
Diez años han pasado ya desde que acontecieron los trágicos sucesos del
11 de septiembre 2001.
La mayoría de la opinión pública es unánime: el gobierno de Estados Unidos ha dejado claro que había algo que ocultar.
Mucha gente, sean funcionarios de la Casa Blanca o encargados de la
lucha contra el terrorismo, antiguos miembros de la Comisión Nacional de
Investigación, muchos de ellos, han ido poco a poco desvinculándose de
una versión oficial que simplemente no tiene sentido.
El analista
norteamericano Wayne Madsen, antiguo experto en inteligencia del
gobierno de EEUU en la National Security Agency (NSA) relata esta amplia
operación de encubrimiento.
Diez años después de los ataques del 11 de
septiembre, el gobierno de los EE.UU. ha dejado bien claro que tiene
algo que ocultar.
Desde el asesor de la Casa Blanca para temas contra el
terrorismo hasta los copresidentes de la Comisión Nacional de
Investigación, una tras otra, estas figuras claves han tomado sus
medidas para desligarse de una versión oficial que simplemente no
encaja.
Yo echo una mirada otra vez a esta gran operación secreta.
El jefe de las operaciones anti-terrorismo del ex-presidente Bush, asesor Richard Clarke reveló que la CIA, bajo el mandato de George Tenet, trató de reclutar algunos de los terroristas de Al Qaeda
involucrados en el 11 de septiembre antes del ataque que tuvo lugar en
2001, pero después de fracasar en su intento, Tenet y su equipo de la
CIA encubrieron los esfuerzos fallidos para dicho reclutamiento.
Esta revelación es otro elemento más que se añade a lo que se ha
convertido en el informe de mayor descrédito del gobierno de los EE.UU.
desde el tristemente célebre Informe Warren
sobre el asesinato del Presidente John F. Kennedy en 1963.
En realidad,
el Informe Warren recibió un golpe de descrédito cuando se supo que la
Primera Dama Jacqueline había revelado al historiador Arthur Schlesinger
Junior en 1964 que el Vicepresidente Lyndon B. Johnson estaba detrás del asesinato de su esposo en Dallas.
La revelaciones hechas por la Señora Kennedy y por Clarke muestran
que el gobierno de los Estados Unidos no es confiable para llevar a cabo
investigaciones de fechorías hechas con pleno conocimiento y total
apoyo de altos funcionarios de la CIA y de la Casa Blanca.
Los ataques
del 11 de septiembre no son más que acciones encubiertas a esos altos
niveles del gobierno.
Las recientes declaraciones de Clarke sobre el conocimiento por
parte de la CIA sobre las células de Al Qaeda involucradas en los hechos
del 11 de septiembre antes de que estos sucedieran en 2001 en Nueva
York y Washington sólo nos dejan ver la mera superficie del mundo de la
inteligencia, los grupos altamente compartimentados, que planearon
cuidadosamente los ataques y como los medios encubrieron el desarrollo de dichos acontecimientos.
El individuo que sobresale entre todos los funcionarios de la
inteligencia y agentes de la ley que trataron de buscar activamente la
red criminal que llevarían a cabo los atentados del 9/11 era el jefe
anti-terrorismo del FBI John O´Neil [que falleció curiosamente el 11 de septiembre de 2001, ndlr].
Desde que ocurrió el primer atentado con bomba contra el “World Trade
Center” en 1993, O´Neil emprendió una empecinada búsqueda de Osama bin
Laden y de Al Qaeda.
Y después de ocurrir otros ataques terroristas
contra las Torres Khobar, en Dharan, Arabia Saudita; contra las
embajadas de EE.UU. en Kenia y Tanzania, y contra el buque USS Cole en
el puerto de Adén, el mayor problema de O´Neil ya no era Al Qaeda, sino
la resistencia de altos funcionarios en el seno del gobierno
estadounidense.
La mayor teoría de la conspiración de todos ellos, el reporte
(informe) de la comisión oficial sobre el 9/11, que concluyó que
diecinueve hombres, mayoritariamente de Arabia Saudita, secuestradores
con cuchillas fueron capaces de burlar al multimillonario sistema de
defensa e inteligencia de los EE.UU. en tan sólo unas horas, en una
mañana de de martes del 2001, ha sido desacreditada en parte por los dos
copresidentes de la Comisión 9/11: el ex-gobernador de Nueva Jersey,
Thomas Kean, y el ex –representante demócrata por Indiana, Lee Hamilton.
