El sistema capitalista tiene una consigna que es el retrato vivo de su
naturaleza: para que uno viva, otro tiene que morir.
Nadie que viva en
ese sistema puede escapar de eso.
No es sin razón que la principal
discusión del mundo actual sea justamente la idea de desarrollo, pues,
cada día más la gente se da cuenta de que la promesa de desarrollo que
está imbricada en la idea capitalista de producción solo es buena para
muy pocos.
En los países centrales, que son la punta del sistema, el desarrollo es desigual y combinado.
Siempre hay una capa significativa de la población
que se queda explotada y en situación de pobreza extrema, sirviendo
como mano de obra para que el sistema funcione.
En los países de la periferia del sistema lo que existe es un capitalismo dependiente, y el desarrollo posible es únicamente el desarrollo del subdesarrollo pues como ya mostró con mucha eficacia el teórico Andre Gunder Frank, es la naturaleza del capitalismo crear matrices y periferias, en camadas.
En los países de la periferia del sistema lo que existe es un capitalismo dependiente, y el desarrollo posible es únicamente el desarrollo del subdesarrollo pues como ya mostró con mucha eficacia el teórico Andre Gunder Frank, es la naturaleza del capitalismo crear matrices y periferias, en camadas.
Así, la promesa del capitalismo se vuelve ilusoria. Jamás, en el
sistema, la gente que vive en la periferia podrá desarrollarse.
Es una
mentira que, de tantas veces repetida, aparece como verdad.
Lo que sí,
puede pasar, es que algunos países de periferia desarrollaren algunos
aspectos de la vida o de algunas regiones, pero al mismo tiempo,
causando el subdesarrollo de otras.
Eso es lo que pasa en Brasil. Es, de hecho, un gigante,
ocupando el 47% del área de América Latina.
Tiene 8.514.876 kilómetros
cuadrados y 23 mil kilómetros de frontera.
Aparece como una potencia en
la región y desde los años 50 del siglo pasado, cuando empezó a aceptar
todos los conceptos del desarrollo capitalista ha vivido esa realidad.
Desarrollo en algunas regiones y miseria infinita en otras. Capitalismo
dependiente.
Hoy, viviendo un momento de crecimiento económico, refuerza aún más su política subimperialista en relación con los demás países vecinos.
Política esa que empezó con fuerza en el periodo de la dictadura
militar, cuando igualmente pasó por un vigoroso proceso de crecimiento,
apoyado por el imperio estadounidense.
El teórico brasileño Ruy Mauro Marini es el que mejor ha definido el
concepto de subimperialismo llevado a cabo por los países dependientes,
como es el caso de Brasil en América Latina. Marini deja muy claro que
el subimperialismo no es un imperialismo de grandeza menor o de segunda
categoría.
Es un fenómeno que comparte leyes del desarrollo capitalista
comunes a la teoría del imperialismo (monopolios y capital financiero),
aunque tenga elementos propios que corresponden al funcionamiento del
capitalismo dependiente tales como la superexplotación del trabajo, la
integración del capital nacional al extranjero y la monopolización
extrema a favor de la industria suntuaria.
Según Marini, el
subimperialismo sigue la lógica de la cooperación antagónica, sea cual
sea, al mismo tiempo que coopera con el imperialismo en las políticas
generales, actúa en una dinámica contradictoria buscando el dominio
entre sus vecinos, buscando hegemonía regional.
Esa dinámica ya pudo ser notada a partir de los años 60 cuando la nueva división del trabajo de la pos guerra generó subcentros políticos que, además de su dependencia, entraron en la etapa del monopolio y del capital financiero.
Esa dinámica ya pudo ser notada a partir de los años 60 cuando la nueva división del trabajo de la pos guerra generó subcentros políticos que, además de su dependencia, entraron en la etapa del monopolio y del capital financiero.
