Quiso el azar, que al otro día se 
cumpliera el 94 aniversario de la gloriosa Revolución Socialista 
Soviética.
 Páginas imborrables de la historia fueron escritas por 
obreros, campesinos y soldados rusos, y el nombre de Lenin brillará siempre entre los hombres y mujeres que sueñan con un destino justo para la humanidad.
Estos temas que son cada vez más 
complejos, y nunca serán suficientes los esfuerzos que se inviertan para
 educar a las nuevas generaciones. 
Dedico hoy por ello, un espacio para 
comentar este hecho, en medio de tantos que ocurren diariamente en el 
planeta y de los que llegan noticias por un número creciente de vías 
apenas imaginadas hace unas décadas.
Debo decir que las elecciones en 
Nicaragua fueron al estilo tradicional y burgués, que nada tiene de 
justo o equitativo, ya que los sectores oligárquicos, de carácter 
antinacional y proimperialistas disponen como norma del monopolio de los
 recursos económicos y publicitarios, que en general, y de modo especial
 en nuestro hemisferio, están al servicio de los intereses políticos y 
militares del imperio, lo cual resalta la magnitud de la victoria 
sandinista.
Es una verdad que se conoce bien en 
nuestra Patria desde que Martí cayó en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, 
para “impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por
 las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre 
nuestras tierras de América”.
No nos cansaremos nunca de repetirlo, 
especialmente después que nuestro pueblo ha sido capaz de soportar 
duramente medio siglo de bloqueo económico sostenido y las más brutales 
agresiones de ese imperio.
No es sin embargo el odio lo que mueve a 
nuestro pueblo, son las ideas. 
De ellas nació nuestra solidaridad con el
 pueblo de Sandino, el General de hombres libres, cuyos hechos leíamos 
con admiración, cuando hace ya más de 60 años éramos estudiantes 
universitarios y sin las maravillosas perspectivas culturales de los que
 dentro de pocos días, junto a los de la enseñanza media, participaran 
en lo que ya es hermosa tradición: el Festival Universitario del Libro y
 la Lectura.
La muerte heroica del héroe nicaragüense 
que luchó contra los ocupantes yankis de su territorio, fue siempre una 
fuente de inspiración para los revolucionarios cubanos. Nada tiene de 
extraño, nuestra solidaridad con el pueblo nicaragüense, expresada desde
 los primeros días del triunfo revolucionario en Cuba, el 1º de Enero de
 1959.
El diario Granma nos recordaba ayer día 8 la caída heroica en noviembre de 1976, apenas dos años y medio antes del triunfo, del fundador del FSLN Carlos Fonseca Amador, “tayacán vencedor de la muerte”, como dice una bella canción escrita en su memoria “novio de la Patria Rojinegra, Nicaragua entera te grita presente”.
A Daniel lo conozco bien; nunca adoptó 
posiciones extremistas y fue siempre invariablemente fiel a principios 
básicos. Responsabilizado con la Presidencia a partir de una dirección 
política colegiada, se caracterizó por su conducta respetuosa ante los 
puntos de vista de los compañeros de tendencias surgidas dentro del 
Sandinismo en determinada etapa de la lucha antes del triunfo. Se 
convirtió así en un factor de unidad entre los revolucionarios y sostuvo
 constantes contactos con el pueblo.
 A eso se debió la gran ascendencia 
que adquirió entre los sectores más humildes de Nicaragua.
La profundidad de la Revolución Sandinista le ganó el odio de la oligarquía nicaragüense y el imperialismo yanki.
Los crímenes más atroces se llevaron a 
cabo contra su país y su pueblo, en la guerra sucia que Reagan y Bush 
promovieron desde la presidencia y la Agencia Central de Inteligencia.
Numerosas bandas contrarrevolucionarias fueron organizadas, entrenadas y suministradas por ellos; el tráfico de drogas se convirtió en instrumento de financiación de la contrarrevolución y decenas de miles de armas introducidas en el país ocasionaron la muerte o la mutilación de miles de nicaragüenses.
Los sandinistas mantuvieron las elecciones en medio de aquella desigual e injusta batalla.
