
FELIX LOPEZ / Granma – La activista estadounidense Theresa
Cusimano, oriunda de Colorado, fue arrestada hace unos días cuando
intentó ingresar a la base militar de Fort Benning, en Colombus, ciudad
situada a 173 kilómetros al suroeste de Atlanta.
En un cable de AFP se
explica que la mujer era una de los 5 mil manifestantes que exigían el
cierre y el fin del adiestramiento de militares latinoamericanos en la
ex Escuela de las Américas, maquillada ahora con el nombre de Instituto
del Hemisferio Occidental para la Cooperación de la Seguridad.
Theresa Cusimano había leído el testimonio del chileno Anatolio
Zárate, torturado en el campo de prisioneros de Tejas Verdes por
soldados entrenados en Estados Unidos: “Nos hacían esperar debajo de la
sala de torturas, donde escuchábamos los gritos de los martirizados, los
gritos de las mujeres que pedían que no las violaran.
Me aplicaron
electricidad, sufrí colgamientos, golpes de pies y manos y el submarino
de excremento. [... ] Cuando a uno le ponen corriente uno siente que es
una llamarada que le sale desde dentro de la cabeza [1].
Los captores y torturadores de Anatolio se ufanaban de haber aprendido esas técnicas en la School of the Americas.
De esa tristemente célebre escuela salieron graduados los principales
protagonistas de las dictaduras militares en Brasil, Argentina, Uruguay,
Paraguay, Chile, Centroamérica y en otros países.
Fue el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt
(1933-1945) quien ordenó inaugurar en Panamá la llamada Universidad del
Terror. Desde el 2001 fue rebautizada con su actual nombre.
Pero el
cambio cosmético en su denominación no la libra de su macabra historia:
la misión de formar a los guardianes del imperialismo en el continente.
Hombres entrenados para la tortura y el exterminio, que contrarrestasen
la influencia creciente de organizaciones políticas de izquierda, y en
especial a los de ideología marxista.
En los años sesenta, sus aulas se pusieron al servicio de las
dictaduras militares.
Los cursos de entrenamiento se adaptaron a las
circunstancias: incluyeron técnicas de contrainsurgencia, operaciones de
comando, tiro franco, guerra psicológica, inteligencia militar y
tácticas de interrogatorio.
En los manuales que han sido desclasificados
por el Pentágono están las pruebas de disímiles violaciones a los
derechos humanos, el uso de la tortura, la extorsión o la ejecución
sumaria.
Mucho se ha escrito sobre esta vergonzosa iniciativa imperialista.
En una carta abierta enviada el 20 de julio de 1993 al Columbus Ledger Enquirer,
el comandante Joseph Blair, antiguo instructor de la institución,
declaró: “En mis tres años de servicio allí nunca escuché nada acerca de
objetivos tan excelsos como los de promover la libertad, la democracia y
los derechos humanos.
El personal militar de América Latina venía a
Columbus únicamente en busca de beneficios económicos”. [2].
Pero existe una definición de un senador demócrata estadounidense,
Martin Meehan (Massachusetts), que resume como nadie la saga de esta
historia:
“Si la Escuela de las Américas decidiera celebrar un encuentro
de exalumnos, reuniría a algunos de los más infames e indeseables
matones y malhechores del hemisferio” [3].
Sin dudas,
Meehan se refiere a una lista que pudiera ser interminable, pero que
intentamos resumir en los más “brillantes” alumnos de la Universidad del
Terror:
Elías Wessin y Wessin (líder del golpe de Estado en República
Dominicana que derrocó al presidente democrático Juan Bosch en 1963);
general Hugo Banzer (responsable del sangriento gobierno militar de
Bolivia en 1971 y de la dictadura que duró hasta 1978); Roberto
D’Aubuisson (líder de un escuadrón de la muerte en El Salvador, donde
funda el partido ARENA); general Héctor Gramajo (ex ministro de
Guatemala, autor de políticas militares genocidas en los años ochenta);
general Roberto Eduardo Viola (promotor de un golpe de Estado en
Argentina en 1976); Leopoldo Fortunato Galtieri (líder de la Junta
Militar de Argentina, responsable de las torturas a más de 100 mil
personas, y de la muerte y desaparición de unas 30 mil).
Añadan a Manuel Contreras (cabeza de la Dirección de Inteligencia
Nacional (DINA), al servicio de Augusto Pinochet); Vladimiro Montesinos
(excolaborador de la CIA, responsable durante el polémico gobierno de
Alberto Fujimori del servicio de Inteligencia de Perú, acusado de
represión política, incitar un golpe de Estado y de amasar una gran
fortuna por sus estrechas relaciones con el narcotráfico); Santiago
Martín Rivas (agente de la Inteligencia peruana y jefe del grupo de
aniquilamiento COLINA, que realizaba asesinatos y actos de guerra
sucia); y a Romeo Vásquez Velásquez (jefe del Estado Mayor Conjunto de
las Fuerzas Armadas de Honduras durante el golpe de Estado al presidente
José Manuel Zelaya Rosales, el 28 de junio del 2009).
Junto a estas joyas, en las aulas del terror (1956-2003), se
graduaron otros 61 mil militares y policías latinoamericanos.
La gran
mayoría de ellos integrantes de un ejército criminal al servicio de los
intereses de Estados Unidos, el país que los enseñó a matar.
Por exigir
el fin de esa triste historia fue que arrestaron a Theresa Cusimano.
[1] Fragmento del testimonio “Yo fui torturado por Cristian Labbé”, Chile, 2006.
[2] Roy Bourgeois: “Terrorismo made in USA en las Américas. Una enciclopedia básica”, 2006.
[3] En: “El Salvador, la Escuela de las Américas y el futuro”, 2007.