En el caso de Brasil ese movimiento empezó en la
década del 1970, cuando el régimen militar vivió lo que se conoció luego
como el “milagro brasileño”, época de crecimiento económico con fuerte
participación del capital extranjero y una forma específica de la
reproducción del capital, o sea, el desarrollo del subdesarrollo.
En los
años 70, Brasil ya estaba en el noveno lugar en la producción de
automóviles y era el segundo exportador de armas, quedando atrás
solamente de Israel.
Así como muy bien explica Ruy Mauro Marini, el
subimperialismo brasileño “no es solo la expresión de un fenómeno
económico.
Es resultado en una amplia medida del proceso mismo de la
lucha de clase en el país y del proyecto político, definido por el
equipo tecnocrático-militar que asume el poder en 1964, aunados a
condiciones coyunturales en la economía y la política mundiales”.
A fines de 1967 empieza con
fuerza el mercado de capitales en Brasil, con el propio gobierno
abriendo las puertas a las inversiones y préstamos en dinero entre
empresas extranjeras y nacionales.
Eso permitió el crecimiento de los años 70.
Para que se tenga una idea, según Marini, las inversiones extranjeras,
de 1966 al 1970 pasaran de 479 mil a 3.485 mil millones de dólares.
Y el
estado tenía que abrir camino para su realización. Crecía entonces los
aires de potencia de Brasil.
Así que no fue sin razón la otra forma de actuación subimperialista concretada en el saqueo de materias primas y de fuentes de energía en los países vecinos, como el leonino tratado de Itaipú firmado con Paraguay en 1973, para la construcción de la mayor planta hidroeléctrica de América Latina, en el Río Paraná.
Así que no fue sin razón la otra forma de actuación subimperialista concretada en el saqueo de materias primas y de fuentes de energía en los países vecinos, como el leonino tratado de Itaipú firmado con Paraguay en 1973, para la construcción de la mayor planta hidroeléctrica de América Latina, en el Río Paraná.
La obra destruyó una de las
mayores bellezas naturales de la región: las siete cataratas de Iguazú,
hecho que demandó mucha lucha de la gente brasileña.
En aquellos días, Paraguay no aportó nada para la construcción (quedó
con una deuda), pero a lo largo de todos esos años ha sido penalizado
con la compra de la energía a precios muy baratos.
Como el país vecino
solamente necesita del 4% de la energía generada, el resto va a Brasil,
pero podría ser vendida a otros clientes.
Cosa que no es posible por el
tratado. Y cuando el gobierno paraguayo intentó cambiar esto fue
vapuleado por los directivos de la central, como se puede ver en la
declaración de Jorge Samek, presidente en aquel entonces:
"Cualquier
tribunal internacional se limitará a analizar el tratado, que está
siendo cumplido integralmente y es totalmente justo
(el subrayado es mío).
Si vamos a un tribunal internacional, Brasil
terminará recibiendo una carta de felicitación".
La demanda de Paraguay
era que el Brasil empezase a pagar 1.200 millones de dólares al revés de
los 130 mil dólares que estaba pagando.
En ese tratado que sigue vigente, Paraguay estaba obligado a vender su excedente energético a Brasil hasta el año de 2023, y por un precio absurdamente bajo.
En ese tratado que sigue vigente, Paraguay estaba obligado a vender su excedente energético a Brasil hasta el año de 2023, y por un precio absurdamente bajo.
El total era de 45,31 dólares, pero solamente 2,81 se
quedaba con el gobierno paraguayo, una vez que el restante era enviado
al Brasil como pago de la deuda por la construcción.
La cuestión del
precio solo fue reparada tiempo después, en julio de 2011, ya en el
gobierno de Fernando Lugo.
Con el nuevo acuerdo, Brasil triplica lo que
paga a Paraguay y el país vecino puede vender su parte de energía a
otras empresas.
Pero aún así, suscribió otros acuerdos de “ayuda” a
Paraguay que puede redundar en más deudas.
Intervenciones militares también se llevaron a cabo en la década de 70,
como en el caso de Bolivia, cuando la gente luchaba por una Asamblea
Popular en 1970.
