PEPE ESCOBAR / ASIAN TIMES / REBELION – Nadie ha perdido
dinero apostando a la aburrida previsibilidad del gobierno de EE.UU.
Justo cuando Ocupad Wall Street aviva las imaginaciones a través de todo
el espectro –penetrando las nocivas puertas giratorias entre el
gobierno y el capitalismo de casino– Washington nos devuelve a todos a
la tierra y anuncia sensacionalmente un complot terrorista de Irán y un
cártel mexicano salido directamente de la franquicia de la cinta Rápido y Furioso.
La víctima potencial: Adel al-Jubeir, embajador en EE.UU. de esa adorable Meca contrarrevolucionaria, Arabia Saudí.
El director del FBI, Robert Mueller, insistió en que el complot
terrorista organizado por Irán “se lee como las páginas de un guión de
Hollywood”. Así es.
Y un guión bastante malo. El dúo de Rápido y Furioso, Paul Walker/Vin Diesel no querrían participar aunque les pagaran.
Los buenos muchachos en esta producción de Washington son el FBI y la
DEA (Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas).
En boca
del Fiscal General [Ministro de Justicia] Eric Holder, descubrieron un
“mortífero complot dirigido por facciones del gobierno iraní para
asesinar con explosivos a un embajador extranjero en suelo
estadounidense”.
Holder agregó que el atentado contra la embajada saudí en Washington
también formaba parte del plan. Elucubraciones posteriores lo ampliaron a
atentados planificados contra la embajada israelí en Washington, así
como contra las embajadas saudí e israelí en Buenos Aires.
El Departamento de Justicia ha pregonado una historia bastante
tenebrosa –Operación Coalición Roja (no, no es posible inventar algo
semejante)– centrada en un cierto Manssor Arbabsiar, de 56 años, que
tiene pasaporte iraní y estadounidense y un “co-conspirador” basado en
Irán, Gholam Shakuri, supuesto miembro de la Fuerza Quds del Cuerpo de
Guardias Revolucionarios Islámicos (IRGC, por sus siglas en inglés).
Presuntamente Arbabsiar tuvo una serie de encuentros en México con un
topo de la DEA que se presentó como peso pesado de un cártel mexicano
de la droga.
El iraní-estadounidense parece haber sido convencido de que
el topo era miembro del cártel mexicano de los Zetas, y supuestamente
alardeó de que era “dirigido por importantes miembros del gobierno
iraní”, incluido un primo “miembro del ejército iraní pero que no usa
uniforme”.
Para completar el asunto, dijo al topo de la DEA que sus compinches
en el gobierno iraní podrían contribuir con “toneladas de opio” al
cártel mexicano (tal vez una conexión afgana).
Luego discutieron una
“serie de misiones violentas”, completas con el alarde de Arbabsiar
sobre un atentado con bomba contra un restaurante repleto en Washington
utilizado por el embajador saudí.
Holder caracterizó todo el asunto como un plan de “asesinato por
encargo” por 1,5 millones de dólares. Arbabsiar fue arrestado hace solo
algunos días, el 29 de septiembre, en el aeropuerto Kennedy en Nueva
York.
Supuestamente confesó, según el Departamento de Justicia. Por su
parte Shakuri sigue en libertad.
Holder insistió: “EE.UU. está comprometido a responsabilizar a Irán
por estas acciones”.
Pero no llegó a afirmar que el complot fue aprobado
por los máximos niveles del gobierno iraní.
¿Y ahora qué? ¿Guerra?
Domínate.
Washington debería consultar primero a los chinos sobre si
están dispuestos a pagar la cuenta (la respuesta será que no).
Predeciblemente, el proverbial torrente de “funcionarios
estadounidenses” salió con una tormenta de fuego, dando su propio giro a
todo lo que veían.
Un Pentágono alarmado aumentará su vigilancia de la
Fuerza Quds y las “acciones de Irán” en Iraq, Afganistán y el Golfo
Pérsico.
Ex embajadores de EE.UU. declararon que “es un ataque contra
EE.UU. si se ataca a este embajador”. Washington está a punto de imponer
más sanciones a Irán; y Washington llevará urgentemente el asunto al
Consejo de Seguridad de la ONU.
¿Qué nos espera? ¿Una resolución de R2P (“responsabilidad de
proteger”) que ordene a la OTAN que proteja a todo acólito de la Casa de
Saud a través del mundo bombardeando Irán hasta un cambio de régimen?
Ali Akbar Javanfekr, portavoz del presidente iraní Mahmud
Ahmadineyad, por lo menos introdujo un poco de sentido común.
“Pienso
que el gobierno de EE.UU. está ocupado en fabricar un nuevo escenario y
la historia ha mostrado que tanto el gobierno de EE.UU. como la CIA
tienen mucha experiencia en la fabricación de escenarios semejantes…
Pienso que su objetivo es llegar al público estadounidense. Quieren
apartar la mente del público de los serios problemas interiores que
enfrenta actualmente y atemorizarlo con problemas fabricados fuera del
país.”
Irán ni siquiera ha establecido todavía si esos dos personajes
son realmente ciudadanos iraníes.
El gobierno iraní –que se enorgullece de una actitud lógica ante la
diplomacia– tendría que haber sido inoculado con un virus al estilo de
demencia Stuxnet para conducirse de una manera tan contraproducente, al
atacar a un consejero de política exterior de alto perfil del rey
Abdullah en suelo estadounidense.
La agencia noticiosa oficial iraní
IRNA describió el complot como el “nuevo escenario propagandístico de
EE.UU.” contra Irán.
En cuanto al mantra de Washington de que “Irán se ha estado
insinuando en muchas de las luchas en Medio Oriente”, es propaganda
saudí sin diluir.
De hecho, es la Casa de Saud la que ha estado
realizando la feroz contrarrevolución que ha aplastado toda posibilidad
de una Primavera Árabe en el Golfo Pérsico, desde la invasión y
represión en Bahréin a la rápida prevención de protestas dentro de las
provincias orientales de Arabia Saudí dominadas por chiíes.
Todo el asunto huele a un pretexto debilucho para un casus belli.
La oportunidad del anuncio no podría ser más sospechosa.
El consejero
nacional de seguridad de la Casa Blanca, Thomas E. Donilon, informó al
rey Abdullah hace ya dos semanas, en una reunión de tres horas en Riad.
Mientras tanto el gobierno estadounidense no ha estado planeando
complots, sino realizando asesinatos selectivos de ciudadanos de EE.UU.,
como en el caso de Anwar al-Awlaki.
¿Por qué ahora? Holder está atrapado en un escándalo más –sobre si
mintió respecto a la Operación Rápido y Furioso (no, no se puede
inventar algo semejante)-, una operación federal encubierta mediante la
cual numerosas armas estadounidenses terminaron en manos de –aquí los
tenemos de nuevo– cárteles mexicanos de la droga.
Por lo tanto, ¿cómo enterrar Rápido y Furioso, el abismo económico,
los 10 años de guerra en Afganistán, el creciente atractivo de Ocupad
Wall Street, para no hablar del papel saudí en el aplastamiento del
espíritu de la Primavera Árabe?
Descubriendo un lindo complot al estilo
al Qaida en suelo estadounidense, y para colmo, dirigido por el
“malvado” Irán.
Al Qaida y Teherán encabezan el reparto; ni siquiera
Cheney y Rumsfeld en su apogeo podían presentar algo semejante. ¡Viva la
GWOT (guerra global contra el terror)!
¡Y viva el espíritu
neoconservador! Recordad, los hombres de verdad van a Teherán, y el
camino comienza ahora.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro es Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009).