Martes 27 de abril del 2010. DUBLÍN
Por décadas, miles de niños sufrieron abusos sexuales y físicos por parte del clero católico en Irlanda, pero ¿por qué la Iglesia, policías, profesores e incluso padres callaron durante tanto tiempo?.
Hasta los años 1990, "era simplemente imposible desafiar a la Iglesia", explicó a la AFP Kevin Lalor, psicólogo y director de la Escuela de Ciencias Sociales del Dublin Institute of Technology.
La Iglesia irlandesa ganó su aura a principios del siglo XX al convertirse en una "fuerza antibritánica antes de la independencia", en 1921. Salió con "un estatus super inflado". "Más que en cualquier otro país, la Iglesia era un brazo oficial del Estado", agregó Lalor, autor de varios estudios sobre el tema.
La gran mayoría de las escuelas y hospitales estaban gestionados por la jerarquía católica que tenía algo de decir sobre todo, incluida la composición del gobierno.
El clero también era poderoso en el ámbito moral. "El cura era el símbolo definitivo de la moralidad y de la castidad, y era muy respetado. La víctima no habría sido creída por su comunidad, sus amigos y su familia", explicó Sue Donnelly, sociólogo en el University College de Dublín.
Así, en 1990 un diario regional terminó por publicar un artículo sobre la pedofilia de un cura en la diócesis de Ferns (sureste), lanzando una amplia investigación que desembocaría en un primer informe en 2005.
"La gente reccionó con total incredulidad. Se congregaron frente a las oficinas del diario. Quemaron ejemplares y boicotearon a los anunciantes", recordó Donnelly.
El niño víctima era a menudo señalado, incluso por sus padres, en una época en que "una madre podía decir 'te lo has debido merecer' si su hijo se quejaba de haber sido castigado por su maestro", subrayó Lalor.
En cuanto a la policía, "pensaban que unas palabras discretas al obispo eran la mejor opción, que era un tema moral, no legal", explicó. En lugar de ser condenados, los curas eran simplemente desplazados para empezar en otro lugar.
"No se podía hablar con nadie, en particular con la policía, los profesores y los padres. Y no había ningún mecanismo" para tratar el problema", recuerda Lalor.
Para hablar, la víctima debía superar la "dificultad de hablar sobre sexualidad", en la muy conservadora sociedad irlandesa, pero también la de dejar de ser un "buen católico", subrayó Donnelly.
Para un niño, existía también el miedo de ser "castigado todavía con más severidad", agrega Paddy Doyle, una de las primeras víctimas que sacó a la luz el escándalo, con su libro "The God Squad" ("La brigada de Dios"), publicado en 1990.
"Si decías algo, te castigaban en serio, te pegaban, te dejaban sin comida o sin contacto con otros niños", explica recordando su infancia en un reformatorio dirigido por el clero donde entró huérfano con cuatro años en 1955.
Además, la población "no estaba realmente sensibilizada". "Hasta hace unos 15-20 años, la gente creía que los abusos sexuales sólo los cometía gente muy extraña, que vivían en zonas aisladas, con problemas mentales o de alcohol", recuerda Helen Buckley, experta en protección infantil en el Trinity College de Dublín.
Luego, en los años 1990, la gente empezó a hablar, alentada por los "diversos servicios de orientación psicológica instaurados en aquella época", agregó diciendo: "La Iglesia ha perdido su aura".
"De repente", declaró Kevin Lalor, "pasamos de una ausencia total del tema" a la cadena de acontecimientos que llevó a la dimisión de varios obispos irlandeses por haber silenciado esos abusos.
El último que abandonó su cargo fue el jueves James Moriarty, obispo de Kildare y Leighlin, que reconoció que la "larga lucha de los supervivientes" había revelado una cultura "no cristiana" en el seno de la Iglesia.
Por décadas, miles de niños sufrieron abusos sexuales y físicos por parte del clero católico en Irlanda, pero ¿por qué la Iglesia, policías, profesores e incluso padres callaron durante tanto tiempo?.
Hasta los años 1990, "era simplemente imposible desafiar a la Iglesia", explicó a la AFP Kevin Lalor, psicólogo y director de la Escuela de Ciencias Sociales del Dublin Institute of Technology.
La Iglesia irlandesa ganó su aura a principios del siglo XX al convertirse en una "fuerza antibritánica antes de la independencia", en 1921. Salió con "un estatus super inflado". "Más que en cualquier otro país, la Iglesia era un brazo oficial del Estado", agregó Lalor, autor de varios estudios sobre el tema.
La gran mayoría de las escuelas y hospitales estaban gestionados por la jerarquía católica que tenía algo de decir sobre todo, incluida la composición del gobierno.
El clero también era poderoso en el ámbito moral. "El cura era el símbolo definitivo de la moralidad y de la castidad, y era muy respetado. La víctima no habría sido creída por su comunidad, sus amigos y su familia", explicó Sue Donnelly, sociólogo en el University College de Dublín.
Así, en 1990 un diario regional terminó por publicar un artículo sobre la pedofilia de un cura en la diócesis de Ferns (sureste), lanzando una amplia investigación que desembocaría en un primer informe en 2005.
"La gente reccionó con total incredulidad. Se congregaron frente a las oficinas del diario. Quemaron ejemplares y boicotearon a los anunciantes", recordó Donnelly.
El niño víctima era a menudo señalado, incluso por sus padres, en una época en que "una madre podía decir 'te lo has debido merecer' si su hijo se quejaba de haber sido castigado por su maestro", subrayó Lalor.
En cuanto a la policía, "pensaban que unas palabras discretas al obispo eran la mejor opción, que era un tema moral, no legal", explicó. En lugar de ser condenados, los curas eran simplemente desplazados para empezar en otro lugar.
"No se podía hablar con nadie, en particular con la policía, los profesores y los padres. Y no había ningún mecanismo" para tratar el problema", recuerda Lalor.
Para hablar, la víctima debía superar la "dificultad de hablar sobre sexualidad", en la muy conservadora sociedad irlandesa, pero también la de dejar de ser un "buen católico", subrayó Donnelly.
Para un niño, existía también el miedo de ser "castigado todavía con más severidad", agrega Paddy Doyle, una de las primeras víctimas que sacó a la luz el escándalo, con su libro "The God Squad" ("La brigada de Dios"), publicado en 1990.
"Si decías algo, te castigaban en serio, te pegaban, te dejaban sin comida o sin contacto con otros niños", explica recordando su infancia en un reformatorio dirigido por el clero donde entró huérfano con cuatro años en 1955.
Además, la población "no estaba realmente sensibilizada". "Hasta hace unos 15-20 años, la gente creía que los abusos sexuales sólo los cometía gente muy extraña, que vivían en zonas aisladas, con problemas mentales o de alcohol", recuerda Helen Buckley, experta en protección infantil en el Trinity College de Dublín.
Luego, en los años 1990, la gente empezó a hablar, alentada por los "diversos servicios de orientación psicológica instaurados en aquella época", agregó diciendo: "La Iglesia ha perdido su aura".
"De repente", declaró Kevin Lalor, "pasamos de una ausencia total del tema" a la cadena de acontecimientos que llevó a la dimisión de varios obispos irlandeses por haber silenciado esos abusos.
El último que abandonó su cargo fue el jueves James Moriarty, obispo de Kildare y Leighlin, que reconoció que la "larga lucha de los supervivientes" había revelado una cultura "no cristiana" en el seno de la Iglesia.