Brasil ofreció ayuda a los adversarios de Juan José
Torres, y eso fue decisivo en el golpe de estado, con el envío de armas a
Santa Cruz de la Sierra a través de aviones brasileños.
En 1971, el
ejército brasileño estuvo listo a invadir Uruguay, a propósito de las
elecciones y solo no hizo porque ganó el candidato de la derecha.
Pese a
ello, Uruguay siguió recibiendo ayuda del gobierno brasileño que
entrenó a los escuadrones de la muerte que pusieron fin a los tupamaros
(grupo de izquierda que luchaba por una liberación nacional).
Hoy
también se sabe que el gobierno de Brasil colaboró con Estados Unidos en
el golpe contra Salvador Allende, en 1973.
Y estos son apenas algunos
de los ejemplos que muestran la colaboración con el imperio en cuanto se
van configurando las bases para la explotación subimperialista.
En esos
tiempos, como describe Ruy Marini, la burguesía nacional ya tenía muy
claro que su mejor opción – una vez que había fracasado el proyecto de
un desarrollo capitalista autónomo – sería quedarse como socia
secundaria del imperialismo, garantizando algunas cosas por la vía de la
dominación regional.
Fue una apuesta segura de la clase dominante.
A partir de los años 80, la política de expansión del capitalismo
brasileño se volvió más fuerte y las empresas empezaron a efectuar
crecientes inversiones en el exterior.
Preparaban las bases para una
dominación sistemática en casi todos los países vecinos.
De la misma
manera, las inversiones extranjeras en Brasil también crecían de forma
preocupante, desnacionalizando muchas empresas.
En los años 90, con las
criminales privatizaciones llevadas a cabo por Fernando Henrique
Cardoso, empresas estatales como Vale do Rio Doce y la Compañía
Siderúrgica Nacional cayeran en manos privadas para, poco después,
convertirse en gigantes multinacionales con tentáculos por todo el
continente y aún mas allá.
Una lucha titánica se libró en nuestro país
para que esas empresas no fuesen entregadas a los especuladores
internacionales, pero la gente fue derrotada.
Y para que se tenga en cuenta el tamaño del saqueo, solamente la empresa Vale do Rio Doce (propietaria de la mayor reserva de la minería de hierro del mundo) fue vendida por 3 mil millones de dólares, y en el mismo año – ya en manos privadas - cerraba su balance con una ganancia de más de cinco mil millones.
Hoy es una de las empresas que más lucra
en el país, llegando a 6.452 mil millones solo en el segundo trimestre
de ese año, y opera en los cinco continentes en la misma lógica de
explotación laboral que cualquier otra multinacional.
Con la llegada de Luis Inácio Lula da Silva al poder, empezó también una
nueva ola de internacionalización de la economía.
En ese aspecto, el
Banco Nacional de Desarrollo Social (BNDS) ha cumplido una misión muy
específica. Trata de financiar obras de grande envergadura en los países
vecinos como Perú, Ecuador y Bolivia, imponiendo a esos países
compañías brasileñas como la Petrobras, Odebrech, Andrade Gutiérrez y
otras.
Su actuación en esos países es la misma que cualquier otra
transnacional de nivel mundial, con toda su carga de problemas y
conflictos con las poblaciones locales.
Basta recordar lo que pasó en
Bolivia con la cuestión del gas, luego de que asumió el poder Evo
Morales, cuando el país vecino intentó cambiar los acuerdos que tenía
con la Petrobras, con los cuales Bolivia estaba siendo desangrada.
Las declaraciones de los políticos y empresarios brasileños fueran las típicas del imperio.
Se hablaba incluso de guerra. También podemos
apuntar la destrucción del ambiente cometidas por empresas brasileñas en
Ecuador, con recurrentes conflictos con las comunidades indígenas, y la
reciente cuestión que involucra al BNDS y a 63 comunidades de un Parque
Nacional en Bolivia, donde el gobierno empezaba a construir una
carretera que más servía a los intereses de Brasil que de Bolivia.
