| Diana Arón. | 
 ERNESTO CARMONA – Recordarán la memoria de 28 estudiantes y 
académicos de la Pontificia Universidad Católica asesinados o hechos 
desaparecer por la dictadura militar de 17 años establecida por los 
mismos grupos económicos y políticos civiles que gobiernan de nuevo 
Chile, e inicialmente incluso por el ahora opositor Partido Demócrata 
Cristiano, PDC. 
Tras una indiferencia de más de tres décadas de esa 
casa de estudios respecto a la suerte de estos miembros de la comunidad 
universitaria, las víctimas serán recordadas por segunda vez en un 
recinto universitario católico el jueves 17 de noviembre, a las 18:30 
horas, en el Campus San Joaquín, Vicuña Mackenna 4860, en una ceremonia 
organizada por el Colectivo Memoria PUC, integrado por exalumnos de los 
años 60/70, y la Federación de Estudiantes de la Católica, FEUC.
En la PUC ahora soplan otros vientos políticos, como lo demuestra la 
activa participación de su Federación de Estudiantes en el conflicto 
estudiantil en curso hace más de 6 meses, bajo el liderazgo de Giorgio 
Jackson, quien no postuló a la reelección, cuya segunda vuelta se 
realiza hoy martes. 
Noam Titelman, de Nueva Acción Universitaria (NAU), el mismo grupo de
 Jackson, compite con el derechista pro gobierno Juan José Silva, del 
Movimiento Gremial (MG), alentado por la Unión Demócrata Independiente 
(UDI), que convirtió a la PUC en el “think tank” de la dictadura.
La PUC fue históricamente la cuna formadora de la clase política de 
las dos facciones de la derecha conservadora que hoy gobiernan Chile con
 Sebastián Piñera, la alianza UDI y Renovación Nacional (RN). 
Casi todos
 los ministros y altos funcionarios del actual gobierno se formaron en 
las aulas de la PUC y después cursaron el clásico postgrados en 
universidades emblemáticas del capitalismo estadounidense, Harvard, 
Yale, Chicago y otras. 
La Escuela de Economía de la PUC suscribió tan 
temprano como en 1956 el convenio con su homónima de la Universidad de 
Chicago que bajo la dictadura introdujo en Chile por la fuerza el modelo
 neoliberal que tiene en problemas a Piñera y a sus seguidores de todo 
el planeta.
La desaparición y/o muerte de estas 28 personas fue un tabú jamás reconocido por las autoridades de la Católica. 
Incluso, desapareció misteriosamente una placa recordatoria informal 
ubicada en la cafetería de la escuela de sociología, pero al parecer el 
grabado resultó molesto porque nadie supo cuándo, por qué, ni quién lo 
retiró.
En 2007 hubo una misa y eso fue todo… Pero hace poco más de un 
año, el 6 de octubre 2010, este mismo Colectivo Memoria PUC, junto al 
académico Gabriel Salazar, Premio Nacional de Historia y ex profesor de 
esa casa de estudios, presentaron el libro “Una luz sobre la sombra: 
detenidos desaparecidos y asesinados de la Pontificia Universidad 
Católica de Chile”, que en 180 páginas refleja una investigación del 
equipo editor y de la periodista/escritora Nancy Guzmán, con prólogo del
 historiador Salazar y diseño gráfico y portada de José Bórquez.
La 
presentación de ese libro fue la primera actividad en memoria de estas 
28 víctimas realizada oficialmente en un recinto de la PUC, gracias al 
interés de la Federación de Estudiantes de esa casa de estudios, 
presidida entonces por Joaquín Walker.
¿Quiénes fueron “los 28”?
Entre las víctimas se encuentran talentosos jóvenes, como las (os) 
periodistas Diana Arón y Eduardo Jara, la incipiente cinematografista 
Carmen Bueno y su pareja, el documentalista Jorge Hernán Müller Silva 
–camarógrafo de la trilogía “La batalla de Chile”, de Patricio Guzmán–, 
el estudiante de ingeniería Allan Bruce, el profesor de inglés Alejandro
 Ávalos, el pedagogo y ex sacerdote Omar Venturelli y otras vidas 
truncadas. 
El ex fiscal del ejército Alfonso Podlech, abogado y 
terrateniente anticomunista que envío a la muerte a Venturelli y a 
decenas de personas en la Araucanía-Temuco, estuvo preso en Italia desde
 2006, juzgado por un tribunal que investiga el asesinato de éste y 
otros ciudadanos de origen italiano ultimados en Chile, Argentina y 
Uruguay, pero resultó “absuelto” en julio de 2011, aunque la Fiscalía 
italiana pidió cadena perpetua.
