
El 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, la Casa
del Arte Diego Rivera de la ciudad sureña chilena Puerto Montt acogió la
última función de ‘Chile Repite’ de la compañía Teatro Doble, una obra
que introduce al espectador en la crisis educacional que vive el país.
Con tono irónico, la pieza pone en solfa el modelo económico y el
agobio que sufre la clase media y trabajadora del país, y busca
soluciones al problema que afecta a los estudiantes y sus familias.
Diego Rivera, el artista mexicano que dio nombre a la casa del arte
chilena inaugurada hace casi medio siglo, siempre tuvo como objetivo
dotar a todas sus obras de un matiz social.
Esta semana el legendario
pintor habría cumplido 125 años, efeméride que fue celebrada en su país
natal con docenas de calas, un 'mural viviente' y un grafiti de Google
dedicado a la efeméride.
Las 16 docenas de calas, flores que el
muralista retrató más que ninguna, adornaron su casa natal en la ciudad
Guanajuato de México central.
En la capital del país, 160 artistas de Tijuana recrearon el mural de
Rivera 'Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central' de 12 metros
de largo, caracterizados como los personajes de la pintura.
Paralelamente, la página principal del buscador Google recordó a Rivera
también con un mural.
En el logotipo el pintor está de espaldas, sobre
unos andamios, trabajando mientras repasa un sol, que es la 'G' de
Google.
Nacido el 8 de diciembre de 1886, Rivera fue un reconocido comunista,
famoso por plasmar obras de alto contenido social en edificios públicos.
Según una conocida anécdota relacionada con su ideología, en 1933,
cuando el magnate John Rockefeller Jr. lo contrató para hacer un mural
en el vestíbulo del Rockefeller Center, símbolo del capitalismo, Ribera
compuso una pintura que incluía un rostro similar al de Lenin.
La obra
fue destruida, pero el pintor volvió a realizarla, tiempo después, en el
Palacio de Bellas Artes de México, donde ahí sigue.
RIA Novosti: un fragmento de la obra destrozada
|
Con todo y con eso, sus relaciones con el Partido Comunista de México y
con la Unión Soviética, reencarnación viva de los ideales del comunismo
internacional, jamás fueron fáciles.
En septiembre de 1927 Rivera formó
parte de una delegación oficial mexicana que vino a Moscú para
presenciar las celebraciones del X aniversario de la Gran revolución del
Octubre y, ante todo, el tradicional desfile solemne en la Plaza Roja
que conmemoró aquella la fecha. Ribera permaneció en la capital rusa
medio año.
Las frutas artísticas que pintó en este período se exponen
estos días en el museo del Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
Imagen: moma.org
|
El muralista firmó un contrato para trabajar en Moscú y le ofrecieron
incluso que retratara a Iósif Stalin, el máximo honor de la época.
Sin
embargo la situación cambió cuando en sus conferencias públicas se
permitió críticas a la política artística de las autoridades rusas.
“Los
rusos habéis cometido un error, cuando rechazásteis las técnicas
antiguas y tradiciones del arte folclórico campesino.
Echad un vistazo a
sus íconos, bordados y juguetes. ¡Es un gran patrimonio que no conocéis
y no usáis!”, comentó en una de ellas.
El artista, que no pudo soportar los gélidos fríos rusos, enfermó y
tuvo que ser ingresado en un hospital capitalino.
Cuando fue dado de
alta, descubrió que le rodeaba pura hostilidad, que le llegaba ante todo
de los representantes del 'realsimo socialista', la ideología artística
soviética cuya misión fue mostrar la lucha proletaria por la
ilustración de las masas y difundir los logros de la Revolución.
Al
muralista empezaron a acusarlo de elogiar las iglesias y los íconos, es
decir, la religión, uno de los mayores "enemigos del pueblo soviético".
Le criticaron por querer volver a la representación de la naturaleza y
por valorar incorrectamente el papel clave de la industrialización.
Incluso llegaron a calificarlo de “artista burgués”.
Rivera descubrió que una gran parte de sus amigos rusos -pintores
futuristas, expresionistas, cubistas y modernistas que había conocido en
Francia- no podían ya alzar la voz y muchos de ellos tuvieron que
abandonar el país del socialismo.
Y, lo más importante, el muralista fue
testigo de la lucha por el poder entre Iósif Stalin y León Trotsky.
Precisamente, con éste último quien trabó una gran amistad, lo que le
llevó a procurarle refugio político en México, donde fue asesinado en
1940 a manos del agente estalinista español Ramón Mercader.
En mayo de
1928 el artista abandonó de repente Moscú para no volver nunca más.
Según comentan los historiadores, su estancia en Moscú le costó también
la militancia en el Partido Comunista de México, de donde le expulsaron
poco después.
En 1932 Diego Rivera escribió un artículo que dedicó a Stalin:
“Los
pintores rusos contemporáneos no pueden encontrar su lugar bajo el
régimen soviético (…).
Los verdaderos artistas viven en unas condiciones
muy malas, pero eso no es culpa suya, sino de los funcionarios
inexpertos (…).
Es uno de los resultados de la degeneración temporal del
país ruso comunista burocratizado, contra la que luchan todas las
fuerzas revolucionarias sensatas del mundo, calificadas por los lacayos
intelectuales del señor Iósif Stalin como renegados, traidores y
fascistas”.
Articulo completo en: http://actualidad.rt.com/tiempolibre/cultura/issue_33438.html
Articulo completo en: http://actualidad.rt.com/tiempolibre/cultura/issue_33438.html