A decir del abogado y ex-ministro de Hidrocarburos de Bolivia, Soliz
Rada, “las líneas maestras de la política bandeirante (de Brasil) no
tienen freno. Brasil está promoviendo una geofagia en América Latina”.
Sobre la acción de Brasil en su país, continúa señalando Solíz Rada:
“Su
base de sustentación está en la burguesía de San Pablo, que convirtió a
Brasil en acreedor del FMI, incrementó su influencia en el Banco
Mundial, privatizó un tercio de la Amazonía en favor de ganaderos y
madereros, logró que IIRSA se acomode a sus intereses
de infraestructura vial, compró a Francia un submarino nuclear para
proteger sus reservas de gas junto al mar, para luego anular la
adquisición de aviones franceses y reemplazarlos por otros de
fabricación estadounidense.
Ha sido sede del Foro Social Mundial, en el
que expusieron sus posiciones anticapitalistas Castro, Chávez y Evo
Morales, sin preocuparse que la Fundación Ford, vinculada a la CIA y que
ayudó a Hitler a tomar el poder, fuera una de sus principales
auspiciadoras”.
Lo que sí es cierto es que la expansión subimperialista de Brasil en América Latina sigue muy firme.
Lo que sí es cierto es que la expansión subimperialista de Brasil en América Latina sigue muy firme.
Según datos del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo, solo en el año de 2010, el Brasil envió – a
través de las compañías “nacionales” – cerca de 11, 5 mil millones de
dólares al exterior.
Eso pasó porque compañías brasileñas como Vale,
Gerdau, Camargo Correa, Votorantim, Petrobras e Brasken hicieran
importantes adquisiciones en las industrias de la minería del hierro,
acero, alimentación, cementos, químicos y refinación de petróleo,
incluso en los países desarrollados.
Eso es lo que pasa en Brasil.
Es, de hecho, un gigante, ocupando el 47%
del área de América Latina. Tiene 8.514.876 kilómetros cuadrados y 23
mil kilómetros de frontera.
Aparece como una potencia en la región y
desde los años 50 del siglo pasado, cuando empezó a aceptar todos los
conceptos del desarrollo capitalista ha vivido esa realidad.
Desarrollo
en algunas regiones y miseria infinita en otras. Capitalismo
dependiente.
Hoy, viviendo un momento de crecimiento económico, refuerza
aún más su política subimperialista en relación con los demás países
vecinos.
Política esa que empezó con fuerza en el periodo de la
dictadura militar, cuando igualmente pasó por un vigoroso proceso de
crecimiento, apoyado por el imperio estadounidense.
.Algunos datos importantes de las empresas brasileñas
Compañía Siderúrgica Nacional.– Es la mayor siderúrgica de América Latina.
Fue privatizada en 1993 por el presidente Itamar
Franco, en medio de muchas protestas.
Su venta fue un crimen de
lesa-patria pues el precio pedido fue de apenas 1.200 millones.
Hoy, su
receta liquida, solamente en el primer semestre de 2011, sobrepasa los 8
mil millones de dólares, teniendo más de 11 mil millones de dólares en
caja.
Su principal fábrica produce cerca de 6 millones de toneladas de
acero bruto y más de 5 millones de toneladas de laminados por año,
siendo considerada una de las más productivas del mundo.
Tiene fábricas
en todo el país y en el exterior, incluyendo a Estados Unidos y
Portugal.
Vale do Rio Doce.
- Es la mayor productora de hierro en el mundo y la segunda en la
producción de níquel pero también actúa en la explotación de bauxita,
manganesio aluminio, cobre y carbón.
Creada en el gobierno de Getulio
Vargas, era una empresa con instalaciones en 19 estados del país,
operando 9 mil kilómetros de ferrocarriles, puertos y terminales
marítimos.
