En los últimos días hemos visto al empresario multimillonario y presidente de Chile, Sebastián Piñera y a su mujer actuando como presentadores de un nuevo Reality show internacional. Mientras Piñera aprovechaba sus momentos de fama, en las minas chilenas morían al menos siete trabajadores en los dos meses que ha durado la tragedia de Mina José.
Mina San José batió records de audiencia; incluso el día del rescate ocupó portadas de los diarios más importantes del mundo. Nunca antes otro acontecimiento chileno había logrado un éxito de tal magnitud, ni siquiera el terremoto mantuvo en vilo a tanta gente.
Entre fuegos artificiales y flashes, la llegada del último minero disparó la audiencia. Nadie podía quedarse sin conocer la noticia. Los canales cortaron todas las emisiones ajenas al evento. Pero, aunque los fuegos ya habían acabado, aún quedaban seis rescatistas a más de 700 metros bajo el suelo, quIenes, inexplicablemente, bajaron principalmente para abrir y cerrar la puerta a las nuevas celebridades.
¿Por qué bajaron seis rescatistas si era tan peligroso?
No iba a haber fallos y los técnicos lo sabían, pero había que conseguir que la tensión llegara a los hogares de todo el mundo, tal y como indicaba la experiencia en otros programas como Gran Hermano.
De nuevo lo sensacionalista opacó la oportunidad de profundizar en las causas y de hacer un verdadero periodismo de denuncia. Durante los dos meses que ha durado el show poco se ha hablado de la realidad de los mineros en Chile. Horas y horas de transmisión sólo han servido para describirnos la historia de los protagonistas, llegando incluso a sus devaneos amorosos e infidelidades.
Sobre las irregularidades, la explotación, el impacto ambiental, la evasión fiscal y la inseguridad de otras minas chilenas no clausuradas, nada.
Pero es que si uno no forma parte del circo mediático no es noticia y así les ha sucedido a al menos otros siete trabajadores de otras minas que fallecieron durante los dos meses que duraron las tareas de rescate y que pronto serán olvidados junto a los casi 400 mineros chilenos, que, según datos del estatal Servicio General de Geología y Minería, murieron en la última década.
Incluso al día siguiente del rescate, otro trabajador falleció a mil metros de profundidad en una mina de oro de Valparaiso, tras un derrumbamiento que lo dejó sepultado.
Tal vez algunas de estas situaciones se habrían evitado si se hubiera ratificado el Convenio 176 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Salud y Seguridad Minera que no se encuentra en el paquete de medidas que el aplaudido gobierno se ha visto obligado a presentar ante la situación.
En un país que sigue siendo principalmente exportador de materias primas, todos los mineros saben, pese a que pocos medios lo han reproducido, que el aumento de los precios internacionales del cobre, el carbón y el oro es proporcional al incremento de muertes y explotación en los yacimientos gestionados por grandes corporaciones.
Parte de esta influencia del mercado en la explotación de los mineros tiene su origen 1981, cuando José Piñera, ministro de minería de Pinochet y hermano del actual presidente, impulsó la privatización del sector poniendo fin al proceso de nacionalización minera llevado a cabo por Salvador Allende.
A pesar de todo ello y siendo la minería el sector estratégico principal de la economía chilena resulta desalentador que un acontecimiento de este tipo no haga resurgir el debate sobre el rol de la minería en el país, y más lamentable aún es ver las escasas denuncias que en el show se han presentado sobre las condiciones laborales de los mineros
¿Será que hay a quien no le importaría hacer la segunda parte del reality minero?
Tomado de Diagonal.