El Instituto Max Planck de Investigaciones Demográficas, en Alemania, descubrió el secreto de una larga vida para la mujer. Su estudio reveló que para llegar a la edad de Matusalén una fémina tiene que casarse con un hombre de su edad.
Sin embargo, en este punto los intereses de hombre y mujeres no coinciden: los datos obtenidos anteriormente habían mostrado que a los hombres, desde el punto de vista de la longevidad, les beneficia el matrimonio con una mujer más joven. Les permite gozar de más salud y de mejor vida social.
La mortalidad de un hombre con una esposa de entre siete y nueve años más joven que él es un 11% más baja que entre los que están casados con mujeres de su edad. Y si la cónyuge tiene entre 15 y 17 años menos, el índice de mortalidad antes de los 65 años se reduce en un 20%.
Los científicos explican que esto se debe a un mecanismo de selección natural, ya que los hombres logran atraer a una pareja más joven sólo cuando se encuentran en un buen estado físico, lo que implica tener mucha energía para una vida en común. Además, el hecho de conquistar a una mujer más joven se traduce en mayor autoconfianza, lo que, repercute en su forma física.
Mientras tanto, se revela, según recoge la revista Demography, que en el caso de una mujer la situación es completamente distinta: cuánta más diferencia de edad haya con respecto al esposo –da igual si es mayor o menor- menos expectativa de vida para la 'desdichada'.
Si una fémina se casa con un hombre que es entre siete y nueve años menor que ella, la tasa de mortalidad prematura aumenta hasta un 20%. Y en aquellas mujeres que son entre 15 y 17 años mayores que sus parejas el índice es un 40% más alto.
Al parecer, en mayor parte, aquí se trata de un proceso contraste con el patrón masculino, ya que, en vez de elevarse, la autoconfianza se reduce. Se debe a prejuicios sociales, por muy inconscientes que sean: las mujeres con parejas más jóvenes sienten que 'violan' las normas tradicionales y sufren 'sanciones' sociales, lo que perjudica su estado emocional y provoca estrés, y afecta finalmente a su bienestar físico.
Otro aspecto importante son los diferentes modelos sociales de comportamiento de un hombre y una mujer. Resulta que una fémina no se beneficia de su cónyuge más joven ni sicológica ni socialmente.
Un marido que tiene menos años que su mujer no suele dedicarse a cuidarla en sus últimos años, algo que sí ocurre entre los varones con esposas más jóvenes. Por ejemplo, Homero Gac, geriatra de la Clínica UC San Carlos de Apoquindo, Chile, comenta que un 90% de los hombres que asisten a una consulta vienen acompañados por sus esposas, mientras que la cifra cae a sólo un 40% cuando se trata de mujeres acompañadas por sus cónyugues, según cita el diario La Tercera.
Otra explicación que esbozan los especialistas del Instituto Max Planck es que las mujeres logran establecer mejores redes sociales que los hombres. Así, un esposo mayor y más solitario podría verse beneficiado por la actividad social de su esposa más joven. Mientras tanto, un cónyugue menor no ayudaría a mejorar la calidad de vida de su mujer en este ámbito.
La investigación se basó en el seguimiento durante 15 años de 1,8 millones de parejas danesas de 50 años de edad o más. Un 65% de las mujeres involucradas estaban casadas con hombres mayores, y sólo un 15% tenía esposos menores que ellas.