
“Este es un memo que describe la
forma en que vamos a tomar a siete países en cinco años, comenzando con Iraq, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y, rematando, Irán“, le dijo Clark a la directora de Democracy Now que le informaron.
Viendo lo sucedido posteriormente y el
actual decursar de los acontecimientos es comprensible por qué relató
el muy condecorado General que un año después la misma persona que le
diera a conocer el documento le dijo:
“Señor, yo no le mostré esa nota !
Yo no la mostré a usted! “.
A principios de 2003, Collin Powell –
como Secretario de Estado norteamericano- había compartido con el
Consejo de Seguridad de la ONU las supuestas evidencias de que Saddam
Hussein poseía armas de destrucción masiva.
Mientras, los grandes medios
inoculaban la idea en la opinión pública de que el gobierno de Iraq
mantenía estrechos vínculos con Al Qaeda, la siniestra organización que
con base en Afganistán se señalaba como autora de los atentados.
Por su
parte, el vicepresidente Dick Cheney reafirmaba la amenza que se cernía
sobre el planeta de modo alarmante: “Saddam puede lanzar en 45 minutos
un ataque nuclear”
Hoy se sabe que todo era mentira.
Pero la
fabricación de un nuevo villano llamado Osama ben Laden permitió
desatar una guerra de conquista que no ha terminado ni con el asesinato
sin cádaver de quien antes fuera un hombre de la CIA en su cruzada
contra el comunismo, y al interior de Estados Unidos la Patriot Act ha restringido drásticamente los derechos de los ciudadanos norteamericanos para cuestionar lo que está ocurriendo.
Diez años después del 11 de septiembre de
2001, las acciones de las tropas norteamericanas en el mundo han
multiplicado más de cien veces el número de víctimas ocasionadas por el
impacto de los aviones en los dos emblemáticos edificios neoyorquinos;
la sombra de la duda crece sobre lo que realmente ocurrió ese día, y los
documentos filtrados por Wikileaks revelan la ausencia de escrúpulos en el trato a civiles con que operan los militares norteamericanos en Iraq y Afganistán,
incluyendo la tortura y el asesinato de niños y ancianos.
Para colmo,
se ha conocido que en Libia el jefe del Consejo Militar Rebelde, brazo
armado del Consejo Nacional de Transición que apoya Estados Unidos con
bombas y dinero, fue comandante de Al-Qaeda.
Esta vez, los motivos no
han sido las armas de destrucción masiva, sino los bombardeos contra
civiles de una aviación que nadie ha visto.
Se cierra así una nueva etapa del ciclo y
el gobierno del cambio que preside Barack Obama va completando -con
algo del atraso heredado pero con el mismo entusiasmo- la lista que a
inicios del mandato de Bush le mostraran al General Clark.
Así funciona la promoción de la
democracia.
En 2012, los electores de Estados Unidos escogerán -dinero y
lobbys políticos mediante- al gobierno que, en nombre del país que más
armas de destrucción masiva posee, el único que las ha empleado y que
más civiles civiles ha bombardeado a lo largo de la historia,
argumentará ante el mismo Consejo de Seguridad contra las próxima
víctimas.
(Publicado en Cubahora)