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“Benedicto XVI debe renunciar” : Protegió a curas pederastas, afirma el abogado Jeff Anderson


El abogado Jeff Anderson lleva 30 años persiguiendo curas pederastas por el mundo.

Ha interpuesto más de 500 denuncias y ganado multimillonarias compensaciones para las víctimas de abuso sexual de sacerdotes, pero le faltaba algo que recientemente consiguió: la posibilidad de sentar en el banquillo de los acusados al papa Benedicto XVI.


Joseph Ratzinger “debe renunciar por haber protegido a sacerdotes pederastas”, asegura en entrevista el abogado, que interpuso también una demanda contra el cardenal Norberto Rivera Carrera.

“Junto al Papa también deberían renunciar todos los obispos y cardenales que en el mundo han participado en estos actos criminales de protección a sacerdotes que han abusado sexualmente de niños.
 Luego, todos tendrían que ser enjuiciados para exhibir lo que hicieron, para que no se repita en el futuro”, agrega.

El Vaticano enfrenta actualmente una de sus peores crisis por la publicación de recientes casos de abusos sexuales de sacerdotes que presuntamente fueron protegidos por Joseph Ratzinger cuando fue prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, de 1982 a 2005, en el pontificado de Juan Pablo II.

No es la primera vez que Anderson intenta llevar a juicio a la Santa Sede, al Estado vaticano y al papa en turno. Hace ocho años interpuso la primera denuncia en Oregon y luego insistió en Texas, Florida y Kentucky. El sistema de justicia estadunidense finalmente le ha dado la razón.

“Han aceptado que demandemos al Vaticano”, dice satisfecho el abogado, de 62 años. “No sé si me tocará ver a un papa enjuiciado, pero el Vaticano está realmente preocupado. Hace dos meses apeló de la decisión judicial ante la Corte Suprema, y ha solicitado la opinión de los departamentos de Estado y de Justicia estadunidense. 

Esperemos que no les den la razón y que nos permitan continuar buscando justicia a través de este caso contra la Santa Sede, para exhibir su sistema de secreto en torno a la protección de sus sacerdotes pederastas, por encima de la seguridad y bienestar de los niños.”

Anderson pretende demostrar ante los tribunales que el Vaticano ha funcionado como una “organización mafiosa” a la hora de atender el problema de la pederastia clerical, basándose en un código de confidencialidad y de protección criminal de los abusadores sexuales con sotana. “Esperamos que la Corte Suprema nos dé luz verde y eso puede suceder el próximo verano”, comenta entusiasmado.

La Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos está compuesta por nueve jueces, de los cuales seis son católicos y el resto conservadores que profesan otra religión. 

El abogado, sin embargo, está convencido de que esta vez logrará por fin su objetivo: “cada día lo que hacemos es extremadamente importante, porque nos acerca más al momento de llevar al Vaticano al banquillo de los acusados. Cada día estamos más cerca de proteger mejor a los niños de México, Latinoamérica, Estados Unidos y el mundo contra este mal endémico que proviene de la Santa Sede”.

Archivos secretos

La Iglesia católica en Estados Unidos ha gastado más de 2 mil 200 millones de dólares en indemnizaciones a 15 mil víctimas de abusos sexuales de cuatro mil sacerdotes y religiosos procesados.

Jeff Anderson sostiene que los sacerdotes pederastas son empleados del Vaticano y considera a la Santa Sede como una empresa cuyos trabajadores cometieron delitos en Estados Unidos y otras partes del mundo. “En esta tragedia hay muchas mentiras e inocentes, por tal motivo este es un caso muy serio. Estoy convencido de que los miles de víctimas sobrevivientes de pederastia clerical que existen en el mundo se irán uniendo para buscar justicia y llevar al Vaticano ante la justicia, para que elija el camino de la verdad en lugar del secretismo y la conspiración”, afirma.

El caso de Oregon se basa en la denuncia de una víctima no identificada que en 1965 padeció abusos del sacerdote Andrew Ronan en la iglesia St. Albert, en Portland. Los documentos de la demanda señalan que Ronan había sido acusado de abusar sexualmente de niños en los años 50 en la arquidiócesis de Armagh, Irlanda, por lo que fue trasladado a Chicago, donde nuevamente violó niños en la escuela católica St. Philip y después fue enviado a Portland. Murió en 1982 sin ser enjuiciado. El camino del cura pederasta dejó una estela de denuncias de abusos sexuales por donde era transferido por sus superiores y bajo la autorización de la Santa Sede, según Anderson.

