Resulta embarazoso explicarle al público en general que el protagonista del 9no aniversario del hecho que cambio el mundo haya sido un predicador cristiano de una iglesia perdida en el sudeste estadounidense. Mas difícil aun es hacerle entender que su cobertura mediática fue intencional y funcional al gobierno.
¿Qué se esconde detrás del fenómeno Terry Jones?
Toda la semana previa al 11 de septiembre, las primeras planas de los periódicos de todo el mundo fijaron su atención en la amenaza de quema de ejemplares del Corán que perpetraba un cura en respuesta a la intención de construir una mezquita a 400 metros del lugar donde se hallaban las torres gemelas y el World Trade Center. ¿Fue esto un descuido mediático o hubo detrás una intención política?
Para empezar, este pastor de 58 años dirige desde 1996 una pequeña iglesia en la ciudad de Gainesville, en Florida, que congrega a unas 50 familias. Desde 2002 predica sermones contra el culto musulmán y hace poco editó su primer libro El Islam es el Diablo. Sin embargo, en estos días su discurso se difundió a través de los medios de comunicación y adquirió una magnitud impensada.
Sumó vía Internet más de 8 mil personas a la quema del Corán para el 11 de septiembre y logró que Obama le dedicara un comunicado. ¿Por qué se le ha dado tanta atención en las noticias al predicador de un grupo minúsculo? ¿Cómo fue capaz de interpelar al mandatario del Estado más poderoso del mundo?
Sencillo. Porque, a nivel político, el escándalo benefició a la administración Obama. A diez días de finalizar formalmente la guerra en Irak, le permitió al presidente cubrirse nuevamente bajo el manto de Nobel de la Paz y expresar su angustia: “Si me esta escuchando -Jones-, que entienda que lo que propone va en contra de los valores americanos. No fue una religión la que nos atacó aquel día, fue Al Qaeda".
Discurso que avaló el comandante en Afganistán, David Petraeus, quien aseguró que de realizarse la quema de coranes, se pondría en peligro a los soldados estadounidenses en el territorio. En efecto, el presidente elogió la construcción de la mezquita cerca del World Trade Center como un símbolo de la libertad de culto.
Así, Estados Unidos se mostró como un país con tolerancia religiosa, a pesar de las denuncias de islamofobia, asesinatos y persecuciones que sufren los visitantes árabes o musulmanes en el territorio.
Por otra parte, en el plano social, el affaire Jones permitió reavivar el miedo y la conexión terrorismo-Islam que se fijó en 2001 bajo el mandato de George W. Bush tras los eventos del 11 de septiembre. No por nada Fran Ingram, colaborador del pastor de Gainesville, recordó: “La razón para hacerlo ese día fue que sentíamos que debíamos provocar mayor conciencia. Porque el Corán y las enseñanzas de Mahoma ayudaron a que sucedan -los atentados-”.
Este recordatorio apareció en un momento en que los sondeos demuestran que más del 70% de los estadounidenses descree la versión oficial de lo que sucedió el 11-S, incluyendo el presidente y el vice de la comisión investigadora, Thomas Kean y Lee Hamilton.
En este punto, se consiguió distraer a la población de un tema que pondría en jaque al entero establishment norteamericano. Fue Bush el primero en negarse a reabrir la investigación y luego Obama ratificó el rechazó a la posibilidad de sumar nueva evidencia al reporte oficial.
Hoy existen decenas de organizaciones en Estados Unidos y Europa conformadas por pilotos, arquitectos, físicos, ingenieros y militares, que aseguran que los atentados de aquel día fueron perpetrados por el mismo gobierno estadounidense y reclaman una nueva investigación al respecto. No hay que olvidar la complicidad de las principales cadenas de noticias: CNN, FOX, ABC, NBC y CBS, en la cobertura del 11 de septiembre y en el apoyo posterior a las campañas en Medio Oriente.
A esto se agrega el disgusto generalizado que hay con los dos frentes de guerra. Al presente, la mayor parte de la población considera un error el haberse embarcado en la ofensiva contra Irak y Afganistán y el 55% desaprueba las medidas que ha tomado Barack Obama.
Aun así, resulta necesario justificar la presencia de 120 mil tropas y la inyección de 30 mil para fin de año. He aquí la importancia de hacer resurgir al enemigo fanático dentro y fuera de casa. En ocho años de campaña no han encontraron las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein ni rastro alguno del saudita Osama Bin Laden.
Sin embargo, dejó muertos en combate a más de 33 mil soldados y ya superó en numero los suicidios que hubo tras Vietnam.
Como vimos, a veces no hacen falta grandes inversiones para mantener la continuidad de una política exterior.
El caso de Terry Jones y su intervención en la escena norteamericana es un ejemplo de ello. Solo hace falta un público proclive a la distracción y la complicidad de las cadenas de noticias.
Cabe recordar que finalmente decidió cancelar la quema del libro sagrado islámico y con las horas el hombre desapareció de la escena pública.