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El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Tornados, una boda, Osama y Obama




“Lo más importante para nosotros es encontrar a Osama bin Laden. Es nuestra prioridad número uno y no descansaremos hasta encontrarlo”. 

- George W. Bush, 13/9/01

“Realmente no estoy tan preocupado por él”. 

- George W. Bush, contestando una pregunta acerca de dónde se escondía bin Laden. (13/3/02)

La primavera no volvió a fines de abril, la estación que aman los poetas; y tampoco, como esperaba T.S. Eliot, experimentamos un renacimiento saliendo de la matriz del sufrimiento. 

Todo lo contrario ocurrió para más de 300 personas que murieron cuando los tornados azotaron sus casas en estados del Sur.

El amor y la poesía sí encontraron una dramática antítesis en la boda real británica. Una persona ingeniosa describió la ceremonia como que reflejaba el significado verdadero de la expresión “basura blanca”. 

Así y todo, la familia más espiritualmente insulsa del mundo logra que millones la aclamen –fundamentalmente en TV-- mientras gasta decenas de millones del erario público en lucir vestidos y sombreros nuevos para hacer resaltar sus débiles mentones.

Como apuntó un cínico, “Tanta atención a una institución vestigial cuyo legado real es la perversión. Ellos, por supuesto, de vez en cuando tienen sexo normal, ya que --oh, qué aburrido-- deben reproducir su parásita especie”. Simultáneamente, el gobierno británico anunció que despediría a cerca de un millón de empleados públicos. 

Me pregunto si alguno de ellos habrá disfrutado del despliegue de derroche que se orquestó para las nupcias reales.

Esa misma semana ocurrió el antipoético asesinato de Osama bin Laden. Los SEALs de la Marina de EE.UU. asesinaron --carecían de entrenamiento para secuestrar-- a bin Laden y a tres personas más, incluyendo una mujer (posiblemente una de sus esposas).

Osama, el equivalente del presidente de la versión musulmana de la Fundación Ford –financiando proyectos anti-occidentales de yihad que valgan la pena--, apoyó la ya famosa propuesta del 11/9. 

Arriesgó menos de $1 millón al improbable éxito de un grupo de suicidas armados de corta cajas.

Osama se ganó la reputación de ser una máquina unipersonal del terror, capaz de provocar que el imperio más grande del mundo gastara hasta quedar profundamente endeudado.

Joseph Stiglitz estimó que la respuesta a la mortífera travesura de bin Laden ha costado $4 billones –solo la guerra de Irak casi llega a $3 billones; Afganistán otro billón. 

Súmesele el gasto masivo de la llamada seguridad interna desde el 11/9 y verá que es dinero de verdad.

Hubo poco debate acerca de la legalidad de la acción, comenzando con el envío de fuerzas armadas de EE.UU. a otro país sin permiso, o la orden de asesinar a un hombre, y matar a otros de paso si era necesario. ¿Ilegal? ¡Por supuesto que no! 

Ese tipo de cosas son las que hacen especial a Estados Unidos; no tenemos que pedir permiso, y como solo respondemos a Dios –nuestro Dios que nos escogió. Tenemos normas diferentes.

El presidente de EE.UU. puede ordenar el asesinato de un jefe de estado o cualquier otro que él piense que se lo merece. 

¿Qué importa que el déspota loco de Gadafi haya perdido un hijo y varios nietos? 

Teníamos todo el derecho a tratar de asesinarlo porque estábamos actuando según la ley. Como dijo Richard Nixon, “Cuando el presidente lo hace, quiere decir que no es ilegal”. (Entrevista Frost-Nixon, CBS, 1977)

Nixon fue uno de los Padres Fundadores – ¿no es así? 

De todas maneras, George W. Bush también lo dijo e igualmente Condoleezza Rice. 

El presidente, un gran académico de jurisprudencia, debe saberlo. 

Pero ¿nadie en la Casa Blanca preguntó si eso sentaba un precedente?

Cuando el líder de un país selecciona al de otro para asesinarlo, ¿no justifica eso que cualquier líder mande a asesinar a otro?

El público de EE.UU. celebró frente a la Casa Blanca, como hace la gente cuando su equipo gana la Serie Mundial. Obama anunció: se ha hecho justicia. Matar a los malos es hacer justicia, no venganza, como en el cine. ¿Legal? 

¿A quién le importa? La muchedumbre gritaba su ingenioso y sutil lema: “USA, USA”.

¿Quién recuerda los días de Obama en la CIA?

Él ayudó a sacar a los soviéticos de Afganistán. La Agencia sabía que a bin Laden no le importaba la Guerra Fría.

Él odiaba el occidentalismo –cuyo epítome es EE.UU. Pero demostró ser útil contra los infieles comunistas soviéticos cuyo hombre gobernaba en Kabul.

¿Historia? Tonterías. El 1 de mayo Obama alardeó. “(...) esta noche nos recuerda una vez más que Estados Unidos puede hacer lo que nos propongamos. 

Esa es la historia de nuestra historia… nuestro compromiso de mantener nuestros valores en el exterior, y nuestros sacrificios por hacer del mundo un lugar más seguro. 

Recordemos que podemos hacer estas cosas no solo debido a nuestra riqueza y nuestro poder, sino debido a quiénes somos, una sola nación bajo Dios, indivisible con libertad y justicia para todos, Gracias.

Que Dios los bendiga. Y que Dios bendiga a Estados Unidos de América”.

¡La poesía de primavera!

Pero ¿cómo viviremos sin bin Laden? ¿Podrán los directores de reparto de la seguridad nacional encontrar pronto al enemigo nacional apropiado antes de las elecciones de 2012, un villano que justifique gastar billones en la defensa que no nos defiende y en la seguridad nacional que nos vuelve ansiosos?

Nuestra trayectoria democrática nos ha llevado de los juicios en Núremberg a los criminales nazis de guerra, al finalizar la 2da. Guerra Mundial, al asesinato de villanos desarmados.

No hay que preocuparse. Obama pronto citará a Martin Luther King: 

“Ya no podemos darnos el lujo de adorar al dios del odio o inclinarnos ante el altar de la represalia. 

Los océanos de historia se hacen turbulentos por las ascendentes mareas de odio. 

Y la historia está repleta del naufragio de naciones e individuos que siguieron este contraproducente camino de odio”. (Más Allá de Viet Nam.)

Pero la respuesta real de la Casa Blanca con la aprobación del público es: ¡GERÓNIMO!

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