Fue privatizada en el gobierno de Fernando Henrique (1997) –
en el contexto de una fuerte movilización popular en rechazo- por el
valor que equivaldría a un trimestre de su receta (cerca de 3 mil
millones de dólares), fue prácticamente una donación.
Hace poco, en el
año de 2006, incorporó la empresa canadiense INCO, la mayor del mundo en
minería de níquel.
La Vale tiene hoy un valor de mercado de 298 mil
millones, delante incluso que la gigante IBM.
La Vale emplea 119 mil
personas y está presente en 38 países del mundo tales como África del
Sur, Angola, Argentina, Australia, Barbados, Canadá, Chile, China,
Singapur, Colombia, Corea del Sur, Emiratos Árabes, Estados Unidos,
Filipinas, Francia, Gabón, Guinea, India, Indonesia, Japón, Liberia,
Malasia, Malauí, Mozambique, Mongolia, Noruega, Nueva Caledonia, Omán,
Paraguay, Perú, República Democrática del Congo, Reino Unido, Suiza,
Zambia, Tailandia y Taiwán.
Lo que pasa es que la Vale actúa en el
subsuelo, así, por todas partes anda cavando huecos, sacando las
riquezas nacionales.
Por estar en manos privadas saquea nuestras
riquezas públicas.
Sus utilidades líquidas superan los 15 mil millones
de dólares al año.
En febrero de 2010 adquirió los activos de la empresa
estadounidense Bungue Limited, dedicada a la producción de insumos
agrícolas.
Odebrecht. - Esa es una constructora que empezó su vida
en 1944 como una empresa brasileña pero desde los años 80 viene
expandido su actuación hacia otros países con la creación de un
“holding” de capital abierto.
Desde entonces, se comporta como ubna
transnacional con negocios en Estados Unidos, Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Malasia, Irak, en fin, en todos los continentes.
Desde los años
70 empezó a diversificar sus negocios actuando también en el sector
petroquímico.
Su dominio en esa área creció tremendamente en el período
de la privatización del sector en el gobierno de Fernando Henrique,
cuando incorporó, también a bajo costo, gran parte del patrimonio
nacional.
En el gobierno Lula, cuado se incrementa la producción de
etanol, la empresa también decidió entrar en ese campo, creando un
sector de biotecnología.
Fue una marca que se consolidó a costa de la
riqueza pública y hoy, en muchos países de América latina, se comporta
como un monstruo que chupa las riquezas de los vecinos, como es el caso
de Bolivia y Ecuador.
En este último país, el presidente Correa llego a
expulsar a la empresa de las tierras ecuatorianas por estar involucrada
en irregularidades.
En Brasil, busca comprar las conciencias actuando en
el área cultural, ofreciendo premios e inversiones en arte y cultura.
Petrobrás – Esta es una empresa que siempre estuvo
ligada a la identidad nacional. Creada en el gobierno nacionalista de
Getulio Vargas, en 1953, fue el móvil de la campaña “El petróleo es
nuestro” que unió el país de norte al sur.
Pero, con el pasar del tiempo
y con la sucesión de gobiernos militares y después neoliberales, la
empresa fue escapando de las manos del país.
Empezó su proceso de
privatización en el gobierno de Fernando Henrique (1999) y en octubre de
2010, desafortunadamente en el gobierno de Lula, efectuó la mayor
capitalización en capital abierto de la historia de la humanidad: US$
72,8 mil millones de dólares.
Hoy ya no se puede más que es nacional,
pese a la insistencia de los medios y hasta del gobierno.
Es la cuarta
mayor empresa del mundo y la segunda mayor en el continente americano,
operando en 28 países con ganancias anuales que pasan de los 20 mil
millones de reales (de 15 a 17 mil millones de dólares).
Tiene
refinerías en Argentina, Estados Unidos y Japón. Ahora, con el
descubrimiento de petróleo en el pre-sal, una de las mayores reservas de
petróleo del mundo, la empresa se volvió la niña de los huevos de oro
de la rapacidad global.
