
Veinte años atrás la humanidad encaraba el futuro a partir de tres
premisas: el planeta podía ser destruido por una guerra nuclear; unos
prometían que todo se resolvería con el fin del comunismo y otros
aseguraban que al eliminar el capitalismo se instalaría el paraíso en la
tierra. Excepto la opción atómica, ninguna de aquellas tesis está
vigente.
Ochenta años atrás, en medio de
una crisis económica que parecía insoluble (obviamente no lo fue) los
pueblos de Italia y Alemania encumbraron a Mussolini y a Hitler
respectivamente y el fascismo arrastró a Europa y a toda la humanidad a
la guerra.
En la España de hoy se repite la
mitad de aquella historia: la derecha retorna al poder aunque es
improbable una contienda; Rajoy no es Hitler ni estamos en 1933; no
obstante el hecho de que las masas tomen distancia tanto del comunismo
como de la opción socialdemócrata, marca el fin de una era: Los que en
1945 en Europa ganaron la guerra, perdieron la paz.
Las
superpotencias de entonces: Estados Unidos y la Unión Soviética no
querían la confrontación con Alemania e hicieron lo indecible para
evitarla.
El Congreso norteamericano aprobó las leyes de neutralidad que
maniataron a Roosevelt y la URSS firmó el Pacto Stalin-Ribbentrop.
La
invasión a la Unión Soviética en junio de 1941 y el bombardeo a Pearl
Harbor aquel mismo año las arrastraron al más grande conflicto bélico
que la humanidad haya conocido.
La feliz
circunstancia de que en 1933, el mismo año en que Hitler llegaba al
poder en Alemania, en Estados Unidos fuera electo Franklin D. Roosevelt
permitió afrontar la crisis económica, superar la Gran Depresión y
pasando por encima de los prejuicios anticomunistas, formar la coalición
antifascista, que sumó las enormes fuerzas militares y el potencial
económico norteamericano, soviético, británico; así como los de China,
Canadá y otros países que en larga y cruenta lucha, pagando costos
enormes, lograron vencer al nazismo.
El
triunfo aliado coincidió con un momento del desarrollo de la tecnología
que auspició la diversificación de la producción y la elevación de la
productividad del trabajo que no sólo facilitó la reconstrucción de
Europa, Japón y la Unión Soviética sino que, en torno de aquellas
gigantescas tareas, abrió una era de prosperidad económica nunca antes
vista que, aunque perjudicada por la Guerra Fría, cambio la faz de la
humanidad.
Para los pueblos de Asia y Africa
que formaban el vasto sistema colonial, el fin de la II Guerra Mundial
creó un escenario favorable a la descolonización y al florecimiento del
nacionalismo en los espacios políticos afroasiático, proceso al que en
1959 se sumó la Revolución Cubana, que añadió color latinoamericano al
llamado Tercer Mundo. Los liderazgos de Nehru, Nasser, Leopold Senghor,
Sukarno, Sekou Toure, Fidel Castro, Ahmed Ben Bella y otros, promovieron
la lucha contra el neocolonialismo y el imperialismo, impulsaron el
crecimiento económico y matizaron el mundo bipolar.
La
debacle del socialismo real que culminó con la desaparición de la Unión
Soviética cambió sustancialmente la correlación mundial de fuerzas y
alteró los delicados equilibrios políticos dejando a los países recién
liberados y a aquellos que asumen posiciones antiimperialistas e incluso
nacionalistas, a merced de los intereses hegemónicos de las grandes
potencias, especialmente de los Estados Unidos. En conjunto la Guerra
Fría y sus resultados cambiaron al mundo, esta vez para peor.
El mundo de hoy
El
fin de la confrontación Este-Oeste y la desaparición de la amenaza de
confrontación nuclear global pareció una promesa dramáticamente
desmentida por una miríada de conflictos locales, por la Guerra del
Golfo, provocada por Irak y aprovechada por los Estados Unidos y por la
desacertada respuesta de la administración Bush a los atentados del 11
de Septiembre de 2001 en Nueva York.
El 11/S
introdujo una rareza político-militar cuando la única superpotencia fue
víctima de una agresión, aunque de gran escala, de naturaleza no
estatal, realizada por una organización terrorista de matriz ideológica
indefinida, que con unos miles de dólares y utilizando y una docena de
suicidadas provocaron un titular inédito: “ESTADOS UNIDOS BAJO ATAQUE”.
Sin
detenerse a considerar las opciones para enfrentar aquella innovación,
Bush proclamó una cruzada global contra el terrorismo provocando las
guerras de Afganistán e Irak, que 10 años después han ocasionado
millones de víctimas y originado gastos bimillonarios y contribuido a
una profunda crisis económica sin resolver el problema del terrorismo,
sino todo lo contrario.
Por una extraña
paradoja, mientras el socialismo real desapareció de la escena, Europa y
los Estados Unidos no pudieron sostener los ritmos de desarrollo que
otorgaron los pueblos de Norteamérica y Europa Occidental, una
prosperidad que parecía ilimitada, y cuando de los ímpetus del
nacionalismo afroasiático sólo quedan trágicos recuerdos, en América
Latina las cosas marchan mejor que nunca, incluyendo la economía.
http://www.argenpress.info/2011/11/europa-la-derecha-se-reinventa.html