El caso llevado a los tribunales en Kentucky está compuesto con las demandas interpuestas en 2004 por tres hombres abusados por sacerdotes que servían en las iglesias de ese estado. “La justicia estadunidense ha decidido que el Vaticano no tiene más inmunidad en este tipo de causas”, dice el abogado, que basa sus demandas en el argumento de que fue la Santa Sede la que conspiró con las diócesis católicas y las órdenes religiosas de los sacerdotes abusadores para cambiar a los agresores y evitar que fueran procesados.

El caso de Florida se basa en la denuncia de Rick Gómez, quien fue abusado en 1987 por el sacerdote salesiano William Burke en la escuela Mary Help, de Tampa. Cuando la policía fue a detener al cura, éste había sido trasladado por sus superiores a otro estado. “La Iglesia tiene la política de transferir a los agresores. Todos los caminos para ocultar los crímenes conducen al Vaticano”, añade Anderson.

El abogado estadunidense pretende que los tribunales obliguen al Vaticano a abrir sus archivos secretos sobre sacerdotes abusadores y así exhibir las mentiras, el encubrimiento sistemático, el silencio y los documentos y procedimientos que utilizaron como base para protegerse a sí mismos, en lugar de brindar seguridad a los menores.

De las tres diócesis católicas estadunidenses encausadas, los tribunales estadunidenses han aceptado por lo pronto la denuncia de Oregon. Al Vaticano le preocupa particularmente esta histórica sentencia de la Corte de Apelación Federal de Portland, porque reconoció el derecho de la víctima a iniciar una causa civil contra la Santa Sede, lo que puede animar a los tribunales de otros países a actuar de la misma forma y exigir responsabilidades al Papa por los miles de casos de abusos sexuales de sacerdotes católicos contra menores.

“El Papa es un infractor secreto –dice sin ambages Anderson–, vive en la negación, a pesar de su responsabilidad. Es un líder que ha perdido la causa de la protección de los niños; por tanto, es un líder fracasado que ha preferido cuidar la reputación de su oficina, en lugar de defender la seguridad de los niños.”

Jeffrey Lena, el abogado que la Santa Sede ha contratado para defender sus intereses en Oregon, tiene su despacho en Berkeley, California; argumenta que el Estado Vaticano está protegido por el documento Foreign Sovereign Immunities Act, que prohibe interponer denuncias contra países extranjeros.

Anderson, sin embargo, sostiene que su lucha social no es contra un Estado soberano que puede reclamar inmunidad: “Esto va más allá del Vaticano y el poder de un Papa. Se trata de un problema endémico en la cultura clerical, que ha provocado miles de víctimas en Estados Unidos y el resto del mundo. El Papa, la máxima autoridad, tiene que responder. Se trata sólo de un hombre sometido a proceso. Eso es todo. Un hombre que permitió que continuara todo este sufrimiento. Es sólo un hombre que otro hombre (un juez) puede condenar”.

La renuncia no es solución

El abogado que mantiene su despacho en St. Paul, Minnesota, considera que, a estas alturas, Benedicto XVI debería haber renunciado, pero aclara: “La dimisión del Papa no es una solución, si no está acompañada de una verdadera transformación. Si dimite y llega otro y nada se hace por cambiar el sistema de silencio, secreto y protección a los sacerdotes abusadores, todo será igual. Nada habrá cambiado. Cambiar a los hombres no cambia el problema”.

Añade: “Por primera vez en el Vaticano están realmente preocupados, más que preocupados, diría yo. Están cambiando el discurso, porque saben que tarde o temprano la justicia los alcanzará y la verdad saldrá a la luz. Y hasta que no acepten su responsabilidad y sean llevados a los tribunales para que digan esa verdad, nosotros estaremos allí. Los sobrevivientes han asumido que esto se trata de un trabajo de cada día. No vamos a claudicar”.

–Por primera vez, usted está más cerca de lograr encausar a la Santa Sede, pero ¿cómo cambiar un sistema de protección a sacerdotes pederastas que ha funcionado por los siglos de los siglos?

