Pablo Gonzalez

Nicaragua: La iglesia y los homosexuales.

  La familia bajo la óptica medieval de un obispo
 
 
Mario Fulvio Espinoza (EL 19 DIGITAL)
 
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Según relata La Prensa (Domingo 13 de Diciembre), monseñor Silvio Fonseca dijo en homilía reciente, que la familia presidencial promueve antivalores morales al pretender en un futuro la unión de homosexuales, lo que considera una ofensa para el país que siempre ha respetado la "unión natural del hombre y la mujer que son los únicos que pueden fundar una familia". 
 
Para don Silvio "la familia actual se esta alejando del concepto tradicional (de familia) y esto provoca la pérdida de valores como el respeto a los padres, la procreación y la unidad familiar", añade que esto obedece a posiciones políticas e ideológicas que ponen en peligro la moralidad.

"Hoy los gobiernos -dice el sacerdote- quieren imponer un nuevo modelo de familia a través de leyes, estableciendo una moral familiar de acuerdo a intereses y conceptos ideológicos y filosóficos. El nuevo modelo de familia que se quiere imponer a través de leyes, es un peligro muy grave para la moralidad".

Con el respeto que debo a la opinión del citado monseñor, creo que existe una gran dosis de doble moral en sus aseveraciones, sobre todo viniendo del representante de una Iglesia que impide el matrimonio a sus sacerdotes y monjas, es decir, les veda la capacidad de construir una familia tradicional con todos los valores que exige para cualquier otro mortal católico o no católico.

Si a los curas y a las monjas se les prohíbe tener hijos, eso va también contra natura y lesiona el mandato del mismo Dios que ordenó a Adán y a Eva el consabido "creced y multiplicaos", mandamiento que deberían acatar sin cortapisas las autoridades religiosas que dependen de Roma.

Los homosexuales, por razones obvias, no pueden engendrar una familia aunque tienen derecho a tenerla. Eso se considera una razón muy moral para la Iglesia pero nadie se pone a pensar que es un delito de lesa moralidad impedir que la tengan aquellos que si pueden engendrarla, como son los curas y las monjas. Si se permitiera a estos tener familia, de seguro esos núcleos sociales estarían cimentados en todos los valores de la tradición católica tan valiosos para monseñor Fonseca.

Con el argumento que sólo los que engendran pueden tener familia, monseñor está cuestionando también el derecho a poseer una familia de aquellas personas, que por razones biológicas, no pueden tener hijos, y algo más grave, lesiona el derecho de los niños huérfanos a ser adoptados para tener un hogar.

En fin MonseñorŠ El derecho a formar una familia no puede ser exclusivo de aquellos que pueden engendrar, porque existen muchos que poseen ésta facultad pero no se le ocurre formar familia.

Tómese en cuenta, además, que por su apego a la tradición, la Iglesia Católica desconoce de manera ramplona que la humanidad ha tenido cambios notables que no pueden ser vistos con un lente de la primera Edad Media, cuando la risa era anatema y creo que aún existe el pecado de "los malos pensamientos". ¿Por qué el "aggiornamiento" de la iglesia no llega o cuando llega -a retazos-, lo hace demasiado tarde?

Ese no estar a tono con los tiempos, sobre todo en materia del amor entre humanos, ha ocasionado a la Iglesia Católica muchos contratiempos y dolores -que muy bien calla o disimula-, como son los excesos carnales de muchos curas homosexuales y pedófilos, el engendrar hijos clandestinos que deben ser considerados ilegítimos si nos atenemos a la moral del clero, y no pocos casos de abortos entre religiosas, pecado condenado enérgicamente por la misma Iglesia.

Por otra parte, la Iglesia Católica pretende ignorar que en 1948 la ONU aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se establece que todos los hombre somos iguales ante la ley, con los mismos derechos y sin que de por medio existan limitaciones de sexo, raza, cultura, lugar de nacimiento y creencias religiosas

Estos derechos también los reconoce nuestra Constitución Política que en su Articulo 27 establece que "Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho a igual protección. No habrá discriminación por motivos de nacionalidad, credo político, raza, sexo, idioma, religión, opinión, origen, posición económica o condición social".

¿No le parece Monseñor, que es una violación a esos Derechos Humanos y a nuestra Constitución el tratar de discriminar a homosexuales y lesbianas por el solo hecho que así lo dice la Biblia? ¿Será que estas personas no son seres humanos?

En el colmo de la arbitrariedad religiosa, en la misma Prensa los pastores evangélicos asociados en el CNPEN, piden la cabeza del Procurador de Derechos Humanos Omar Cabezas por haber organizado La Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos de la Diversidad Sexual. 
 
Más medievales que monseñor Fonseca estos señores afirman sin empacho que la Biblia "ha declarado como una maldición la existencia de homosexuales y lesbianas". 
 
¿Será bendito el que pide maldiciones para sus congéneres porque así lo exige la Biblia? 
 
¿Será que no hay homosexuales y lesbianas entre los evangélicos?

"Lo que ha hecho el señor Cabezas es legitimar la vida del homosexual y la lesbiana, lo mismo que la prostitución", afirman estos impolutos "pastores" de exclusión.

El gobierno no debe escuchar el clamoreo de estos inquisidores de doble moral. 
 
Antes bien, estimular al Procurador que al fin fue el primero en establecer que los anatemizados homosexuales y lesbianas son personas como cualquier otra y que, por esa razón fundamental, sus derechos humanos deben ser respetados en todos los ámbitos de la civilización moderna.

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