Beber con frecuencia cantidades considerables de alcohol puede debilitar en un 75% la eficiencia de tu sistema inmunológico.
Consumir
alcohol periódicamente trae consigo múltiples consecuencias, algunas
positivas como relajarse, acceder a estados “inusuales” de conciencia
(con la percepción alterada que ello implica) e incluso ciertos tipos de
alcohol, en particular el vino, pueden representar beneficios para
nuestra salud.
Sin embargo, también existe el otro lado de la moneda.
El
alcohol puede servir como catalizador para alimentar nuestra frivolidad
psicosocial, nos ayuda a evadir ciertos aspectos de nuestra
personalidad que debiéramos de trabajar sobriamente, como por ejemplo la
timidez o la falta de carisma, nubla la claridad de propósitos,
etcétera.
Y dentro de este último grupo de
cualidades poco deseables ahora se suma el debilitamiento del sistema
inmunológico de una persona.
Lo anterior se traduce en que los bebedores
regulares son significativamente más vulnerables ante el ataque de
virus, incluido el VIH. Investigadores de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Massachusetts expusieron glóbulos blancos —los
protagonistas en la defensa del cuerpo frente a infecciones— a químicos
que simulaban bacterias y virus.
A la mitad de estas células se les
introdujo alcohol, en niveles proporcionales a los que tendría una
persona que bebe alrededor de 28 copas semanales.
A continuación se analizó el
comportamiento de ambos grupos de glóbulos blancos, enfatizando en su
capacidad para reaccionar ante ataques virales.
Y los científicos
confirmaron que el grupo que tenía alcohol presente respondían con tan
solo el 25% de la eficacia en comparación al otro segmento, aquellas
células que no estaban influenciadas por la presencia de alcohol.
Así que si eres cliente frecuente de
gripes, malestares estomacales o alguna otra infección, tal vez la
respuesta esté dentro de tu copa.