Su acción en Bolivia, cuando asumió Evo Morales y
nacionalizó el gas, fue digna de las más sucias empresas privadas del
mundo.
Ahora, con el petróleo del pre-sal, gran parte de esa riqueza irá
a manos privadas.
Gerdau – La empresa Gerdau es líder en la producción de acero largo en las Américas y una de las mayores vendedoras de acero largo especial del mundo.
Tiene 40 mil empleados y actúa en 13 países,
en las tres Américas, Europa y Asia. Tiene una capacidad de producir más
de 25 millones de toneladas de acero.
Es la mayor recicladora del
mundo, transformando millones de toneladas de basura en acero. Tiene 140
mil accionistas y opera en las bolsas de San Pablo, Nueva York y
Madrid.
Sus productos, comercializados en los cinco continentes,
atienden a la construcción civil, industria y agropecuaria
Votorantim – La empresa Votorantin nació como una
fábrica de tejidos en 1918.
Era una empresa familiar. En los años 30
empezó en la rama química y después en la de aluminio.
En los 80 estaba
en la rama de las papeleras y en el sector financiero creando el Banco
Votorantin. Desde los años 2000 empezó su expansión internacional.
Está
involucrada en los sectores de metales, siderurgia, energía, cemento,
papeles, etc…
El proceso de internacionalización de esas empresas hasta entonces
brasileñas, con las privatizaciones e inversiones del Estado empezaran
en el gobierno de Fernando Henrique, en los años 90, pero es necesario
entender que la expansión subimperialista se fortaleció con una nueva
ola en el gobierno de Lula, justamente por cuenta del proceso de
crecimiento económico que se ha vivido en el país, lo que parece
comprobar la siempre voraz necesidad del capital de expandirse más y
más.
Y que también suele comprobar la teoría de Gunder Frank que decía
que siempre que los países centrales están en crisis, es muy probable
que algunas de sus periferias registren crecimiento. Es lo que pasa hoy.
En el año de 2006, por primera vez, las inversiones de empresas
brasileñas en el exterior sobrepasaron el volumen de los capitales
invertidos al interior del país.
Esto se mantuvo igual en 2007 cuando se
invirtió casi 30 mil millones de dólares en el exterior.
Empresas como
Gerdau e Vale tienen inversiones de 25 mil millones en los países de
América del Sur, así como Odebrecht y Camargo Correa que buena parte de
sus ganancias provienen de los países vecinos como Argentina, Chile,
Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela y Paraguay.
También el Banco Nacional de Desarrollo Económico Social (BNDES) ha
actuado como importante fuente de recursos para instalaciones de
empresas brasileñas en los países vecinos, y también ha efectuando
préstamos para construcción de obras de infraestructura y para compra de
aviones o autobuses.
Hoy, prácticamente todas las grandes obras que se
están haciendo en los países de América del Sur tiene la presencia de
las gigantes brasileñas, que además ya ni siquiera son nacionales, sino
transnacionales.
Por parte de la derecha brasileña hay muchas críticas al gobierno Lula y
ahora al de Dilma, pero no en relación a la actuación de las
multinacionales, que aparecen como “nacionales” a los ojos de la
sociedad.
Por el contrario, insaciables, quieren más y más subsidios e
insisten en la necesidad de que el Estado les financien los riesgos de
sus empresas y otras más, como el reciente caso del BNDES que financió
la fusión de una empresa de un conocido empresario nacional, Abilio
Diniz, con otra empresa francesa.
El banco destinó 4 mil millones para
ese negocio privado.
Lo que es necesario subrayar es que los
capitalistas nacionales raramente corren algún riesgo, puesto que
generalmente el Estado suele resolver cualquier problema que tengan.
Pero eso nos parece igual en cualquier lugar, basta mirar como el
gobierno de los EEUU enfrentaran la crisis de los bancos.