–Lo que realmente se necesita es llevar a juicio a la oficina del Vaticano, al Estado Vaticano, al Papa, a los obispos y cardenales, para que admitan su responsabilidad y asuman las consecuencias, a fin de forzarlos a decir la verdad; a limpiar la Santa Sede; a abrir los archivos secretos, y a decir dónde están los sacerdotes abusadores, algo que ellos saben perfectamente porque son ellos quienes los cambian de lugares y países para evadir la justicia. El Vaticano tiene que optar por la justicia, en lugar del crimen.

David Clohessy, director nacional de Survivors Network of those Abused by Priests (Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes) coincide con Jeff Anderson, con quien ha colaborado más de 20 años apoyando a cientos de víctimas: “Si el Papa está pensando en dimitir, primero nos gustaría que abriera los expedientes secretos de los curas pederastas. La dimisión no arreglaría todo. El sistema de silencio y protección está enquistado y la decepción sobre la institución es tan profunda, que lo mejor es que se abran los expedientes para ver cómo Joseph Ratzinger manejó cada caso de pederastia clerical”.

El lugar de Norberto Rivera

Clohessy y Anderson colaboraron en la demanda interpuesta contra el cardenal Norberto Rivera Carrera ante la Corte Superior de California por conspiración a la pederastia en 2006, caso que aún se encuentra en los tribunales estadunidenses.

“El cardenal Norberto Rivera debería de estar tras las rejas –dice Anderson–, no sentado en un lujoso sillón frente a una alfombra roja oficiando misa. Es responsable de permitir que el cura pederasta Nicolás Aguilar Rivera estuviera en el ministerio por décadas abusando de niños.”

El abogado estadunidense asegura que no se ha olvidado de la demanda contra el cardenal mexicano que se encuentra en proceso de apelación, luego de que la Corte decidiera la no jurisdicción para procesarlo: “El cardenal tiene que aprender mucho de estos temas. Eligió el camino equivocado de la negación, y tiene que asumir las consecuencias por no proteger a los niños del crimen de abuso sexual de sacerdotes. Rivera Carrera debe ser sometido a juicio tarde o temprano, y encontraré una forma en el sistema de justicia estadunidense para que diga la verdad y buscar así justicia y reparación para las víctimas”.

Anderson ha organizado una estrategia legal contundente contra el Vaticano: la presentación de diversos casos en distintos tribunales de Estados Unidos. Es también el abogado de las víctimas del sacerdote Lawrence Murphy, de Wisconsin, quien abusó de más de 200 niños sordos entre 1950 y 1975. El asunto involucra directamente al Papa porque, cuando era prefecto para la Doctrina de la Fe, decidió proteger y mantener en el sacerdocio al pederasta que murió sin ser enjuiciado.

El defensor presentó como prueba irrefutable la correspondencia que fue enviada por varios obispos estadunidenses a Joseph Ratzinger para notificarle las denuncias. Una de las cartas fue escrita por Rembert G. Weakland, arzobizpo de Milwaukee, pero Ratzinger no respondió. En 1974 el sacerdote abusador finalmente fue trasladado por el arzobispo William E. Cousins a la Diócesis Superior en el norte de Wisconsin, donde pasó sus últimos 24 años, a cargo nuevamente de niños en distintas parroquias y escuelas católicas. El pederasta murió en 1998 y no fue sometido ni siquiera a juicio canónico. El actual Papa le permitió seguir en el ministerio sacerdotal, sin notificar a la policía los hechos delictivos.

David Clohessy está convencido de la solidez de este caso presentado ante los tribunales estadunidenses: “Es muy importante porque sucedió hace 12 años. Estamos demostrando que en ese lapso un depredador sexual serial cometió cientos de abusos y el papa Benedicto XVI decidió protegerlo y esconderlo”.

De manera inusitada, el Vaticano ha cambiado su discurso de negación y silencio ante los cientos de denuncias. Su portavoz, Federico Lombardi, ha salido publicamente a defender al Papa, argumentando que Murphy ciertamente había violado niños “particularmente vulnerables”, pero que cuando Ratzinger supo, el cura estaba “muy enfermo”. Murphy le escribió una carta al actual Papa donde le decía: “Sólo quiero vivir el tiempo que me queda en la dignidad de mi sacerdocio”. Y Ratzinger se lo permitió.

