Un estudio del ADN de Tutankamón y de otras 16 momias egipcias ha desvelado un antiguo enigma: el joven faraón egipcio murió de malaria combinada con una enfermedad ósea.
La investigación, que se recoge en la revista científica Jama, ha sido realizada un equipo de investigadores del Consejo Supremo de Antigüedades del Cairo liderado por Zahi Hawass, que sometieron a pruebas radiológicas y de ADN a las momias. Las pruebas practicadas a la momia del joven rey detectaron una acumulación de malformaciones propias de su familia y se le diagnosticaron varias patologías, entre ellas la enfermedad de Koller II, que produce trastornos óseos.
El joven, dicen los investigadores, tenía un pie deformado y probablemente caminaba con ayuda de un bastón. Además, siguiendo las pistas genéticas los científicos han identificado al parásito de la malaria como el responsable de su muerte.
Los análisis de ADN desvelaron la presencia de tres genes vinculados al parásito Plasmodium falciparum, que provocó el paludismo en cuatro de las momias investigadas, entre ellas la del famoso faraón.
“Estos resultados -explican los científicos- sugieren una necrosis ósea avascular, enfermedad por la cual la escasa circulación sanguínea en los huesos conduce a una debilitación o destrucción de una zona ósea, lo que, junto con la enfermedad de la malaria, es la causa más probable de la muerte del faraón”.
¿Hijo de Akenatón?
La genética ha aportado más datos interesantes. Ahondando en su linaje se ha podido desvelar que, casi con toda probabilidad, era hijo del faraón Akenatón. Los autores de la investigación también determinaron que la madre del joven faraón sería la momia KV35YL, aparentemente hermana de su padre, cuyo nombre sigue siendo desconocido. Otra de las momias a las que se le practicó el análisis podría haber sido la reina Tye, abuela de Tutankamón y madre de Akenatón.