Lo que arrasa
con la idea del estado mínimo, tan apreciada por los neoliberales.
Parte de la izquierda (¿o será la centro derecha?) que apoya la política
del Estado respecto a las empresas transnacionales cree firmemente que
esa acción en los países latinoamericanos es el comienzo de la
integración tan soñada, que el Brasil está haciendo lo que debe hacer
con sus “hermanos” latinos.
Pero en nuestra evaluación, eso nos es
verdad.
La acción de las empresas transnacionales (vistas como
brasileñas) son predadoras y muchas veces hasta criminales, como fue el
caso de la actuación de las empresas brasileñas en el Ecuador. Sin
contar la acción armada del propio estado brasileño con la operación en
Haití, que ya lleva más de cinco años.
Algunas personas prefieren creer
que es una acción humanitaria, pero ¿qué humanidad puede haber en un
ejército armado que actúa contra de la gente? Muchas son las denuncias
de atrocidades que se comenten por allá y es el ejército brasileño quien
está en el comando.
Pero lo que pasa es que todo eso no ocurre sin lucha. Hay una disputa
entre tres modelos de desarrollo muy distintos que es, en última
instancia, lo que está en juego de verdad.
Uno de ellos es el del
capitalismo dependiente y subimperialista, hegemonizado por la clase
dominante.
El segundo es el modelo trabajado desde la izquierda, que hoy
propone el denominado Socialismo del Siglo XXI, que recupera los
principios centrales del socialismo dialécticamente combinados con los
nuevos tiempos.
Y en tercer lugar está el modelo que viene de las luchas
indígenas, secularmente olvidadas tanto por la derecha como por la
izquierda.
Según los líderes de esos levantamientos de la gente
originaria, la propuesta del socialismo del siglo XX no les incluye y no
considera sus demandas.
La propuesta de los indígenas están
consolidadas en el paradigma del “sumak Kausay”, que quiere decir
bien-vivir.
Este concepto que empieza a recorrer por toda Abya Yala
(nombre originario de América Latina) trabaja con la idea de una armonía
con la naturaleza, con la explotación sustentable de los recursos, con
la vivencia de viejos principios como solidaridad, comunidad, equidad,
cooperación, muchos de ellos muy alejados de las propuestas
desarrollistas que existen tanto en el proyecto hegemónico cuanto en los
planes de la izquierda.
Muchos otros ejemplos de la acción subimperialista se cuentan por
decenas en América Latina, pero la lucha en contra también es muy
fuerte, aun más que los pueblos están cambiando sus leyes, fortaleciendo
sus instituciones, dando vida a un nuevo constitucionalismo, como es el
caso de Ecuador, Venezuela y Bolivia.
Hay un proceso revolucionario en
curso hoy en Abya Yala, algo que va mucho más allá de lo que puede
pensar el pensamiento progresista o el de la izquierda ortodoxa.
Hay un
grito comunitario y popular que empezó con fuerza en los años 90, desde
Quito, Ecuador, pasando por la revolución zapatista en México, llegando a
Bolivia con las guerras de la agua y del gas.
Todas esas luchas fueran y
son en contra de la acción predadora de las multinacionales y de los
gobiernos títeres del imperio.
Ahora, lo que pasa es que esa marcha del
pueblo en lucha ya no puede parar.
Y esto se vuelve aún más fuerte con la acción popular insurgente en Europa y Estados Unidos, espacios hasta entonces “domesticados” por la idea del bienestar social.
Y esto se vuelve aún más fuerte con la acción popular insurgente en Europa y Estados Unidos, espacios hasta entonces “domesticados” por la idea del bienestar social.
Eso ya no hay. E incluso en las regiones que
aparecían como el centro del capitalismo ya se pueden percibir los
abismos.
Eso hace con que la gente se levante en rebelión contra el
sistema que los oprime:
Elaine Tavares es periodista del Instituto de Estudios Latinoamericanos.
Existe vida no Jornalismo
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