David Clohessy se muestra escéptico sobre la ignorancia en torno a este acontecimiento y muchos más argumentada por Ratzinger: “Es muy difícil de creer que los sacerdotes y obispos de Wisconsin e incluso el Papa no sabían de esos casos, sin mencionar los cientos de asuntos similares que existen en el mundo. La diferencia es que ahora existe una duda creciente sobre la participación directa de los papas en el encubrimiento de los curas pederastas”.

La batalla de Bendicto XVI para salvaguardar su reputación no se centra sólo en Estados Unidos; se ha trasladado también a Europa, donde en Alemania, Holanda, Italia, Suiza, Irlanda o Austria se han presentado denuncias ante tribunales contra sacerdotes católicos por abusos sexuales contra menores.

“Lo que está sucediendo es una vergüenza para Benedicto XVI. Ha protegido sacerdotes abusadores de niños durante décadas. Cada vez que veo su imagen me siento terriblemente triste al saber que pudo actuar responsablemente. ¿Quién sabe cuántos niños se hubieran salvado?”

El caso alemán

El caso alemán es particularmente delicado para Ratzinger, ya que fue arzobispo de Munich y Freising entre 1977 y 1982, donde se han denunciado abusos cometidos por un sacerdote a quien Benedicto XVI supuestamente le permitió continuar en el ministerio.

En los pasados dos meses se han denunciado más de 250 casos de pederastia clerical, y la justicia alemana investiga una veintena de abusos sexuales en el seno de instituciones de educación católicas e iglesias, sin olvidar el asunto que involucra directamente al hermano del Papa, el sacerdote Georg Ratzinger, quien dirigía el coro de niños Domspatzen, donde se han denunciado estas situaciones.

“Estos casos son muy dañinos para el Vaticano y el Papa –dice Cloessey–. Esto es sólo el principio; estamos seguros de que todas las víctimas de sacerdotes que existen alrededor del mundo van a continuar con nosotros, exponiendo su verdad. Ahora tenemos mucha documentación que demuestra el encubrimiento papal de los sacerdotes abusadores de niños.”

–Por primera vez, el Vaticano está reconociendo parte de su culpa. ¿Es un reconocimiento indirecto de las denuncias presentadas por las víctimas durante los pasados 30 años?

–El reconocimiento es bueno, pero serían mejor los informes verdaderos, la apertura de los expedientes secretos del Vaticano sobre los depredadores. La aceptación de su culpa no garantiza el progreso de los casos. No es suficiente. El Vaticano tiene que cambiar su política sobre la protección a los niños y la atención y cuidado a las víctimas.

La apertura de los archivos secretos no es algo que sólo exijan las víctimas. La presidenta de Suiza, Doris Leuthard, solicitó tener un registro nacional de sacerdotes católicos implicados en abusos contra menores, para que no tengan más contacto con éstos:
 “Es un buen primer paso que los gobiernos de los países exijan eso, porque al menos los padres de los niños podríamos saber donde están los sacerdotes pederastas, y de esa manera protegeríamos mejor a los menores”.

Jeff Anderson, por lo pronto, no descansa en su cruzada contra la pederastia clerical. El lunes 5 de abril presentó en conferencia de prensa el caso del sacerdote Joseph Palanivel Jeyapaul, acusado de violar a una niña en Minnesota, y quien sigue trabajando como cura en la diocesis de Ootacamund, en el sur de India: “Este sacerdote fue mantenido en su ministerio y continúa como cura, a pesar de las denuncias de abuso sexual hacia menores, a pesar de que el Vaticano tenía reportes de que se trataba de un depredador sexual de niños”.

Anderson se considera luchador social a partir de que sufrió el drama de ver a su hija de ocho años abusada por un ex sacerdote católico. Está convencido de que su vida se transformó a partir de ese trágico episodio, porque encontró una nueva causa que perseguir hasta el final:

“Mi sueño es que los niños encuentren lugares seguros; que vayan a las iglesias y a las escuelas sabiendo que estarán protegidos. Mi sueño es que los niños del mundo estén a salvo, que consigan –por medio de la educación– una transformación para protegerse a sí mismos, para que no permitan que nadie pueda lastimarlos. Mi sueño es conseguir la justicia y la verdad para protegerlos.”

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