

Al
parecer, esta conclusión se deduce de dos datos: el nivel relativamente
alto del déficit fiscal y el crecimiento que la deuda pública,
particularmente la interna, registra desde 2009.
Entiendo que esta misma
preocupación es compartida por dirigentes del PAC, en razón de lo cual
llegaron al ya conocido acuerdo con el gobierno conducente a la eventual
aprobación de una reforma tributaria (la cual, justo es señalarlo,
sería de implicaciones progresivas, caso de mantenerse los contenidos
que se han hecho públicos).
El déficit
del Gobierno Central alcanzó el año 2010 un monto equivalente a 5,2%
respecto del Producto Interno Bruto (PIB).
El respectivo porcentaje para
2011 podría ser muy similar si no se aprobaran nuevos impuestos.
Esto
representa el más elevado porcentaje déficit/PIB que se registra desde
1994, aunque se empequeñece al compararlo con los déficits en Estados
Unidos y en muchos países europeos.
Por su
parte, la deuda pública ha venido creciendo como resultado de las
necesidades de financiamiento de ese déficit fiscal, pero su nivel
actual (alrededor del 45% como proporción del PIB) no solo es muy
razonable sino que aún está por debajo de las cifras de hace apenas
pocos años (2006-2007).
¿Bastan estos números
para justificar una declaratoria de emergencia fiscal?
El gobierno
considera que sí y al respecto no puedo olvidar a la Ministra de
Planificación advirtiendo -en tono exaltado- que “nunca se sabe cuándo
los inversores vayan a reaccionar”.
O sea, parece que en los despachos y
salas de reunión de las altas autoridades gubernamentales circula un
fantasma llamado “inversores” que amenaza con catástrofes en caso de que
no se reduzca el déficit.
Supercherías aparte,
convendría ubicar la discusión en el contexto que le corresponde.
No
basta con que el déficit sea relativamente alto para decir que hay entre
manos un problema fiscal importante. Es que, además, esa situación
deficitaria debería tener impactos en otros ámbitos importantes para
entonces poder decir con propiedad que existe un problema.
Típicamente
tal cosa debería ponerse de manifiesto principalmente en dos variables:
la inflación y las tasas de interés. Si ambas estuviesen disparadas, la
cosa daría para preocuparse en serio. Y, sin embargo, ese no es, ni de
lejos, el caso de Costa Rica.
(También se
manifestaría en las cuentas de la Balanza de Pagos.
Pero esa es una
historia que tiene sus peculiaridades, las cuales, por razones de
espacio, no abordo aquí).
Vea usted que cosa
curiosa: desde 2009 -este año incluido- el déficit fiscal viene en
aumento.
En el mismo período la inflación cayó a los niveles más bajos
en décadas (4-5% anual). Vamos ya por el tercer año de “elevados”
déficits fiscales y, sin embargo, el apaciguamiento inflacionario se
mantiene vigente.
Y si usted revisa las tasas
de interés el panorama es solo parcialmente diferente. Cierto que estas
cayeron a niveles extraordinariamente bajos hacia 2007, pero eso hay que
entenderlo en el contexto del auge especulativo que por entonces se
vivía, el cual estaba alimentado por una abundancia extraordinaria de
capitales.
El impacto de la crisis mundial hizo que estos escasearan,
con lo que en los primeros meses de 2009 las tasas subieron. Sin
embargo, y hacia finales de 2009, y conforme la situación mundial se
medio estabilizaba y los capitales retornaban, las tasas volvieron a
bajar un tanto.
En los años de “altos” déficits fiscales (2010-2011) los
tipos de interés se han estabilizado en un nivel relativamente bajo.
Recapitulando:
vamos por el tercer año de déficits públicos relativamente altos sin
que ello se refleje ni en la inflación ni en las tasas de interés.
Curiosa “crisis fiscal” la que nos manejamos.
El problema, en realidad, anda por otro lado pero, lamentablemente, no parece atraer la atención de doña Laura y su gente.
Veamos.
La economía costarricense está ya completando un ciclo de cuatro años
consecutivo con índices de crecimiento sumamente modestos: 2,7% en 2008;
-1,3 en 2009 (la primera vez desde 1982 que la economía nacional
decrece en términos absolutos); 4,2% en 2010 y probablemente un 3% en
este 2011.
Si bien el modelo económico neoliberal, vigente por ya casi
30 años, ha condenado a Costa Rica a un dinamismo económico modesto y
muy inestable, el comportamiento registrado en estos cuatro años se
sitúa muy por debajo de los patrones históricos vigentes bajo ese
modelo, de forma que hoy la economía costarricense está aproximadamente
un 8 a 10% por debajo de lo que debería estar, tan solo con que se
hubiesen mantenidos las tendencias históricas características del citado
modelo.
Esa es una de las principales razones que explican que el
“alto” déficit fiscal no tenga impactos apreciables sobre la inflación y
las tasas de interés.
Pasemos al ámbito del
empleo. Aunque los datos posteriores a 2009 no son directamente
comparables con las cifras correspondientes a este último año, el caso
es que tanto en 2009 como en 2010 el desempleo se ha situado arriba del
7%, con impactos mucho más negativos sobre las mujeres trabajadoras, las
personas jóvenes y los sectores más pobres de la población.
En lo que a
2011 se refiere, la generación de empleos anda realmente anémica.
Según
un reporte del Banco Central con base en datos de la Caja del Seguro
Social, en el año que concluye en julio 2011, tan solo se crearon 24 mil
empleos nuevos, una cifra harto insuficiente según los requerimientos
propios del crecimiento normal de la fuerza de trabajo en Costa Rica (la
cual crece en unas 60 mil personas cada año).
No extrañe si los índices
de desempleo se mantienen altos e, incluso, si siguen creciendo.
En
resumen: la actual situación del empleo en Costa Rica es, con mucho, la
más negativa que hemos conocido desde 1982. Y lo peor es que tiende a
deteriorarse. A su vez, esto se manifiesta en un agravamiento de las
situaciones de pobreza.
El asunto es mucho más
preocupante si recordamos la gravedad extrema de la crisis económica
mundial.
El estancamiento de las economías de Estados Unidos y Europa en
los primeros meses de este año, podría dar lugar a un nuevo ciclo
recesivo que, posiblemente, ya ha empezado en el momento en que escribo
esto.
Pero, lo que es peor, es esperable que el panorama de
incertidumbre, estancamiento económico y alto desempleo en esas
economías ricas, se prolongue por un largo período.
La
crisis en Costa Rica, aún cuando ha sido sumamente grave, no ha tenido,
sin embargo, manifestaciones tan agudas como la de 1980-1982.
Sin
embargo, y a diferencia de lo que ocurrió en aquella ocasión, es muy
probable que esta crisis sea mucho más prolongada, en virtud de que la
situación en los países ricos con los cuales estamos estrechamente
vinculados, tardará todavía mucho tiempo antes de alcanzar alguna
solución más o menos satisfactoria.
En ese
contexto ¿qué sentido tienen los cánticos alarmistas acerca de una
presunta crisis fiscal?
Los problemas relevantes son otros y tienen que
ver con reactivación económica, generación de empleos y reducción
efectiva de la pobreza.