La ética protestante definió una vez el carácter estadounidense. Según los sociólogos, fue la responsable del éxito del capitalismo en Europa del Norte y EEUU, pero la ética protestante y el capitalismo son incompatibles, y el capitalismo ha logrado finalmente que se abandone la ética protestante.
- Ha
aparecido un nuevo ethos que la elite gobernante malinterpreta. Es el
ethos de la “gran oportunidad”, el “premio gordo”, la “próxima gran
idea”.
El camino lento y pausado hacia el éxito es ahora anatema. Aparecer con la siguiente gran idea comercial es el nuevo modelo del sueño estadounidense. Lo único que importa es el dinero.
En función de esa actitud, muy pocos en EEUU manifiestan preocupaciones morales. La riqueza es su única recompensa; incluso merece la pena que nos destruyamos a nosotros mismos en el empeño. Y si aún no lo hemos conseguido, muy pronto lo conseguiremos.
Sospecho que a
la mayoría de la gente le gustaría creer que las sociedades, no importa
en qué hayan basado sus orígenes, mejoran con el tiempo. Por desgracia,
la historia demuestra que esto no es así; que las sociedades a menudo
degeneran con el tiempo.
Los Estados Unidos de América no son una
excepción. No fueron benignos en sus orígenes y ahora han descendido a
una región de depravación rara vez igualada incluso por las peores
naciones de la historia.
Aunque es imposible encontrar cifras
exactas que prueben que la moralidad en EEUU ha declinado, hay pruebas
por todas partes que lo demuestran.
Casi todo el mundo puede citar
situaciones en las cuales se sacrifica el bienestar del pueblo en aras
de instituciones públicas o privadas, pero parece imposible citar un
único ejemplo de una institución pública o privada a la que se haya
sacrificado en bien del pueblo.
Si la moralidad tiene que ver con cómo
se trata al pueblo, uno puede legítimamente preguntarse dónde la
moralidad juega algún papel en lo que sucede en EEUU. La respuesta
parecer ser:
“¡En ningún lugar!” Así pues, ¿qué ha sucedido en EEUU que
pueda explicar la actual epidemia de proclamas afirmando que la
moralidad ha colapsado? Pues sucede que la cultura ha cambiado
drásticamente en el último medio siglo.
Érase una vez que en EEUU
el carácter estadounidense se definía en términos de lo que se llamaba
ética protestante. El sociólogo Max Weber le atribuía el éxito del
capitalismo. Lamentablemente, Max fue poco exigente; se equivocó, se
equivocó totalmente.
El capitalismo y la ética protestante son
incompatibles entre sí. Ésta no pudo ser la responsable de aquél.
La
ética protestante (o puritana) se basa en la noción de que el trabajo
duro y la frugalidad son dos importantes consecuencias de haber elegido
el cristianismo. Si un ser humano trabaja duro y es frugal, se le
considera uno de los elegidos.
Se creía que esos atributos benéficos
hacían de los estadounidenses un pueblo más industrioso que los pueblos
de otros lugares (aunque a las sociedades de la Europa protestante se
las consideraba casi de segunda mientras que a los pueblos católicos del
sur de Europa se les tildaba de perezosos). Algunos afirman ahora que
están presenciando la decadencia y caída de la ética protestante en las
sociedades occidentales. Como la ética protestante tiene raíces
religiosas, la decadencia se atribuye a menudo al auge del laicismo.
Pero eso podría aplicarse más fácilmente en Europa que en EEUU, donde el
fundamentalismo protestante tiene todavía gran número de seguidores.
Por tanto, debe haber alguna otra explicación para la decadencia. Sin
embargo, el aumento del laicismo ha llevado a muchos a proclamar que
éste ha destruido los valores religiosos junto con los valores morales
que la religión enseña. Esa es otra explicación que intenta darse.
En
los EEUU coloniales del siglo XVII, la economía era agraria. El trabajo
duro y la frugalidad se ajustaban perfectamente a esa economía. Pero
EEUU ya no es una sociedad agraria. La economía estadounidense actual se
define como capitalismo industrial.