Ambos dijeron que funcionarios del gobierno mintieron a su comisión y que se ocultó información importante que no fue entregada a los investigadores…
La ira de Kean y de Hamilton sería mejor empleada contra Philip
Zelikow, ayudante de la consejera para la Seguridad Nacional de Bush,
Condoleezza Rice, que aseguró bajo juramento que nadie podría esperar el
uso de aviones de pasajeros como armas. Zelikow fue designado director
ejecutivo de la Comisión 9/11 y tenía la misión de evitar cualquier
investigación sobre el papel de la CIA, de los sauditas, y de los
intereses de Wall Street en la creación de los ingredientes que
permitieron que los ataques del 11 de septiembre ocurrieran sin
complicación o obstáculo alguno.
Es conocida la conducta que ha
mantenido Zelikow de desacreditar cualquier teoría que no se ajuste a la
doctrina del gobierno, incluyendo ataques a cualquiera que se no crea
en los mitos de la Comisión Warren sobre el asesinato del Presidente
Kennedy.
Desgraciadamente, los ataques del 9/11 contra el “World Trade Center”
no constituyeron la primera vez que el gobierno de EE.UU. se involucró
en un gran encubrimiento de un ataque contra dichos edificios.
Según
fuentes de inteligencia norteamericanas, el FBI y el Departamento de
Justicia ocultaron volúmenes de traducciones de mensajes telefónicos en
idioma árabe interceptados antes de que ocurriera el atentado con bomba
en 1993 contra el “Trade Center”, en el interior de los EE.UU. y desde
Sudan, donde se encontraban militantes islámicos que una vez trabajaron
para la inteligencia norteamericana durante la guerra de los mujadhines
contra la Unión Soviética, en Afganistán.
Los
importantes servicios de inteligencia, que demostraron la existencia de
una relación entre la CIA y las fuerzas Mujadhines “afgano-árabes”,
incluidos los que eran fieles a Osama bin Laden, nunca aparecieron en
el juicio de la célula de Brooklyn y Jersey, en la que estaban el
clérigo egipcio ciego Shaikh Omar Abdul Rahman, Ramzi Yousef y Eyad
Ismail.
La célula de Nueva York y Nueva Jersey también incluía a Ali
Mohammed, un graduado de la Escuela de las Fuerzas Especiales del
Ejército, en Fort Bragg, Carolina del Norte.
Este hombre, cuando estaba
en servicio activo como miembro de las Fuerzas Especiales, viajó en
secreto a Afganistán a entrenar a las fuerzas de Bin Laden y brindarles
información de inteligencia sobre los “objetivos blandos”
norteamericanos para llevar a cabo ataques terroristas; en la célula
también aparecía Wadih el Hage, secretario personal de Bin Laden,
residente en los EE.UU.
Es irónico que, los dos hombres responsables de la no presentación de
la información de inteligencia sobre el ataque de 1993 contra el “World
Trade Center” ante el jurado y el Gran Jurado—los principales fiscales
federales en Nueva York y Nueva Jersey en el caso del atentado con
bomba—fueran Patrick J. Fitzgerald y Michael Chertoff,
respectivamente.
Fitzgerald llegó a ser el Fiscal del Distrito Norte de
Illinois y comenzó sus actividades con la acusación y castigo de dos
gobernadores de Illinois por corrupción: el Republicano George Ryan y el
Demócrata Rod Blagojevich. Ambos casos fueron shows de trasfondo
político.
Ahora se añade a las atrocidades cometidas por el gobierno de EE.UU.
el hecho de que, según una fuente del FBI, el jefe investigador de esta
instancia contra Al Qaeda en los años 90, el desaparecido John O´Neil,
estaba furioso porque una gran parte de las informaciones de
inteligencia sobre las llamadas telefónicas nunca fue presentada como
evidencia y quedó sin traducir y clasificada.
Existen otros vínculos de la CIA con Bin Laden y Al Qaeda que son muy numerosos para describirlos.
Sin embargo, hay uno que sobresale porque involucra a una figura
clave en el Pentágono que dirigió Donald Rumsfeld cuando ocurrieron los
ataques del 11 de septiembre.
Una fuente de la CIA relacionada con el
Fondo para la Defensa de Bosnia, recogía donaciones de los países árabes y musulmanes para la guerra de Bosnia
contra Serbia y Croacia, y reveló que la Red contra Delitos Financieros
del Departamento del Tesoro (FINCEN) tenía preocupaciones que las
transferencias de dinero hechas por le Banco Riggs a la cuenta del Fondo
para la Defensa de Bosnia en el Banco Central de Sarajevo estuvieran
beneficiando a elementos terroristas que se creía que estaban
relacionados con Osama bin Laden y Al Qaeda.
Riggs era el banco
principal que brindaba servicios al embajador saudita en EE.UU., el
príncipe Bandar y su esposa la princesa Haifa y era también el banco que
tenía vínculos con la familia de George H.W. y George W. Bush.