Cinco víctimas –Ismael Chávez, María Teresa Eltit, Ángel Guerrero, 
Samuel Lazo y Ernesto Ríos– estudiaban en el Departamento Universitario 
Obrero Campesino (DUOC), que nació en 1968, con la Reforma Universitaria
 y el primer rector laico de la PUC, Castillo Velasco, para dar 
educación gratuita a hijos de obreros y campesinos, tal como otros 
programas de las universidades de Chile, Técnica del Estado y Federico 
Santa María dirigidos a trabajadores y alumnos pobres que recibían 
formación en carreras técnicas de alto nivel. Al año de fundarse, el 
DUOC tenía 475 alumnos y siguió creciendo, pero hoy la educación debe 
pagarse.
Entre las víctimas figuran también Eugenio Ruiz Tagle-Orrego, 
ingeniero civil y militante del Mapu, pariente del ex presidente y 
actual senador demócrata cristiano Eduardo Frei R-T, quien perdió las 
elecciones ante Sebastián Piñera.
Sus ideas políticas condujeron a todas
 las víctimas de la Católica a militar o simpatizar con los diferentes 
partidos y movimientos que caracterizaron la diversidad política de la 
época que marcaron la presidencia de Salvador Allende (1970-1973) y el 
ascenso de las luchas sociales en Chile en la década del 60.
Según el orden alfabético de sus apellidos, las víctimas cuya memoria
 se recuerda en la PUC son Diana Frida Arón Svigilsky, Alejandro Ávalos 
Davidson, Jenny del Carmen Barra Rosales, Leopoldo Raúl Benítez Herrera,
 Patricio Biedma Schadewaldet, Alan Roberto Bruce Catalán, Carmen 
Cecilia Bueno Cifuentes, Mauricio Jean Carrasco Valdivia, María Teresa 
Eltit Contreras, Ismael Darío Chávez Lobos, Ángel Gabriel Guerrero 
Carrillo, Ignacio Orlando González Espinoza, Luis Enrique González 
González, José Eduardo Jara Aravena, Juan Alberto Leiva Vargas, José 
Patricio del Carmen León Gálvez, Samuel del Tránsito Lazo Maldonado, 
Enrique López Olmedo, Víctor Eduardo Oliva Troncoso, Jaime Ignacio Ossa 
Galdámez, Ernesto Igor Ríos Céspedes, Alicia Viviana Ríos Crocco, Juan 
Carlos Rodríguez Araya, Eugenio Ruiz Tagle Orrego, Enrique Antonio 
Saavedra González, Jilberto Patricio Urbina Chamorro, Omar Roberto 
Venturelli Leonelli y Héctor Patricio Vergara Doxrud.
De las víctimas, 5 pertenecieron al Mapu, 2 al PC, 1 al partido 
Socialista, 18 al MIR y el resto no registran militancia específica, 
como Ernesto Ríos, de 18 años, muerto en 1986 de un balazo en el cráneo 
disparado desde un helicóptero mientras presenciaba una protesta popular
 en su barriada.
También hay tres extranjeros, como el sociólogo Enrique
 López Olmedo, nacido en España, y el arquitecto Patricio Biedma, 
oriundo de Buenos Aires, quien terminó sus estudios en la Católica, y se
 quedó a vivir y trabajar en Chile, tras huir de la dictadura argentina 
de Juan Carlos Onganía.
Su asesinato secreto, al igual que la 
desaparición de otras 118 personas, fue enmascarado por la Operación 
Colombo del Plan Cóndor, con el montaje periodístico de un falso 
enfrentamiento “en las pampas argentinas” en que murieron 119 supuestos 
refugiados izquierdistas provenientes de Chile. 
Esta colosal mentira 
fabricada por los diarios de las cadenas El Mercurio, La Tercera y otros
 grandes medios, con la complicidad de ciertos periodistas de la época, 
también es conocida como el caso de “Los 119”.
Otro episodio terrorífico sesgó la vida del joven boliviano Enrique 
Saavedra, 18, quien jamás mostró ningún interés por la política. 
Sólo 
viajó a Chile para formarse como ingeniero comercial en la PUC, que ya 
había se había hecho famosa por su adscripción a las teorías 
neoliberales que impartía la escuela de economía de la universidad de 
Chicago. 