Las economías agrarias rara vez
producen más de lo que pueden consumir, pero las economías industriales
lo hacen cada día. Por tanto, para mantener una economía industrial en
funcionamiento, el consumo no sólo debe ser continuo sino que debe
incrementarse continuamente.
Dudo que haya un lector que no haya
oído que el 70% de la economía estadounidense se basa en el consumo.
Pero el 70% de uno es 0,7; de dos, 1,4; de tres, 2,1, etc. Como la
economía crece desde una unidad de PNB a dos unidades, el consumo debe
crecer de 0,7 unidades a 1,4 unidades. Pero si se incrementa
continuamente el consumo, eso no es compatible con la frugalidad.
Una
economía industrial necesita que la gente gaste y gaste y gaste mientras
que la frugalidad requiere que la gente ahorre y ahorre y ahorre. La
economía estadounidense destruyó la ética protestante y los puntos de
vista religiosos en los que se basaba. El consumo desbordado sustituyó
al trabajo duro y al ahorro.
En su “Riqueza de las naciones”,
Adam Smith afirma que el capitalismo beneficia a todos ya que al actuar
en interés de uno mismo se beneficia a los demás. Ahora se nos está diciendo
que: “Ahorrar más y recortar la deuda debería ser un buen plan para
afrontar la recesión.
Pero si todo el mundo hace eso, las cosas solo
irán a peor… lo que más necesita la economía es que los consumidores
gasten más libremente”. Adam Smith mantuvo en su cabeza la posibilidad
de una gran recesión, pero ningún economista lo admitirá. “Un entorno
donde todo el mundo quiera ahorrar no puede producir crecimiento. Hay
que vender la producción y para eso son necesarios los clientes”.
Ahorrar
es (al parecer) bueno para los individuos pero malo para la economía,
que necesita que el gasto se incremente continuamente. Si un economista
me hubiera dicho eso a la cara, le habría dicho que eso significa
claramente que hay algo fundamentalmente equivocado en la naturaleza de
la economía, que significa que la economía no funciona para satisfacer
las necesidades de la gente sino que la gente existe solo para
satisfacer las necesidades de la economía.
Aunque no lo parezca, una
economía así esclaviza a la gente a la que afirma servir. Así pues,
efectivamente, el capitalismo industrial ha perpetuado la esclavitud; ha
vuelto a esclavizar a todos los que una vez consiguieron emanciparse.
Cuando el consumo sustituyó al ahorro en la psyque
estadounidense, el resto de la moralidad se hundió con ella en la
depravación.
La necesidad de vender requiere de la mercadotecnia, que no
es otra cosa que una guarida de embusteros. Después de todo, toda la
empresa se basa en el libro “Propaganda” publicado en 1928 por Edward L.
Bernays. La cultura estadounidense se ha visto inundada por un tsunami
de mentiras. El marketing se ha convertido en la actividad predominante
de la cultura.
Nadie puede aislarse de ella. Todos contribuyen a
mantenerla, los hombres de negocios, los políticos y los medios. Nadie
puede estar seguro de que alguien le está diciendo la verdad. Ningún
código moral puede sobrevivir en una cultura de deshonestidad, ¡ninguno!
Al
haber subvertido la ética protestante, la economía destruyó cualquier
ética que EEUU hubiera alguna vez promovido. Se convirtió en una
sociedad sin ethos, en una no-ciedad sin propósito humano alguno.
Los estadounidenses se han convertido en corderos propiciatorios en
aras de las máquinas. Después, un nuevo ethos surgió del caos, uno que
la elite gobernante malinterpreta totalmente.
Se afirma a menudo
que Washington ha perdido el contacto con los estadounidenses a los que
gobierna, que ya no entiende a su pueblo ni cómo funciona su cultura
común. Washington y las elites de la nación no se dan cuenta, pero la
cultura ya no distingue entre lo correcto y lo incorrecto o entre el
trabajo duro y la frugalidad por encima de la pereza y el despilfarro.
Los estadounidenses de hoy están buscando la “gran oportunidad”, el
“premio gordo”, la “siguiente gran idea”.