Cuando la fuente CIA se quejó de que los Fondos de Defensa para
Bosnia estaban pasando a las manos de terroristas islámicos, incluyendo
personas relacionadas con bin Laden, recibió la respuesta de uno de los
principales funcionarios del Fondo: “Sólo tienes que hacer que suceda!
El vínculo de Bosnia con Al Qaeda era importante. En realidad, bin
Laden no sólo había visitado Bosnia—según informes—sino que portaba al
menos un pasaporte diplomático de Bosnia y había interactuado con
diplomáticos bosnios en Viena, Austria.
Pero no se puede ignorar la relación entre Mossad y el 9/11.
Dos
documentos internos del gobierno estadounidense revelaron que entre los
120 “estudiantes de arte” israelíes que trataron de penetrar la
seguridad de decenas de edificios de oficinas federales y que visitaron
las residencias de muchos funcionarios del sistema de justicia en el
2000 y 2001 utilizaban direcciones residenciales y postales en el Sur de
la Florida y en Texas, cerca de otras utilizadas por los secuestradores
de los aviones del 9/11.
La información trascendió en un informe de la Oficina Antidroga (DEA)
redactado en junio de 2001 sobre las actividades de los estudiantes de
arte y de una lista del FBI con los nombres de los secuestradores y
otros sospechosos, incluyendo un conocido agente del Mossad, Dominick
Suter, que dirigía una compañía israelí en Weehawken, Nueva Jersey.
La
lista del FBI se dio a conocer accidentalmente a principios del mes de
octubre de 2001 en un sitio web del gobierno Finlandés.
Cinco israelíes
que trabajaban para la compañía “Urban Moving Systems” de Suter fueron
arrestados por la policía y el FBI en la tarde del 11 de septiembre
mientras conducían una camioneta sospechosa cerca del Giant Stadium, en
Secaucus, Nueva Jersey.
Los cinco israelíes eran los únicos sospechosos
arrestados el día 11 de septiembre de 2001 por supuesto vínculo con los
ataques de ese día.
Los cinco fueron deportados a Israel sin jamás ser
formalmente acusados de nada.
El memo de la DEA decía específicamente
que los israelíes que intentaron penetrar oficinas federales y
residencias de empleados del sistema legal pudieron haber tenido
vínculos con un “grupo fundamentalista islámico.”
Incluso diez años más tarde, el gobierno de los EE.UU. y los
gobiernos de Nueva York y de la ciudad de Nueva York no tienen en cuenta
a los veteranos que participaron en los acontecimientos relacionados
con los ataques de 9/11 quienes, a diferencia de O´Neill, tuvieron la
suerte de sobrevivir el catastrófico ataque.
Sobrevivientes del
desplome del “World Trade Center” y los hombres del Departamento de
Policía de Nueva York, que dieron la primera respuesta a los
acontecimientos y de la Policía Portuaria de Nueva York y Nueva Jersey,
del Departamento de Bomberos de Nueva York y otros, no fueron invitados
a las ceremonias por el décimo aniversario a “Ground Zero” el 11 de
septiembre de 2011.
Durante una década, los ataques del 9/11, junto a los que tuvieron
lugar en Londres, Madrid, Bali y otros lugares han sido utilizados por
los medios corporativos para apoyar las campañas del gobierno contra las
libertades civiles, los derechos humanos, la protección de la
privacidad, las guerras de liberación por grupos étnicos y partidos
políticos, y la libertad de información.
Estadounidenses de todas las
edades y orígenes sociales ahora son sometidos a molestos registros
corporales en los aeropuertos que hubieran sido considerados como
atroces abusos por parte de las autoridades unos quince años atrás.
Al reconsiderar los acontecimientos del 11 de septiembre, nos dicen
que Bin Laden fue aniquilado en un asalto de Operaciones Especiales en
Abbotabad, Paquistan.
Hubo muy poca evidencia forense para probar que
fue Bin Laden el muerto.
En cualquier caso, la mayoría de los miembros
del Equipo 6, de los SEAL de la Marina de EE.UU. que llevó a cabo el
ataque contra Bin Laden murieron recientemente en un ataque contra su helicóptero en Afganistán.
Al igual que en el asesinato del Presidente Kennedy y del escándalo
Irán-Contras veinte años más tarde, el 11 de septiembre quedará relegado
a los libros de historia como un acontecimiento envuelto en el misterio
y escaso de evidencias reales, mucha de la cual fue destruida o quedó
clasificada, que impide descubrir sus verdaderos autores.
(Continuará…)
Traducción de la Red Voltaire
LC & SC Asociados.
LC & SC Asociados.