Alcanzó a aprobar el primer semestre en 1973 y con su primo 
Ramiro Carlos González enfrentaban la aventura de vivir solos en un 
hotel céntrico de la capital chilena. 
Cuatro días después del golpe del 
11 de septiembre de 1973, salieron a caminar por las calles, a curiosear
 y comprar alimentos, tras el prolongado toque de queda impuesto por el 
nuevo gobierno. Jamás reresó a su hotel, al igual que el primo. Nunca 
más se supo de ellos. 
Tampoco apareció cadáver alguno, ni hubo causa 
judicial. Pasaron al olvido como si nunca hubieran existido.
La única explicación de esta desaparición es la fobia racista contra 
los extranjeros estandarizada por los militares como pilar ideológico 
del golpe contra Allende “para defender la patria amenazada por el 
comunismo internacional”. 
Las fantasías castrenses pregonaban el mito de
 un ejército secreto de 10.000 checoslovacos, húngaros, cubanos, etc., y
 toda clase de “comunistas” empeñados en dominar el país. 
Cualquier 
latinoamericano sospechoso de “tropical”, o que hablara de manera 
distinta al chileno, se convirtió en un peligroso “comunista cubano”, 
aunque fuera brasilero o centroamericano, y si era negro, peor. 
Por lo 
demás, desde la expansión territorial chilena conquistada en la llamada 
Guerra del Pacífico de 1879, los bolivianos siempre han padecido en 
Chile la xenofobia racista subyacente en la propaganda de una clase 
propietaria bicentenaria.
Empatía PUC-dictadura
La PUC, que se llama Pontificia porque pertenece al Vaticano, fue un 
importante soporte ideológico y teórico de los militares.
La universidad
 jamás mostró interés en rescatar la memoria de estos 28 miembros de la 
casa de estudios, en contradicción con el innegable esfuerzo de 17 años 
de la jerarquía católica por “dar voz a quienes no la tienen” 
defendiendo los derechos humanos de las víctimas de la dictadura 
(1973-1990) a través de la Vicaría de la Solidaridad. 
La facultad de 
economía de la PUC motorizó las teorías político-económicas acuñadas por
 Milton Friedman en la Universidad de Chicago, que del debate académico 
pasaron a implantarse por la fuerza en Chile sobre una clase trabajadora
 incapaz de defenderse de la feroz represión castrense, en el primer 
experimento neoliberal de la historia contemporánea en todo el mundo.
Muchos académicos de la facultad de economía de la PUC se 
convirtieron en millonarios, ministros y altos cuadros del aparato 
económico-financiero del estado, que bajo la dictadura militar privatizó
 todas las empresas públicas, incluida la línea aérea LAN, que al cabo 
de los años terminó en manos de Sebastián Piñera. 
El mayor aporte 
teórico de esos ingenieros comerciales fue un pesado texto 
fundamentalista de teoría económica neoliberal apodado “El Ladrillo”, 
que se convirtió en el catecismo de la dictadura.
En el ámbito jurídico, el académico de derecha Jaime Guzmán, ideólogo
 del régimen militar, muy cercano a Pinochet y profesor de derecho de la
 Católica, fundador del movimiento de extrema derecha que se hace llamar
 “gremialismo”, fue uno de los forjadores de la constitución impuesta 
por la dictadura en 1980, después de gobernar 7 años sin ninguna carta 
fundamental. 
Esta constitución sigue vigente en Chile gracias al 
maquillaje de sucesivas modificaciones que más bien legitimaron una 
carta caduca que sólo refleja los intereses de la clase política. 
Algunos profesores, como el abogado y ex senador UDI Carlos Bombal, 
incluso ayudaron a la DINA a capturar y torturar a sus colegas y alumnos
 de ideología izquierdista.
“Son conocidos los casos del abogado Carlos Bombal, que ayudó a la 
DINA en la detención de Alejandro Ávalos Davidson, [de] Andrés Terrisse,
 quien habría participado en interrogatorios a detenidos de la 
Universidad Católica, y el de la enfermera egresada de esta casa de 
estudios María Eliana Bolumburú Taboada, que fue conocida en la DINA 
como la ‘Reina del Pentotal’ por ser quien lo inyectaba a los detenidos 
antes de ser subidos al helicóptero que los lanzaba al mar”, cita un 
párrafo del libro (pág. 24) 
“Una luz sobre la sombra…”
