Los dueños de equipos y los jugadores de la NBA (National Basketball
Association) están enfrentados por razones de salarios.
Los primeros no
quieren pagar más, los segundos no quieren un tope salarial.
¿Si los
bandos aceptaran que cuando sus salarios sobrepasen cierto límite, el
dinero fuera para dar comida a niños hambrientos?
¿Estarían dispuestas
ambas partes?
Las respuestas a estas preguntas es un NO rotundo, sin crónica y sin
anuncio.
Pero los millones que están en juego no siempre son
justificados, por el contrario, sí se necesitan en todos los rincones
del planeta.
Una lista de jugadores sobrevalorados de la NBA, que circuló dentro
de Estados Unidos y ya lo hace en todo el mundo, despunta con el nombre
de Antawn Jamison, que juega como ala pivot, en los Cavs, que gana 13
millones de dólares, pero su desempeño en la cancha le hacen digno de
sólo un millón.
Con el dinero que se desperdicia en Jamison se podría alimentar a 575,000 personas durante un año.
El dato no es antojadizo.
Sale de lo que le cuesta al mundo luchar
contra la desnutrición (20,000 millones de dólares anuales) y de la
cantidad de gente con hambre en el planeta (1,000 millones de personas).
El costo es de 20 dólares por persona.
Puede parecer muy bajo, pero
no incluye a la gente que muere porque no alcanzó los beneficios de los
20,000 millones de dólares que calcula el organismo Acción contra el
Hambre.
¿No sería bueno, entonces, que jugadores como Jamison renunciaran a
cada centavo no desquitado, en beneficio de la gente con hambre?
Sería genial que los dueños de equipos de la NBA se pelearan por un
jugador ofreciéndole, no más salario, sino más donaciones a su nombre
para la gente con hambre.
Seguro hay suficientes Jamisons en la NBA, como para ayudar a una parte de los mil millones de hambrientos en el mundo.