problema si a la gente le molesta todo este waterpolo interior.
Porque no es que tú tengas hora o yo tenga hora.
¿Hora ‘de qué’? En realidad es la hora la que nos tiene a nosotros.
Nos va acompañando.
¿Pero adónde?
Son preguntitas de koala todo esto, no me interesan.
Yo creo que no es el mejor momento para fomentar perplejitas.
Ya somos todos mayorcitos para andarnos con mimitos industriales porque cada persona tiene su propio logotipo.
¡Que venga el toro!
¡Que nos cuente chistes!
Venga, hombre. Hagamos de señores con bigote.
Las manos firmes, el buen whisky y las cosas bien hechas”, ha declarado el afectado a su salida del centro.
La Asociación de Enfermos Mentales declara la Rebelión Parramera
La expulsión de Adrián ha generado un profundo malestar entre los internos del centro.
Según ellos, el expulsado era todo un referente en su campo y ejercía una influencia crucial que ayudaba a “trazar líneas de acción, proyectos y sobre todo a generar un sentimiento de pertenencia a una comunidad de cada uno a su bola”.
Los compañeros de Adrián consideran que la dirección ha ejercido su poder para “anular nuestro legítimo derecho a golpear las paredes con la cabeza”.
Como medida de protesta, se han asociado para llevar a cabo una “Rebelión Parramera” cuyo principal objetivo es “responder a los escupitajos con más gargantas” y “luchar para que los faisanes se sientan más cómodos”.