A esta situación se añadió el derrumbe del campo socialista, la inminente desintegración de la URSS y el inicio del Periodo Especial en nuestra Patria.
En tan difíciles circunstancias y a pesar del apoyo 
mayoritario del pueblo nicaragüense, expresado en todos los sondeos de 
opinión, se hizo imposible una elección victoriosa.
El pueblo nicaragüense se vio obligado a 
soportar nuevamente casi 17 años de gobiernos corrompidos y 
proimperialistas. 
Los índices de salud, alfabetización y justicia social
 instaurados en Nicaragua, comenzaron a descender dolorosamente. 
No 
obstante, los revolucionarios sandinistas bajo la dirección de Daniel 
continuaron su lucha a lo largo de aquellos amargos años, y de nuevo el 
pueblo recuperó el gobierno, aunque en condiciones sumamente difíciles 
que exigían el máximo de experiencia y sabiduría política.
Cuba continuaba bajo el brutal bloqueo yanki, sufriendo además las duras consecuencias del Periodo Especial y la hostilidad de uno de los peores asesinos que ha gobernado a Estados Unidos, George W. Bush, el hijo del padre que había promovido la guerra sucia en Nicaragua, la libertad del terrorista Posada Carriles para distribuir armas entre los contrarrevolucionarios de Nicaragua e indultó a Orlando Bosch, el otro autor del Crimen de Barbados.
Una nueva etapa se iniciaba sin embargo 
en nuestra América con la Revolución Bolivariana en Venezuela y el 
ascenso al poder en Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina y 
Paraguay, de gobiernos comprometidos con la independencia y la 
integración de los pueblos latinoamericanos.
Con satisfacción puedo afirmar además, 
que la solidaridad de Cuba con la patria de Sandino jamás cesó en el 
campo de la solidaridad política y social. 
Debo señalar con toda 
justicia que Nicaragua fue de los países que mejor utilizó la 
colaboración de Cuba en la salud y la educación.
Los miles de médicos que han prestado sus
 servicios en ese heroico país hermano, se sienten realmente estimulados
 por el excelente uso y el empleo que los sandinistas han dado a sus 
esfuerzos.
 Lo mismo puede afirmarse con relación a los miles de maestros
 que un día en la primera fase del proceso mandaron a las más apartadas 
montañas para enseñar a leer y escribir a los campesinos. 
Hoy las 
experiencias educativas en general, y de modo especial las prácticas de 
la enseñanza médica derivada de la Escuela Latinoamericana de Medicina, 
donde se forman miles de excelentes médicos, han sido trasladadas a 
Nicaragua.
Tales realidades constituyen un excelente estímulo para 
nuestro pueblo.
Estos detalles que menciono no 
constituyen más que un ejemplo del fecundo esfuerzo de los 
revolucionarios sandinistas en pro del desarrollo de su Patria.
Lo fundamental del papel de Daniel y la 
razón a mi juicio de su aplastante victoria, es que nunca se apartó de 
los contactos con el pueblo y la incesante lucha por su bienestar.
Es hoy un líder verdaderamente experimentado que fue capaz de manejar situaciones complejas y difíciles a partir de los años en que su país estuvo de nuevo bajo la égida del capitalismo rapaz.
Sabe manejar 
problemas complicados de forma inteligente, lo que puede o no puede, lo 
que debe o no debe hacer para garantizar la paz y el avance sostenido 
del desarrollo económico y social del país.
 Conoce muy bien que a su 
pueblo heroico y valiente debe la arrolladora victoria, por su amplia 
participación y casi dos tercios de los votos a su favor. 
Fue capaz de 
vincularse estrechamente con los obreros, los campesinos, los 
estudiantes, los jóvenes, las mujeres, los técnicos, los profesionales, 
los artistas y todos los sectores y fuerzas progresistas que sostienen y
 hacen avanzar al país.
 Es a mi criterio muy correcto el llamamiento a 
todas las fuerzas políticas democráticas dispuestas a trabajar por la 
independencia y el desarrollo económico y social del país.
En el mundo actual los problemas son sumamente complejos y difíciles. Pero mientras el mundo exista los países pequeños podemos y debemos ejercer nuestros derechos a la independencia, la cooperación, el desarrollo y la paz.