El Sueño Americano se ha
quedado reducido a “¡tener exitazo!”. El camino lento y pausado hacia el
éxito es anatema. Observen “American Idol”, “The X Factor” y “America’s Got Talent”
y contemplen las hordas mongolas que se presentan a las audiciones.
Toda esa gente, en su inmensa mayoría, no ha trabajado nunca duro.
Calculen la cantidad de gente que regularmente apuesta a la Lotto. Esas
apuestas no necesitan de ningún trabajo en absoluto. Lo que toda esa
gente quiere es conseguir el premio gordo.
¿Y quienes son nuestros más
ensalzados hombres de negocios? ¡Los empresarios! Los empresarios son,
en su mayoría, un fiasco, aunque hay notables excepciones. Sin embargo,
el problema con los empresarios es la alta estima en la que se les
tiene.
Pero el único valor con el que se les relaciona es con las sumas
de dinero que esos empresarios han hecho. Raramente oímos nada acerca de
los viles métodos con los que lo han conseguido. Bill Gates y Mark
Zuckerberg, por ejemplo, casi nunca aparecen con una imagen de personas
con excelentes caracteres morales, pero en una economía sin escrúpulos
morales, a nadie le importa eso; todo lo que importa es el dinero.
Teniendo en cuenta esa actitud, ¿por qué en esta sociedad debería
alguien manifestar preocupaciones morales? Pocos en EEUU lo hacen. Por
eso, aunque la elite estadounidense habla todavía de la necesidad de
producir una fuerza de trabajo que se adecue a las necesidades de la
industria, la gente no quiere saber nada de eso.
Las elites se
lamentan a menudo del fracaso del sistema educativo y han estado
intentando corregirlo sin éxito desde hace varias décadas. Pero si uno
recuerda que gran parte de los actuales empresarios de EEUU son
desertores de la universidad, ¿cómo podemos convencer a los jóvenes de
que tener una educación universitaria es un esfuerzo que merece la pena?
Como Bill Gates, Steve Jobs y Mark Zurckerberg han demostrado, aprender
a escribir software no necesita de un título universitario. Ni tampoco
para ganar la Lotto o un lugar en el “American Idol”. Que te
recluten para la liga nacional de fútbol puede requerir un tiempo en la
universidad, pero no se necesita una licenciatura. Todo espíritu
empresarial necesita de una nueva idea comercializable.
Ocio y
deporte, loterías y juegos, productos de consumo que la gente nunca
necesitó durante miles de millones de años son ahora el producto de la
cultura estadounidense. Pero ni siquiera son productos, es algo
insignificante; no pueden formar la base de una sociedad humana próspera
y estable. Es una cultura gobernada por único atributo: la riqueza,
¡sin que importen los métodos utilizados para conseguirla!
La
capacidad humana para el autoengaño no tiene límites. Los
estadounidenses se han engañado a sí mismos para creer que la riqueza
absoluta, la suma total de riqueza, en vez de cómo se distribuye, lo
compensa todo. No importa ni cómo se ha conseguido ni lo que pueda
hacerse con ella. La riqueza total es su única recompensa; incluso
merece la pena destruirte con tal de conseguirla. Y si aún no lo hemos
hecho, lo conseguiremos muy pronto.
La historia describe muchas
naciones que se volvieron depravadas. Ninguna llegó nunca a reformarse a
sí misma. No podemos esperar que aparezca ningún bello niño que deshaga
la catástrofe del toque de Midas. El dinero, después de todo, no es una
de las cosas que los seres humanos necesiten para sobrevivir, y si el
dinero no se utiliza para producir y distribuir las cosas necesarias, la
supervivencia humana es imposible, sin que importe cuánta riqueza
hayamos finalmente acumulado.
John Kozy es un profesor
jubilado de filosofía y lógica que escribe acerca de cuestiones
sociales, políticas y económicas. Tras servir en el ejército
estadounidense durante la guerra de Corea, pasó veinte años trabajando
como profesor de universidad y otros veinte como escritor. Ha publicado
un libro de texto sobre lógica formal y numerosos artículos en revistas
académicas y una pequeña cantidad de revistas comerciales; ha escrito
asimismo una serie de editoriales como invitado de varios periódicos. Sus artículos pueden encontrarse en: www.jkozy.com/
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